
4 minute read
Estimulación cognitiva
from ESTAR BIEN No.16
Fuente knowalzheimer.com
Los profesionales que nos dedicamos al estudio de la enfermedad de Alzheimer nos referimos a la estimulación cognitiva como un tratamiento diseñado y aplicado por especialistas, interdisciplinar, con un método propio y concreto, complementario a los fármacos específicos para la demencia, que se aplica al paciente pero que implica tanto al paciente como a su familia.
Advertisement
Mediante las valoraciones que realizamos, obtenemos información valiosa y precisa sobre el estado de la persona con demencia, tanto a nivel cognitivo, como de comportamiento, de estado anímico, en relación a su entorno y a su familia y al cuidador principal… Todos estos aspectos se tienen en cuenta a la hora de plantear las actividades formales de estimulación cognitiva al paciente y nos ayudan a determinar el estado y la evolución del deterioro.
En los centros especializados, como algunos hospitales de día, es un tratamiento que suele plantearse en grupo por el beneficio añadido de la interacción social, ya que muchas veces las personas con demencia tienden a retraerse y a abandonar actividades.
Es importante tener en cuenta que lo que perseguimos en el tratamiento con estimulación cognitiva de las demencias es una activación global de las funciones mentales, con el doble objetivo de mantenerlas y ralentizar el deterioro.
No nos propondremos restablecer el nivel previo de funcionamiento cognitivo, ya que en la mayoría de demencias (y la enfermedad de Alzheimer es una de ellas) las funciones que se han perdido no se vuelven a recuperar.
¿Quiere decir esto que la estimulación cognitiva sólo puede ser realizada por un profesional especializado?
No. Se considera muy positivo que las personas con demencia puedan realizar actividades en casa. En este sentido, ya hay investigaciones que estudian la eficacia de programas específicos de actividades de estimulación cognitiva llevados a cabo por los familiares en el domicilio. Todavía no hay conclusiones sobre los efectos de este tipo de tratamiento, pero ha habido una muy buena aceptación de la idea por parte de los familiares: los primeros resultados son esperanzadores.
De hecho, la estimulación cognitiva en un sentido amplio se puede considerar como la activación de funciones del cerebro mediante tareas y actividades. Muchas veces pensamos en actividades más formales de papel y lápiz, como las sopas de letras o cruzadas, la búsqueda de diferencias o los sudokus, que son quizás de las más conocidas y otros pasatiempos como los juegos de mesa, pero en realidad, ¿qué tarea no estimula el cerebro?
La estimulación cognitiva no sólo debe limitarse a los ejercicios de papel y lápiz, ya que las actividades de la vida diaria, lo que una persona hace cada día, brinda muy buenas oportunidades para realizar una estimulación más informal en el domicilio.
Realizar cualquier actividad estimula el cerebro, aunque está claro que unas actividades estimulan más que otras porque requieren más esfuerzo cognitivo. Por ejemplo, mirar la TV estimula el cerebro, pero es una actividad en que la actitud de la persona es completamente pasiva: no se espera que haga nada y en general requiere poco esfuerzo mental. Además, hay muchas formas de mirar la TV: a veces miramos sin ver, o “desconectamos”. Esto no quiere decir que mirar la TV sea perjudicial, pero, como todo, hay que hacerlo con moderación y pensar qué partido le podemos sacar al hecho de que la persona con demencia la vea. Por ejemplo, preguntándole por los personajes de su serie favorita o por las noticias recientes: esto también es estimulación.
Las actividades de estimulación cognitiva pueden beneficiar a cualquier persona. En el caso de las demencias, puede proporcionarse estimulación en cualquier estadio de gravedad de la enfermedad, aunque se deben tener en cuenta varios aspectos: la dificultad de las tareas que se pueden plantear va a ser distinta en función del grado de deterioro. Es decir, a más gravedad, las actividades necesariamente deberán ser más sencillas. Esto deberá tenerse presente a lo largo del curso de la enfermedad y es importante a la hora de plantear actividades a la persona con demencia: se deberá tener en cuenta qué puede hacer y qué no, y se debe estar atento a qué parte de la actividad presenta más dificultades para poder ayudar a resolverla. Esto evitará que la persona con demencia pueda llegar a frustrarse o a angustiarse porque no puede hacerlo sin ayuda o porque ve que lo hace mal. En este sentido, el entorno deberá adaptarse a la persona con demencia y no al revés, facilitándole, simplificándole la actividad para que pueda realizarla. Este precepto va a ser necesario a lo largo de todas las fases de la enfermedad, tanto para actividades que podamos proponerle como en las actividades del día a día.

Por ejemplo, podemos pedir que nos cuente cómo cocina un plato concreto o que nos escriba la receta; preguntar qué hizo ayer; preguntar por algún acontecimiento familiar reciente que sea agradable; repasar y ordenar las facturas de luz, gas, etc.; repasar las próximas citas médicas; preguntar por los tratamientos que toma (dosis, horarios, motivo, quién se lo recetó…); ayudar a preparar la medicación para toda la semana; ordenar y repasar fotos de familia; preguntar por lo que haya visto en TV o haya leído últimamente; pedirle que recuerde nombres de amigos o personas conocidas; ordenar armarios o cajones…
Ahora bien, a la hora de proponer todas estas cuestiones siempre debemos tener en cuenta lo siguiente: ayudar a resolver la actividad cuando tenga dificultades (por ejemplo, diciéndole nosotros el nombre del nieto que no recuerda en este momento), intentar no dar importancia a los errores que pueda realizar, intentar que la persona no se sienta cuestionada (por el hecho de preguntarle cómo hace las cosas) y, en definitiva, que sea un momento agradable para compartir.