Las crónicas de Jeromito

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vertía en la capilla del poblado. José María con esmero dirigió personalmente a los esclavos que trabajaron en el levantamiento de los muros, para lo cual usaron piedras unidas entre sí con barro. Encima de estos muros se colocaron las vigas y el caballete de madera, armazón del techo de dos aguas. La capilla poseía una entrada principal con anchas puertas de madera, y por un lado luce una pequeña ventana por donde la fresca brisa del valle se inmiscuía para ser testigo de cada ceremonia. Sobre dicha entrada principal existió el coro, espacio preparado para la ocasión en forma de balconcito para el ejercicio de los músicos, quienes recibían la luz filtrada a través del techo de carruzos trenzados, sobre el cual se amontona la paja acarreada por su hermano Antonio Martín, traída desde el llano de San José13. Por los costados también se podía entrar a la capilla y a su vez apreciar las gruesas rolas de cedro como sostenes del techo, que daban una hermosa apariencia, gratamente resaltada por un antiguo retablo de madera que corona con elegancia el altar mayor. Los sacerdotes por su parte oficiaban la misa en latín y de espaldas a los feligreses, para mayor respeto a la Eucaristía. El momento había llegado y José María Espinosa junto a su amada Candelaria, finamente con atavíos, se paseaban orgullosos entre los invitados especiales, familiares y amigos, por haberse hecho realidad su sueño más pre-

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