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La Pava del Jíbaro

A finales del siglo XIX y principios del XX, la pava se convirtió en el sombrero característico de los jornaleros, peones y personas de escasos recursos en Puerto Rico. Más que un simple accesorio, esta pieza reflejaba el esfuerzo y la identidad de quienes trabajaban la tierra.

Fueron las mujeres de la montaña quienes, en sus tiempos libres, se dedicaron a la confección de estas piezas, convirtiéndose en protagonistas de un arte que, con el tiempo, se transformó en una expresión artesanal de gran valor cultural.

Hoy, este símbolo histórico ha sido resaltado por uno de los artistas puertorriqueños más influyentes de nuestra era: Benito Antonio Martínez Ocasio, conocido mundialmente como Bad Bunny. En su más reciente álbum, el artista incorpora la pava puertorriqueña como un homenaje a sus raíces, destacando la esencia y el orgullo de nuestra identidad boricua ante el mundo.

Este gesto no solo revaloriza un legado que forma parte de nuestra historia, sino que también refuerza la importancia de preservar y celebrar las tradiciones que nos definen.

Ángel López

Un Tejedor que Lleva la Pava Puertorriqueña al Mundo.

Desde el barrio Cerro Gordo de Aguada, Ángel, maestro artesano y último tejedor del sombrero que representa nuestra patria, ha convertido su arte en un símbolo de identidad cultural. Su talento y dedicación dieron vida a la pava puertorriqueña, pieza icónica en el más reciente álbum de Bad Bunny, "Nadie Sabe Lo Que Va a Pasar Mañana" (DTMF), llevando consigo la esencia del jíbaro boricua a la escena mundial.

Gracias a Ángel, en el 2025 la pava resuena con un inmenso grito jíbaro, reafirmando nuestras raíces y posicionando a Aguada como cuna de una tradición que sigue viva y vigente.

Ursula Guzmán García

La tejedora de sombreros más antigua de Puerto Rico: un símbolo de cultura y tradición.

A sus 86 años, esta maestra artesana representa la calidez humana y la riqueza cultural de Puerto Rico. Nació el 21 de octubre de 1938 en el barrio Cerro Gordo de Aguada y, desde los 10 años, aprendió el arte de tejer sombreros junto a su madre.

Con su habilidad y dedicación, no solo preservó una tradición centenaria, sino que también construyó un hogar para sus 14 hijos. Hoy, rodeada de una numerosa y amorosa familia, deja un legado invaluable que forma parte de la historia y las raíces de nuestro pueblo aguadeño.

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