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Franco Aragón
30° Aniversario
Graduado y profesor BIE/TSB
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FRANCO ARAGÓN
“Para mi pensar en el Instituto 35 es pensar en lo amarillo de los fresnos en otoño”.
Monte Grande tiene una variedad de árboles en sus calles que excede al fresno. Sin embargo, por alguna razón que calculo debe tener que ver con el camino que recorría como estudiante y otras caminatas en general, la imagen del 35 en mi memoria está vinculada directamente al Monte Grande de toda mi vida que tiene que ver con lo amarillo de los fresnos en otoño (aún cuando se metan en la imagen los molestos plátanos y su peluza) y también con el Saavedra. Es que en el inconsciente colectivo Monte Grande fue (?) pueblo hasta muy entrada su pertenencia al listado de ciudades y llegar al 35 implicó, en algún punto, volver a encontrar a los mismos profes que en el secundario, porque eso sucede en las comunidades como la nuestra. Enuncio “el instituto” también llamado “el 35”, y continúo “el Saavedra”, lugares a los que iba en “el 501” o también, la mayoría de las veces, llegaba caminando desde casa en el “Barrio Malvinas” (que tenía un arco que no llegué a conocer pero que le da nombre a la intersección de unas calles hasta el día de hoy, ahí donde empieza “la curva”). Al crecer comprendí que eso que yo llamo así con cariño y familiaridad tiene nombres oficiales que son los que valen en oficinas donde no nos conocen o conocen solo a algunos de nosotros, generalmente a los que hacen más ruido. También conocí personas que no son de Monte Grande (de las que gustan del ruido y de las que se relacionan de una forma menos ‘intensa’) pero que aún así se vinculan con el instituto de nuestra ciudad-pueblo y pasan a formar parte de nuestra comunidad. Conocí profesores y compañeros de toda la región 5ta. y más allá. wwConocí el ruido y las formas menos ‘intensas’ de relacionarse con lo institucional. Conocí otras instituciones que hoy también llamo con familiaridad como ‘la nacional’, ‘la del maestro’, ‘la del congreso’, ‘el consejo’, ‘inspección’ o, la mejor de todas, ‘la plata’ que en realidad es el nombre de una ciudad pero en determinados contextos significa la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires o alguna de sus reparticiones. Y ‘fui’ aspirante, y ‘fui’ estudiante y dejé de ir un tiempo, y volví para ‘ser’ ayudante y ahora ‘soy’ profe y siempre sintiendo que tenía ese lugar para ‘ser parte’. Todo esto fue posible gracias a la carrera de Bibliotecología y su equipo docente. Al momento de inscribirme mis
dudas eran ir por el profesorado de literatura o biblio (así en minúscula porque para lo familiar la mayúscula molesta). Ganó biblio porque era más corta y necesitaba la salida urgentemente. Quería BIE pero no había mucho lugar y el profe soria y otros con sus alocuciones en el ‘curso de ingreso’ me convenció de que TSB también estaba bueno. En ese momento el mérito era importante (Eran otras épocas, para tener lugar había que hacer un esfuerzo porque las vacantes no alcanzaban). Ya adentro estuve un par de años estudiando (más de tres) y conocí a Élida (Kraemer), Nilda (Dellamagiora), Mirta (Pérez Díaz), M. Isabel (Wildt), Lili (Era la preceptora y nos tenía bastante cortitos en la entrega de documentación) Eduardo (Soria) y muchísimos más que incluyen por ejemplo a Gustavo y Mari del Bufete y Jorge de fotocopiadora, Mariano, Yanina, Víctor, Lucas, Laura, Javier, Alba, Karina, Marce, Liliana, Silvana, Maxi, Sandra, Carlos… Interminable la lista y seguramente mi memoria no está siendo justa. Y biblio estuvo ahí para ayudarme en el proceso de construcción del ‘ser ciudadano’, ‘profesional’, ‘bibliotecario’... en fin la identidad. Hoy puedo afirmar que llegué a Amat 279 con ‘el saavedra’, ‘los fresnos dorados y los plátanos’, ‘el tanque’, ‘el arco’ ‘el 501’, ‘la curva’ y otras cosas menos alegres, y terminé por sumarle a mis sentidos ‘el 35’ y ‘biblio’. Todo eso significa ‘monte grande’ para mí, y a su vez ‘biblio’ evoca con igual fuerza todo lo anterior mientras que simultáneamente contiene todos los nombres de las maravillosas personas que menciono más arriba (más los que no recuerdo lamentablemente) y que ‘hacen’ cotidianamente posible que ‘lo institucional’ funcione, incluso en el contexto de una pandemia mundial.
Hace unos meses alguien me hizo llegar un texto donde se hablaba del 35 y de la inclusión, pero utilizando la palabra exclusión, sugiriendo que es política institucional y desconociendo historias como la que cuento. Me entristeció leerlo. Afirmo, enfáticamente, que mi historia con la carrera de Bibliotecología del Instituto Superior de Formación Docente y Técnica Nº 35 “Prof. Vicente D’Abramo”de Monte Grande, es una historia de inclusión. Me consta que no es la única y que es la regla. Me aventuro a sostener que mucho tiene que ver con el equipo docente, con las posibilidades de lo público e intuyo que es también una política institucional que abarca todas las carreras. Siempre se puede mejorar lo construido pero no a partir del desconocimiento de trayectorias institucionales valiosas, esfuerzos generalmente desconocidos y sacrificios personales que a veces solo tienen sentido con el diario del lunes mucho tiempo después.
Estimada biblio: ¡Gracias por tanto, perdón por tan poco!