Zine. De la creación y la destrucción

De la creación y la destrucción Antología de cuentos de la V región

Gestionado y creado por Biocroma desde un cerrito en Viña del mar, Valparaíso.

Editado entre finales del 2021 y comienzos del 2022 Se prohibe la venta y reproducción de este zine por quienes no sean les colaboradores. ¡Por favor sigue apoyando a creadores locales!

Indice

Prólogo por Paula Pixel

“Materia putrefacta”. Andritonite.

Belloto Norte, Quilpué.

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“Grandeza de fango”. Ignacio Barrales Pizarro. La Cruz, Valparaíso.

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“El panorama cuando volví al pedaleo”.

Matías Morales Prieto. Cartagena, Valparaíso.

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“Trecientos sesenta y un millones de veces”. Mar lemus. Viña del mar, Solana.

“La Madre Agua”. Isidora Muñoz Pacheco. Valparaíso

“Después de predicar en el desierto”.

Zacarías Zurita S. Valparaíso.

“Vital líquido”. Scarlette Orozco López.

Cerro Bellavista, Valparaíso.

“Recuerdos”. Mivalija. Valparaíso.

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“De porfía y descuido”. Ernesto Azzar.

San Antonio, Valparaíso.

“Salmuera”. Noir Yaguara. Quilpue, Valparaíso.

“Somos carbón”. Biocroma.

Achupallas, Viña del mar.

“La agonía de la Madre Tierra” Alberto Fuenzalida. Villa Alemana, Valparaíso.

“La oscuridad”. PV. Valparaíso.

“Sacrificio”. Gabriel San Martín. Santa Ines, Viña del Mar. “La heroína del Mar”. Álvaro Antü.

Valparaíso.

“Epitafio”. Canidae. Valparaíso.

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Prólogo Actualmente la Región de Valparaíso es el territorio con mayor cantidad de conflictos socioambientales del país, sectores denominados Zonas de Sacrificio, debido al gran impacto medioambiental ejercido en estos lugares, muchos de ellos sin retorno. Según estudios recientes de Modatima, Movimiento de Defensa del Agua, la Tierra y la Protección del Medioambiente, en la región se identifican 38 conflictos, asociados a distintos tipos de actividades extractivistas y altamente contaminantes como son: el manejo de residuos, la industria inmobiliaria, la gestión hídrica, agroindustrial, minera, energética, portuaria y forestal. Teniendo como principal conflicto la escasez hídrica y como territorio más afectado Quintero y Puchuncaví. En consecuencia se hace sumamente necesario y urgente tomar acciones desde el trabajo colectivo y colaborativo para lograr visibilizar toda esta masiva destrucción.

El proyecto “De la creación y la destrucción” surge precisamente desde este lugar, desde una metáfora narrativa, la necesidad de generar un proyecto editorial independiente autogestionado, ilustrado y colaborativo de relatos de ficción que surgen a partir de realidades en este contexto. Historias escritas por diferentes autores de la región producto de una convocatoria realizada por Ignacia, creadorx, ilustradorx y gestorx de la publicación.

Sin duda este proyecto y su investigación nos envuelve y nos remueve respecto a tomar una postura frente a una realidad territorial adversa en donde la ilustración y el trabajo colaborativo son instrumentos visuales y narrativos fundamentales a la hora de movilizar cambios sociales, justamente aquellos que como sociedad no podemos seguir aceptando.

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Materia putrefacta Me faltan tres cuadras para llegar a Fabres, la tercera es la más larga, sin embargo, la extenuante fatiga laboral me impide desear la aceleración del instante, sólo mis pasos determinan mi destino del fugaz camino.

Al llegar al final de la calle asfaltada de Belgrano, me sorprende algo inusual. Algo que, a pesar de mis años habitando esta tierra desolada, nunca percibí de su existencia. A pocos metros de mí se hallaba un agujero.

Por lo que noté, llevaba al alcantarillado. De aquella conmensurable brecha emanaba una espesa y corrupta materia color obsidiana, por alguna razón no sentí miedo alguno, por el contrario, el aura de la deforme sustancia expelía un profundo desconsuelo que caló muy hondo en mi corazón.

Pasé de largo por mero respeto. De alguna manera no pude evitar sentir empatía hacia aquella deformidad que emitía un abismal sonido, similar a la colisión entre barras de acero. Al llegar al puente que cruza el menudo canal de mi barrio, volteo. la materia se disipa tomando la forma de una alterada bandada de Tordos que se dan a la fuga hasta fundirse en el horizonte nocturno.

Sobrecogido por la alucinante escena, finalmente caigo devastado, llorando como un hijo pierde a su madre; sólo quedo yo, el puente de acero y el basural del canal.

Andritonite 10

Grandeza de fango No había excusas para mi imprudencia más que estar enamorado -si acaso podía enamorarme de esa cosa.

Ciertamente comenzaba a experimentar una inefable necesidad de su compañía y, tras meditarlo, volví. Me hallaba en el río Aconcagua bajo una luna amarillenta. El agua corría despacio, como un murmullo entre las piedras.

No tenía miedo. Ya me había acostumbrado al escenario.

Sin embargo, llegué más tarde de lo habitual y no la veía por ningún lado...

La conocí un domingo cuando, tras la liberación de la represa, visitamos el río. Mi perra, Carlota, se escapó, y me dio la noche buscándola. Entonces, entre los humedales, la vi. Su piel glauca y escamosa, su cabello de algas y coral, su mollera coronada en un halo cobrizo. Me quedé sin aliento; pensé que soñaba. Fue cuando apareció Carlota, ladrando. La criatura, parsimoniosa, apaciguó el ladrido cantándole sin despegar los labios. Su canto también me afectó y, al rato, estaba entre sus membranosos brazos.

Hondísimos, sus ojos eran dos cuencas doradas, y en ellos me dormí. Al despertar ya no estaba.

Esto se repitió los domingos subsiguientes. Pero este era distinto: aún no aparecía. A punto de resignarme, agonizando en el marjal, la vislumbré. Corrí hacia ella.

Moría. Fue cuando lo comprendí; aquella noche se había quedado más del tiempo debido, cerraron la represa y quedó fuera.

- ¿Acaso me habías esperado? ¿Acaso tú también sentías lo mismo? ¡Cuánto me arrepiento haber dudado!

Ignacio Barrales Pizarro 12

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El panorama cuando volví al pedaleo La idea era darse una vuelta. Los vehículos motorizados estaban prohibidos para el uso de civiles. Solo las agencias de emergencias, investigación y control estaban autorizadas para manejar maquinarias y transportes. Desde la extinción masiva de especies nativas y migratorias de la fauna, sumado a las pestes, que disminuyeron la población de humanos en el planeta, que no salía a andar en bicicleta. Hace un mes aproximadamente, se puede deambular por las calles.

Las noches son rojas, aún hay incendios que no pueden apagar en los cerros. La mar truena furiosa, sobretodo en las noches. Las nubes de humo impiden que el sol del día ilumine como corresponde, todos andan con máscaras con filtros, para evitar respirar monóxido de carbono, que ha aumentado su presencia, debido a la extinción casi total de la vegetación.

Matías Morales Prieto, 15

Trecientos sesenta y un millones de veces No había necesidad para que se dirigieran a mí de esa manera, tan distante, tan despectiva, tan utilitaria, tan falto de presencia. En mi cuerpo se embarcan más no hay noción ni registro de ello, en una danza de simbiosis sólo se hayan ustedes. Qué manera de ignorar la complicidad, el tiempo, la trama. Danzo con los seres que me habitan, y ellos danzan conmigo.

Quienes me visitan en presencia me saludan al ingresar “Permiso, gran profundidad, hoy vengo a verte”. En ese frágil momento se encuentran todos los tiempos, los imposibles, los que no calzan. He existido durante cientos de miles de años, de tantas formas, en tantos estados, te recuerdo entonces: cuando ingresas a mi profundidad inmensurable, ingresas a todos los retornos, la suspensión del tiempo.

Mar Lemus 16

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La Madre Agua Este cuento relata la historia de la madre agua, y como ha sufrido con la contaminación marina.

Una hermosa mujer con el cuerpo de agua, estaba en posición de meditar sentada en el mar, tranquilo Pacifico igual que ella, de un momento a otro basura empezó a llegar, al principio solo era un par de botellas y plástico, la bella mujer construida de agua abrió sus ojos y le llamo la atención, pero no lo tomó en cuenta, y siguió meditando con los ojos cerrados, el agua subió un poco y mucha más basura empezó a llegar, después, pequeñas cosas, se empezaron a acumular como pequeñas islas diminutas de plástico, estaba rodeada de pequeñas pilas de basura, no lo tomo en cuenta pero le molesto un poco por lo tanto frunció el ceño pero siguió meditando. Después ella abrió los ojos por la razón de que algo toco su codo, al mirar que era se sorprendió al ver que estaba rodeada de un montón de basura, ella se sorprendió mucho y se enojó, pero no tenía nada más que hacer, estaba triste, decepcionada; suspiro, desanimada, aparto la basura dejando como un tipo circulo personal para ella, se acostó en el agua, cerró los ojos, y sintió como la basura estaba alrededor de su cuerpo, se abrazó, y se durmió triste y molesta... Pero más que todo decepcionada.

Isidora Muñoz Pacheco

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Después de predicar en el desierto Tránsito le puso agua al té y parsimoniosamente arrimó la silla de mimbre a la ventana que daba al puerto.

— Quién lo diría — expresó sonriente, acomodándose el rebozo — finalmente veré con mis propios ojos como se cumple la profecía que nadie quiso escuchar. — Sorbeteó la taza y se sentó — solo espero que la destrucción no sea tan grande. Y sí, lo sé. Dependerá del daño realizado.

Tomó el rosario de madera que le colgaba del pecho y comenzó a rezar.

En la bahía el mar se agitaba cada vez con más violencia, desatando su furia contra los muelles y la costanera. Poco a poco fue penetrando en un frenético ir y venir, azotando y destrozando todo a su paso, sembrando el caos ante una multitud hipnotizada por el evento.

Tras la seguidilla de embates, una última ola dio el tiro de gracia. Poseía la forma de una mano gigante de agua y sal, pero dura como la roca. Esta golpeó con tanta intensidad que hizo desaparecer el plan y el borde costero de Valparaíso, para luego retirarse lentamente, arrastrando con ella la destrucción y muerte que había creado.

Cuando todo se tranquilizó, por entre las nubes el sol penetró radiante.

— Dios tenga en su reino a todas esas almas. Deben aprender que no se puede jugar a ser Dios. La naturaleza solo recuperó su espacio para la vida, uno que jamás debieron quitarle. ¿Acaso no crees lo mismo?

El gato, con los ojos cerrados, le ronroneó sin moverse del sillón.

Zacarías Zurita S.

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Vital líquido La sequía parece interminable, el paisaje del valle se funde con el desierto transformándose en un solo amasijo de arena y aridez. En este desolado paraje aún quedan algunos lugareños que se resisten a abandonar sus hogares, tienen fe, la lluvia ha de volver y con ella lo que antes fue, se dicen a sí mismos. Llevan tiempo organizándose en grupos diversos para desarrollar estrategias y misiones de exploración para encontrar agua. Se sabe que esta zona ha gozado de prometedoras fuentes subterráneas de aguas catalogadas como las mejores de toda la región, hay quienes incluso, le atribuyen efectos curativos. Esta vez, el último grupo ha viajado a las coordenadas donde el aparatito ese moderno marcó indicios de agua. De los grupos que le precedieron, ninguno ha vuelto, tampoco se conoce a ciencia cierta lo que ha pasado con ellos, siguen desaparecidos, parece habérselos tragado la tierra. Algunos trabajaron en el bombardeo de nubes, otros en la instalación de pozos de inyección, los siguientes en el desvío del cauce del último río que apenas sobrevive, ya solo les va quedando proseguir con la excavación artesanal. Mientras, en una mustia plaza central, los que permanecen se instalan y esperan ansiosos alrededor de la única llave donde el agua perdió el aliento. Repentinamente, tiembla la tierra, ruge la cañería por años sin vida: se delata un borboteo que deviene en una corriente briosa. Fluye imparable el vital líquido: la sangre de los exploradores jamás retornados.

Scarlette Orozco López.

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Recuerdos Aún tengo recuerdos.

Recuerdo el sol reflejando el oro de su brillo en cada rostro. La brisa fresca que desde la costa visitaba cada jardín. Los árboles haciendo música con sus hojas y sus ramas acariciar como dedos el aire limpio de mi ciudad. Recuerdo como de niño jugaba entre los cerros encaramado, saltando y riendo con mis amigos.

Pero ¿Cuánto de eso queda hoy? Miro la turbiedad del día que se disfraza de noche con el humo que dejaron tantas industrias. Veo en cada ventana esa oscuridad, depositada como un luto de hollín, uno que se adhiere y mancha las miradas de los que intentan buscar una esperanza tras el vidrio. Las melodías desaparecieron porque no hay hojas ni flores, sólo troncos, cadáveres testigos de esa savia viva que alguna vez existió. Los culpables, así como lo hicieron con otros, huyeron y dejaron un pueblo gris y moribundo.

Tomo entonces otra vez la pala sin mucho optimismo, golpeo el suelo una y otra vez hasta que algo llama mi atención. En una esquina, casi al borde del terreno, veo un brote de tomate crecen con fuerza. Mientras me acerco, mis lágrimas van lavando el polvillo depositado sobre mi cara y quienes me acompañan van compartiendo el asombro y la alegría.

Corro con el retoño devuelta al invernadero envolviéndolo con un cúmulo de tierra entre mis manos.

Es un nuevo mensaje de la naturaleza, pienso. Es un recuerdo. Una pequeña y verde ilusión que comienza a crecer entre nosotros.

Mivalija 24

De porfía y descuido Queda sólo un vaso, un único vaso de agua en todo el mundo, la gente desesperada corre, nadie averigua aún dónde está, pero saben algo, es el último.

Llegan rumores, las personas se abalanzan sobre esos pocos centímetros cúbicos de H2O, muchos, hace rato ya dejaron de correr y de llorar, dejaron de luchar, los menos son los que dan la batalla queriendo ignorar lo evidente, lo obvio, lo irremediable: no alcanza, no es suficiente.

Un anciano enjuto, quizá, también el último anciano de la vida, toma el vaso entre sus decrepitas, patéticas, secas manos, se acerca lentamente hacía la ventana y riega con el agua la planta que yacía, que agonizaba de porfía y descuido.

Ernesto Azzar 27

Salmuera Amaneció la marea como si hubiese prolongado su estadía la noche que se tragará al mundo, cuan remanente que consume la vista tras mirar fijo al sol. Viscosa y leve, flota en la superficie. La esquiva iridiscencia de sus bordes hace pensar que es un producto de la salmuera y otros minerales cristalizados, devueltos a aguas a las que se ha extraído hace décadas cada gota potable. Bajo el microscopio, los flagelos de los cristales se agitan violentamente al percibir la proximidad de lo vivo, y se intensifica su parpadeo, un vaivén centelleante entre nosotros y la inexistencia.

No hay pozos profundos ni desnieve que alivien medio siglo de sequía. Las plantas desalinizadoras del cordón industrial costero garantizan el sostén hídrico de la V región. La explosión del piure no es la única de organismos filtradores que prosperan en torno a sus desagües.

Cuando la persona se desvanece por primera vez probablemente ni se da cuenta, piensa que ha perdido el conocimiento o se ha dormido. Quizá persiste un leve sentimiento de desrealización. Es parte de un mórbido proceso de bioacumulación del que las marisquerías son apenas un acelerador. Las ciudades cercadas por el adventicio círculo de sal de la industria, han hacinado los muertos de toda especie, que no pueden proseguir a disolverse en las grandes aguas. Urgidos, se solidifican y buscan en lo vivo una vía alterna para desaparecer. La economía encontrará una nueva zona. La región languidece en un apagón paulatino con el silencio que sólo puede traer la ingesta de fantasmas.

Noir Yaguara 28

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Somos carbón

Cuando sea carbón les serviré de algo. Vivos y respirando no es un gasto que agreguen a su agenda.

Todes mis amigues están carbonizados hasta las entrañas y todas las casas de este país están en llamas.

Ahora recordamos como un sueño los días tranquilos en las plazas, con el viento y el sol en la cara y el pasto alrededor del cuerpo.

Desde que Chile aceptó transformar su gente en carbón y a sus animales en petróleo la única luz que tenemos les jóvenes es una muerte prematura y el suicidio colectivo.

Biocroma 31

La agonía de la Madre Tierra Escondida entre las rocas observa esas tierras resecas.

Recuerda cuarenta años atrás, con sus padres de paseo en este lugar, bañándose en un caudaloso río, comiendo ensaladas y pollo bajo la sombra de varios árboles, haciendo malabares para deshacerse de las molestas avispas chaqueta amarilla... ¡Cuánto daría hoy por ver una, aunque me mordiera!

El vacío, la soledad la tienen abatida. El desértico Petorca recuerda hoy al Valle de la Muerte en el Norte.

- ¡Malditos los que se robaban el agua! Oscuro periodo, con defensores del agua asesinados y denuncias que no prosperaron.

Los seres de arena surgidos tras la extensa sequía son un peligro. Con olor a podredumbre y dedos como agujas succionadoras absorben el líquido de sus víctimas. En el comienzo solo atacaron a los usurpadores de agua y sus familias, ahora vienen por todos.

Nada pudo hacer cuando estas criaturas se abalanzaron sobre su compañero; vio como le chuparon hasta la última gota de agua de su cuerpo. Ahora él es uno de ellos, la huele y sigue.

- Debo llegar rápido a la costa.

Espera la noche para retomar el camino. Apura el paso.

Avanza unos kilómetros cuando escucha el zumbido. Sí, son ellos, la encontraron; quiere correr, pero ya es tarde.

La abrazan suavemente, enterrándole sus dedos. Mientras siente su cuerpo secarse, piensa… Si el Poder no hiciera oídos sordos, la Madre Tierra no habría creado los seres de arena para defenderse de esta agonía.

Alberto Fuenzalida Cruz

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La oscuridad Nunca nos habíamos fijado porque de afuera no se veía.

Rin se dio cuenta una vez que pasamos de noche rodeando a la yuta. Se agachó de la nada y se quedó pegada en una ventanita a ras de piso. Se veía un subterráneo y una luz como de puerta mal cerrada.

Como a los dos días volvimos a pasar y la luz seguía. La vimos como dos o tres veces antes que Rin dijera: “¿Por qué no reventamos la chapa y vemos que hay? Quizás haya comida o hasta agua…”

Entramos la noche siguiente. Adentro no se veía nada y apenas se podía respirar. Nos costó un mundo encontrar el subterráneo, pero lo pillamos y ahí estaba el cuartucho con la luz prendida y la puerta medio abierta. Estaba todo pasado a perro muerto y le dije a Rin que mejor entraba yo, pero no me pescó.

Yo sabía que existían pero nunca había visto una. Son cosas que mejor nunca ver. Habían cuatro camillas adentro con cuatro niñes muertos. Tenían todavía pinchados los sueros vacíos y desde sus cabezas salían atados de cables que iban a una máquina con montón de luces amarillas que parpadeaban. De les cuatro, solo uno era mayor que nosotras. Tenía trece o catorce y aunque estaba hinchado y moreteado lo reconocí. Le decían Chigüe y se quedó con nosotras un invierno. Hablaba hasta por los codos y contaba siempre la misma adivinanza: ¿Qué cosa es, que cuando más grande menos se ve?

PV 34

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Sacrificio

José Ignacio Echeverría, Gerente General de ENX Quintero S.A., llegó al hangar donde lo esperaba su jet privado al caer la noche. Bajó de su limusina sin despedirse de su chófer, y entró al edificio con pasos seguros, tratando de olvidar los misteriosos ataques que habían sufrido empresarios como él en las últimas semanas... hasta que las luces se apagaron de repente, y una muda sorpresa se apoderó del lugar.

El grito ahogado de uno de los guardias rompió el silencio, las linternas del resto atravesaron la oscuridad, y la imponente silueta de una mujer enmascarada confirmó los rumores.

Perseguida por los disparos de los guardias, la intrusa contraatacó desde las sombras, tomándolos por sorpresa uno por uno hasta derrotarlos a todos. Luego fijó su mirada sobre Echeverría, y sus ojos brillaron con un verde radiactivo.

A la luz de las linternas en el piso, Echeverría observó con horror cómo la mujer regeneraba rápidamente docenas de heridas, expulsando balas al suelo mientras caminaba hacia él.

—Has multiplicado tus ganancias a costa de la salud de los ciudadanos y el medioambiente, y utilizado tu poder e influencia para evadir las consecuencias —dijo la enmascarada con desdén—. Eso termina hoy.

—Todo se ha hecho conforme a la legislación actual —respondió temblando Echeverría.

—Tus cabilderos corrompieron la ley para que así fuera.

La justiciera enfatizó sus palabras con un golpe al abdomen del empresario, que se encogió del dolor y cayó sobre la escalera del jet.

—¡En todo el mundo se hace lo mismo! —alegó Echeverría tras recuperar el aliento—. El progreso requiere zonas de... zonas...

Las excusas murieron en su boca cuando volvió a enfocar la mirada en su atacante y notó la “S” en el pecho de su traje.

—¡Dilo! —exclamó la enmascarada, levantando una bota amenazante sobre el rostro temeroso de Echeverría.

—Zonas de sacrificio —admitió finalmente.

—Ahora este hangar también es una zona de Sacrificio.

La justiciera bajó la bota con violencia.

Gabriel San Martín 36

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La heroína del Mar El mar vestía de un negro oscuro, sus olas llegaban grises a las costas del imperio Valparaíso, los barcos negros del Dictador Augusto contaminaban a diario las aguas, con la finalidad de mantener en tierra a los habitantes, privándolos de la conexión con el espíritu del Océano.

En los más inimaginables lugares de Valparaíso: quebradas, escaleras y pasajes pequeños vivía Trepa; una pequeña de 7 años, la que soñaba con ver el mar celeste del que le habían contado sus abuelos en tantas historias. El mar dónde se hallaban los espíritus de sus padres, el mar dónde estaba parte de sus orígenes y que hoy la invitaba a realizar la tarea más heroica de todas “hundir las naves oscuras”.

Llegar a las costas no fue fácil, tuvo que tomar sus botas para el agua y escabullirse de casa mientras que sus abuelos dormían. En su mochila llevaba agujas para pinchar los barcos y una botella con una pócima mágica que ella misma preparo según el recetario de bruja que tenía su abuela.

La corriente la llevaba hacia los barcos oscuros, tomo sus agujas y con todo el sentir comenzó a pincharlos uno a uno. Los barcos se hundían rápidamente, tomo su pócima y la vertió en el mar, imaginando a sus abuelos sonreír frente al mar que se había llevado a sus padres, el negro se fue y apareció el celeste, miro hacia la costa y sonrío dejando caer sus lágrimas al mar.

Álvaro Antü 38

“Lo paso como en destierro feliz con los pajaritos soñando con angelitos.

Así me pilla fin de año sentada en unos escaños. ¡Quisiera ser arbolito!”

Violeta Parra

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Epitafio El día que me iban a enterrar caminábamos con mis amistades hacia el cementerio. Solían ser largas procesiones, sin embargo dependía del avance de lo que le iba sucediendo a nuestrxs cuerpxs. Sabíamos que era momento de ir a morir cuando las raíces comenzaban a pronunciarse, cuando nuestro gesto y nuestra voz tomaban el pausado tiempo de los árboles. Hace varios años que mi rostro se había endurecido y convertido en corteza, mi cabellera eran apenas unas delgadas ramas con lo que pronto serían brotes: el invierno estaba por terminar.

El camino hacia el cauce era una larga cuesta lejana al valle y mientras avanzábamos vimos acercarse unas nubes grises y sonreímos. “El río crecerá con fuerza”, me dijo conmovidx Sauce. Mi viejx amigx apenas se podía también sus pasos, mas sentía que aún no era su momento. Cuánto nos habíamos amado y cuánto podíamos agradecer que ahora fuera así. Esta forma de morir nos fue dada a todxs quienes logramos defender la libertad de las aguas, a quienes resistimos por las riveras y lo que en ellas habita.

En estos momentos vivir cien años parece ridículo. Nos han regalado el don de morir enterradxs a la orilla del raudal y ya no nos preguntamos a dónde va el alma, más bien, sabemos que estará en todas partes.

Canidae 41

Las ilustraciones que contiene este zine están creadas con diferentes técnicas como: linografía, sellos, ilustración digital y pintura al óleo.

Zine creado gracias a la colaboración de todes les escritores, profesores y amigues que confiaron en este proyecto.

Tipografías de uso libre utilizadas en el zine: “Renzo” por Marcelo Suazo Vidal y “Chucara” por Juan Pablo de Gregorio.

Si deseas buscar mas información del proyecto: Instagram @proyectodcyd Facebook @proyectodcyd Tiktok @proyectodcd Más ilustraciones en @Bio_croma