Pablo García Sanz – 1º Bachillerato Colegio Filipense Blanca de Castilla Segundo premio - Modalidad, "Igualdad de oportunidades"
Érase una Vez en la Universidad La siguiente historia se remonta a la segunda mitad del siglo XIX. España era una entidad muy distinta a lo que conocemos hoy. En el paradigma social, todo era más conservador, cerrado, y aislado del mundo; y en lo que respecta a las mujeres, eran poco más que un cero a la izquierda, relegadas a las labores de la casa y la crianza de los hijos. Uno de los aspectos en los que se apreciaba de manera más fehaciente esta limitación del papel de la mujer en la sociedad de la época era la educación. No les estaba permitido cursar estudios universitarios. Además, estaba mal visto que fueran a la escuela. Todo esto nos lleva a hablar sobre María, la protagonista de la gesta que se narra en esta historia. María nació en el seno de una familia humilde pero culta. Su padre era panadero y su madre, ama de casa. No obstante, si algo caracterizaba a estos padres era el amor por su hija. A pesar de su precaria posición, lograron que María pudiera asistir a la escuela del pueblo para que aprendiera a leer y a escribir. Ella era una niña excelente. Aprendía rápido y disfrutaba de su asistencia a las clases. Desde una pronta edad, María tenía claro que quería estudiar más allá de la escuela y graduarse en la universidad. Un buen día llegó a casa de la escuela y exclamó con euforia ante sus padres que quería estudiar medicina. Los progenitores, de la mejor manera que pudieron, le dijeron a María que eso no sería posible debido al hecho de ser mujer, y que la universidad no era su lugar. Ella, que era una muchachita muy sensata que entendía las cosas con facilidad, no lograba captar la razón detrás de ese axioma. Le preguntaba con frecuencia a su madre cuál era la contradicción entre ser mujer y cursar estudios universitarios, ya que ella, no veía la incompatibilidad entre ambos hechos. La madre, contestaba que el mundo era así, y que diera las gracias por poder ir a la escuela durante los últimos años, ya que las niñas que van a la escuela y no se quedan en casa trabajando en los quehaceres del hogar, son una minoría casi inexistente. María se deprimió profundamente, pues veía como sus sueños y aspiraciones de llegar a ser médico se desvanecían en el fragor de su imaginación. Durante estos periodos de desasosiego y pesadumbre, ella se desahogaba a través de la única salida que encontró en un pueblo de Castilla en el siglo XIX. La fe en Dios. María era una chica muy cristiana, asidua de la parroquia de su pueblo. Allí, conoció a Don Marcos, el párroco del lugar, quien ayudaba en la medida de lo posible a su feligresa. 1