NUESTRO ENTORNO
Actualmente los siguen elaborando en Areatza/Villaro
GUARDIA CIVILES DE AREATZA, BIZCOCHOS CENTENARIOS Texto y fotografías: Jon Urutxurtu
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Quien quiera degustar un guardia civil, no tiene más que acercarse a Areatza/Villaro a engullirse un rico bizcocho horneado que fue bautizado de tal guisa porque simula la forma de un tricornio. En este caso no de color negro y acharolado, sino inmaculadamente blanco y exquisito. Se llaman guardia civiles de Areatza.
S
i hace unos veinticinco años estos dulces firmaron su acta de defunción, seis años después y de la mano de Victor Sierrasesumaga (+) —hijo y nieto de confiteros— se produjo su resurrección. Él fue quién elaboró la última hornada de guardia civiles en el año 1990, y en el año 1996, respondiendo a la llamada de la asociación Ipizki Taldea volvió a fabricarlos. Cronológicamente, el origen de este dulce hay que situarlo a fines del siglo XIX, cuando Areatza, que contaba con un balneario a donde acudían muchos vera-
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neantes y cuartel de la Guardia Civil, era considerada la capital y centro comercial de la Merindad de Arratia. Contaba con un mercado semanal y feria de ganado cada segundo sábado del mes, además de disponer de gran número de comercios y servicios como fondas, hostales, abogados, notario, tiendas de telas, mercerías, sastrerías, alpargaterías, zapaterías, pirotecnia, y, como no, confiterías. En concreto, en el «Completo y Verdadero AnuarioGuía de Toda la Provincia para 1899» de Valentín Reparaz, se citan 5 comerciantes dedicados a «chocolate y confitería»: Eladio Izagirre, Lucas Zamacona, Vicente
Ingunza, Segundo Galíndez e Isidro Sierrasesumaga, este último abuelo de Víctor Sierrasesumaga. En todas esas confiterías se elaboraron los guardia civiles que pronto adquirieron gran renombre y se convirtieron en seña de identidad de Areatza. Así, cuando el Athletic de Bilbao volvía de jugar partidos en Madrid u otras ciudades del sur acostumbraba a parar en la villa arratiana para comprar estos típicos bizcochos. Lo mismo sucedía con los numerosos montañeros que los fines de semana subían al Gorbeia.