Hoy estoy muy cansada. Tengo tanto sueño que lo primero que hago cuando llega mi marido a casa es echarme a dormir. Según me acuesto, siento cómo mis párpados se van cerrando muy lentamente. De pronto, abro los ojos y me encuentro con la cara de mi marido sonriéndome desde la otra punta de mi habitación y dándome los buenos días. Poco a poco me voy percatando de que no lleva puesto su traje del trabajo y se lo pregunto: -Amor, ¿por qué no llevas puesto tu traje? ¿Acaso hoy tenías el día libre? Se extrañó al oír esa pregunta y puso cara de desconcierto. -¿Te olvidaste de que hoy trabajas? -Me dijo preocupado- Recuerda que hoy te toca a ti trabajar y yo cuido del niño. Al principio me quedo un poco trastornada, pero después, reacciono rápidamente y me pongo manos a la obra: todavía tengo que ducharme, cambiarme, vestirme, peinarme e ir al trabajo –a pesar de no saber cuál era-, no quiero decepcionar a mi marido. Cuando termino de hacer todas estas cosas le pregunto al fin a mi marido sobre mi trabajo: -Jose, -que así es como se llama- ¿y en qué trabajo exactamente?-No me atrevo a mirarle a los ojos porque puedo imaginar la reacción que tendría cualquier persona al darse cuenta de que su pareja no sabe cuál es su trabajo. Sin embargo, me sorprendo al ver la naturalidad con que asumió mi comentario. -Con tantos diálogos y fechas en la cabeza no me extraña que te hayas olvidado. Mientras te preparo el desayuno te voy refrescando la memoria. Miro asombrada a mi marido, ya que estoy acostumbrada a preparar yo todos los días las comidas. Esto tiene toda la pinta de ser una broma. Mientras Jose me deja la comida en la mesa, yo sigo sumida en mis pensamientos.