Arquitectura 83 - 1924

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ARQUITECTURA como consecuencia de ésto~ estudios infinidad de obras que no sirven para instruir a los que no pueden viajar. De este modo pues, se forman ]os principales arquitectos. El gran arquitecto William Tite ya se prepara con el sistema de pupilaje y en el estudio de John ~oant ya reciben su instJucción por medio del pupilaje desde el año 1874 al I 837 ci ncuenta y cinco futuros arquitt-ctos. De este profesor recibían sus discípulos en5cñanza práctica relacionada con la medicíón, costo, dirección y trabajos de ta1ler, dibujo y compcsición. Más adelante, lo que fué el pupilaje "'n tiempos de la Reina Victoria todos lo conocemos por tra di-

ción o por experiencia propia. De esto puede decirse que algunas veces no fué lo que debió ser y otras que dió un excelente resultado. <:;¡ no habla ha de la In~titución de los exámenes establecido por el Real Institut<~ no es por que ignorase su importancia si no porque no los consi· dera ba como formando parte del pasado sino más bien como el principio del presente. La fur.dación de la Architectural Association como institución de enseñanza y Hl creciente eficiencia rn la University College, King's College y Loth Kensington han contribuido también a la creación del ~ istema a ctua 1 de enH ña nza.

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Orientación de la arquitectura moderna '

En la práctica 7 en la enseñanza En el siglo de eclecticismo en que vivimos, iba ya adquiriendo caracteres muy marcados la tendencia de la Arquitectura a prevalecer, al través de las edades, supeditada a principios y formas básicas que se han altetado muy poco-desde Grecia a nuestros días-en e[ sentido de la originalidad y el progre~o. Pero la Arquitectura es arte útil y, por lo tanto, arte necesaria. Y la necesidad acicatea el ingenio del hombre, consiguiendo en un instante feliz, milagro5- que no se han obtenido en largos años de estudio •v dedicación . Tal es lo que ocurre en estos momentos en que, a pocos años de una gran guerra, la Humanidad ha visto transformar rapidamente muchos de sus viejos organismos administrativos y sociales, y muchas de sus instituciones morales; transformación que ha traído aparejadas nuevas y perentorias necesidades. Mucho ha habido que improvisar, sin duda, y los defectos anotados en la obra de emergencia son notahles. Pero al amplificarse el horizonte, se han descubierto nuevas sendas, en la que, a poco que se ahonde, se ha de hallar, seguramente, el firme camino que ha de llevarnos hacia 1a nueva era arquitectónica; hacia la única capaz de marcar una época, después de la Gótica o la Renacentí:;ta. ¿A qué se debe sino que a razones de necesidad nacidas circunstancialmente con la guerra, la boga adquirida en esto~ últimos tiempos por el Cemento Armado con su sistema de construcción 1ápido? Y, sin embargo, cuanta beJieza irradia ya esa arquitecA tura de líneas sobria.s, que expresan racionalmente las funciones de los órganos interiores que recubre, con su aparente frialdad, inexpresiva para los que creen que no es Arquitectura lo que no se sugeta a módulos, ni llama en su auxilio a los elementos clá• • stcos para vestirse. Es evidente empero que, en todos los ~entros civilizados, en la práctica, !a Arquitectura está sufriendo un pequeño estancamiento, en el sentido de la originalidad y del buen gusto artísticos, al par que ha

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señalado un notorio progreso, en el sentido de la higiene individual y colectiva de la vivienda. ¿A qué se debe el fenómeno constatado? Sin duda alguna al nuevo concepto de la vida, que tienen las sociedades modernas. Las familias, organizadas antaño sobre inconmovibles base~ legales y afectivas, han pasado a ser hoy instituciones pocos esta bies, que marchan tal vez h:rcia más lógicas conquistas-como la igualitaria de los derechos del hombre y la mujer-pero propensas, por ahora, a desmoronarse al primer contraste seutimental o económico. La sociedad actual, fundada sobre tan inseguras parcialidades, adolece del mismo defecto genésico. Fn su afán de mejorarse y contemplar a la vez un gran número de situaciones creadas eventualmente, ha dado a su organización e~a forma incoherente e imprecisa de lo que se establece a título de ensayo y no como conqui~1a definitiva. En más de un grasiento cuello de un no menos raído sobretodo, hemos podido leer a veces una gran Uagedia sentimental o de intereses. La Arquitectura es el ropage de la civilización. ¿No nos muestra acaso élla, con su oropel actual de pocos quilates, y con la misma elocuencia que la prenda de vestir individual, citada, la gran tragedia moral y material que actualmente aflije a la Humanidad? Evidentemente. Así como trabajamos donde y como podemos, improvisando conocimientos y derrochando voluntad, para poder subvenir a las inmediatas necesidades presentes, construimos sin preocupación de hacer obra bella y duradera, ante la inminencia de que ella tiene que ser imprescindiblemente útil; y aunque esa utilidad ~ea sólo transitoria ¿No hemds aprendido que el mañana es incierto y que puede sernos fatal? Pagamos desgraciadamente tributo, a una época de desorientación colectiva y de neurastenia totaJ; de esa neurastenia que ha producido en los ingénuos

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