Una Mirada a Nuestros Bosques Nativos y su defensa

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plantadas con especies exóticas (90 por ciento de pinos insignes), mientras que 20 millones tienen bosques naturales de especies autóctonas. De esos 20 millones, sólo cinco resultan utilizables con fines comerciales. El resto corresponde a matorrales, bosques inaccesibles o de segundo orden. Pese a todo, el bosque chileno tiene gran valor comercial por la calidad de su madera. Se le ha diezmado con incendios y talas indiscriminadas y con una explotación intensiva sin las reforestaciones correspondientes. Sólo se han plantado tamarugos en el desierto nortino y algunas hectáreas insignificantes en el extremo sur (“RdD”, “S.O.S de la tierra”, 8 dic. 68; “La erosión galopante”, 5 enero 69; “La sequía en busca del culpable”, 3 enero 68; “El tamarugo maravilla”, 1º noviembre 70). Hasta hoy la reforestación se ha hecho en baja escala y básicamente con especies extranjeras. Esta concepción unilateral del problema constituye, a juicio de los expertos, un craso error ecológico. Para mantener el equilibrio de la naturaleza se precisa reforestar principalmente con especies chilenas o extranjeras similares. Entre los planes a futuro del Instituto Forestal y demás organismos preocupados del bosque y la industria maderera, está el cubrir extensas zonas de nuestro territorio con árboles autóctonos. Lamentablemente la Universidad de Chile no ha estudiado convenientemente aun la germinación y desarrollo de la mayoría de nuestras especies forestales. Sabe, sin embargo, que ofrecen un potencial económico considerable. El bosque nacional supera a los de la mayor parte de los países europeos y norteamericanos, que entregan preferentemente madera blanda (coníferas). Las especies chilenas aserrables, en cambio, corresponden en un 90 por ciento a madera dura, de alta cotización en el mercado. Nuestro país también aventaja a los países tropicales. Estos, aunque ofrecen maderas ricas (caoba, cedro), sus bosques no forman masas homogéneas de la misma calidad y especies de árboles. Resulta difícil su explotación. Para obtener caoba, por ejemplo, deben cortarse muchos árboles sin valor comercial. El bosque chileno, a la inversa, forma masas arbóreas normalmente homogéneas de una, dos o tres especies. Resulta fácil la explotación y manejo. En este aspecto tan importante no existe país latinoamericano que iguale a Chile. El árbol nativo, como desventaja fundamental, crece más lentamente que los pinos insignes, eucaliptos y varias otras especies exóticas (todas de madera blanda), que pueden explotarse desde los 20 años más o menos. La especie chilena más rápida -el raulí-, exige por lo menos 50 años y está en condiciones óptimas de color y de dureza a los 80. Esta lentitud resulta relativa, ya que la mayoría de las especies maderables que se explotan en la Tierra tardan igual o más tiempo en crecer. Por otra parte, las especies más “rápidas”, como el pino insigne, eucalipto globulus, tienen graves inconvenientes, como acidificar los suelos, terminar con la florifauna donde ellos crecen o consumir cantidades desproporcionadas de agua. Una mirada a nuestros bosques nativos y su defensa

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