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Cristina Soler vive el amor incondicionalcon sus mascotas

los perros nos enseñan de nobleza y de un amor incondicional que, hasta el momento, los seres humanos no somos capaces de sentir o entender plenamente”

Desde niña, la actriz Cristina Soler describe que, en su casa, siempre hubo animales y, aunque recuerda que “el verdadero amante de los animales era mi papá”, acepta que no visualiza su vida sin estos.

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“Además de perros, tuvimos conejos, hámsteres, pájaros, un monito tití y hasta un caballo llamado Rocinante… ¡y no teníamos finca! ¡Esto era una casa de urbanización!”, cuenta divertida, rememorando los viejos tiempos.

Sin embargo, lo que sí ha quedado muy presente en su vida adulta es ese respeto y amor hacia los animales, sentimientos que, asegura, se acrecentaron cuando “pude hacer una conexión con mi alimentación”.

“Comencé siendo vegana por razones de salud, pero, luego entendí algo que me dio más fuerzas para continuar con ese tipo de alimentación. Entendí que ningún animalito tiene que sufrir o pagar con su vida para que yo me alimente. Desde entonces, el respeto y la admiración que siento hacia ellos es inmenso”, resalta la también comediante, cuyo trabajo ha sido ampliamente reconocido.

Aunque Cristina siempre ha tenido perros o perras, confiesa que en un momento de su vida se dijo que “una vez falleciera mi último perrito, no cogería [uno] más”, pues, como guardiana responsable, reconoce la responsabilidad, el trabajo y los costos que conllevan cuidarlos.

“Pero, en realidad, ¡eso era un embuste que me dije a mí misma y el próximo animalito que vi en la calle, me lo traje para casa!”, exclama, para agregar que “actualmente, tengo dos perros, una perrita y una gata. A Gordi (sénior), lo encontramos esperando frente a una panadería en Caguas. Es nobleza pura y casi habla. Monti apareció con su mamá y otros hermanitos en una escuela Montessori donde estudiaba mi hija. Los demás hermanitos fallecieron y la mamá pudo ser adoptada en los Estados Unidos. Monti no pudo ser aceptado porque, aunque es grande y luce feroz, es sumamente temeroso. Yo no sé qué tipo de maltrato sufrió de bebé. Ha sido un reto ganar su confianza. Después de muchos años, me

Localidad: HOTEL HYATT PLACE, BAYAMÓN Fotos: Kelvin Sánchez

Agradecimiento al equipo del Hotel Hyatt Place, Bayamón por todo su apoyo.

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deja acariciarlo, pero ni siquiera lo podemos pasear. Es muy unido al viejito Gordi. Cuando Gordi tiene que quedarse en el veterinario por algún motivo, Monti, que casi nunca se siente, llora, aullando como si fuera un lobo”, recuenta, al conversar sobre sus mascotas.

Ahora, le toca hablar de Mafalda. “¡Es la reina de la casa! Amante de las zanahorias, las papayas y el mangó, no reconoce el tamaño de su cuerpo porque, cuando la sacamos a pasear, les ladra a los perros más grandes que ella como si fuera gigante”, comenta, entre risas, a la vez que recuerda cómo llego a su vida.

“La encontré corriendo entre carros en un tapón en la 65 de Infantería. La intención original era que fuera adoptada. La llevé al veterinario y la esterilicé, y ya tenía a una persona muy responsable, pero el día que se la tenía que llevar no pude. Me ataqué en llanto, pensando que tenía que separarme de Mafalda y tuve que llamarla y decirle. Ella entendió, ¡y rescató a otra!”, explica complacida, para pasar a hablar de Ofelia.

“Finalmente, tenemos a Ofelia. Nunca habíamos tenido gatos ni gatas. Mi hija Lara soñaba con tener uno. No fue hasta principios de la pandemia, en un aguacero terrible, que yo escuché a una gatita maullando y

la encontré debajo de una mata de la vecina. La vecina me dijo que no le gustaban los gatos y yo le dije que no se preocupara, que yo me la llevaba. Mi esposo, como muchas otras personas, repetía las cosas que, muchas veces, se dicen de los gatos. Sé que tienen mala fama: que son traicioneros, etc., etc., etc., pero ¡nada más lejos de la verdad! Esta gatita nos robó el corazón. Y al ver a mi hija tan y tan feliz con su gata, Antonio y yo entendimos que ella no se podía ir de aquí”, explica Cristina, quien añade que Ofelia tiene una particularidad: “Como se ha criado con perros, muchas veces, tiene comportamiento de perros. Por ejemplo, ella viene con un juguetito, lo pone a nuestros pies y se lo tiramos, y ella lo busca”.

Para la actriz y comediante, “los perros nos enseñan de nobleza y de un amor incondicional que, hasta el momento, los seres humanos no somos capaces de sentir o entender plenamente”, mientras que los gatos son más parecidos a los seres humanos: son más contradictorios y temperamentales, ¡y son tan y tan graciosos!”, exclama, para contar algunas anécdotas de Ofelia y Mafalda.

“Tratar de doblar ropa recién lavada, hacer yoga o estudiar, es tarea difícil. Ofelia y Mafalda se van a acostar justo encima de la ropa recién lavada; cuando estoy

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acostada en el piso haciendo alguna postura de yoga, ellas se van a acomodar en los huecos que hace el cuerpo, claro, se siente tan rico que después no me quiero cambiar de posición. Tratar de estudiar con libros o papeles es imposible porque se acuestan encima, como si estuvieran leyendo”, y, aunque la lista de travesuras de estas chicas de cuatro patas podría continuar, Cristina hace un alto, para explicar que, a pesar de todas las alegrías y los momentos felices que se pueden compartir con las mascotas, la parte más difícil de tener animales es cuando se enferman.

“Cómo no pueden hablar, uno tiene que adivinar; y, si se enferman en fin de semana, es terrible, porque ir a un veterinario de emergencia es saber que te va a salir cuatro veces más caro que si fuera un día de semana”, dice con gran sinceridad.

A pesar de todo, no se imagina su vida sin mascotas, pues no solo le han ayudado a crecer y a que su corazón se abra un poco más, sino también, en esta vida de tanta tensión y ajetreo, considera que los animales nos ayudan a estar en el presente.

“Para ellos no existe nada más y así debería ser para los seres humanos también. Porque, en realidad, el presente es lo más valioso que tenemos”, dice convencida.

“El mensaje que le daría a las personas que piensan tener mascotas es que lo piensen bien, muy, muy bien. Que lo piensen tanto como si fuesen a tener una hija o un hijo, pues es un compromiso serio para muchos años y deben asumir la responsabilidad con mucha seriedad. No son un objeto que uno pueda dejar atrás si uno se muda o se cansa. Implican tiempo, preocupación y gastos económicos, ¡y prepárense para limpiar más!”, expresa, para agregar que “lo más amoroso que podemos hacer para uno de nuestros animalitos es esterilizarlos para no tener más animalitos abandonados, sufriendo en la calle, ya que estos son nuestra responsabilidad también, aunque no sean nuestros”.

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