Migrantes: Vidas en Movimiento

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Las cargas emocionales más fuertes que Lesbia ha podido ver en los migrantes tienen que ver con las cuestiones laborales, también la culpa por desprenderse forzosamente de la familia, las aspiraciones que no coinciden con la realidad y la incertidumbre por la situación con su documentación. “Cuando se emigra surgen los fantasmas de situaciones no resueltas en el país donde se estaba, el manejo de la soledad o de la prosperidad”. Para ella, el proceso de integración a un nuevo espacio depende mucho de la actitud de cómo se vea. Cuál es la concepción que ellos tienen de ser migrantes, se pregunta. Claramente, la acogida para algunos es dura, lo que les hace más difícil llevar su situación migratoria, así que su bienestar emocional va a depender mucho de eso. Lesbia ve la situación migratoria en Chile como una oportunidad para que los locales abran su mente y su corazón. “Estamos aquí para aportar. Para juntos hacer crecer la sociedad”, concluye.

Mientras ellos cenan, el P. Bernardo y un grupo de jóvenes se dirigen a la casa de acogida femenina, distante a pocas cuadras, a dejar unas bolsas de hallullas para el desayuno del día siguiente. Al llegar, los jóvenes saludan a las mujeres con un beso en la mejilla. En la cocina preparan arepas, pan de maíz circular muy típico de Colombia y Venezuela, que esta vez han rellenado con pollo. Los estudiantes se sientan, comen y comparten con ellas, como Inés, quien se vino de Argentina junto a su hija por la situación económica. Al regresar a la casa de acogida de varones, nos damos cuenta de que la cena ha terminado. Las meriendas para el siguiente día también están listas, así que todos comparten un momento de distensión. Algunos fuman un cigarrillo, mientras otros conversan o se divierten con un juego de dominó. Uno de ellos es Sherif Atef, joven egipcio refugiado, cuyo español es casi nulo, por lo que se comunica a través de una aplicación de su celular. La noche terminó entre abrazos y un mensaje de celular agradeciendo por el buen tiempo compartido.

Migrantes ayudando a migrantes La terapeuta Lesbia María Ruiz emigró de Venezuela con el sueño de crear un espacio donde pudiera acompañar a nivel emocional a las personas insertas en una situación migratoria. Un proceso que ella misma vivió cuando se vino a Chile, por lo que impulsó la idea de desarrollar un círculo terapéutico en las dependencias del Santuario María Auxiliadora, que actualmente atiende a cerca de una decena de personas. “Cuando tuve la idea, era desde una mirada de agradecimiento, de dar lo mejor a esta tierra que nos recibe”, expresa. La primera experiencia del círculo terapéutico fue el 21 de julio del año pasado y desde esa fecha el trabajo ha sido permanente. Se reúnen todos los viernes, durante la tarde, dándose apoyo entre venezolanos, colombianos y dominicanos en su proceso de integración a nuestro país.

El P. Bernardo considera que la migración le ha dado nueva vida al Santuario. “Estamos viviendo un momento crítico de la Iglesia chilena y los migrantes vienen con una mirada más fresca, positiva y propositiva. Tratamos de adaptarnos a esta realidad de escucha”. Su contacto con migrantes ha cambiado su propia mirada pastoral: “Uno empieza a tener una mirada más misericordiosa y amplia. No importa de dónde vengamos, la situación social o económica, todos somos seres humanos primero. Jesucristo siempre privilegió la dignidad de la persona, levantaba al más pobre y lo ponía en comunión con los otros”, concluye. Todas las iniciativas de acompañamiento y espacios de acogida que ha generado la Iglesia en nuestro país están en concordancia con el mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado desarrollada a finales de septiembre de este año. “Los migrantes y, especialmente, aquellos más vulnerables, nos ayudan a leer los ‘signos de los tiempo’. A través de ellos, el Señor nos llama a una conversión, a liberarnos de los exclusivismos, de la indiferencia y de la cultura del descarte. A través de ellos, el Señor nos invita a reapropiarnos de nuestra vida cristiana en su totalidad y a contribuir, cada uno según su propia vocación, a la construcción de un mundo que responda cada vez más al plan de Dios”, expresó el Santo Padre. Hoy, más que nunca en la historia, podemos afirmar que Chile es país de migrantes, tanto por los antepasados de quienes vivimos acá, como por quienes han llegado durante la última década. Será tarea de la ciudadanía, sociedad civil, academia, sector privado, la Iglesia y el Estado tomar las medidas que fortalezcan los derechos y la convivencia de este nuevo Chile. Es apremiante el desafío de la inclusión, por lo que es necesario contar con políticas que consideren las características sociodemográficas y evitar crear normas diferenciadas para migrantes y chilenos, porque esto llevaría a segregar y “extranjerizar”, mientras que lo que necesitamos es que los migrantes no perpetúen su condición y sean vistos como sujetos de derechos, plenos en dignidad solo por el hecho de ser personas. BOLETÍN SALESIANO

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