5 minute read

Andrea Cecilia Marcote

30° Aniversario

Graduada

Advertisement

ANDREA CECILIA MARCOTE

“Soy Andrea Cecilia Marcote. Bibliotecaria de Instituciones Educativas.”

Para llegar a decir esas dos oraciones, fue necesario recorrer un gran camino, a nivel personal. No tanto en lo académico, pero sí emocionalmente. No fue fácil. Al menos para mí. Sin embargo, me encuentro redactando esta historia:

Solía ser ese tipo de personas cuya pregunta nos cansamos de escuchar hasta el hartazgo ¿Se estudia para ser bibliotecaria? claro que sí. Sabía que se necesitaba ciertos conocimientos o nivel de estudios, como un profesorado de lengua, por ejemplo (carrera que por ese tiempo circulaba por mi mente) pero me sorprendí gratamente al enterarme que existía un lugar en dónde podía estudiar para ser bibliotecaria. Así fue como ese mismo año: 2013 empecé este recorrido.

En noviembre asistí a la charla para ingresantes e hice la preinscripción, pese a la gran novedad: comenzar esta carrera implicaría renunciar a mis sábados durante los siguientes dos años… muchxs optaron por replantearse. A mí solo me preocupaba tener que levantarme temprano un día más de la semana.

En marzo, debía hacer la inscripción definitiva. Había un solo día para hacerlo y ya nos habían advertido del cupo de ingresantes, debido a que solo había una comisión de BIE no docente. ¿Adivinen quién no se enteró de la inscripción definitiva? Ya no recuerdo cómo sucedió, pero lo olvidé. No fui el día en cuestión. Me quería morir, tenía que esperar otro año. Esta historia estaba empezando y yo ya estaba llorando.

Junté el coraje y me coloqué la una máscara de piedra que aún no sé de dónde la saqué. Terminé mi turno en el trabajo, corrí a mi casa a buscar la documentación, tomé un remis y llegué esa noche al instituto, eran cerca de las 22:00hs. En ventanilla, además

de escuchar toda mi desgracia en medio de un llanto desesperado, me tomaron la carpeta que pasaría a ser mi legajo. El mundo no se cayó, al menos no ese día.

Semanas después, comencé la cursada. Cuatro veces por semana en turno vespertino y los famosos sábados que comenzaban por la mañana temprano y finalizaban a las 19hs, cuando ya no había nadie en el 35, nadie más que los estudiantes y docentes de BIE o TSB.

Estaba siendo un año muy bueno, hasta un día de octubre que ya lo percibía extraño… Miraba las nubes en el camino, me llamaban la atención su forma y color del cielo. Llegué al Instituto y no había clases. Se suspendieron porque se había cortado la luz. Esa misma noche, me enteré que mi papá había tenido un accidente en su moto. Hablé con mi hermana. Pregunté si volvía a casa a verlo. Él estaba bien, estable. Así que me dije que hablaría con él al otro día, luego del trabajo. Eso no pasó.

Pasaron unos días, él había tenido un ACV producto del accidente, quedó en coma. Creí que mi primer año, también lo estaría ¿cómo podía dar los exámenes para cerrar las cursadas así? Listo, pensé. Ese año no estaba destinado a ser para mí.

Las personas que estaban a mi alrededor, no podían creer que estaba tirando un año académico por la ventana, con todo lo que costó. Los parciales, la asistencia a clases, los sábados maratónicos, las fotocopias, el tiempo, las prácticas… todo lo que sabemos que implica un año de cursada, el primer año.

Una vez más, agarré otra máscara que tampoco sé de dónde la saqué. Fui a rendir el examen integrador de Fuentes y Servicios de la Información I. Lo aprobé. Esa noche aprobé la materia. Esa noche perdí a mi papá.

Durante los días posteriores, seguí cursando. Cómo podía, a veces cuando sentía el llanto y la angustia me invadía, salía del aula para que no me vieran así. No quería que me vean así, ni que me pregunten nada. Yo estaba ahí para cursar, no para compartir mis penas.

Quién percibió todo eso y se acercó sin preguntarme nada fue nuestra profe de filosofía Tamara Stahl Burger. Ella simplemente me encontró llorando en las escaleras de la entrada y me vino a abrazar. No voy a olvidar ese gesto, jamás.

Así pasaron las semanas, mi papá ya no estaba. Mis materias estaban aprobadas ¿por qué no hacer algo más productivo que llorar y me pongo a preparar los finales? Y así fue.

Pasaron todos los finales, comenzaba el segundo año de la cursada. Nos encontrábamos con otras materias, mismos profes… Delgado y Literatura parecía un gran obstáculo entre nuestro título como bibliotecarios. Pero ¿A qué iba a temer? ¿Qué más me podía pasar? Yo me iba a presentar a ese final, el último de la carrera. La materia con la cual me iba a recibir.

Así fue, me presenté en diciembre del 2015. Me bochó.

El 2015 tampoco iba a ser mi año.

En marzo de 2016, pocas eran mis expectativas en la instancia de marzo. Había que presentar un proyecto con un/a compañerx y defenderlo. Era el mismo que nos había rechazado en diciembre, pero con modificaciones y sugerencias que el mismo Andrés propuso, entre ellas me recomendó ver Once upon a time. Una de mis series favoritas hoy en día. Estaba en esa mesa como vocal,

Nilda. Yo me presenté segura porque iba a escuchar sugerencias y formas de modificar y mejorar el proyecto, una vez más. Delgado se tomó el tiempo para explicar y hablar sobre ello… ya me había quedado en piloto automático. Dejé de escucharlo por un momento. No escuché el momento en que me dijo “felicitaciones, te recibiste”. Nilda me miraba con ternura. Migue, mi compañero de proyecto repite “Andrea: felicitaciones, te recibiste” no caía. Miré la cara del profe y si, era así. Estaba pasando. Pasó.

Actualmente estoy cursando Letras en la UNLZ. Soy bibliotecaria de nivel secundario y me encuentro sumamente agradecida de haber podido formarme en el ISFDyT 35.

Gracias por enseñarme tantas cosas, lo que se encuentra en el curriculum y lo que no. Me quedo con mi profesión, el entusiasmo que lxs profesores nos transmitieron para poder ejercer nuestro rol. Lxs compañerxs que conocí y absolutamente con todo lo que sucedió.

Cada vez que dudo al ingresar un nuevo libro en la biblioteca puedo recordar a la profe Elida Kraemer diciendo “transcriba… título propiamente dicho”. También cada vez que leo la palabra globalización recuerdo a Manuel Castells, autor a quién conocí gracias a la profesora Corina Lechini.

No quiero dejar de mencionar y recordar, a personas que lamentablemente hoy ya no están. Profesor Fernando Deze, con él aprendí que uno de los primeros sistemas de escrituras vienen de los sumerios. Sobre jeroglíficos y tablas de arcilla. La diferencia entre un pergamino y un papiro gracias a Isabel Pastor…

Las circunstancias por más difíciles que parezcan, son necesarias para ser las personas que somos hoy en día. Por lo menos yo lo siento así.

Gracias, gracias, gracias. Andrea Cecilia