EL SUEÑO REVELADOR
Érase una vez una tribu que vivía en un lugar remoto donde las comunicaciones eran tan difíciles que ni siquiera había acceso a las nuevas tecnologías. La tribu estaba organizada en un pequeño poblado en el que toda la comunidad hacia una vida pacífica y trabajaban todos juntos: mujeres y hombres, niños y niñas. Todos unidos para poder superar las adversidades del día a día.

En el poblado había una pandilla integrada por los niños y niñas de la tribu que jugaban y comían siempre juntos; entre ellos estaba Pedro aunque todos le llamaban Pedrito, el protagonista de esta historia, un niño de 12 años lleno de vitalidad y energía.
Todos los miembros de la pandilla soñaban con vivir cuando fueran mayores en la gran ciudad donde había supermercados, grandes almacenes, bibliotecas y una gran escuela llamada “VICTORIA”. Pedrito y sus amigos nunca habían salido de su poblado, de su pequeñísimo poblado y no eran poco los días que soñaban con ir a la ciudad y así poder disfrutar de todas las comodidades que ofrecía.
Un día el abuelo de Pedrito le invitó a visitar la gran urbe; él, encantado, aceptó. Fueron en un pequeño carro tirado con burros, cargado de hortalizas para vender en la ciudad. El día era soleado, sin darse cuenta y sin poderlo evitar, Pedrito se quedó dormido durante el trayecto.
Pedrito empezó a soñar que deambulaba él solo por sus calles, entraba en todo tipo de tiendas de electrodomésticos, ropa con una variedad de productos que nunca había visto antes; de repente, se encontró enfrente de La Escuela Victoria. Sin dudarlo un instante, Pedrito entró en ella y soñó que formaba parte de una de sus clases. En ella todo era diferente a lo que estaba acostumbrado en su aldea, había clases distintas para niños, pintadas de azul y para niñas de rosa, los niños tenían juguetes distintos a las niñas jugaban con camiones y bolos; mientras, ellas lo hacían con muñecas y cocinitas. ¡Qué extraño! pensó, qué diferente a la casita de su escuela en lo que todo era del mismo color y todos y todas jugaban con el montón de juguetes que estaban guardados en el desván; allí, todos juntos leían y aprendían a ser personas de provecho para poder trabajar, algunos soñaban que con estos conocimientos podrían encontrar una vida mejor fuera de la aldea. Todos se sentaban con los compañeros que elegían dependiendo de las asignaturas para poder ayudarse los unos a los otros. Pero, en la Escuela Victoria todo era diferente, todo estaba reglado, los niños tenían que estar con los niños, las niñas con las niñas y por orden de lista. Esta situación le resultaba asfixiante
Pedrito no comprendía nada, todo era muy extraño no era capaz de integrarse con los niños de su clase; entonces, fue corriendo a preguntar al profesor por qué los niños y las niñas estaban en clases separadas y por qué sus paredes estaban pintadas de diferentes colores y los niños y niñas jugaban con distintos juguetes. El profesor se quedó perplejo ante la pregunta de Pedrito, él nunca se había cuestionado nada, para él todo era normal. Pedrito empezó a contar al profesor las actividades de su pequeño pueblo; hacían todas las cosas en común los niños y las niñas, estudiaban juntos, leían juntos y se ayudaban sin importar su sexo, las niñas daban su punto de vista de las cosas igual que ellos para poder aprobar y superar el curso con mejores notas. También le contó la anécdota de que estaban ayudando a cuidar del planeta, reciclando objetos y los separaban dependiendo si eran de vidrio, cartón u orgánico, y el juego que consistía en tirar piedrecitas al río y el que llegara más lejos era el encargado de poner el objeto en el contenedor correspondiente de reciclaje.

En un momento de su sueño, Pedrito se encontró que estaba en el gimnasio. Lo que más le llamó la atención es que la sala del gimnasio estaba separada por un muro, los niños y las niñas hacían ejercicios sin verse. Todo esto, le entristeció enormemente y sin saber por qué empezó a dar patadas al muro, quería derribar el muro, quería que desaparecieran todas estas separaciones entre los niños y las niñas; él quería hacer todas las actividades juntos y fue en ese preciso instante cuando el muro empezó a tambalearse, y aquí es cuando se despertó sudando y sollozando, el abuelo le preguntó: ¿qué pasa? ¿qué sucede? y el niño le contestó, por suerte todo ha sido un sueño.
Al día siguiente; Pedrito en la aldea a la hora de comer contó el sueño a sus padres: “papá, mamá, ayer tuve una pesadilla que me produjo miedo y angustia: en la gran ciudad, hombres, mujeres, niñas y niños están separados, no trabajan ni estudian juntos, todo está en sitios distintos por razón de sexo, no tienen iguales oportunidades”. Los padres respondieron, sí hijo en la gran ciudad, hoy por hoy, se carece de valores, Nosotros vivimos en la aldea para escapar de esa sociedad desigual Pedrito impactado por lo que había visto en la capital expresó que quería cambiar la situación enseñando los valores de la aldea a todo el mundo; para ello, cuando fuera mayor sería profesor, un gran profesor y así, podría enseñar a los más pequeños la igualdad de género, para construir un planeta en que los humanos fueran todos iguales sin discriminación por razón de sexo. Su madre le aconsejó que apuntara todos los pensamientos e hiciese un concurso en el poblado para que todos pudieran aportar ideas para mejorar y aprender a compartir y vivir en un mundo basado en la igualdad no solo de sexo sino de oportunidades.
El padre de Pedrito, conmovido por la situación, decidió que no había que esperar tanto tiempo y rápidamente organizó una tómbola entre los vecinos con papeletas que contenían frases relativas a la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, erradicando todo tipo de inconvenientes para construir una sociedad más próspera. Esto podría servir de semilla para crear una sociedad basada en la igualdad y el bienestar.
Los vecinos, al darse cuenta de la genial idea que había tenido Pedrito y sus padres, empezaron a compartir las papeletas, cantando y saltando en corro con velas para dar gracias de que en su pequeña tribu todos eran iguales y disfrutaban de todo todos juntos fuera de la gran ciudad; todos eran amigos, como hermanos, y no querían que la idea de desigualdad de la urbe formara parte de su sociedad. Al grito de libertad se fueron a casa tan contentos.
La igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres es fundamental para conseguir una sociedad más justa y el progreso de la misma, y a ello debemos de contribuir todos en la medida de nuestras posibilidades.
