Colegio “Blanca de Castilla” (Palencia) – Ganador I Concurso Cuentos Navidad de Guardo
LOS OJOS DEL RECUERDO Frío, nieve, viento estremecedor. Por fin el otoño había dado paso al invierno, convirtiendo las dulces y algodonadas estampas ocres en un paisaje vacío y desolado donde el mar destacaba como única fuerza viva, Rober sabía esto y sus ojos verdes brillaban. Cogió el camino largo, el que pasaba por el paseo marítimo. Con la brisa en la cara, el anochecer y unas caladas de aire fresco, consiguió olvidarse de todo aquello por un segundo y simplemente sentir el frío extendiéndose desde sus dedos hasta la punta de su nariz, compartiendo su vacío interior con el del paisaje. Paró de camino a casa y compró un paquete de comida, las luces de navidad alumbraron su camino, siguiendo su estela en la ya caída noche. Roberto aparcó su bici unos metros más lejos de su casa y camino hacia un callejón, allí le esperaba, arropado entre cartones y lonas un cachorro que no superaría el mes:
- Siento haber tardado tanto chico, esta no ha sido una buena semana -dijo mientras vaciaba el paquete en un comedero de plástico- cada vez queda menos, intentaré que te dejen entrar en casa cuando pasen las navidades.
Unos gruñidos y lametazos le contestaron y seguidamente comenzó a vaciar el comedero. Roberto recogió sus cosas, se sacudió los zapatos y entró en casa. Miró la foto colgada en la pared: los ojos azules de su abuelo le miraban fijamente en el día de su comunión, y este le agarraba del brazo con una sonrisa de oreja a oreja. Sin reparar en lo que esa foto le hacía sentir, subió rápido las escaleras saludó a su madre y terminó sus deberes. Esa noche, el frío que le inundaba desapareció y el vació de mar dio paso al sentimiento profundo, un sentimiento que combinaba furia, dolor, alegría y tristeza. Recordaba todos los buenos momentos con él, pero también la última despedida y revivirá hasta el último aliento esa noche donde su mundo se derrumbó. Purpurina, bolas rodando y los niños cantores, era el primer día de vacaciones y la casa ya olía a bizcocho y el salón estaba lleno de restos de espumillón.
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Buenos días -le saludó su madre dándole un beso- decide ya tus regalos de navidad que las fechas se aproximan y cada vez hay más gente en la calle y menos cosas en las tiendas. Sé que no te apetece pensar en esto ahora, pero el abuelo habría querido unas navidades perfectas para todos y se lo debemos.
Sin responder Roberto cogió una taza y la llenó de café caliente.
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