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ARQUITECTURA doctrinal, ya antirelig ioso; es ig ua l, es fanatismo, y no están muy distantes el uno del otro. Más pa ra c reer, para sentir, para tener espíritu, para reflej ar ese espíritu en obras de arte, es menester que el corazón y que la conciP.ncia estén removidos, y que ha ya una vida intensa espi ritual , aunque ssa de mala ley, aunque esté mal dirigida, aunque no sea e l espiritualismo, en su conce pto más puro, el que motive aquello. Efectivamente, la educación relig iosa popular en E spaña no fué un modelo de austeridad ni un modelo de perfecciones; pero había un fondo enorme de espiritualismo, de religiosidad. en la forma que fuese, atropelJando realidades, a tropell ando leyes; providencialista muchas veces, buscando cierta seg uridad optimi sta en lo porven ir, no por el cumplí-
ese mismo período; mirad sus artes; estudiadlo todo con la mayor intensidad que podais, i Qué df'silus ión! i Qué poco se encuentra con vida! T oda Francia g ira alrededor de tradi ciones clá ~ ica s, de receta s; sobre un concepto plenamente fa lto de es píritu, de sen ti do de la realidad; compl eta mente vacío, a cadémico. En Italia, los man ieristas, los eclécticos. Ya los conocéis; no ten go necesidad de juzgarlos, y hoy sobre ellos pesa la sanción más cruel, la de l • olv ido. Quedan los dos polos españoles: e l polo de E spa ña y el polo de los P aíses Bajos. Habían sido g ra ndes, a tado uno a l otro, en el período anterior. Flandes d e~ arrol l a ba s u va lor artístico presentando dos geni os ex traord inarios, Rubens y Van Dick; H r>l a nda, a Rembraudt y Fran s Hals, y tras de ellos, los pequeños maes tros : una plétora de vida
Ribera
El Entierro de Cristo
mi ento de la ley ni por la satisfacción de la ju~ti cia, s ino por el milagro, por lo sobrenatura l, por lo imprevisto. Y como hoy se busca un porvenir en la lotería y no en el trabajo, así se cifraba entonces la aspiraci'ón haci a un mundo mejor, no mediante el cumplimi ento de la ley sino mediante la esperanza en una interven ción providencial. E sa , buena • -o mala, mala ciP-rtamente, es la realidad. Ahora veremos la forma artística de todo ell o; como se representa en su literatura, en su teatro, en sus artes, dura nte una parte del siglo XVI a l XVII en E s pañ a . P ero ello tiene su contraprueba. ¿Qué había ent ónces fuera de E spaña ·en ese mismo punto ? No puedo aquí ligeramente dedrlo. Parecería quizá exag erada la antítes is; más sería cuestión de un poco d e esfuerzo el indagarlo bien. Mirad la literatura de Francia y de Italia en
extraordinaria, admirabl e. Pero ese arte septen triona!, ese arte de los países que habían estado s ujetos a las ini ciativas españolas, ligados a un mismo destino, viven un poco de fórmula s prácticas, de negocios; trastornado su positivismo por la lucha religiosa, oscilaban entre idea les de burguesía cómoda y sensualista por un lado, y lirismos de aparato celestial, sobre un fondo brillante o lóbrego, por otro. En Rubens, fantasías d ecorativas y colori stas, maravillosos escenarios donde se representan mitología s e historias, saturadas de una opulen cia carnal sin ejemplo. Rembrandt, en vis iones mágicas, que impres ionan como evocadas de otro mundo. Van Dick adobando sus modelos con melancolías señoriales; Frans Hals, ri ye ndo plebeyas satisfacciones de radia nte prosaísmo. Frente a esos ca racteres, que como tenden cia
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