Cantores de la Virgen de la Montaña por Valeriano Gutiérrez Macías

Page 1




N U E STR A SE Ñ O R A DE LA M O N T A Ñ A Protectora de la M. N. y L. Villa de Cáceres


CANTORES DE LA VIRGEN DE LA MONTANA PROLOGO, SELECCION Y NOTAS DE

VALERIANO GUTIERREZ MACIAS

CACERES, MCMLXXV


© VALERIANO GUTIERREZ MACIAS Hernán Cortés, 3-2.° A y B CACERES (España)

Depósito Legad: S. 450 - 1975 1975.—G r á f i c a s

C

e rv a n tes,

I.S.B.N. 8 4 -4 0 0 -9085 -4

S .A .—R onda de S ancti-Spíritus, 9.—Salam anca


A la R e d Cofradía de la Santísima Virgen de la Montaña, Patrono de Cáceres.



PROLOGO

CANTO RES DE LA VIRGEN DE LA M O N TAÑ A Todas las poblaciones manifiestan más o menos ostensible­ mente sus sentimientos religiosos. La ciudad de Cáceres es mariana por excelencia. ¡Qué buen refugio: cantar a la Virgen! Muchos son los ingenios que han pulsado sus liras, que se han rendido ante la Virgen de la Montaña y le han dedicado los mejores frutos de sus ricos plectros. Ahondando podemos sostener que Nuestra Señora de la Montaña ha merecido atención principalísima por parte de los poetas. La conmemoración del Cincuentenario de la Coronación Canónica de la Patrona de Cáceres —la efemérides más grande de los anales marianos de la bimilenaria ciudad, iniciativa del ínclito pastor don Pedro Segura Sáenz, uno de los más impor­ tantes del episcopologio cauriense cuya existencia estuvo hen­ chida de servicios a la Iglesia— nos ha servido de incitación para agavillar lo publicado en torno a la sagrada imagen. Un tributo singular se puede rendir a María de la Montaña con el cultivo de la poesía y de la prosa, favorecido por la más lozana inspiración. 9


N o sólo los hijos de la vetusta ciudad extremeña, sino tam­ bién poetas y escritores de otras poblaciones se han mostrado seducidos por la Celestial Señora y han exclamado sus acentos con férvida liritud. Examinando el aporte que se registra, puede comprobarse la fecundidad y también el mérito de los trabajos que han ganado la perduración por lo que se reúnen en antologías, obras históricas, publicaciones diversas, folletos, revistas, pe­ riódicos, etc. Como todo no es posible recogerlo, lo haremos de la con­ tribución más destacada, procurando, en este aspecto, hacer la obra exhaustiva para facilitar a los lectores una selección que juzgamos ha de interesarles. Nos ha parecido conveniente insertar un ligero perfil bio­ gráfico de los autores para dar idea de su personalidad y re­ lieve y constituir una "élite” que enaltece y da brillo a la tierra por sus relevantes cualidades, favorecidas por los más puros sentimientos. Porque nada se puede regatear a Nuestra Excelsa Madre de la Montaña y todos hemos de estar unidos poniendo de manifiesto nuestras inquietudes mañanas y el mayor entusias­ mo. Y en esta linea de veneración, no podían faltar los poemas a Ella consagrados a lo largo de muchos años. Si como ha escrito el leonés Victoriano Cremer, toda poe­ sía es una consecuencia amorosa, una biografía amorosa, los versos que consagramos a la Virgen de la Montaña no son sino trasunto del amor a la Madre. Aquí se acogen poemas producto de la vena de distintos vates. Estos poemas fueron laureados en Juegos Florales y otros concursos. Los demás surgieron espontáneamente, por inspiración, para reflejar el estado de los creadores. Con sus propias peculiaridades y lo que esto representa. “Cantores de la Virgen de la Montaña” es también testi­ monio de lo que han hecho no pocos ingenios y que yacía des­ perdigado en diversas publicaciones. Habría que estudiar la obra poética contenida en este haz. Los cantos populares, son como si dijéramos el oro viejo, el marfil antiguo en honor de la Madre de los cacereños. 10


Frondosa proliferación. Un ligero repaso a estas composi­ ciones nos llevaría a abordar lo más sugestivo y granado de la cosecha. Lírica mariana. Ramillete de voces poéticas. Cómo han can­ tado los poetas con devoción y entusiasmo a la Virgen de la Montaña. Esto es en síntesis lo llevado a cabo con estreme­ cimiento cacereño, este poemario que el antólogo ofrece a la Estrella de la Montaña en las bodas de oro de su coronación. El autor tiene que referirse a las dificultades existentes y lamentar las omisiones que puedan apreciarse por no haber hallado todos los versos de cuantos cantaron las glorias de la Reina de los Cielos y le entregaron con ellos su corazón. Respecto al orden en que aparecen las composiciones en estas páginas, es oportuno informar que, para ello, se ha ele­ gido una disposición cronológica y progresiva que hace refe­ rencia a las fechas de nacimiento de sus autores. 7 así, de esta forma, hemos pretendido poner de relieve que, a lo largo de más de un siglo y a través de una ininterrumpida sucesión de generaciones de poetas, el canto a la Virgen de la Montaña fue tema frecuentado por numerosos cultivadores de la lírica. Finalmente: el antólogo cierra estas líneas agradeciendo a los poetas que figuran en ésta la su generosidad al autorizar la publicación de sus poemas y los datos facilitados para es­ cribir las notas biográficas.

11


kL


CACERES Y SU VIRGEN

En la cumbre cercana a la ciudad de Cáceres —bellísimo mirador—, se levanta el Santuario de su Excelsa Madre y Patrona, la Santísima Virgen de la Montaña. En la Virgen de la Montaña se centra el amor, la piedad mariana, de los fervo­ rosos cacereños. La Celestial Señora se alberga en el Santua­ rio levantado en la sierra de la Mosca, áspera, agreste cresta, donde se refugiara el eremita Francisco de Paniagua, natural de Casas de Millán —un pintoresco pueblo de la Alta Extre­ madura, asentado a los pies de la sierra de Santa Marina, que dista de la capital 58 kilómetros y pertenece al partido judi­ cial de Garrovillas de Alconétar—, luego de recorrer la co­ marca y estas fragosidades con una imagen de la Virgen, crée­ se que bajo la advocación de Montserrat. El piadoso varón iba pidiendo limosna a los cacereños para elevar una capilla a la imagen, y, en lo más elevado de la sierra, preparó una cabaña a la que se retiró, consagrándose por com­ pleto a dedicarle plegarias. Pero Francisco de Paniagua soña­ ba con algo más. Anhelaba ver construida una capilla, o me­ jor, una iglesia a la Virgen de sus amores, cuya devoción que­ ría extender por Cáceres. Y se dispuso, con su fe de gigante —digno coterráneo de San Pedro de Alcántara— a efectuar su pensamiento, comenzando los trabajos. Ya llevaba levantado un muro cerca de la cabaña de su refugio, cuando —enterado de su vida modélica, de su piedad robusta— el sacerdote don Sancho de Figueroa, juez eclesiástico, adscrito a Santa María y vicario de la villa, lo visitó. Tuvo palabras de alabanza y apro­ bación para su piedad y empresa, brindándole su ayuda. 13


Con el apoyo de Sancho de Figueroa, Paniagua vio conver­ tida en dorada realidad su acariciada ilusión: la capilla fue concluida y colocada la imagen, a la que el ermitaño dedicaba continuas oraciones. La bendición de esta capilla se realizó el 24 de marzo de 1626. La imagen recibió en seguida culto. Esto llenó de honda satisfacción al santero. La Virgen Santísima protegía continuamente a la villa, que a Ella acudía en todos sus trances. Don Sancho de Figueroa hizo colocar una lápida con la denominación de "Nuestra Señora de la Montaña” y otra, a la entrada de la capilla, con la de Francisco de Pania­ gua. En 1636 llamó Dios a su lado al anacoreta, y don Sancho de Figueroa continuó sus proyectos, hasta el punto de ordenar que fuera labrada esta imagen actual, que recibiría el culto en la iglesia que ordenó construir y que no pudo ver conse­ guida, ya que se terminó su edificación en 1721 y él había fallecido en 1660. La primitiva capilla —a la que se retiró el asceta— existe en las actuales edificaciones, donde es visitada amorosamente por los cacereños, ávidos de contemplar el edificio matriz de la devoción. Esta misma devoción despertó iniciativas y movió al vecindario para rogar a la jerarquía eclesiástica la declara­ ción de la Virgen de la Montaña como Patrona de Cáceres. Así lo acordó en 1688 el Concejo de la ciudad, pero lo acor­ dado sufrió un letargo de muchos años. En 1776, otro Concejo reiteró el acuerdo en el mismo sentido. Nuevo letargo de más de un siglo. Y en 1906, el Papa Pío X —venerado hoy en los altares— declaró y constituyó p a t r o n a p r i n c i p a l de la ciudad de Cáceres a la Virgen de la Montaña con el título de m a d r e DE LA DIVINA GRACIA.

Regía entonces la diócesis de Coria don Ramón Peris y Mencheta, quien supo interpretar el amor y piedad de los ca­ cereños hacia su Virgen y los alentó con todo su entusiasmo y todo su celo apostólico. Y conseguido el tan deseado Patroci­ nio, la fe y el júbilo desbordó por calles y hogares. El aconte­ cimiento estremeció la ciudad con el alborozo de las más bri­ llantes festividades. Desde entonces —desde las primitivas fechas indicadas—, todo Cáceres está constantemente subiendo a la ermita de la Montaña, a la cumbre airosa, para postrarse ante su Reina y Soberana —enjugadora de lágrimas, intercesora de gracias y acogedora de pecadores—, que habita entre riscos. No permite la extensión de este trabajo que nos detengamos en la descrip­ 14


ción de la típica fiesta que celebra la ciudad de Cáceres el día de su Patrona, el segundo domingo in albis después de Pascua de Resurrección, cabiendo destacar, siquiera, la estampa de muy grato sabor folklorista de la Sección Femenina, ocho ni­ ñas y la guiadora vestidas de serranitas, que tejen y destejen armoniosas danzas, una explosión de raudales de alegría, con­ sagrada por la devoción castiza que inició Paniagua y fomen­ tara don Sancho de Figueroa. ¡Qué hito señala en los anales cacereños la Coronación Canónica de la Virgen —festividad plena de espiritualidad— con la asistencia de Príncipes de la Iglesia! El 12 de octubre de 1924, las augustas manos del Cardenal Arzobispo de Tole­ do, a la sazón Primado de las Españas —Dr. D. Enrique Reig y Casanova—, colocaron sobre la frente de la imagen la mag­ nífica joya, la corona de oro y piedras preciosas, obra del sa­ cerdote y orfebre don Félix Granda Buylla. El pueblo cacereño dice con sentidos acentos: Corona real para ceñir tu sien viene a ofrendar este tu pueblo fiel; de amor filial prenda será este don, con él te dan todos su corazón. A todo ello aludía bellamente en la poesía que mereció la alta recompensa de la Flor Natural en los Juegos Florales con­ vocados al efecto, el Magistral de la S.I.C. de Zamora y elo­ cuente orador sagrado, don Francisco Romero López: El Amado, entre tanto, a la Amada vestía un refulgente manto que espejaba la luz su pedrería; en la sien no manchada, una corona de oro le ponía, y en la mano, una flor recién cortada, diciéndole otra vez: "Esposa mía, yo te daré un Palacio por cabaña; ovejas tendrás mil, Pastora bella; ¡eres Reina inmortal de la Montaña! ¡tu trono, éste será; tu corte, aquélla!”. ...Y elevándose al cielo, en la partida bendijo a la Montaña consagrada y tendió sobre Cáceres dormida el soberano mando de su Amada... 15


La ciudad despertó, la lumbre pura le hirió del sol, y la ciudad decía: ¡Virgen de la Montaña, Reina mía! y poniendo sus ojos en la altura, ¡Virgen de la Montaña!, repetía... El que fue Prelado de Coria y Príncipe de la Iglesia, el Cardenal Arzobispo de Sevilla, Dr. D. Pedro Segura Sáenz —que durante seis años ocupó la sede cauriense— escribió un preciado libro "Flores de la Montaña”, ramillete de cartas marianas por las que desñla toda la teología. De ellas pudo decir el benemérito sacerdote y escritor —premio Mariano de Cavia, correspondiente al año 1925—, don Genaro Xavier Vallejos: "Las almas que buscan la perfección tienen señalado en ellas el más seguro y rápido camino, que es el camino de la Montaña”. La visita a la que es Divina Pastora en su augusto trono, además de ser motivo para expresar la gratitud y filial amor, permite a la vez gozar de un espectáculo inefable: la contem­ plación de los hermosos y variados panoramas del paisaje cacereño con toda su rica policromía, que desde la cúspide del Santuario mariano se divisan. El 12 de octubre de 1949 tuvieron lugar las Bodas de Plata de la Coronación Canónica. Hubo Juegos Florales y diversos actos religiosos y cívicos. La ciudad hizo ofrenda a la Virgen de un manto que luce en los más solemnes actos. Aunque era ya obispo de Salamanca el Dr. Fray Francisco Barbado Viejo, que había regido la cauriense, asistió a los actos. Con motivo del Cincuentenario de la Coronación, la Pa­ trona de Cáceres y su comarca fue objeto durante los días del 5 al 12 de octubre de 1974 de un tributo de amor y pleitesía por parte de sus hijos que figurará por derecho propio en los anales cacereños. La imagen fue trasladada en la tarde del día 5 procesional­ mente a hombros de los hermanos de la Real Cofradía —regi­ da por su mayordomo don Miguel Casero Bravo— desde el Santuario a la ciudad. El recibimiento oficial tuvo lugar en la Fuente de Concejo. Miles y miles de cacereños aclamaron a la Señora. Especialmente hay que registrar el paso por la típi­ ca, cacereñísima y mariana calle de Caleros, exornada de col­ gaduras, banderines, arcos, etc. La Plaza Mayor fue el escena­ rio del acontecimiento y en una plataforma frente al Arco de 16


la Estrella, en la Ciudad Monumental, sobre un altar se colocó la sagrada imagen. Ante todo Cáceres congregado y desde el histórico Balcón de los Fueros, el Alcalde, don Alfonso Díaz de Bustamante, dio la bienvenida a la Patrona. A continua­ ción hizo entrega a la Virgen de los atributos de mando: me­ dalla de la Corporación, el bastón y el fajín de Alcaldesa Ma­ yor. Seguidamente, y desde la misma tribuna, don Manuel de la Quintana pronunció el pregón, una excelente pieza oratoria que constituyó un hermoso canto a la Madre Común, invitó a todos a participar en los actos y declaró abierto el Cincuen­ tenario. Mencionemos la actuación de los Coros y Danzas de la Sección Femenina, ataviados con el llamativo traje regional. En la noche del día 6 y en el coliseo Gran-Teatro —que presentaba un magnífico aspecto— se celebraron los Juegos Florales. El poeta premiado con la Flor Natural, el palentino don José María Fernández Nieto, proclamó Reina de los Jue­ gos a la distinguida señorita María de las Mercedes LópezMontenegro y Santodomingo. Después de penetrar en el es­ cenario la Corte de Honor y la Reina, se procedió a la entrega de premios a los poetas y escritores galardonados. Fernández Nieto, antes de recitar su poema, dedicó a la Reina un precio­ so madrigal: Mercedes, tu monarquía es grande por cacereña, pero hoy quiere ser pequeña en vasallaje a María. Que tu belleza confía ser más bella por sus dones, para que tú los pregones y crezcan extraordinarias de las encinas, plegarias, y de las rosas, canciones.

Tras la actuación del Orfeón Provincial y de la ciudad, se escuchó el verbo de don Alfredo López Martínez, mantenedor de la fiesta, quien, luego de referirse a la multitud compacta y alegre que se dio puntual cita ante la Patrona y elogiar la ciudad, se ocupó del amor a la Virgen de la Montaña, de la necesidad que tiene el mundo del perfume de la virginidad, de la institución matrimonial y de la familia. “La familia —dijo— no es sólo escuela de amor humano, también lo es de amor di­ 17 2


vino, porque el amor humano y verdadero conduce al amor divino, que a su vez dará a ese amor humano su plenitud y máximo valor”. Pasó seguidamente a los males que hoy nos acechan y se proponen destruir la sagrada institución. López Martínez finalizó su bien documentada disertación con una florecilla natural ofrecida a la Reina y Corte de Honor sobre el sentido de la felicidad en el ser humano, que de su propia felicidad ha de olvidarse si quiere ser feliz. Las homilías del solemne quinario organizado fueron pro­ nunciadas por el vicario capitular de Plasencia, don Pelayo Mártil y obispos de Tuy-Vigo, Ciudad Rodrigo y GuadalajaraSigüenza, Monseñores Delicados, Mansilla y Castán, respec­ tivamente. Los actos del día 12, culmen de los del Cincuentenario, es­ tuvieron presididos por el Nuncio de S.S. en España, Monse­ ñor Luigi Dadaglio. En la Plaza Mayor, la mayor de Extrema­ dura, la Virgen de Cáceres fue recibida por el pueblo con loor de multitud piadosa. El espectáculo, jubiloso, colorista y mariano por excelencia, inenarrable. Todos los hijos se dieron cita emocionada ante la Madre. Cáceres lucía sus mejores ga­ las. Se ofició una solemne misa que concelebraron los Prela­ dos de Coria-Cáceres, Monseñor Llopis Ivorra, y de SigüenzaGuadalajara y miembros del Clero. Monseñor Dadaglio pro­ nunció una bellísima homilía en la que encomió a Cáceres, Coria, Alcántara y su soberbio puente romano, San Pedro de Alcántara, “Portento de Penitencia”, y que constituyó una ver­ dadera exaltación de la fe y devoción a María de la Montaña. A continuación se efectuó el desfile de la Guardia Civil y la ofrenda de flores a la Virgen por señoritas y niñas ataviadas con el rico y preciado indumento extremeño. Por último, se organizó la procesión que llevó a la veneradísima imagen de la Virgen al Santuario, faro esplendente. Explosión de fe, de fervor popular, apoteosis religiosa. Los actos del Cincuentenario tuvieron la más cumplida realización por el arraigado sentimiento mariano de un pueblo que con­ serva las más acrisoladas virtudes y que puede decirse que es una reserva espiritual de España. El autor ha querido incluir estos hitos de la devoción a la Virgen de la Montaña para que los lectores puedan con su previo conocimiento, gozar mejor de los deleites espirituales que experimenten al saborear la lectura de las sentidas ende­ chas marianas que van a continuación: 18


ANTE LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

Cáceres conserva tradiciones y costumbres piadosas que bien merecen que dejemos constancia de las mismas para que se sepa de su bello contenido, de su hondo sentimiento reli­ gioso y del acendrado cacereñismo de quienes las iniciaron. En la actualidad, estas tradiciones y costumbres tienen fuerte vigor y se practican con el encendido entusiasmo que inspira toda devoción de profunda raigambre. Una de las costumbres que merece ser conocida es la que hace relación a la presencia de los nuevos esposos ante la Vir­ gen de la Montaña, pocos minutos después de haber contraído matrimonio. Tan pronto como las parejas nupciales reciben la bendición del Ministro del Señor, se trasladan a la Montaña y depositan sus ramos de flores a los pies de la Excelsa Madre Común de los cacereños. Parece, como si dijéramos, la des­ pedida del estado de soltería. Y el acto de postrarse la recién casada ante la Augusta Maternidad de la Señora de la Mon­ taña, se interpreta como ruego que aquella hace para superar felizmente, en el hogar, su entrega a los maternales cuidados de los hijos que Dios le envíe. Cabe aquí exponer que son frecuentes los matrimonios de cacereños y de quienes residen en pueblos de la Alta Extre­ madura los que se celebran en el precioso Santuario mariano ante la venerada imagen. Son también muchas las parejas lle­ 19


gadas de localidades de la parcela cacereña las que van a dicho Santuario para depositar sus ramos ante la Virgen y pedir ben­ dición y protección en su nuevo estado, en el hogar que van a fundar y en el gozo profundo de la fecundidad. Existe asimismo la costumbre de poner los niños bajo el manto protector de la Virgen de la Montaña. Antes, cuando se carecía de los medios actuales de comunicación, las madres subían andando con los niños en brazos, sobre todo, con los primogénitos. Los llevaban al camarín y los ofrecían a la Vir­ gen. Era un acto hermoso y sencillo, no exento de sublimidad y emoción. En esta costumbre de las madres cacereñas parti­ cipan también no pocas de la comarca, las cuales visitan a la Divina Pastora para mostrarle los frutos benditos de sus amo­ res y entrañas. Tal es de siempre el fervor de los cacereños por su Patrona. La devoción a Ella persevera de modo tan arraigado y m ultitu­ dinario, que incluso durante los años en que los cónyuges se unían solamente en matrimonio civil, no dejaron de subir a la Ermita “a ver la Virgen”.

20


POETAS DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX ASI CANTABAN A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

La revista “El Santuario de la Montaña” reprodujo en al­ gunos de sus números poesías de las contenidas en un libro editado en Cáceres en el año 1853. Esta obra es el primer can­ cionero relacionado con la Virgen de la Montaña. Su autor —don Juan Daza y Malato, publicista, único redactor de “El Regenerador Extremeño”, periodista de Cáceres, 1852-4— re­ cogió composiciones de poetas procedentes de la primera mi­ tad del siglo XIX. Las que figuran en dicho libro son sencillas, carecen de mérito literario, pero informan suficientemente acerca de la devoción de los cacereños hacia su Virgen, cuando había de pasar más de medio siglo para que fuera declarada Patrona de la Ciudad por S.S. Pío X, el glorioso y santo “Pon­ tífice del Catecismo y la Eucaristía”. A continuación transcribimos tres de aquellas poesías re­ producidas en la citada revista: 21


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

Si dado fuera en cánticos medidos Ensalzar las virtudes de María; Si rechazar pudiera mis sentidos, Y sin ellos volar mi fantasía, Envidiaran mi lira los cantares Del ruiseñor en la espesura, Y hasta los ecos de los roncos mares Que ruedan por su líquida llanura. Fuera entonces mi encanto el de un Querube, Cántico digno de narrar tu historia, Emanación de amor que al Trono sube Del Padre Eterno de la Eterna Gloria. Pecador miserable, no merezco Decir tu nombre con impuro labio; Pero perdona, sí; porque te ofrezco Mi pobre corazón en desagravio. (Serafín Olabe)

22

»


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA PLEGARIA

Ni una nube manchaba el horizonte. Joven y con audacia, tendí el vuelo.,. Miseria y podredumbre y sucio lodo, Al descender hallé sobre este suelo. Estas son las sucias flores Que yo debo a los ardores De mis juveniles años; Por aromas, sinsabores; Por colores, desengaños. Pues esos, ¡ay!, deliciosos Instantes de desvarío Que corren tan presurosos, Sólo han venido enojosos A turbar el pecho mío. Que si placenteros son Los días, ¡ay!, de locura, Luego es mayor la amargura Que dejan al corazón, Sus recuerdos de tristura. Recuerdos que no se van, Y que en el alma encerrados, Ya nunca de allí saldrán, Pues quedan sólo guardados Por el tormento que dan. Te vi, ¡oh!, Virgen de paz. Cesó el quebranto. La luz brotó de tu Divino Faro. En él sólo hay verdad. Bajo tu manto, El náufrago perdido busca amparo.

(Torreorgaz)


A NUESTRA SEÑORA DE LA MONTAÑA

Desde el azulado Trono En donde Vos, Virgen casta, Reina y Madre de los Angeles Sentáis la divina planta; Desde la diestra de Dios, En donde estáis colocada Para homenaje rendiros La Corte celeste y santa, Oíd benigna las preces Del que con frente inclinada A vuestro Trono de nubes Sus ruegos humildes alza: Vos, Reina y Señora mía, Comprenderéis lo que el alma Sufre, cuando libre curso No puede dar a sus lágrimas. Comprenderéis esta pena Que el torpe mundo rechaza, Y en vuestro seno purísimo Acogeréis mi plegaria. Consuelo daréis al triste Que perdida la esperanza, Postrado ante Vos de hinojos Pide de sus culpas gracia.


Volved a mí esos luceros, Fuentes de luz sacrosanta, E iluminad mi camino Con su radiante mirada. No me abandonéis, Señora, Madre Purísima y Santa, Y devolvedme a la vida, Tornándome mi esperanza. No me neguéis el consuelo Que imploro de vuestra gracia, Si a vuestros castos oídos Llega mi triste plegaria. (E. de Inza)

25



ANTONIO HURTADO VALHONDO

Este eminente vate nació en Cáceres el día 11 de abril de 1825 y falleció en Madrid el 21 de junio de 1878. Hurtado, fecundísimo, fue periodista y poeta muy inspirado, cantor de la religión, del hogar y de la patria, autor de leyendas admi­ rables, de muchas obras dramáticas que fueron muy aplaudi­ das, de numerosos cuentos, de valiosas novelas, una de las cuales, "Corte y cortijo”, fue laureada por la Real Academia Española con un premio especial que a tal efecto se estableció. También cultivó mucho el romance, cabiendo destacar su " Ro­ mancero de Hernán Cortés”. Llamado vocacionalmente a par­ ticipar en la vida pública, fue Ministro del Tribunal de Cuen­ tas, Consejero de Estado y Gobernador Civil de Albacete, Jaén, Válladólid, Cádiz, Valencia y Barcelona, cuya capital le decla­ ró Hijo Adoptivo por su gestión honrada y los grandes amo­ res que le merecieron los altos intereses de la ciudad de los Condes y especialmente por su abnegada labor durante la epi­ demia de cólera que azotó la población en 1865. Gozó de la confianza de Isabel II. 27


LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

A orilla de una fuente que baña pura las ásperas campiñas de Extremadura, está un Romero, dice a un niño que lleva por compañero: —¿No ves la altiva sierra donde el sol arde? pues fin de mi camino será esta tarde; que allí me espera la Virgen en quien pongo mi fe sincera... —¿Es aquella su ermita? pregunta el niño; ¡sus paredes relumbran como el armiño! Canta su gloria que guardaré tus cantos en mi memoria.


—'Pues bien, dice el Romero, mi voz escucha: aunque oscuro en su nombre su gloria es mucha. Unos pastores hallaron a esa Virgen entre las flores... Y con blando y sonoro plácido acento, estos cantos de gloria soltó su aliento. Con su armonía, lloraba el niño a veces y otras reía. Pues al tender al aire sus vagos sones, iba gozando el niño mil sensaciones. ¡Canto divino! Quizás lo enseñó un Angel al peregrino. II CANTOS DEL PEREGRINO

“La Virgen que yo adoro, Santa y bendita, entre breñas y riscos tiene su ermita: Y en la alta loma, parece el casto nido de una paloma. “Ornan su agreste falda, como alamares, viñedos que se enlazan con olivares. Y, haciendo sombra, se extienden hasta el llano como una alfombra. “Por remate y adorno, de mayor brío,


borda con claras perlas, su falda un río; río de amores, que galán fecundiza frutos y flores. “Desde que apenas raya la luz del día, cantan allí las aves con melodía; y al par veloces se confunden con ellas otras mil voces.” ¿Quieres que yo te cuente lo que ellas dicen? Pues sabrás lo que expresan cuando bendicen a ese tesoro, que es la luz de mi vida, y el bien que adoro. III Allá abajo hay un huerto rico en vergeles: allí brillan las rosas y los claveles; la yerbabuena, compite allí en fragancia con la azucena. Y al punto que el sol nace por el Oriente, blanca nube de esencias llena el ambiente. Y esa nube, el himno de las flores al cielo sube. Oye los dulces ecos que en blando giro, llegan a los breñales como un suspiro: Ecos suaves, no entendidos del hombre ni de las aves.


IV LO QUE DICEN LAS FLORES

“Recibe nuestra ofrenda casta paloma, que Dios para servirte nos da el aroma. ¡Bendita esencia, que así perfuma el vaso de tu inocencia! “A cerrar nuestras coplas con áureos broches, los serafines bajan todas las noches. Que en los jardines tienen lechos de rosas los serafines. "Luego que asoma el alba toman el vuelo, y en ala de zafiros vuelven al cielo. Y, a su partida, nos dejan esa esencia que da la vida. “Y alegres van cantando por la campaña: Perfumad a la Virgen de la Montaña. Galanas flores; que por ella os traemos tantos olores. “Y a este cántico alegre nos despertamos, y el aroma a raudales te regalamos”. “ ¡Bendita sea, la Virgen en quien tanto Dios se recrea!” . Esto las flores dicen, y agradecida, la Virgen sonriendo las da más vida: 31


que en su mirada toman color las flores, luz la alborada. V Al pasar de la noche la sombra oscura, cantan los pajarillos en la espesura. Y en grata salva prorrumpen cuando brilla la luz del alba. ¿Qué dicen en sus trinos, dulces o graves, saltando en la arboleda las tiernas aves? Oye, alma mía, y sabrás lo que expresan con su armonía. VI LO QUE DICEN LAS AVES

“Para ensalzar tu gloria en blandos trinos, Dios hace que cantemos sones divinos. Que, en raudo vuelo, a aprenderlos subimos cerca del cielo. “Luego los ensayamos en la enramada: venimos a cantarlos en tu morada. Y a nuestro acento, de gozo en la arboleda se agita el viento. “Y dicen nuestros picos con voz extraña: Gloria eterna a la Virgen de la Montaña. Rosa divina, fuente de amor perenne, flor sin espina.


“Maravilla del campo, gala del cielo Tú eres faro encendido siempre en el suelo. ¡Bendita sea, la Virgen en quien tanto Dios se recrea...”. Esto dicen las aves con voz sumisa, y aliéntalas la Virgen con su sonrisa. Risa de amores, que da vida a las aves, gozo a las flores. V II Serpeando entre juncias a su albedrío, bajan las claras ondas del manso río. Su cauce verde se extiende tanto, tanto, que al fin se pierde. Mas oye lo que dicen en blando arrullo, esas ondas que ruedan con tal murmullo. Que el oleaje, es la expresión sonora de su lenguaje. VIII LO QUE DICE EL RIO

“Esencia desprendida soy del rocío; las nieves de la sierra me hicieron río. De Dios la mano, me empujó soberana del monte al llano. “Y al desatar los lazos de mi corriente, esto el Señor me dijo:


Desciende y baña la falda de la Virgen de la Montaña. “Yo, cumpliendo las leyes de mi destino, bordo con plata y perlas tu pie divino. Y transparente, vengo a ser el espejo de tu alba frente. “Y extendiéndome luego por la llanura, esto al son de las guijas mi voz murmura: “Reina del cielo, haz que por donde pase florezca el suelo”. “Que eres germen de vida, flor de las flores, manantial siempre vivo, fuente de amores. ¡Bendita sea, la Virgen en quien tanto Dios se recrea!”. Esto dice el arroyo que alegre gira y en sus aguas la Virgen tierna se mira. Con su presencia, toman las limpias ondas más transparencia. IX Allá lejos, muy lejos, se mira un monte, que es término y remate del horizonte. Franca guarida tienen allí los hombres de mala vida. Por las ásperas quiebras de su sendero,


cantando alegremente viene un viajero. ¿Qué es lo que canta, que a fieras y ladrones su voz espanta? Imprime en la memoria su canturía, y entónala si al monte vas algún día. Que estas canciones ahuyentan a las fieras y a los ladrones. X LO QUE DICE EL VIAJERO

“Virgen de la Montaña, clavel divino, desvanece las sombras de mi camino. Sé de mi huella, sol, antorcha, lucero, luna y estrella. “Cuando llevo en los labios tu santo nombre, no hay quien me cause miedo ni quien me asombre. Pues siempre digo: ¿Quién podrá hacerme daño yendo contigo? “La casa de mis padres, ¡cómo blanquea!, vapores azulados su techo humea. Allí mi esposa, cerca de mis hijos, me aguarda ansiosa. “Llévame, Virgen mía de la Montaña, al hogar sosegado de mi cabaña. Donde me espera llena de sobresalto mi compañera”.


Así canta el viajero con alegría, y la Virgen le sirve de amparo y guía. Que es clara estrella de todo el que la invoca y espera en ella. XI Cogidos a la esteva de los arados con que rasgan la tierra de sus sembrados, los labradores sueltan al aire alegres dulces clamores. ¿Qué dicen esas frases que lleva el viento? ¿Qué dicen en su canto tan soñoliento? ¡Canto de gloria! También guardarlo puedes en tu memoria. X II LO QUE DICEN LOS LABRADORES

“A premiar mis sudores y mi fatiga llena de granos de oro vendrá la espiga; que la cizaña sabrá apartar la Virgen de la Montaña. “Cuando la mies se agosta por la sequía, con agua de sus ojos me la rocía; porque en España no hay Virgen cual la Virgen de la Montaña. “Nada importa la pena, nada el quebranto,


si la Virgen me acoge bajo su manto. Nada me daña, si me ampara la Virgen de la Montaña". Esto dicen cantando los labradores, y la Virgen los colma de mil favores. Pues con su mano, separa cuanto puede dañar al grano. XIII Camino de la fuente sube una anciana; surcos de pena arrugan su frente cana. Y en su amargura, más que cántico un rezo, triste murmura. ¿Qué pesar es aquese que la cautiva, que va llorando a mares la sierra arriba? Con ansia loca, el nombre de la Virgen su labio invoca. Escucha, si es que puedes, su voz en calma, que sus ayes sentidos parten el alma. Tal agonía, sólo una madre tierna sentir podría. X IV LO QUE DICEN LAS MADRES

“Virgen de mis amores, ven en mi ayuda;


que soy mujer y anciana, pobre y viuda. Mi bien amado se encuentra en grave riesgo de ser soldado. “Un hijo sólo tengo que es mi fortuna; a tu sombra lo puse desde la cuna. Madre y Señora, del peligro que corre sálvalo ahora. “Mira que es mi alegría que es mi contento; árbol que a más de sombra me da sustento. ¿Quién si se aleja, cuidará de esta madre mísera y vieja? “Virgen de la Montaña salva a tu hijo, benigna acoge el ruego con que te aflijo. Santa lumbrera, líbrale si no quieres que yo me muera”. Esto la madre reza desventurada, y la Virgen le dice con su mirada: Mujer, no llores, que libre queda el hijo de tus amores. XV ¿Qué canta aquella niña que en los zarzales tiende como la nieve blancos cendales? Su cantinela, yo no sé lo que tiene que causa pena.


Cuando hiende los aires su voz canora, pienso una vez que canta y otra que llora: Pues su sonido, tiene las inflexiones de un alarido. Mucho, sin duda sufre la pobre niña, pues se enjuga los ojos con su basquiña. Oye su acento, que en sus alas de seda lo lleva el viento. XVI LO QUE DICEN LAS NIÑAS

“Gala de la Montaña, luz de la sierra, escuda Tú a mi amante que va a la guerra. Por tus dolores, que guardes a la prenda de mis amores. “Un santo escapulario que yo le he hecho, anoche al despedirlo colgué en su pecho. ¡Sea su égida tu Imagen que en el pecho lleva prendida! “Ayer en tus altares, como el armiño, vi colgado el sudario de un pobre niño. Pues, Tú, clemente, salvaste la existencia del inocente. “Madre mía, si amparas mi dulce prenda, también yo en tus altares pondré mi ofrenda. Que alegre en ellos


iré a colgar la trenza de mis cabellos”. Esto dice y la Virgen de la Montaña, con risa de claveles su boca baña. Risa hechicera, con que dice a la niña: Sufre y espera. XVII Por la encrespada cima de Miravete, reluce de un soldado limpio el mosquete. ¿Qué es lo que mira, que llorando de pena reza y suspira? Es que a la luz que vierte tibios reflejos, aún divisa la ermita lejos, muy lejos. ¡Ay! no se engaña; la ermita es de la Virgen de la Montaña. Por vez postrera acaso la ven sus ojos, por eso se prosterna con fe de hinojos. Por eso llora; por eso en son doliente suspira y ora. XVIII LO QUE DICE EL SOLDADO

“Madre mía, murmura, sé Tú mi guía, que a la guerra me lleva mi estrella impía. ¡Tirana suerte! ¡Quizás jamás mis ojos vuelvan a verte!


“Mi destino, Señora, pongo en tus manos; ahí te dejo mis padres y mis hermanos. Mientras mi ausencia, sé Tú la protectora de su existencia. “Si a tu altar sacrosanto con vivo anhelo va una mujer ahogada de desconsuelo: Reina y Señora, acógela benigna que por mí llora. “Ella me dio tu Imagen santa y querida; si en alguna batalla pierdo la vida, antes que muera aún veré de tus ojos la luz postrera”. Esto dice y la Virgen en quien confía, esta dulce esperanza tierna le envía: —Vete sin miedo, que guardando tu vida desde aquí quedo. X IX Cuando los blandos ecos de una campana despiertan a los niños por la mañana, fuera del lecho, rezan en cruz las manos sobre su pecho. ¿Qué dicen esos niños en son ferviente, doblando una rodilla, baja la frente?


Oyeme atento, y sabrás lo que rezan con puro acento. XX LO QUE DICEN LOS NIÑOS

“Anoche me he dormido con tu memoria, durante el sueño he visto tu santa gloria. ¡Divina estrella! Cuando yo exhale el alma, llévame a ella. “Allí adornan tus sienes frescos jazmines, y bendicen tu nombre los querubines; que en blanco coro van por allí agitando sus alas de oro. “ ¡Los ángeles! ¡Cuál lucen sus ricas galas! ¿Cuándo tendré yo, Madre, tan puras alas? ¡ A y! ¡ qué contento será volar, Señora, junto a tu asiento! “Virgen de la Montaña, mi dulce dueño, haz que todas las noches tenga ese sueño. Si en él expiro, llévame a esa morada por que suspiro”. Esto los niños dicen, y con encanto, la Virgen los cobija, bajo su manto. Y en su embeleso, al dormirlos de noche les manda un beso.


XXI LO QUE DICE EL PEREGRINO

“Yo también la he tomado por norte y guía, desde que de sus ojos me aparté un día. Desde que ciego por las pompas del mundo perdí el sosiego. “ ¡Ay! ¡Cuánto desde entonces, cuánto he llorado! El corazón de espinas llevo pasado. Y es que he perdido todo lo que en el mundo más he querido. “Desde que al cielo os fuisteis, prenda del alma, se alejó para siempre de mí la calma. Pero paciencia me da la Santa Virgen con su asistencia. “Ella me infunde aliento, me da esperanza, y me muestra los cielos en lontananza. Porque en el cielo es donde los que sufren hallan consuelo. “Solo voy por el mundo, solo y sin tino; mas Ella me da fuerzas en mi camino. Faro de amores, va ante mí derramando sus resplandores. “De noche cuando duermo con grato aliño, los ensueños me manda que manda al niño. 43


Y en mi recreo, las prendas que he perdido juzgo que veo... “Bajan a mí del cielo llenas de olores, y me dicen riendo: “Calla y no llores. Sufre y espera, que la Virgen te sirve de Compañera. “Ella, de blanda risa la faz bañada, te traerá por los aires a esta morada; y a nuestros brazos, llegarás cuando el alma rompa sus lazos”. “Por eso pienso en Ella cuando despierto, porque es del mar que cruzo seguro puerto. Arbol divino que cobija las penas del peregrino...”. Esto dice, y el niño que en fe se inflama y del fuego celeste siente la llama. Con puro acento dice estas frases llenas de sentimiento: XXII “Virgen que así consuela tantos dolores, que da voz a las aves, vida a las flores, música al río, protección al viajero y al débil brío. “Virgen de cuyos ojos la dicha mana,


que así protege al pobre, y así a la anciana. Que a su cuidado está la niña amante y está el soldado. “Virgen que a los niños con embeleso, al dormirlos de noche les manda un beso; y en tu agonía gloriosas esperanzas tierna te envía. ¿Dónde tan Santa Virgen se asienta? ¿Dónde? ¿Dónde tiene su ermita? ¿Dónde se esconde? ¡Será una perla! Llévame, peregrino, llévame a verla”. Esto murmura el niño, y el buen Romero le lleva de la mano muy placentero. Y andando, andando, las glorias de la Virgen le va contando. XXIII Viajero, si a deshoras en tu camino con un niño te encuentras y un peregrino, ve en su compaña y verás a la Virgen de la Montaña.

45


?

I

lยก


JOSE ROLDAN M A R TIN

Natural de Descargamaría, localidad cacereña (1840). Fue Párroco de Santa Mana la Mayor, de Cáceres, desde 1892 a 1912. Director espiritual de la Real Cofradía de la Santísima Virgen de la Montaña. Después de jubilado, se retiró a vivir a su pueblo natal, donde falleció el día 3 de julio de 1927. Durante su vida se distinguió por la continua ayuda a los hu­ mildes. José Roldán es un poeta que refleja el embeleso que le pro­ duce la Patrona de Cáceres y su maternal protección. A sí pue­ de comprobarse en el soneto transcrito de la revista "El San­ tuario de la Montaña?’. 47


MARIA DE LA MONTAÑA

Yo no sé lo que tiene de atractivo Nuestra pequeña Virgen montañesa, Que a todos con sus gracias embelesa, Y a todos hace el corazón cautivo. ¿Cuál puede ser el singular motivo De atraernos? ¿Acaso es que nos besa Y en su beso de madre nos expresa con sus amores, su entusiasmo vivo? Ella enciende en nosotros la fe santa Que las madres engendran en su hijos, Y a pensar en los cielos nos convida... Por eso nuestra Virgen nos encanta, Cuando la vemos con los ojos fijos Siempre mirando a la Ciudad querida.


LUISA GARCIA

Nació en Cáceres en 1842. Su vocación poética brotó bien pronto con una poesía que escribió cuando contaba 7 años, que dedicó a la Virgen de la Montaña, con la que engañó a su madre diciéndole que la había copiado de un libro de una amiga suya para que pudiera recabar su lectura. Colaboró en los periódicos y revistas de la época. En 1869 publicó "Flores poéticas”, colección de poesías religiosas dedicadas a la San­ tísima Virgen de la Montaña, Patrona de Cáceres. Ejerció el Magisterio en la localidad verata de Cuacos, hoy Cuacos de Yusté, donde falleció el día 3 de abril de 1914. Era amiga ínti­ ma de la insigne escritora gallega doña Emilia Pardo Bazán. La autora de " Los pazos de Ulloa”, admiraba la producción de esta inspirada poetisa y por ello quería que figurase en las Antologías Nacionales. 49 4


A LA VIRGEN MAS BELLA, PATRONA DE CACERES

A tu almo altar, Madre mía, Llega el suspiro amoroso Que exhala triste, lloroso, Afligido el corazón. Tú cicatrizas su herida Con tu sonrisa de amores; Por Ti cesan los dolores Y cesa nuestra aflicción. ¡O h!, salve, salve, rosa bella; Lucero que admira el día; Gloria a Ti, Virgen María, Nuestro encanto, nuestro bien. El alma en vivida llama Se abrasa, ¡tanto te adora! ¡Salve a la Excelsa Señora, Nuestro consuelo y sostén! Sereno está, despejado Se ostenta el azul del cielo; Seco el arroyo, que el vuelo Del ave no copia ya. Seca la planta, marchita, La flor su corola ostenta, 50


Ni una nube se presenta, Dorada la espiga está. Desde el pueblo a la Montaña De súbito espeso velo Cubre el ardoroso suelo Que conduce aquí a allí. Es Cáceres, que anhelante A por su Virgen se lanza; Va en pos de su esperanza... Madre mía, ¡va por Ti! El himno que el aura aparece Con su dulce melodía, Te dice: Dadnos, María, El rocío celestial. Las flores, en sus murmullos, Te saludan cuando pasas; El campo ya no se abrasa, Le va el agua a refrescar. Labios puros de inocentes Te invocan; ¿oyes su acento? Es eco del sentimiento Que anima a tu pueblo fiel. Es la súplica empapada En lágrimas de ternura, Es un canto de dulzura Que eleva el mundo a tus pies. Se descubren las cabezas, Hiende el aire mil sombreros, Cada cual quiere primero Darte pruebas de su amor. De la música resuenan Acordes entusiasmados; Los ambientes aromados Perfuman todo en redor. Y al compás de mil suspiros Que te elevan a porfía, Todos dicen: —Madre mía, ¡ Dadnos agua!... ¡ Dadnos pan!... Y Tú que dejas oír siempre Tu voz purísima y santa, 51


Dices al viento: —Levanta Las nubes, que a llover van. Y lloran los corazones, Todos tu nombre bendicen... Todos escuchan cuando dices Demostrándonos tu amor. —“ ¡ Agua 1... La vierten los ojos De mis hijos, veo su llanto; Yo haré nubes de mi manto, Que siempre tiendo al dolor.” Así dices, Madre mía; Tu voz la recoge el alma, Que es de su amargura calma, Su amor y su amparo es. Mariposa de los cielos Con alas de armiño y rosa... ¡Socorre, Madre amorosa, Al pueblo que está a tus pies!


LORENZO LOPEZ CRUZ

La localidad de Torremocha se enaltece en ser la cuna de Lorenzo López Cruz (1867), que estudió en el Seminario de Coria y del que fue profesor de latín. Párroco de Aliseda, Párroco-Arcipreste de Alcántara, Párroco de Santiago el Ma­ yor, de Cáceres, y Arcipreste de la ciudad cacerense hasta su fallecimiento en 1943. L>io a la estampa el libro "De la tierra y el cielo”, que apareció en 1925 ilustrado por el artista cacereño Lucas Burgos Capdevielle y constituyó un acontecimien­ to literario. El 28 de enero de 1905, reciente el óbito de Ga­ briel y Galán, dedicó al genial cantor de Castilla y Extrema­ dura un poema del que dijo la "Revista de Extremadura” que de todos los que le habían consagrado, ninguno fue tan inspi­ rado y bien hecho como el del consumado latinista. En 1943 la Diputación Provincial de Cáceres acordó hacer una selección de la obra de López Cruz para que sirviera de lectura en las escuelas primarias de la A lta Extremadura, llevándose a efecto en 1944 con un volumen titulado "Religión y pa trio tism o . López Cruz fue declarado Hijo Predilecto por su pueblo natal, en un testimonio fehaciente de admiración y gratitud. 53


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA EN LA DECLARACION CANONICA DE SU PATRONATO

Virgen pura, dulce miel de mis amores, Iris bello que mantiene mi esperanza, cuando en medio de las olas sin bonanza voy cruzando de la vida el triste mar: da dulzuras a mi boca de tu boca, da sonrisas de tus labios a mis labios: —tus dulzuras y sonrisas los agravios de este mundo me prometen olvidar—. Da a mi voz un suave acento melodioso; y en torrentes de melifica armonía se desate mi garganta, dulce y pía, pregonando las grandezas de tu amor; de tu amor ardiente y puro, como el beso que las auras dan amantes a las flores; de tu amor, hermoso rey de los amores que disipa las negruras del dolor. De los fieles moradores de tu pueblo llega el eco de las voces a mi oído, llega el himno más sonoro y más sentido que en el fuego sacrosanto me hace arder. Y al sentirlos, mis entrañas se enardecen y mi pecho se derrite y se quebranta. I Quién pudiera en tus altares, Madre Santa, las más puras oblaciones ofrecer!


¡Quién pudiera no perder de sus miradas la visión encantadora de tu ermita donde habita tu Realeza, donde habita, con envidia de las rosas del Abril, esa Rosa que admiramos en la altura refrescada por un nimbo de albas nubes, apostada sobre tronos de querubes y arrullada por el céfiro sutil! La blancura de tu casa, siendo niño, desde lejos exhaló mi fantasía; y a mis ojos inocentes parecía bello cuadro de la mística Sión que tocando el limpio azul del firmamento, me indicaba las regiones de la vida; de la vida que llevaba yo esculpida en el fondo de mi tierno corazón. Y por eso ni el bullicio de los hombres, ni el trabajo sin cesar en los talleres, ni esa vida de inquietudes y placeres que rodaba ante mi vista en la ciudad, me llegaron tanto al alma, como aquella gran visión de tu precioso Santuario, donde tienes colocado tu Sagrario como trono de tu excelsa caridad. Yo gusté tus cariñosas dulcedumbres. Cuando en medio de este mundo miserable me quemaba las entrañas implacable sed de amores que en mi espíritu sentí. Anhelante de las frescas aguas puras que brotaban cristalinas de tu fuente, a beberías a mi edad adolescente presuroso como el ciervo yo subí. Jadeante, con el peso de las penas, con el fuego del rubor en las mejillas, con las ansias de mi pecho, mis rodillas a tu vista dulce y célica doblé. Yo no sé lo que te dijo mi ardimiento; pero en esa mi batalla recia y dura, Madre mía, si mi lengua estuvo muda, con el alma tú bien sabes que te hablé. 55


Como sé que con palabras tú me hablaste que mi lengua no conoce; pero el alma las oyó como preludios de la calma que en mi espíritu empezaba a resurgir; con palabras que energías y dulzuras a mi pecho pusilánime llevaron; con palabras que al momento disiparon las tristezas y congojas del vivir. Cuando luego la mansión de los mortales contemplé desde la altura de tu sierra, i qué pequeñas las grandezas de la tierra, qué mezquino parecióme su valor! Un ambiente saturado de vapores de miseria rodeaba a las criaturas, y ese ambiente no llegaba a tus alturas: a tu lado respiraba yo mejor, como siempre yo respiro, si mi alma brisas puras de la vida necesita, de las dulces auras frescas de tu ermita impregnadas del aroma de tu altar. Que no en vano serás siempre, Virgen bella, Iris dulce que alimenta mi esperanza, cuando en medio de las olas sin bonanza cruzo triste de la vida el turbio mar. Y por eso si el Pontífice Supremo con su voz autoritaria te pregona de tus hijos cacereños la Patrona, por Patrona yo te quiero a ti tener. Dime, Madre, mientras mando cariñoso a tus fieles, nobles hijos mis albricias: ¿Qué haré yo para que pueda las delicias de tu augusto Patronato merecer? Da consuelos o congojas a mi pecho, da a mi boca dulce miel o amargas hieles, si en tus gozos o en tus penas más crueles fiel amante quieres siempre ver en mí. Yo enmudezco, si tú quieres que enmudezca; y si quieres que te cante, tú me inspiras; y haz que salten los pedazos de mi lira, si no suena, Madre mía, para ti.

56


DIEGO B. REGIDOR

Nació en Aliseda —la villa del tesoro— en 1870. Estudió en el Seminario Conciliar de Coria. M uy joven, colaboró con el poeta cacereño Felipe Uñbarri en el semanario "El Gazpa­ cho”. Dirigió con acierto "El Eco de la Montaña”, y después, "El Periódico”. A utor de libros de versos, cabiendo mencionar el titulado " M ela n co lía sC o a d ju to r de la iglesia de Santa María la Mayor, de Cáceres. Fundador de la Residencia de las Siervos de María o las Concepcionistas. En concurso de parro­ quias, ganó la de Torrequemada. Excelente orador, inspirado poeta y activo periodista. Tiene en su haber una importante obra literaria. El poeta y sacerdote don Lorenzo López Cruz le dedicó un soneto en el que hizo su semblanza. "Regidor es un periodista de cuerpo entero y un hombre niño de alma grande y corazón de oro”, dijo de él Juan Luis Cordero en "Brisas Nuevas”. Regidor, que escribió mucho en "El Adarve”, alcanzó pre­ mios literarios en Badajoz y en Madrid. 57


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

A Ti, Virgen sagrada, seráfica María, Ensueño de mis sueños, amor del alma mía, Purísima ilusión: A Ti, por quien mi pecho suspira agonizante Y a quien mi pobre musa, rendida y suplicante, Invoca en su canción: A Ti, violeta humilde nacida en la Montaña Entre la roca, el brezo, el tomillo y espadaña Y selvática flor, Paloma candorosa, de cuyo casto nido Cabe el recinto santo se escucha el dulce ruido De misterioso amor: A Ti, por quien yo diera mi gloria y mi ventura Y al pie de cuyo Trono, cual madreselva oscura, Pasó mi juventud; A Ti te ruego hoy, Purísima María, Que, antes de cantarte prescinda mi poesía, Se rompa mi laúd. 58


JOSE M A R IA GABRIEL Y G A LAN

Nació el 28 de junio de 1870 en Frades de la Sierra, pro­ vincia de Salamanca. Dios le llamó a su lado en Guijo de Gra­ nadilla el 6 de enero de 1905. Estudió la carrera del Magisterio en la docta Salamanca. Ejerció algunos años la profesión que abandonó para dedicarse al campo que constituía su mayor afición y que alternó con el cultivo de las letras. Gabriel y Galán fue un celebrado poeta campesino en el que se hermana­ ban la poesía y la virtud. Cantó como pocos los campos de Castilla y Extremadura y el alma de sus gentes. Es el sereno poeta de los llanos. Descendiente de los grandes poetas del Siglo de Oro. Fiel intérprete del alma campesina, rural, Ga­ briel y Galán es poeta esencial, pleno de verismo. Sus exqui­ sitas composiciones están ya reunidas en obras completas y agrupadas en los siguientes títulos: "Castellanas”, "Nuevas cas­ tellanas”, "Extremeñas”, "Religiosas”, “Campesinas” y ”Frag­ mentos en verso y prosa”. Todas estas producciones llegan al alma del pueblo y tienen plena vigencia. 59


LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

A mi querido amigo el virtuoso sacerdote don Germán Fernández.

1 Era un día quejumbroso de diciembre ceniciento cuando yo subí la cuesta de la mística mansión: el que aquella cuesta sube con angustias de sediento, baja rico de frescuras el ardiente corazón. Era un día de diciembre. La ciudad estaba muerta sobre el árido repecho calvo y frío del erial; la ciudad estaba muda, la ciudad estaba yerta, sobre el yermo fustigado por el hálito invernal. Los palacios y las torres de los viejos hombres idos en el carro de los tiempos de las glorias y el honor, dormitaban indolentes, indolentemente hundidos de seniles impotencias en el lánguido sopor. Era un día de infinitas y secretas amarguras que a las almas resignadas se complacen en probar; me apretaban las entrañas melancólicas ternuras y membranzas dolorosas de los hijos y el hogar. Me caían en la frente doloridos pensamientos de esta trágica y oculta mansa pena de vivir; me pesaban en el alma los mortales desalientos de las pobres almas mudas, fatigadas de sentir. 60


Arrancaban de mi pecho melancólicas piedades y santísimos desdenes de confeso pecador, la grotesca danza loca de las locas vanidades que los hombres arrastramos de la fama en derredor. Las ridiculas miserias del orgullo pendenciero, las efímeras victorias de los hombres del placer, las groseras presunciones de los hombres del dinero, las grotescas arrogancias de los hombres del poder... Todo el mundo de las grandes epilépticas demencias, todo el mundo de infortunios de la pobre humanidad, todo el mundo quejumbroso de mis íntimas dolencias me pesaban en el alma con gigante gravedad. Era un día de amarguras cuando yo subí la cuesta de la alegre montañuela que veía yo a mis pies desde aquella blanca ermita que asentaron en su cresta como nido de palomas en pimpollo de ciprés. Como sábanas inmensas de luenguísimos desiertos se extendían, dominados por los brazos de la Cruz, horizontes infinitos, infinitamente abiertos al abrazo de los cielos y a los besos de la luz. Horizontes que pusieron en las niñas de mis ojos la visión de la desnuda muda tierra en que nací; tierras verdes de las siembras, tierras blancas de rastrojos, tierras grises de barbechos... ¡Patria mía, yo te vi! Me trajeron tu memoria las espléndidas anchuras de las tierras y los cielos que se llegan a besar; las severas desnudeces de las áridas llanuras, las gigantes majestades de su grave reposar... Y una pena que atraviesa por la médula del alma, una pena que mi lengua nunca supo definir, me invadió para robarme la serena augusta calma que refrena, que preside los espasmos del sentir. Pero a mí cuando la pena con su látigo me azota no me arranca ni un lamento de grosera indignación; por la misma herida abierta que caliente sangre brota, brota el bálsamo tranquilo de la fe del corazón. Y por eso cuando siento que rugiendo se adelanta la borrasca detonante que me quiere aniquilar, ni su rayo me acobarda, ni su estrépito me espanta porque sé donde arriarme, porque sé donde mirar. 61


¡Madre mía, madre mía! Cuando aquella tarde brava yo subía por la cuesta de tu mística mansión, como el látigo del viento que la cara me cruzaba, flagelaba el de la pena mi sensible corazón. Y por eso te miraba con tan recóndita mirada que te cuando inician en mi pecho las nostalgias taciturnas que

aquella que conoces sé yo dirigir sus asaltos más feroces me suelen afligir.

¡Madre mía!, me contaron unos buenos caballeros, moradores de tu hidalga y amadísima ciudad, que son tuyos sus amores, y son suyos tus veneros, copiosísimos y santos de graciosa caridad. Me contaron episodios de la bella historia tuya, dulcemente convivida con tu amante pueblo fiel; me dijeron que era tuyo; me dijeron que eras suya, que te daban bellas flores, que les dabas rica miel... Que el que suba aquella cuesta y en el pecho lleve agravios, turbias aguas en los ojos y en los hombros dura cruz, baja alegre sin la carga, con dulzuras en los labios, con amores en el pecho y en los ojos mucha luz. ¡Madre mía, lo he gozado! Los dulcísimos instantes que mis penas me tuvieron de rodillas ante Ti, fueron siglos de exquisitas dulcedumbres deleitantes que los ríos de tus gracias derramaron sobre mí. Y el obscuro peregrino que la cuesta de tu ermita como cuesta de un calvario rendidísimo subió con la carga de miserias que en los hombros deposita la ceguera de una vida que entre polvo se vivió, descendió de tu Montaña con los ojos empañados en aquella luz que hiende las negruras del morir, y el espíritu sereno de los hombres resignados que sonríen santamente con la pena de vivir. ¡Madre mía! Si esas mieles has tenido en tus veneros para el labio de un andante caballero de la fe, ¿qué tendrás en tu tesoro para aquellos caballeros del hidalgo pueblo noble que es alfombra de tu pie?

62


II Bellísima cacereña, hija del sol que te baña: ¡la Virgen de la Montaña te guarde, niña trigueña! Te habrán dicho los espejos que son tus labios muy rojos, que son muy negros tus ojos, que fuego son sus reflejos, que son tus trenzas dos lindas cadenas de amor ardientes, que son perlitas tus dientes y tus mejillas son guindas. Te habrá dicho ese indiscreto cortesano de mujeres todo lo hermosa que eres, porque él no guarda un secreto. Y un funesto genio alado sátiro, flaco y viscoso, murciélago tenebroso, tras los espejos posado, te habrá cantado: “ ¡Oh mujer!, ¿qué reina Venus mejor para la corte de amor donde el rey es el placer?”. Y yo, que te adoro ta n to ; yo, que te quiero más bella que la loca reina aquella de esta manera te canto: ¡Qué angelical ermitaña tuviera en ti, cacereña, para su ermita risueña la Virgen de la Montaña! ¿Ves la poética ermita que irradia blancos reflejos? Pues no la busques más lejos, que allí la belleza habita. 63


Linda garza y ribereña: levanta el gallardo vuelo, que estás más cerca del cielo posada en aquella peña. Vive tu propio vivir, deja del valle la hondura, que si alas te dio Natura, te las dio para subir. Sube a la mística loma que no hay mansión deleitable más llena de paz amable que el nido de una paloma. Sube, que yo, cuando subes por ese atajo risueño, gentil alondra te sueño, que va a cantar a las nubes. Sube, preciosa ermitaña, que algo que no da Natura se lo dará a tu hermosura la Virgen de la Montaña. Que aunque el espejo te cuente que son tus labios muy rojos, que son muy negros tus ojos, y que es divina tu frente, nunca, con ruda franqueza de amigo que se delata, te dirá que él no retrata lo mejor de la belleza. Yo puedo darte un consejo, pues digo verdad si digo que soy más honrado amigo que el sátiro y el espejo. Y sé mejor que los dos cuáles son las más graciosas, cuáles las más bellas cosas que puso en el mundo Dios. ¿No sabes que los poetas vivimos siempre cantando, de la belleza buscando, siempre las claves secretas?


¿Y no sabes tú, paloma, que no nos placen las flores ricas en vivos colores y pobres en el aroma? ¡Pues, sube, linda ermitaña, que algo que no da Natura se lo dará a tu hermosura la Virgen de la Montaña! Todos los años, estrella, sé que subís a su ermita, y le hacéis una visita tú y la primavera bella. Y yo que vivo buscando bellas cosas que cantar, tal visita al recordar, suelo decir suspirando: ¡Será un cielo aquella sierra cuando, levantando el vuelo, visiten a la del cielo las vírgenes de la tierra!...


f


RAFAEL GARCIA-PLATA DE OSMA

Nació en Guadalcanal (Sevilla) el 4 de marzo de 1870, fa­ lleció en Cáceres el 19 de noviembre de 1918. Cursó el Bachi­ llerato en Sevilla, que terminó con brillantes notas y, para dar gusto a la tradición familiar —su abuelo materno y su padre fueron farmacéuticos—, cursó también la carrera de Farmacia y como no era esto su espíritu vocacional, rectificó a tiempo y estudió Derecho en Madrid, donde finalizó la carrera. Con­ trajo matrimonio con Aurelia Para Bravo, de Alcuéscar. En Alcuéscar es donde García Plata de Osma desarrolló la mayor parte de sus trabajos folklóricos, llamando la atención de hom­ bres de la más elevada condición literaria, como Menéndez Pidal, para quien en contacto con él incrementara la ciencia de la Demótica y saber popular de la región extremeña. A su fallecimiento, García Plata de Osma dejó las siguientes publi­ caciones: "M usa de los cantaresf’, "Demosofía extremeñar" (la musa religiosa popular) y " Coplero de lilas blancas”, y para salir a la luz, que no dio por su muerte, "Guijos y rebollos", que publicaría luego la Editorial Sdvat, de Barcelona. García Plata de Osma fue colaborador asiduo de la "Revista de Extre­ madura’ y de "Hojas Selectas", de Barcelona, asi como de "La Semana Cóm icd’, también de la ciudad Condal, "El Ideal”, "El Globor y "El Heraldo”, de Madrid, ”El Norte de Extre­ madura’, "El Adarve”, "Diario de Cáceres”, "La Montañat’, "El Noticiero”, etc. Fue Académico Correspondiente de la R e d Academia de la Lengua Española en Extremadura y de la sevillana de Buenas Letras. Sostuvo correspondencia y man­ tuvo amistad con sus paisanos Adelardo López de Ayála, Hernández Pacheco, Roso de Luna, Publio Hurtado, Sanguino Michel y también con Menéndez Pidd, Rodríguez Marín, Oliver, Castañer, Gabriel y Gdán, etc. El pueblo de Alcuéscar le rindió homenaje, declarándole Hijo Adoptivo y rotulando una cdle con su nombre por lo que distinguió a esta localidad con su labor de folklorista. La capitd cacerense también ha endtecido a García Plata dando su nombre ilustre a otra cdle. 67


LA VIRGEN DE LA MONTAÑA (Recuerdo de Cáceres. Mi ofrenda)

Sobre rocosa montaña bendita, santo pretil del extremeño suelo, una morena Virgen pequeñita prodiga sus mercedes con anhelo; las mercedes que guarda en blanca ermita, que es joya colocada por el cielo entre picachos, verdes plantaciones, olivas de la paz y bienandanzas, casitas que semejan corazones rebosantes de fe y de esperanza...

Por un cercano y agreste camino un tosco carro gime y lento marcha, como sufrido y viejo peregrino que triunfa de los baches y la escarcha. Ya, silencia la tarde, y el carrero rompe la soñolienta augusta calma con un varonil ángelus sincero que explota entre sus cánticos del alma. “Por la Virgen morenita yo, recorro media España por la Virgen morenita la Virgen de la Montaña.


Una lluvia de alegría al cacereño le baña, cuando baja su María, la Virgen de la Montaña. Más milagros tiene “jechos” la Virgen de la Montaña que “piñascos” y repechos tienen las sierras de España.”

Cesa el carrero en su tierna canción, y en la vetusta Iglesia, ya cercana el toque de oración suspende la campana. Y, llega a la ciudad hidalga cacereña al morir la suave claridad de una tarde abrileña. Una de las labriegas, madres buenas, la madrera sin par de Extremadura, que lleva dentro de sus puras venas, todo el calor divino de ternura, baja del carro y a sus hijos besa: viene desde muy lejos a cumplir una promesa que hizo por los antruejos: trae limosna y venda bordada por su hijita, para darla en ofrenda a su Virgen bendita: trae unos ojos de oro en recuerdo de otra hija, sanada ya, del lloro de una molesta rija que no curó la ciencia... ¡La curó agua bendita, del agua de clemencia, de la sagrada ermita!

¡Yo, lo vi el otro día! Vi la vieja ciudad engalanada, y, entre la lluvia fría


una gran multitud emocionada, con vivas recibía a “su Virgen” amada... Incienso son las preces cacereñas, aromando la fiesta religiosa, y la hermosura de las extremeñas, “por Ella” rutilaba esplendorosa. Los perfumados prendidos de flores, efluvios son de una gran fe florida, con irisados místicos colores: “La” que enseña el camino de la vida, “La” que a Dios lleva muchos pecadores, la fe que pinta entre las pardas nubes, coronando la fiesta ciudadana, legiones infinitas de querubes, destellos de María Soberana...

¡Cual faro celestial de la montaña, la fe puso una luz de linda estrella: de día, el sol de Dios la ermita baña; de noche, el sol da Cáceres. es de Ella!... — o—

¡Oh, Virgen milagrosa cacereña! Sigue vertiendo tu Gracia Divina sobre la noble matrona extremeña, fontana de la fe más cristalina... Que los murmullos del manso Guadiana, copien las rimas de la Coronado, y los trinos sublimes de Quintana; que de la musa ingenua de Hurtado, prenda la lira angélica, infantil; que del Tajo cien veces laureado surja de nuevo el eco pastoril; que de Galán la bella calentura, vuelva a inspirar el himno varonil a la musa genial de Extremadura... ¡Que los sinceros bardos ¡Virgencita! corten la flor de su fe más lozana y la lleven de un vuelo hacia tu ermita, en alas de la pura fe cristiana!

70


DIEGO M A R IA CREHUET

Sus ojos se abrieron en Cáceres el día 20 de enero de 1873. Hizo sus estudios de bachillerato en esta ciudad y los de De­ recho en las Universidades de Salamanca y Madrid. Notario en Arroyo de la Luz, bien pronto su verbo se destacó como uno de los más elocuentes y brillantes de Extremadura. Estu­ vo al frente de la Secretaria de Seda y también desempeñó el cargo de Presidente de Sala de la Audiencia Territorial de Cá­ ceres. Su carrera profesional culminó como Fiscal del Tribunal Supremo. Académico de M érito de la Real Academia de Juris­ prudencia y Legislación. Escribió incontables trabajos repletos de Ciencia Jurídica y también magníficos ensayos literarios. Falleció en Cáceres en 1956. El inspirado " Ripiosín” le cali­ ficó de Orgullo de la noble Extremadura, cacereño leal, sencillo y sabio... De Diego María Crehuet hizo una ajustada semblanza jurí­ dica el ilustre periodista Luis de Armiñán de la que entresa­ camos un párrafo que resume admirablemente su vida y obra: "Fue en las aulas maestro de sus compañeros, voraz e in­ cansable estudiador de esos que pasaron sus noches de claro buscando en los libros las alegrías para el alma. La Filosofía, la Literatura, el Derecho y la Historia, las Ciencias Sociales y 71


las lecturas clásicas, nutrieron su inteligencia de tal modo que hasta en una carta que escriba se saca deleite y se cosecha en­ señanza. Es su cultura maciza, y hondo su saber, y limpio y bello su estilo. Dotado de poderosas facultades cerebrales, dueño de un espíritu ágil, conozco muy pocos que como Cre­ huet sepan tanto y de tantas cosas diversas...”. Grandilocuente orador y fervoroso cacereño, el 11 de oc­ tubre de 1924 entonó un bellísimo canto de amor y devoción a la Virgen de la Montaña, con motivo de los Juegos Fiordes de la Coronación Canónica como Mantenedor de los mismos. Su brillantísima intervención finalizó así: " Y ahora "¡Soñemos, dm a, soñemos!”, que dijo Segismun­ do de Calderón; soñemos con este Cáceres de vida industriosa y próspera, para después personificar la ciudad en una estatua de belleza mórbida y serena, que triunfa, que domine desde lo d to de una torre c u d otra del Bujaco, y llegue el día en que una mujer hermosa, como la que preside esta fiesta, en medio de corte tan seductora y gentil, la coronen con guirnaldas de encinas y purpurinas rosas, en el simbolismo de exaltarlas como a madre dulce y bendita, de cuyo seno, venturoso y fecundo, sdgan generaciones de hombres buenos".

72


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

Cuando penetro en tu risueña ermita Y tu semblante bello y puro miro, De amor mi pecho exhala hondo suspiro Y en dulce afán el corazón palpita. Hálito leve en tu redor se agita Frescor y aroma dando a tu retiro, Mientras el del mundo huracanado giro En el bélico horror se precipita. Pido humillado ante tus plantas puras Ponga tu mediación fin a la guerra y resuene entre goces y venturas La voz que a la maldad hunde v aterra : ¡Gloria al Omnipotente en las alturas Y paz a los humanos en la tierra!



LUIS GRANDE BAUDESSON

Vino al mundo en Cáceres el día 15 de febrero de 1874 y falleció en esta vetusta capital extremeña el día 17 de febrero de 1956. Abogado, diputado, presidente por dos veces de la Diputación Provincial de Cáceres, Gobernador Civil de diver­ sas provincias. Poeta, periodista, director de "El Adarve”, pe­ riódico más literario que político, que se comenzó a publicar en 1903. Grande Baudessón Valdés y Machado era persona muy correcta. Cultivó la prosa y el verso. Poeta de verdad. Dio a la estampa varios libros de poesías. Romero Mendoza, crítico exigente, se refiere a los valores de la poesía de Grande Baudessón, pluma inspirada, llena de plasticidad y galanura. La bellísima composición que incluimos la leyó el autor en la velada literario-musical de la noche del 22 de abril de 1906 con motivo de los actos celebrados en Cáceres para solemnizar la declaración canónica a favor de la Virgen de la Montaña como Patraña de la ciudad cacerense. 75


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

Dicen que te cante, Virgencita mía, Virgen de mi pueblo, pero no me dicen cómo he de valerme para que sin alas me remonte al cielo. Yo que sé quererte con el alma entera, yo que de ti, Virgen, tengo el pecho lleno, yo que me confundo cuando busco ansioso cuál de estos dos nombres aprendí primero, si el tuyo que en Salves me enseñó mi madre o el suyo tan santo que de ti lo hicieron; yo que aunque me aleje de tu blanca ermita siempre estoy contigo, pues te llevo dentro, nada sé decirte cuando todos hablan ahora que me piden que te traiga versos. Como las tristezas cuando hieren hondo, mi cariño, Virgen, siempre fue callado, nunca palabrero, cual si sospechara que al salir al aire y rozar el suelo fuese a profanarle cualesquier impío, fuesen a robarle de avaricias ciegos los que se refugian tras tu relicario, manantial eterno donde bebe Cáceres esta fe divina que a tu gloria sube con amor de rezos.


Tú lo sabes, Virgen. Cuando me pidieron que te amase en público, y lo hiciera en versos, mi primer impulso, todo avergonzado, fue salir huyendo. Yo no tengo notas en mi bronca lira. ¡Yo no sé hacer eso! Mas arrepentido porque no creyeran que si no te ofrezco mis toscos cantares, mis pobres conceptos, es que no me humillo, o te quiero poco, o que no te quiero; aunque no traen música, con mis coplas, Virgen, con mis coplas vengo. ¿Cómo he de ensalzarte si tu nombre es todo?, ¿qué voy a decirte siendo tan pequeño? Yo estoy en el trance angustioso y triste del juglar del cuento. Era un saltimbanqui que te amaba mucho y haciendo piruetas cruzaba los pueblos. Un día aquel hombre llamó en un convento y en él para siempre quedóse de lego. Erase tu fiesta, Virgen adorada, y los religiosos con amor inmenso a tus pies llegaron y en tu altar pusieron discursos, coronas, poesías, inciensos... Sólo el saltimbanqui nada te llevaba aunque su cariño le abrasara el pecho, y anegado en llanto, con angustia horrible a tu altar se acerca ruboroso y trémulo y frente a tu Imagen, cuando queda solo, con los pies por alto, la cabeza al suelo, cual si fuera un loco realizó aquel hombre todo su programa de titiritero, todas las piruetas de su repertorio... ¡y ese fue su obsequio!


No tenía otra cosa que llevar de ofrenda, y tu Santa Efigie, que lo estaba viendo, alargó la mano, le tomó el pañuelo, y reconocida enjugó la frente del juglar del cuento. Ese soy yo ahora, Virgencita mía, Virgen de mi pueblo. Tengo de tu Imagen la pupila llena, donde van mis ojos tu grandeza veo, sé que eres la Virgen que se apiada amante del que está sufriendo; sé que por la cuesta de tu santuario andan la plegaria y el milagro a un tiempo; sé que con tu manto la ciudad se cubre; ¡sé cuánto te debo! mas inútil todo, nada sé decirte, sólo esta “pirueta” que rimó mi esfuerzo es lo que te traigo; pero tú que miras cómo tengo el alma, para mi consuelo, di a los que me escuchan que si soy tan pobre, es cuando lo digo, ¡no cuando lo siento!

78


ANTONIO M A R T IN E Z Y M A R TIN E Z

Poeta de altos vuelos es el Dr. Antonio Martínez. Con tanto saber como elocuencia ocupó la sagrada cátedra durante el novenario en honor de la Santísima Virgen de la Montaña en la parroquia de Santa María, con motivo de haber sido de­ clarada canónicamente por S.S. Pío X Patrono de la M uy N o­ ble y M uy Leal Ciudad de Cáceres en 1906. El orador de re­ ferencia estudió a la Virgen como centro de amor de los cacereños y la cantó en la poesía que le dedicara en tan solemne ocasión, la cual recogemos en estas páginas. 79


EN LA DECLARACION CANONICA DE LA SANTISIMA VIRGEN DE LA MONTAÑA, COMO PATRONA DE CACERES

Señora: Si del alma los amores, cuando inocentes son te satisfacen; si de las puras y lozanas flores los límpidos colores son ofrenda y regalo que te placen; si el despertar alegre de la aurora, si el silencio profundo de la noche, y el cantar del labriego y el perfume de flor que abre su broche, y el del ave canora los trinos melodiosos, y del torrente el murmurar que ciego desciende por barrancos escabrosos, y arrastra hasta el abismo los restos de los árboles, lo mismo que el huracán bravio, la leve paja; y la preñada nube, que desgaja del trueno al estampido la cresta de su nido el águila coloca, y la hiedra adherida a eterna roca, y todo cuanto existe de belleza en la naturaleza... 80


Si todo te tributa un homenaje, si todo es pedestal de tu grandeza, si el cielo con sus tintas y celajes, y la tierra fecunda con largueza te rinde vasallaje; si aceptas su belleza y melodías ¿no has de aceptar las alabanzas mías? Si agradeces, Señora, que las flores te ofrezcan sus primores, cuando Natura del sopor despierta de la noche sin luz, muda y desierta; si agradeces de castos ruiseñores la delicada oferta que te hacen con tus cantos seductores en las selvas sombrías... ¿No has de aceptar las alabanzas mías? Si del pueblo de Cáceres el grito que alegre repercute en la Montaña; si el ¡viva! que mil veces ya repito uniéndome al feliz pueblo de España; si del alma extremeña agradeces, Señora, los amores, ya que eres Tú, la Imagen con quien sueña y el consuelo de todos sus dolores, y el motivo de tantas alegrías; si aun cuando muy pequeño yo también tengo el alma de extremeño, ¿no has de aceptar las alabanzas mías? Cual si fuera una sola la aspiración de la creación eterna, se escucha por doquiera un himno consagrado a tu belleza: y el niño que te reza dichoso de su madre en el regazo; y el anciano que acaso en breve plazo irá a vivir por siempre en ultratumba, y el huracán que zumba conmoviendo arboledas seculares; y los hirvientes mares, y los mansos riachuelos reflejando en sus aguas argentinas las delicadas tintas de los cielos; y las viejas encinas 81


que se quiebran atónicas al peso del vendaval furioso; y el aura que saluda con su beso a la flor primorosa; y la gracia sin par de la azucena, y el color encendido de la rosa flor primorosa y de delicias llena; todo, María, todo, cada cosa a su modo, te alaba y te bendice en estos días, ¿y han de faltar las alabanzas mías? No, Reina excelsa. Si Cáceres ante tu altar se arrodilla; si el sol que en el cielo brilla te llena de resplandor; si los astros te coronan, si la luna a tus pies gira, y si el mismo Dios te mira como centro de su amor; yo que me llamo hijo tuyo, yo que nací para amarte, y que no sé ya qué darte porque te di el corazón; que cuando duermo te sueño, que al despertarme te admiro, que sólo a quererte aspiro, que eres toda mi ilusión. Yo que a tu ciudad envidio, yo que a Cáceres me agrego, y que estoy dispuesto luego a dar por ello mi ser. Yo que terminar no puedo, Señora, mi humilde canto, porque el sentimiento es tanto que me obliga a enmudecer. Yo que no siendo poeta mal puedo decirte nada, si no que el alma abrasada tengo ya de tanto amar... dejo de escribir y arrojo la pluma con que escribía, porque es mejor, Madre mía, verte .. sentir... y llorar.


FRANCISCO BELMONTE Y ROMERO

La ciudad de Mérida —la romana "Augusta Emérita!’— se enorgullece en ser su cuna. Nació el año 1876. Fue un notable jurisconsulto, Decano del Colegio de A bo­ gados de Cáceres, administrador de la Casa de Abrantes y Diputado Provincial. Se distinguió como periodista. Colabo­ raba en la prensa regional y llegó a ostentar la dirección de la revista " Alm a Extremeñar . En los últimos años de su existen­ cia hacía periódicas apariciones en la revista "Alcántara”. Se ocultaba muchas veces tras el seudónimo de "Higinio de Bcdmasedd’. De él dijo Publio Hurtado que tenía talento, ima­ ginación, desenfado y elocuencia. También elogiaron su per­ sonalidad los escritores Juan Luis Cordero y Pedro Romero Mendoza. 83


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

Por alta cumbre de feraz colina, El sol envía de su luz raudales Y refleja el arroyo en sus cristales, Sus rayos de belleza peregrina. El Ser que ordena todo y lo domina, Por tu mano los bienes celestiales Nos manda. Tú remedias nuestros males Y absorto y mudo el mundo se te inclina. En este pueblo que te adora tanto, Sembrar quiere el impío su cizaña De sus creencias y su fe quebranto. Mas Tú le amparas desde la Montaña Y cobijan los pliegues de tu manto, Al orbe entero y, sobre todo, a España.


DIEGO MARCELO MERINO (LUCERIN)

Nacido en Cabezarados, provincia de Ciudad Real, el 5 de mayo de 1877. Es un discreto y virtuoso Sacerdote que ha lle­ vado a cabo un fecundo apostolado en la diócesis cauriense. Destaquemos siquiera su actuación por las parroquias de Caminomorisco, Torrequemada y Coria. Siendo párroco en Torrequemada, fue designado Prior de la ermita de Nuestra Señora del Salor, la primera Patraña de la ciudad de Cáceres de los " Freyres”, de Santiago y "San Ignacio”. Como periodista y es­ critor, la labor de Marcelo Merino, que se firmaba "Lucertn” y "El Prior del Salor”, ha sido trascendente al frente de la revis­ ta "Hurdes”, dedicada por entero a procurar la regeneración total de la desdichada comarca de su nombre y de sus misérri­ mos habitantes, y en el diario "Extremadura’, del que fue re­ dactor. En homenaje sincero por su meritoria obra se ha dicho que Marcelo Merino fue el más hurdano entre los hurdanos y el más extremeño entre los extremeños. También ha publicado "¡Sangre de Mártires! Vida y martirio de un extremeño en la Ciudad de los Concilios. (Fausto Cantero Roncero)”. En la actualidad se halla jubilado y reside en Torrequemada. Cuando cursaba sus estudios en el Seminario Consiliar, empezó a co­ sechar laureles.


A LA SANTISIMA VIRGEN DE LA MONTAÑA NUESTRA

OFRENDA

" Que el que suba aquella cuesta y en el pecho lleve agravios, turbias aguas en los ojos y en los hombros dura cruz, baja alegre sin la carga, con dulzuras en los labios, con amores en el pecho y en los ojos mucha luz...” Jo s é M .a G a b r iel y G alán

Alegre Palomita, que moras en la altura, desde esa montañuela, do está tu camarín, dirige una mirada de amor y de ternura al bardo que a tus plantas templando está el violín. Si sé yo algo de amores, de ti lo he aprendido, que tienes en tus manos mi pobre corazón... ¡Troveros y juglares, que siempre habéis mentido, romped, romped las liras que empieza mi canción!

Yo sé que mis canciones de rústica armonía te encantan y fascinan haciéndote llorar y sé que muchas veces te llenan de alegría las notas impalpables de mi rudo cantar. Yo canto las canciones que Tú me has inspirado besándome en la frente con místico pudor, ¡felices los momentos, las horas que he pasado oyendo de tus labios delicias de tu amor! Mi canto no es el canto de aquellos trovadores que muestran de su orgullo la insólita altivez buscando extranjerismos, cual viles plagiadores, que manchan del idioma la pura sencillez.


El cielo de mi Patria, los campos de mi tierra hiriéronme poeta e hiciéronme cantor y allá sobre las rocas de tu escarpada sierra busqué yo muchas veces mil notas de color. ¿No sabes, Morenita, que allá en mis mocedades teniendo sed de amores de ti me enamoré y al verte tan hermosa, las necias vanidades, encantos y placeres del mundo abandoné? ¿No sabes que de niño no lejos de tu ermita la cuna de mi infancia feliz se deslizó y acaso en los albores de alegre mañanita, mi madre venturosa a ti me consagró? ¿No sabes que no ha muerto, que vive en mi memoria con dulce remembranza, que me hace estremecer el místico recuerdo de aquella triste historia que en esa blanca ermita pasó un atardecer? Brillaba en el ocaso el lucero vespertino... La sierra semejaba la copa de un ciprés... Sangrando en los abrojos del áspero camino las guijas del repecho hiriendo iban mis pies. Subiendo aquella cuesta tu ermita divisaba tocada de una nube de bello resplandor... En un mar de amarguras mi pecho se agitaba... Mis labios murmuraban plegarias de dolor... El peso de las culpas sentí sobre mis hombros que hicieron más pesadas mi negra ingratitud y dentro de mi alma llevaba los escombros, las ruinas de mi antigua, lozana juventud. Allá sobre la cima de aquellas bravas peñas, que al trono de tu gloria le sirven de escabel, mis ojos enviaban miradas halagüeñas queriendo en tu sonrisa dejar su amarga hiel. Llegué, llegué a tus plantas cansado y dolorido; mis ojos te miraron con loco frenesí, mis labios murmuraban palabras sin sentido y mi alma toda entera a tus plantas la rendí. 87


Después bajé la cuesta, el pecho sin agravios, sin aguas en los ojos, cansados de llorar, con luz en las pupilas, dulzuras en los labios y amores infinitos, inmensos como el mar.

Alegre Palomita, que moras en la altura, desde esa montañuela, do está tu camarín, dirige una mirada de amor y de ternura al bardo que a tus plantas templando está el violín. Si sé yo algo de amores de ti lo he aprendido, que tienes en tus manos mi pobre corazón, en él está la ofrenda que darte yo he querido envuelta en las estrofas de mi humilde canción.


ENRIQUE M O N TAN C H EZ JIMENEZ

Nació en Cáceres el 22 de diciembre de 1877 y murió en Lérida el 16 de septiembre de 1928. Estudió la carrera de De­ recho. Fue secretario de la Diputación Provincial de Cáceres y después, de la de Lérida. Desde su juventud destacó en la prensa regional. Como poeta y escritor, hizo sus primeras armas en el semanario cacereño " Malvas y Ortigas”. Colaboró también en "La Asam ­ blea”. Pero donde se reveló con sus magníficas cualidades para las Letras fue en "Alma Extremeña”, otro semanario de Cá­ ceres. En sus trabajos literarios popularizó los seudónimos de "Ripio” y "Ripiosín”. Poeta fácil, oportuno y de lozana inspiración, conquistó no pocos lauros en concursos y Juegos Florales. Tanta soltura y maestría acusaba en sus composiciones, que Tomás Murillo dijo de él que era de los que hacían un soneto o una décima mientras se lavaba. Y el poeta badajocense, Manuel de M on­ terrey, escribió así acerca de la obra de este vate cacereño: Risas, suspiros y besos forman sus dulces poesías... Amapolas y azucenas en amplias hojas de acanto... Bouquet que sujeta el hilo de sutiles ironías. Cuando ya se encontraba ejerciendo en Lérida, y con mo­ tivo de un viaje de Don Alfonso XIII al Valle de Arán, Enri­ que Montánchez leyó ante el Monarca una composición que fue premiada con calurosas ovaciones y que mereció del Rey estas palabras: "Es una poesía muy hermosa y muy sentida, dentro de su sencillez. Te la agradezco mucho, Montánchez, y no dejes ociosa a la Musa”. 89


TU MORADA

Entre peñas, solitario, Tu modesto Santuario Más arriba del Calvario Se levanta. ¡Del Calvario donde un día Presenciaste la agonía Del Dios-Hombre que moría, Virgen Santa! Cuando llego a estos lugares, Para el mal de mis pesares Hallo siempre en tus altares Mil consuelos; Y rezando arrepentido, Cual si fuera un elegido, Gozo tanto, que me olvido De mis duelos. Allá abajo, los dolores, Los amargos sinsabores, De los tristes pecadores. Cieno, escoria... En tu ermita, ¿qué se encierra Tu morada no es la tierra. ¡Tus altares de la sierra Son la gloria!


M ANUEL M O N TERREY CALVO

El muy destacado poeta extremeño, Manuel Monterrey, na­ ció en la ciudad badajocense en 1877. Desde temprana edad se dedicó al cultivo de la poesía, preso de una fuerte y pode­ rosa vocación. A l correr de su larga existencia —falleció en la población citada el 15 de diciembre de 1964— produjo un buen haz poético que agrupó en sus volúmenes "Mariposas azules”, "Madrigales floridos” —con un prefacio del inmortal lírico Francisco Villaespesa— y "Medallones extremeños". En cola­ boración con el laureado novelista Antonio Reyes Huertas pu­ blicó otro libro de poesías que llevaba por título "La nostal­ gia de los dos”. La obra poética de Monterrey —de acento clásico y de va­ lor conceptivo— contó con la devoción regional en sus hojas volanderas, en sus ventanales. Honró frecuentemente las pá­ ginas poéticas de la prensa con sus composiciones, que no dejó de escribir hasta la hora de su muerte. Así era de fiel y cons­ tante a su dedicación. También cultivó el género epistolar y con garbo. De esta afirmación ha dejado constancia la pluma ágil de Tomás Rabanal Brito. Fue asimismo traductor del por­ tugués. Y volviendo a su faceta lírica hay que añadir que sus composiciones se caracterizan por estas notas esenciales: paz, serenidad, ternura y transparencia. Monterrey fue aplaudido y admirado por los poetas de su época, entre ellos, Gabriel y Galán, con quien el vate badajo­ cense sostuvo cordiálísimo intercambio epistolar. 91


OFRENDA A MI HIJO

A la Virgen de la Montaña

Tras siete largos años en espera el rosal de mi amor ha florecido. Luce un tierno pimpollo que ha nacido al beso de una hermosa primavera. Es del rosal que lo sustenta orgullo y encanto del jardín donde florece. ¡Con sólo su perfume reverdece de mi niñez el amoroso arrullo! Mi humilde hogar ya tiene su alegría, yo un hijo a quien querer. Tú, Virgen mía, un ángel que te mira de embeleso... ¡A tus pies deposito mi cariño!... ¡ Sólo te ruego que me des al niño cuando quiera su padre darle un beso!

92


FEDERICO REAÑO GARCIA

Nació en la ciudad de la cerámica, Tálavera de la Reina, provincia de Toledo en 1878. Se injertó en Cáceres en 1908. Murió en esta ciudad en 1927. Comandante de Infantería. Es­ critor fecundo y festivo, pleno de inquietudes. Publicó relatos, cuentos, novelas, composiciones, piezas teatrales, etc. Sus obras "Am or burlón”, "La mala mujer” e "Historia vulgar” fueron premiadas en certámenes literarios. También publicó un libro de poemas "Hojas caídas”. Se le considera como uno de los primeros cantores de la ciudad. Su obra teatral "Las dos sen­ das” la escribió en colaboración con Juan Luis Cordero. Reaño colaboró mucho en la prensa extremeña y fundó el semanario "Renovación”. Tiene, además, en su favor haber engendrado un héroe, un soldado y poeta en su hijo Federico Reaño Osu­ na, Alférez Provisional, Teniente de la Legión, que hizo ofren­ da de su vida a la patria en el frente de Teruel. 93


ANTE SU ALTAR la Virgen de la Montaña, Patrona de Cáceres)

Ansiando encontrar consuelo a mi profundo penar, elevé mi vista al cielo y acudí con gran anhelo a postrarme ante su altar. Orando en la ermita estaba, y al rezar, el alma mía dulce consuelo encontraba, pues la Virgen escuchaba lo que mi labio decía. Y rezando con fervor ante su imagen de hinojos, escuché un leve rumor y vi en sus divinos ojos una mirada de amor. Al punto creí sentir una voz dulce y extraña que parecía decir: Te acaba de bendecir la Virgen de la Montaña.


JUAN LUIS CORDERO GOMEZ

Vio la luz primera en Cáceres el día 22 de octubre de 1882. Falleció en la misma ciudad el 12 de diciembre de 1955. De origen humilde —pasó por distintos oficios y profesiones hasta que llegó a ser Secretario de Administración Local—, se elevó por su valía e inspiración. Poeta de fértil numen. Conquistó en reñida lid varias Flores Naturales con sus poemas. Es conocido por el Juglar de Extremadura. Tiene publicados los libros "M i torre de Babel", "Eróticas”, " Vida y ensueño”, "Regionalismo", ”Cosas de la Vida”, ”La tragedia del héroe”, "Clara Luna!’, "Devocionario de amor”, "La Musa del pecado” y "Hojas del árbol caídas”. Su Himno a la Previsión fue declarado nacional y, adoptado por Garrovillas del Alconétar, el dedicado a la Virgen de Altagracia. Ob­ tuvo premios también en los certámenes de Badajoz, Plasencia, Ronda y Huelva. "La musa de Cordero —ha dicho un ilustre crítico— es genuinamente española. La patria grande, con su historia y sus épicas hazañas; la patria chica con la feracidad de sus cam­ pos, con el verdor de sus olivares y la frescura de sus huertas, tienen para él un encanto tal, que los elige casi siempre por temas de sus canciones. Los esplendores de la Naturaleza se reflejan en el corazón de Juan Luis Cordero”. 95


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

I Desde mi pobre choza, se diría, cuando la aurora los picachos baña y va a surgir el sal de la Montaña, que en tu agreste morada nace el día. Dulce Pastora de una serranía que no tiene vestigio ni alimaña. Ño hay gozo como ser en tal cabaña cordero humilde de tu pastoría. Por Ti es Sagrario el elevado risco... El suave cautiverio de tu aprisco es remanso de paz, vida y dulzura. Balcón abierto a inmensos horizontes que recortan la línea de los montes de Gredos y de la Alta Extremadura. II Pastora y Madre que nos diera el Cielo como una muestra del favor divino; que siempre ansiosa del feliz destino de tu rebaño, vives en desvelo.


í

Tú calmas la fatiga y el anhelo del doliente y cansado peregrino. Tú, al que halló la desgracia en su camino, sanas la herida dándole consuelo. Fuente serena que consuelos mana, a Ti va la doliente caravana de nuestros mansos íntimos fervores. A Ti llega en raudales de alegría, con el galano abril, la romería de nuestra grey en procesión de amores. III Grey que sabe no hay duelos tan fatales a los que tu Clemencia no abra plazo; que es el tibio calor de tu regazo bálsamo celestial de nuestros males. El magnate y el paria son iguales ante Tu Excelsitud, sublime lazo que disipa en las paces de un abrazo agravios y rencores desleales. Tu devoción nos une y nos concilia como a los miembros de una gran familia que halla en tu Fe y tu Amor bienes prolijos... Tesoro que tu pueblo reverencia porque lo guarden como santa herencia los hijos de los hijos de sus hijos.

97


!

I


MIGUEL GIM ENEZ AG U IRRE

Nació en Cáceres el día 1 de octubre de 1884 y falleció en la misma ciudad el 28 de noviembre de 1936. Médico y poeta de fértil ingenio. Autor de "Coplas de lance”, donde pone de relieve su chispa. Las publicó en los diarios "Extremadura? y "El Noticiero”, de Cáceres, de los que fue Redactor Jefe y Di­ rector, respectivamente. Tenía una gran inspiración. Había tra­ bajado mucho la poeúa, lo mismo la festiva que en los demás géneros y características. Todos sus poemas los terminaba fe­ lizmente. Versificaba en broma y en serio, pero con lozanía. Rico, fértil numen. También tiene poemas llenos de ternura. Mereció galardones en varios concursos literarios. Tal era su facilidad para versificar que algunas "Coplas de lance” las es­ cribió sin levantar la pluma y sin corregir una sola palabra. Este coplero mereció los elogios del Dr. Enrique Reig y Casanova, Cardenal Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas. Poeta satírico de mucho ingenio, acierto y agilidad. Su entrega diaria al trabajo de la prensa le ofreció escaso hueco para llevar adelante la obra que prometían sus elevadas con­ diciones líricas. De Giménez Aguirre cabe mencionar, siquiera, sus poemas "Los hijos”, "La Virgen Morena'’, ”La C und’, que apareció en "Blanco y Negro” y "A la mujer española?’. 99


LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

(Premiada en los Juegos Florales de 1924)

I Sobre el cerro más alto de los bravos picachos de la sierra; como paloma inmaculada y blanca que, cansada del vuelo, recogiera la nieve de sus alas al abrigo tranquilo de las peñas, se alza, en la cima del alcor, la Ermita donde el pueblo de Cáceres venera la sacrosanta imagen consuelo de sus penas, alivio de sus males, sostén de sus empresas, amparo de sus cuitas, faro de luz que alumbra sus tinieblas, calmante de sus duelos, olvido a sus tristezas, apoyo y guía de sus torpes pasos por la tortuosa senda que empieza sonriente en una cuna y termina, al final, bajo la tierra.


Desde la alta Montaña a cuyos pies el pueblo se recuesta, la Virgen milagrosa tiende sus brazos, de fervores llena, para acoger en su amoroso seno a todo aquel que con fervor le reza. A todo el que le pide; a todo el que le ruega; al rico que, infeliz, sus penas llora; al pobre que le dice sus pobrezas; al dichoso que canta su alegría; al infeliz que su dolor le cuenta; al triunfador que de su triunfo goza; al fracasado que hunde su cabeza en el lago sin fondo y sin orillas de la desesperanza y la impotencia. ¡Todos, todos, al verse ante la Virgen de la Montaña, su consuelo encuentran! Todo el que sube, vacilante y triste, por la empinada cuesta, y a los pies de la imagen venerada —tan pequeñita y bella— deposita la flor de una plegaria, con amorosa y delicada ofrenda... no le pesa, al bajar, sobre sus hombros, el doloroso fardo de las penas. ¡ ¡ La Virgen puso en la sangrante llaga, la santa panacea del santo amor y caridad cristiana, de la resignación y la paciencia! ! II Hoy es día de amor y gratitudes. Hoy es la alegre fiesta en que los hijos de la Madre amante —hidalgos hijos de la hidalga tierra— ofrecen a su Virgen milagrosa como prenda de amor, pobre y pequeña, una regia corona con que adornar su célica cabeza.


¡ ¡ ¡Que la Reina de los apóstoles, de santos y profetas; la que es Reina, en el cielo, de los ángeles, bien puede ser entre sus hijos Reina! ! ! En la preciada joya, hermoso simbolismo de realeza, no mires, Virgen mía, los valores del oro y de las piedras. Sus topacios, rubíes y esmeraldas, sus brillantes y perlas, no tienen para ti valor alguno —oro, polvo, miseria—. Mira sólo el cariño de tus hijos que pusieron su amor en tal empresa, mira, sí, que entre aquellas filigranas, que el artista hizo bellas, va escondido el fervor con que tu pueblo —ese pueblo que a ti llevó sus quejas— pretende agradecerte tus favores en la humilde medida de sus fuerzas.

III Bastó sólo una voz autorizada —la del sabio Pastor de tus ovejas— para que el pueblo en masa se aprestase a convertir en realidad la idea. Y con destino a tu corona fueron alhajas y preseas, que tibio amor del íntimo recuerdo el relicario familiar conserva. Y aquel forjado, enmohecido herraje de la vitrina hermética que, en el respeto del salón cobija la casa solariega, al estímulo noble de tu divino amor abrió sus puertas. Y los cajones de pesados muebles; las frágiles maderas de la cómoda humilde donde guarda el pobre su pobreza;


el viejo arcón del mísero labriego; el baúl de la pobre lavandera y el hato del pastor que oculta avaro el hueco tronco de la encina vieja; todos se abrieron al conjuro mágico de cariñosa oferta. Y allá fueron, en noble pugilato, para fundirse en tu corona regia, las rancias arracadas del vetusto aderezo de la abuela que, como joya de preciada historia, la tradición de siglos recogiera. El rosario de plata, con sus doradas cuentas, con que sus manos de marfil atase la santa madre muerta. La amorosa pulsera que a la viuda, en su tristeza y soledad recuerda la arrogante figura del esposo que pudre ya la tierra, y que, un día feliz, la desposara ante el altar de la pequeña iglesia. Y el reloj viejo de valiosas tapas; y los pendientes de la humilde obrera; la gargantilla que gastó de moza la hermana más pequeña antes que Dios, en sus designios altos, la llamase a gozar de su presencia. El lujoso alfiler donde se lucen el escudo y las armas de un emblema y el rico broche que en costosos trajes fue señal de opulencia. Y... ¿qué más? ¡¡A ún hay m ás!! Aquel anillo que en sus deditos de jazmín luciera, en tiempos más felices, la pobre hijita muerta; aquel anillo que la madre guarda —-celosa de su prenda— como tesoro inestimable y dulce de aquella flor de carne que perdiera. El anillo ante el cual el hombre fuerte 103


abate su entereza y se hinca de rodillas cuando el recuerdo de su hija besa... ¡ ¡Ese... También fue dado a tu corona! !, I i también fundió en aquélla su m odestia! Los desgraciados padres no vacilaron en hacer la oferta. Entrambos se dijeron ahogándose de pena... “Eso sólo tenemos de la niña; si lo damos allí, ¿qué más nos queda? Pero es para la Virgen que fue la Madre nuestra; y la Virgen está siempre en el Cielo; y en el Cielo... ¡ ¡ ¡ESTA ELLA! ! !” IV Y así, en tu joya, se fundieron todas las almas cacereñas. Y entre la flor de alicatado adorno; bajo la cruz que su remate ostenta; y en el fulgor de sus brillantes ricos; y en el pálido otiente de sus perlas; y en el metal precioso que el artífice trabajara con arte y con paciencia; en todos sus primores, en todas sus riquezas, va el corazón de alguno de tus hijos que canta o llora...; que medita o reza. En la preciada alhaja, hermoso simbolismo de realeza, no mires, Virgen mía, los valores del oro y de las piedras. Ante tus claros y divinos ojos, los bienes de la tierra carecen de valor. Mira tan sólo el amor que pusimos en la ofrenda. Mira, sí, que entre aquellas filigranas, que el artista hizo bellas, va escondido el fervor con que tu pueblo —ese pueblo que a ti llevó sus quejas—


pretende agradecerte tus favores en la humilde medida de sus fuerzas. Mira también al último de todos que, en balbuceos de su torpe lengua, quiso hoy cantar en insonoros versos tu magnitud excelsa. Vuelve hacia mí tu celestial mirada y ve cuán miserable y cuán pequeña es, comparada con tu amor inmenso, la ofrenda del poeta. Gusano soy que por el lodo inmundo arrastro mi dolor y mi laceria, pero hacia ti se elevan mis pupilas sin miedo a quedar ciegas... ¡ ¡ Que el hijo más humilde, más enfermo y más vil en apariencia; el más infortunado, es el que más se acerca al sagrado refugio de la madre que, con su amor, disculpa sus torpezas Amparo para mí y para los míos te pido en esta fecha, y te digo, doblando ambas rodillas... “Bendita sea, ¡oh Virgen!, tu pureza.”



ARSENIO GALLEGO H ERNANDEZ

Soriano de nacimiento (1886), injertado en cacereño y ma­ ñano fervoroso. Arsenio Gallego —que era catedrático de Ma­ temáticas y maestro de generaciones de cacereños— tema mu­ cho interés y tesón en escribir para la Virgen de la M onta­ ña. Posiblemente es de los poetas que más producción han dedicado a la Virgen. Algunos de sus poemas son verdaderos madrigales. Gállego falleció en Cáceres en 1969 y su viuda, también profesora, doña María de las Mercedes Cantero, con excelente acuerdo ha reunido en un volumen ''Aromas celes­ tiales”, parte de la obra del vate, como testimonio de devoción a María de la Montaña. 107


FARO Y GUIA

Elegiste, Señora, la Montaña para ser de tu pueblo faro y guía. ¡Oh reina de una triple Monarquía! ¡Patrona excelsa de un rincón de España! El esquilón que canta en la cabaña tiene sones de amor y poesía; todo aquel que su pena o su alegría a contártela viene, no se engaña. El que llega a tus pies falto de aliento rezando el Vía Crucis o el Rosario pronto respirará plácido y contento. Es para el cacereño tu Santuario mansión de paz, divino apartamiento y el último escalón de su calvario.


ELIAS SERRADILLA VEGA

La localidad de Agallas, provincia de Salamanca, vio nacer a don Elias Serradilla Vega el día 12 de mayo de 1888. Doctor en Sagrada Teología por la Universidad Pontificia de Toledo, fue vicerrector del seminario conciliar de Coria y profesor de Teología, Ascética y Mística. Párroco de la Iglesia de Santa María la Mayor de Cáceres y Arcipreste de la ciudad y, en la actualidad, Chantre de la S. I. C. Ha colaborado en diversas publicaciones de Extremadura. 109


TOCANDO AL CIELO

A la Virgen de la Montaña

Tiene Cáceres un monte a sus murallas cercano, que recorta su horizonte y es de recuerdos arcano. Es la Montaña graciosa, que todo el pueblo venera, donde florece la rosa de la devoción señera que profesan a María los muy nobles cacereños que la invocan noche y día, hasta en dorados ensueños. Un trono sobre una peña sus hijos le levantaron y Patrona proclamaron: a la Virgen cacereña, con entrega generosa de su vida y de su muerte en ofrenda muy dichosa y en tal grado y de tal suerte, que no hay más dulce vivir que al amparo de su brazo y no hay más bello morir que al calor de su regazo.


Su caminito de cielo a que subamos convida, buscando el dulce consuelo de María, nuestra Vida, como la Iglesia le canta en fervoroso clamor, que inflamando nuestro amor, hasta Ella nos levanta, para gustar en el beso de sus labios maternales miel de gracias celestiales, que son del alma embeleso. Y cuando ya en su presencia el alma sus culpas llora y con filial reverencia su favor y gracia implora, no hay pecador obstinado que no sienta renacer un más claro amanecer en su noche de pecado. Y si el alma es inocente y culpa no cometió, ¿qué lengua tan elocuente dirá lo que allí sintió? Mas si el alma lleva penas que traspasan de amargura, halla allí una fuente pura en que bebe a manos llenas gracias de dulce consuelo, que alientan y fortalecen con esperanzas del cielo a los tristes que padecen. Es que la Virgen clemente dice a su Hijo Divino, señalando al indigente: “Mira que no tiene vino”. Y como su Hijo jamás dejó de escucharla atento, dice al alma en su lamento: “Vete en paz; no llores más”.


Ya, ciertamente, no extraña que las almas cacereñas busquen miradas risueñas subiendo hacia la Montaña, donde su Virgen graciosa las aguarda con anhelo en una ermita preciosa que es la antesala del cielo. Subid, almas, con presura; no detengáis vuestro vuelo; dejad este bajo suelo, que, si llegáis a la altura, entusiasmadas allí diréis como Pedro a Cristo: ¡Qué bien estamos aquí después de lo que hemos visto! Dilatados horizontes la cumbre os señalará, y, por cima de los montes, María os descubrirá una más excelsa cumbre que el Sol de Verdad alumbra, sin eclipse y sin penumbra, por ser Dios mismo su lumbre. Subid, subid hasta Ella y sin prisa de bajar, pues desde la altura aquella creeréis el cielo tocar.


FRANCISCO ROMERO LOPEZ

Figura sobresaliente de este copioso haz poético es la de Francisco Romero López, que nació en Barco de Avila el día 4 de octubre de 1890. Siguió la carrera sacerdotal con las máxi­ mas notas y a los tres meses de cantar misa ganó la primera canonjía en la Colegiata de Covadonga (Asturias), donde per­ maneció año y medio por alcanzar la dignidad de Magistral de la S. 1. C. de Zamora, que desempeñó hasta su fallecimien­ to. Romero tiene una doble vertiente, como orador y como poeta. Fue autor de varios libros, como "La Paloma mensajercf’, "Los errores de hoy”, etc. Su obra cumbre, "Recursos orato­ rios", consta de ocho tomos y va por la cuarta edición. Su oratoria, de riquísima pedrería, elevados pensamientos y arre­ batadora elocuencia, fue muy solicitada para novenarios, etc., en no pocas localidades españolas. Poseía el título de Predi­ cador de S. M. en tiempos del Rey Alfonso XIII, predicador de la Universidad de Salamanca, Hijo Adoptivo de numerosas poblaciones. Predicó por toda España y como era muy aficionado a la estadística, llevó muy bien la suya de predicaciones, llegando a alcanzar el número de 8.752 de sermones predicados. El últi­ mo que predicó —unos días antes de su enfermedad— fue el que dedicó a la Virgen de la Concha, Pairona de Zamora. Poeta de altos vuelos, conquistó en reñida lid varias Flo­ res Naturales y la de los Juegos Florales de la Coronación Ca­ nónica de la Patrona de Cáceres, lauro que le halagó mucho por su ascendencia extremeña. A sus excelentes cualidades hay que añadir la de avisado coleccionista de lo popular que acreditó con estilo brillante y lenguaje auténticamente limpio en sus afortunadas " Leyendas zamoranas”. 113 8


LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

(Poesía premiada con la Flor Natural)

Pastor, si de la saña del lobo huyendo, en ascender se empeña tu oveja a la Montaña, no la debes silbar desde la peña, que hay mejor que la tuya otra cabaña oculta en esta sierra cacereña. Aquel que ves altísimo techado es del Palacio Real donde Ella mora sin dejar nunca el pastoril cayado aunque tiene atavíos de señora... ¿Temes porque esa oveja te ha dejado? ¡No conoces, Pastor, a la Pastora! Vino por esta sierra por culpa de un amante traidorzuelo, que abriéndole sus brazos en la tierra dejó en su corazón ansias de Cielo; y Ella al ver que el Pastor desparecía, la rústica Montaña recorría, y al mirar en el valle sus ovejas de este modo decía, mezclando con sus lágrimas sus quejas: “Decidme, los pastores, ¿no habéis visto al Amor de los Amores?”.


Tiene negro el cabello como el zumo agridulce de la endrina, fuerte el erguido cuello como el eterno tronco de la encina; cuando pone sus pies en los abrojos los limpia con la sangre de sus venas y cuando pone en el erial sus ojos con solo un beso de sus labios rojos lo cubre de azucenas. En su frente inmortal como en los cielos la luz de los crepúsculos se irisa y suenan a rodar de regatuelos las cascadas alegres de su risa; lleva en su blanco manto aroma de campestres tomillares, su voz parece el canto del Cantor del Cantar de los Cantares... Decidme, los pastores, ¿no habéis visto al Amor de los Amores? Una noche... la Luna se miraba, la brisa susurraba, la tórtola dormía, y El a mi lado en el jardín soñaba diciéndome al oído: Esposa mía, son para mí tus pechos tan dulces como el vino, eres como la flor de los helechos que perfuma en los áridos repechos al cansado viajero en su camino. Corderuelos gemelos son tus dientes, tus labios rojos de coral y grana; en su limpio cristal buscan las fuentes retratarte a la luz de la mañana. Los celajes espesos de la noche te envuelven en mis brazos... ¡a panales de miel saben tus besos! ¡son cadenas de amores tus abrazos! Así me repetía cien veces al oído: Esposa mía... cuando sola me hallé sobre la arena; se fueron las estrellas una a una, turbó la noche su quietud serena,


¡ 1me lo llevó la Luna siempre envidiosa de la dicha ajena! ! Decidme, los pastores, ¿no habéis visto al Amor de los Amores? ¡Ay pobre Pastorcilla! ¡Ay triste duelo! ¡Ay ave descuidada, a quien hirió en el vuelo tu mismo amor con flecha envenenada! Como deja la brisa en los desiertos retazos de cendales en la palma, Tú vas dejando en tus amores muertos retazos de tu carne y de tu alma. Mas un día... Pastor, deja el rebaño en el valle feraz, y ahora que baña con su fulgor extraño el Padre Sol la faz de la Montaña; en las orillas del undoso río que a ti te habla de paz y a mí de gloria, a la sombra del álamo sombrío oye el final de la amorosa historia. Un día... Era la hora en que a la noche tétrica la aurora la sepulta en la luz de la mañana, y escuchó estremecida la Pastora una voz sobrehumana: “ ¡Ven dulce Esposa mía, que ya pasó la noche y vino el día! ¡ven, que la primavera viene envuelta en su luz por los alcores y va a abrir al invierno en la pradera un sepulcro de flores! Tú que radiante asomas cuando con verme sueñas, Tú que has puesto tu nido en estas breñas como ponen el suyo las palomas en los ocultos huecos de las peñas; ¡ven, serás coronada como Reina y Señora, y no habrá en esta Sierra una majada que no rija tu cetro de Pastora!”. Radiante salió el sol... la serranía despertaba a los ósculos del día;


los limpios arroyuelos gemían sus murmullos, ...las tórtolas en celo rimaban sus arrullos, estallaban las luces en los cielos que besaban mimosos los capullos, mientras los recentales triscando juguetones robaban sin piedad a los rosales los tesoros en flor de sus botones. El Amado entre tanto a la Amada vestía un refulgente manto que espejaba la luz su pedrería; en la sien no manchada una corona de oro le ponía y en la mano una flor recién cortada diciéndole otra vez: “Esposa mía, yo te daré un palacio por cabaña, ovejas tendrás mil, Pastora bella, ¡eres Reina inmortal de la Montaña! ¡Tu trono éste será, tu corte aquélla!”. ...Y elevándose al Cielo, en la partida bendijo a la Montaña consagrada y tendió sobre Cáceres dormida el soberano manto de su amada... La Ciudad despertó, la lumbre pura le hirió del Sol, y la ciudad decía: ¡VIRGEN DE LA MONTAÑA, Reina mía! y poniendo sus ojos en la altura ¡VIRGEN DE LA MONTAÑA! repetía... Ya lo sabes Pastor, si de la saña del lobo huyendo, en ascender se empeña tu oveja a la Montaña, no la debes silbar desde la peña, que hay mejor que la tuya otra cabaña oculta en esta sierra cacereña.

117


FLOR Y CORONA

A M .a Joaquina L. Montenegro, Reina de los Juegos Florales de la Coronación, el Poe­ ta premiado con la Flor Natural.

Joaquina, en aquel día yo Reina te nombré, porque sabía que aquella Emperatriz de la Montaña, tan guapa, tan galana, tan pequeña, no hallara un trono igual en toda España como tu corazón de cacereña. ¿Te acuerdas? Yo cantaba la ovejita perdida en los breñales, el Pastor que silbaba —blandos silbo de amor— en los cantales; la Pastora llorosa que entregaba sus quejas a la aurora, la choza oliendo a rosa donde encontró el Pastor a la Pastora; la Montaña sagrada con luz de un nuevo sol iluminada, y tan cerca del cielo, que en las cumbres aquellas los ángeles de Dios bajan de un vuelo, y hablan cosas de amor, flores y estrellas. ¡Oh recuerdo sabroso! ¡Oh día el más henchido de mis días! 118


¡Oh instante glorioso grabado a fuego en las memorias mías! Postrado ante tu trono soberano, saltando el corazón y el alma inquieta, tú una Flor me ofreciste con tu mano y tu Ciudad me coronó Poeta! Hoy vuelvo peregrino a este pueblo leal que sufre y reza, y al sentarme en la fuente del camino, dejando mi bordón en la maleza, me ha mostrado la fuente más profundos los surcos de mi frente y más blanca la nieve en mi cabeza. Otra vez he subido al nido de palomas de la cumbre, otra vez ante Ella yo he sentido más liviana la humana pesadumbre; otra vez me perdí, midiendo en calma de las calles estrechas los espacios; otra vez con fervor habló a mi alma el silencio inmortal de los palacios... Pero he visto una Cruz! no, no, Joaquina, aquella que yo he visto Cruz divina, altísima, ideal, solemne, quieta, no había florecido en la colina cuando eras tú la Reina y yo el Poeta. Fue después, fue después; los cacereños hondo sintieron el dolor de España; tuvieron sueños de héroes, y sus sueños se hicieron realidad en la Montaña. Al pecho la Medalla de la materna Virgen cacereña, en la mano el fusil o la metralla, sangre y oro en el aire nuestra enseña; así sobre los campos florecidos dieron su joven vida enardecidos, mártires y héroes, monjes y soldados, y se alzó aquella Cruz de los Caídos sobre los corazones levantados!


Yo estuve allí junto a la Cruz; mis ojos dejaron de una lágrima el tributo; y sintiendo, de hinojos, hice en la boca y en el pecho lu to ; sobre la nieve de la piedra dura pegué los labios yertos, y recé así, volviéndome a la altura: — ¡Virgen de la Montaña, son tus muertos! Sentí entonces clavada en la conciencia la terrible espada de un pesar, de un dolor; me alcé contrito y en la tierra sagrada sepulté los anhelos de este grito: —Toma, Reina, mi Flor; Cáceres, toma la corona inmortal de tus laureles! Venid, en esta loma, rodeada de vergeles hay una Cruz de brazos extendidos; entreguen vuestras manos, siempre fieles, mi corona y mi Flor a los Caídos! La Virgen os bendice en la Montaña pues Ella ve que en las hispanas zonas sólo a los que murieron por España hay que ofrendarles flores y coronas!

120


ANTONIO C. FLORIANO CUMBREÑO

Nació en Cáceres. Antiguo profesor de la Escuela Normal cacerense y periodista, habiendo dejado muestras copiosas de su valía e ingenio en las columnas de la prensa provincial. Ca­ tedrático de Paleografía en situación de jubilado. A utor de numerosos volúmenes sobre la ciudad de Cáceres de la que es Cronista Oficial. Bien puede considerarse a Floriano como un maestro de la ciencia del pasado. Aunque vive fuera de su cuna, el distinguido profesor e investigador es un enamorado de la misma y aborda sus problemas históricos con su compe­ tencia y entusiasmo. 121


AVEMARIA

Ave María, Bella más bella que la luz del día, Sol de los soles, estrella de los mares, La que ama mi alma Como dice el Cantar de los Cantares. Eres la esbelta palma, La rosa de Sarón Que augusta floreció en mi corazón. Ave María, Madre del Salvador y Madre mía, Los ángeles te cantan y su canto Con un mágico encanto Inunda el cielo santo De raudales de luz y de armonía. Ave María, Musa de mi Poesía, Yo no sabré cantarte, Pues sólo sabe amarte Mi pobre corazón ¡oh Madre mía!

122


ANGEL ROSADO ACUÑA

Esteban Angel Rosado Acuña nació en la parcela cacereña, en Membrío, el día 3 de agosto de 1893. Cursó el Bachillerato e inmediatamente ingresó en la Banca Privada, habiéndose ju­ bilado como apoderado del Banco Hispano Americano, de Madrid. M uy vocado por los derroteros del periodismo, ha escrito miles de artículos en la prensa de la región y en los diarios de la cornisa del Cantábrico. También ha publicado muchos poemas que yacen en las hojas volanderas. Actual­ mente reside en la bella Easo. 123


ALLI, EN LO ALTO.

Una palomita blanca allí en lo alto semeja la ermita de la Montaña do a la Virgen se venera; la Virgen que alguien la cree de sus amores la imagen idolatrada de la mi tierra. Allí, en lo alto, las ilusiones corren pareja respetuosa, cual cumple al caso, con las creencias. Allí, se aprende, si sentimientos el alma encierra, todo un tratado, de fe precisa en este mundo tan descreído, todo miseria, con excepciones que reconozco son muy honrosas y no escasean, mas que no suman nunca la cifra que se quisiera. Allí, en lo alto... ¡ qué bien se explica la diferencia! : Lo que se ve, ¡qué poco vale si se compara! Lo que se mira ¡qué bello es todo si se contempla!

124


Por la carretera, que poquito a poco nos lleva a los fieles hacia la Montaña, aún late el recuerdo —y vivirá siempre— de mis tardes gratas, de esas tardes buenas en que ni una nube el azul empaña del cielo purísimo de la tierra mía, siempre tan amada por quien, como yo, un placer encuentra muy grande en cantarla en todos los versos, que quiero que sean ecos de mi alma. Allí, en lo alto... —tal su sencillez, que a todos encanta— semeja la ermita una encantadora palomita blanca. Templo de la fe es el que a la Virgen tan celoso guarda, ante la que, humilde, Cáceres se inclina implorando gracia. Allí, en lo alto... ¡aún palpitan los recuerdos y viven las esperanzas!...

125


f


RUFINO DELGADO FERNANDEZ

Nació en la episcopal ciudad de Coria el día 30 de julio de 1897. Vocación poética temprana. Ha publicado "Trofeos de raza”, poeáa extremeña, con prólogo de Marciano Zurita, el poeta de Castilla, uno de los mejores intérpretes de Castilla y sus hombres. Delgado Fernández ha dado también a la es­ tampa "Breviario sentimental”, pensamientos que presentó el correcto escritor Pedro Romero Mendoza. Rufino Delgado Fernández, que vive en Cáceres, tiene en puertas "Versos de ayer y de hoy”, recopilación de sus composiciones, que com­ prende desde sus primeros versos hasta hoy. Tiene también inéditos un libro de cuentos y algunas novelas. 127


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

¡Oh dulce Madre mía, Virgen de la Montaña!, luz que ilumina todo, fuente de Eterna Gracia. Parábola divina que infunde en tus entrañas al Redentor del mundo, ¡María Inmaculada! La albura de tu velo florece en luna clara, los lirios y azucenas de esencias se embriagan. El viento se hace brisa de Mayo perfumada, la estela de tu aliento la llena de fragancia. ¡Sintió, Madre divina, la floración humana el cáliz de tu vientre por la Sublime Gracia! Llegado el fausto instante, la noche se hizo gala; el cielo refulgía como una luminaria.


Belén, ascua de oro; platino, sus montañas; el Portal y el Pesebre aljófares y nácar. ¡La luna era tan tenue como una Hostia Sagrada! Tu Hijo, Luz de Amores, sonrisas prodigaba. Espejos de tus ojos llenábanse de lágrimas. De lágrimas vertidas por goces de tu alma. La conmoción del mundo de luz se iluminaba. — o—

Yo amé, mi dulce Madre, todo lo que se ama. Amaba de la vida la juvenil pujanza, que ni señala límites, ni de subir se sacia, ni de lograr la altura de locas esperanzas. ¿Qué fueron de mis sueños colmados por mis ansias, del esfuerzo perdido en mis quimeras vanas? Y amé también al hombre porque el amor me llama a derramarme todo como las limpias aguas. ¿Qué importa que el camino nos punce con sus llagas, si de la flor vertida nos llega su fragancia? Y amé todos tus campos henchidos de nostalgias, y el rumor infinito de tu eterna plegaria. Las voces de sus vidas llenas de resonancias,


tan pausadas, tan dulces, tan íntimas y vagas, invaden los sentidos. Sus latidos, la savia de todas las edades que por la vida pasan. Su universal sonido todos los seres aman; es el lenguaje eterno que comunica al alma... Y amé todas tus aves, las que a la vida cantan. Las que habitan las frondas de ciudades aladas. Las que se elevan siempre cual brújulas que marcan el camino ascendente a tu Mansión sagrada. Y amé también tus valles de dulces lontananzas; tus cumbres encendidas, tus fuentes dilatadas, que van siempre pasando como las vidas pasan. Y pasaré algún día la puente que separa lo material que quiebra con la pureza alada que eleva a lo infinito de tu Sublime Gracia. ¡Oh dulce Madre mía, Virgen de la Montaña! Fui gota de la noche que a otra gota juntara para formar mi río y allá en el mar dejarlas. Cuatro perlas de amores a su vivir me enlazan; cuatro astros luminosos, cuatro gacelas blancas, cuatro flores de armiño, cuatro cumbres nevadas.


Protégelas, Señora, ampárenlas tus alas, consérvamelas limpias, ¡María Inmaculada! Y a mí dame la dicha del perdón, con tu Gracia, para gozo en mi vida y luz en mi esperanza de unirnos nuevamente en tu Mansión sagrada.


f

li


ELAD1A MONTESINO - ESPARTERO A V E R L Y

Aunque ha residido la mayor parte de su vida en Cáceres, Eladia Montesino tiene sus raíces en Madrid, donde nació el día 13 de octubre de 1897. Ha escrito poesías y cuentos en varias revistas literarias, principalmente en " Alcántard’. Des­ empeñó durante ocho años la Cátedra de Francés en el Insti­ tuto de Enseñanza Media y Escuela del Magisterio de Cáceres. Es viuda del que fue correcto escritor extremeño Pedro Ro­ mero Mendoza. 133


DULCE ES TU NOMBRE, MARIA (A la Santísima Virgen de la Montaña, Patrona de Cáceres)

He cogido en mis brazos al hijo que alegra mi vida, y he llamado quedito a la puerta de su alma dormida. ¡Cuántas veces después, dulcemente, llamé con empeño, despertando la idea de Dios en el hijo pequeño! Sus chiquitas y cálidas manos, junté con ternura, y una ingenua oración, de sus labios, brotó lenta y pura. Y le hablé con amor de aquel Niño nacido entre hielos, que, además de ser Niño como él ¡Era el Rey de los Cielos! ¡Niño y Dios! ¡Oh portento de amor hacia el hombre perdido! por salvarle, a sufrir con el hombre su Dios ha venido. Y este Dios tan chiquito, entre pajas, ¡Qué frío sentía! mas le daba calor en su pecho la Virgen María. ¡Con qué unción, oh Señora, pronuncia mi lengua tu nombre! ¡ A la par que eres Madre de Dios, eres Madre del hom bre! He cogido en mis brazos al hijo que alegra mi vida, y he llamado quedito a la puerta de su alma dormida. ¡Cuán ajeno estará de las penas que acechan su suerte! no conoce del mundo los males, ni ha visto la muerte. Nada sabe de injustas palabras; del pérfido amigo; del dolor que la odiosa calumnia trae siempre consigo. Al correr de los años fugaces sabrá que en la tierra hay un mal de los males que todos llamamos ¡la guerra! 134


Pero tú eres la paz, Madre mía, y a ti le confío. Eres faro en la noche cerrada que orienta al navio, la palmera que grácil ofrece sombra en el desierto, suave mano que riega materna la flor de mi huerto. He cogido en mis brazos al hijo que alegra mi vida, y he llamado quedito a la puerta de su alma dormida. Si cerramos los ojos, cegados por tu refulgencia, como un ascua apareces de súbito en nuestra conciencia. Sol ardiente que inflamas el alma de amores divinos, blanca estrella que alumbras piadosa los negros caminos. De Jesús las hermosas palabras de amor y armonía olvidaron tan pronto los hombres ¡oh Virgen María! El amor ¡dulce amor que Jesús predicó con su muerte! ¿Por qué el hombre infeliz ¡ay dolor! olvidó de tal suerte? ¡Sólo tú, sólo tú, la escogida del Rey de los Cielos, ofreciste a Jesús con ternura mil dulces consuelos! Como Madre del género humano, también lo eres mía y del hijo que aprende en mis brazos, tu nombre ¡María! ¡Dulce nombre que hoy dicen sus labios con tanta inocencia, cuántas veces habrá de invocarlo pidiendo clemencia! Si algún día le falto en la tierra, que mire hacia el cielo y al nombrarte como hoy, Madre mía, sé tú su consuelo. He cogido en mis brazos al hijo que alegra mi vida, y he llamado quedito a la puerta de su alma dormida. Suave aldaba es tu nombre, María, con ella a su puerta he llamado quedito, quedito... la tienes abierta!

135


II

i


JESUS DIONISIO ACEDO IGLESIAS

Nació en Cáceres (l-XI-1898). Cursa Leyes en Salamanca. Pluma fina, delicada, que a veces se oculta tras el pseudónimo de "J. de Acre”. Durante más de 30 años ha estado al frente del diario "Extremadura?’, en el que ha glosado ingeniosamen­ te la actualidad cacereña. Perteneció al periódico desde su fun­ dación, desde hace 48 años. 137


EN EL ADARVE DE LA ESTRELLA (El rosal de la Virgen)

Del arco, airón y decoro, que de mágica manera, al llegar la Primavera surge, como chorro de oro. Frágil vegetal, tesoro que en este rincón destella, puñado de rosas bellas, que en explosión inaudita sirve, de ofrenda bendita, a la Virgen de la Estrella. Como pimpollo gentil, vertiendo leve fragancia, da tono fino y prestancia a las calendas de abril. Y con aliento sutil que apenas el aire empaña, mantiene, con mimo y maña, su fronda de enamorado, hasta que cruza a su lado la Virgen de la Montaña. Y así, con breve fortuna, rosal que un fanal decora,


sirve a un tiempo a dos Señoras sin enojar a ninguna. Pues Virgen no hay más que una, y aunque se le invoque en dos, este rosal de entredós, en su efímera existencia, tiene sólo reverencia para la MADRE DE DIOS. Matorral alborotado como penacho de hidalgo, del jardín de Mayoralgo, gala y blasón se ha tornado. Raudo y fugaz, su reinado; lánguido y corto, su vuelo. Cumplido una vez su anhelo, de albricias dar a María, muere, pues es flor de un día, y vuelve su aroma al Cielo.

139


I


LOPE M ATEO M A R T IN

Nació en la plateresca ciudad de Salamanca el 5 de mayo de 1898 y falleció en Madrid en 1970. Cursó en Valladolid De­ recho y Filosofía y Letras. Fue alumno predilecto del insigne profesor y erudito Narciso Alonso Cortés. Desde su juventud se sintió fuertemente atraído por el cultivo de la Literatura, y lo mismo en la poesía que en la prosa, dio muestras de talento, fértil inspiración y privilegiadas dotes literarias. Como poeta, empezó a brillar muy pronto. La aparición, en 1922, de su primer libro de poesías llamó la atención del inmortal hombre de Letras, Francisco Rodríguez Marín, el cual le dedicó encendidos elogjios. Su soneto al "Doncel de Sigüenzc¿’, mereció ser seleccionado entre más de setecientos. En los Juegos Florales celebrados en Cáceres en 1923 obtuvo la Flor Natural con una composición titulada "Extremadura”, bellísimo canto que cosechó encomios de Publio Hurtado, "Pa­ triarca de las Letras Extremeñas” y que, unas veces en su to­ talidad, y otras, fragmentariamente, se ha reproducido en obras antológicas o para ilustrar lecturas geográficas. Respecto al periodismo, colaboró en numerosas publicacio­ nes, principalmente en "Diario Regional” y "El Norte de Castilla”. Perteneció a la redacción de "El Sol” y más tarde, a la del diario "Arriba”. He aquí algo del haber literario del autor que biografia­ mos: " Ráfagas de la selva”, poemas; "Trébol inmortal”, poe141


ma; "Madre Castilla!’, poema heroico, premio "Milenario de Castillaf’; " Ultima canción de Occidente”; "Desde tus claras almenas”, trova de amor y de guerra premiada por la Real Academia Española " Y el tiempo se hizo carne”, poemas; "El sendero e n a m o ra d o p ro sa s de las tierras de España. De esta obra dijo el famoso novelista Alberto Insúa que "son poesía en prosas y filosofía penetrada de lirismo e historia, donde el ensueño suple con frecuencia y con ventaja a la realidad". Escribió, además, obras de teatro, de crítica y varios en­ sayos. Lope Mateo —que alcanzó preciados galardones— fue un maestro de la prosa y figura hoy entre los primeros poetas españoles.

142


TRIPTICO DE SONETOS

I CACERES Cáceres en la anciana ciudad adormecida con el perfume antiguo de sus rancios blasones, en donde el alma trenza la urdimbre de la vida cual nido de cigüeñas en viejos torreones. Flota sobre ella un eco de armonía doliente entre el lento y monótono sonar de sus campanas como si hasta los cielos de la ciudad durmiente se elevaran las sombras de canciones lejanas. Torre de los Golfines..., Casa de las Veletas., noble ciudad de artistas, de guerreros y ascetas, yo he querido en la noche violar tu tesoro; y al vagar por tus rúas florecidas de luna, yo he soñado que eras una ciudad moruna que ayer por el cristiano fue conquistada al moro.


II LA

M ONTAÑA

Vigía venerable de tradiciones viejas, Virgen de la Montaña, faro de Extremadura, donde pone tu pueblo sus plegarias y quejas sobre el peñón riscoso de tu piadosa altura. Yo también he llegado hasta tus pies, Señora, del solar cacereño, yo también he llegado, y ha quedado mi alma, con tu luz redentora, vestida con las galas de tu amor venerado. ¡Oh, Montaña bendita 1... Cuando el sol de la tarde dormido en los ocasos, entre tus riscos arde y las cigüeñas trazan en el azul su vuelo, parece que se abre tu cielo cristalino y la musa cristiana de Galán el divino rima entre los arbustos una canción de cielo.

III LOS

AMIGOS

Amigos míos de esta gloriosa Extremadura: con mi espíritu abierto a vosotros llegué. Vosotros lo llenasteis de la amistad más pura y desde hoy vuestro nombre con amor guardaré. De mi premiosa estancia llevo recuerdo eterno. Cáceres es la noble mujer que se remoza, y aunque su frente cubran las platas del invierno, ebrio de luz y vida su espíritu retoza. ¡Juegos Florales!... Cuando, ya de vosotros lejos esta fiesta se esfume con pálidos reflejos de moribundo ocaso, —juventud que se va— ... me encontraréis entonces con el alma aún abierta, en donde la esperanza que estará casi muerta, con vuestros caros nombres, de amor florecerá. 144


ANTONIO LOPEZ M A R T IN E Z

Nació en Valencia del Ventoso (Badajoz) el 5 de octubre de 1898. Cursó el bachillerato en Los Santos de Maimona y se licenció en Ciencias Históricas en las Universidades de Se­ villa y Madrid. Ejerció la enseñanza. Fue profesor de los Co­ legios de Enseñanza Media de Zafra y San Antonio, de los PP. Franciscanos, de Cáceres y del Instituto de Enseñanza M e­ dia de Mérida. Dotado de una gran vocación, puede decirse que toda su vida se dedicó a las Letras y las Artes. Poeta y escritor de valía y en posesión de una enorme cultura, López Martínez escribió durante muchos años para la prensa de la región. Sus trabajos sobresalieron por la belleza del lenguaje. También se distinguió como conferenciante y por los recitales poéticos en que tomó parte. Sentía mucho entusiasmo por la arqueología. Pertenecía a los Ateneos de Sevilla y Madrid. Participó, con interesantes comunicaciones, en los Congresos de Estudios Extremeños. Viajero infatigable, recorrió Italia, Bélgica, Holanda, Francia y otros países, dejando sus impre­ siones en bellísimas crónicas. López Martínez se destacó como poeta de vena rica e inspirada y de los más altos vuelos. Desde siempre estuvo muy unido a Cáceres, a la que consagró buena parte de su fina producción. Falleció en La Atalaya el día 17 de mayo de 1972. 145 10


ESTAMPA EXTREMEÑA

Toma esta peseta: guárdala, muchacha: que es guardando, juntando el dinero, como crece y aumenta la casa... El tío Cleto Tomiza, ya viejo, así hablaba a su nieto Genaro —ambos, una sangre, viejo tronco, añoso y floridas ramas, ejemplares, magníficos, netos, de la más cacereña prosapia. En la tarde limpia de final de estío, mientras en la puerta de la amplia solana, que de los ardores de un sol fulgurante mitiga la fronda de una verde parra, entre la rechifla de cantos y risas, entre los gorjeos de las carcajadas, todos, mozos, viejucas y mozas, en la noble tarea se afanan con afán hortelano, labriego, al que todas sus fuerzas consagran. Enristran en hilos los pimientos rojos, estiran los higos y escogen granadas, y cuelgan las uvas, membrillos y ajos, 146


para los alegres días de “matanza”, al son de canciones dulces y amorosas, que hacen más perfecta la tarea honrada. El tío Cleto mascando tabaco, fétida colilla a la comisura del labio pegada, entre una ironía, mezcla de respeto, al joven concurso habla en patriarca: —Escuchen mis nietos, oigan mis zagales: Más que en perifollos, cintas y alilayas, lo que aquí juntéis, guardarlo, guardarlo, pa si acaso hogaño nos viene la mala... Que la sementera puede ser sequía y a su paso es preciso ayudarla, ya que falta un camino mu grande hasta la cosecha que venga, si grana... Bueno es que luzcáis ropa moza, limpia, florida y galana en la feria del año que viene, y os echéis palante pujando las magras, los quesos y tortas de la mesa fina que en cá del Obispo hay por la Montaña... Que compréis un cordero abrileño pa comerlo en el “joyo”, en la danza, que festeja a la Virgen Bendita, cuando desde Cáceres, al son de campanas, va subiendo, subiendo, subiendo, entre flores y vivas y palmas, en su trono de plata y de oro, hasta el nido blanco de su Santa Casa, mecida en un viento de salutaciones del pobre y del rico, que pone en su alma en aquella carita divina, que va entre sonrisas, concediendo gracias... Lo demás, pal ajorro que es bueno, por si acaso las cuentas nos fallan, y hay un contratiempo, que Dios no lo quiera, en el parto que esperan las vacas, o hay mal año de trigo y de aceite, sorpresas que vienen cuando menos catas, o pa los mejungues de las medicinas de unas calenturas, si el Cielo te manda... 147


Llevarlo eso al Monte de Piedad, a la Caja; aprender ajorro, ajorro y trabajo, que ajorro y trabajo se vuelven ganancias... Hasta uno que dicen Cervantes, 1o imbuye en un libro grande, que en el mundo anda, enseñando las buenas doctrinas de aquella cabeza, la mejor de España... Tomar la peseta por este trabajo; guardar la peseta, guardarla, guardarla... Las manos tendieron a la rebatiña... La voz del tío CJeto calló lenta y sabia. Un momento las risas cedieron, cesó el torbellino de la loca chanza... Las manos nubiles, pimientos de grana... Y sólo se oyen, de secos matojos, los agrios quejidos de tenue hojarasca... Una paz campesina, la huerta un momento embarga... En el cielo de esmaltes violáceos, con remoto horizonte de brasa, boga limpia una luna de otoño que besa las frondas con beso de plata...

148


MIGUEL MUÑOZ DE S A N PEDRO

Miguel Muñoz de San Pedro e Higuero Torres-Cabrera y Cotrina, Conde de Canilleros y de San Miguel, nació en la ciudad de Cáceres cuando iba a alborear el siglo, el día 28 de diciembre de 1899. Aunque cursó la carrera de Leyes en Sala­ manca y Madrid, desde bien joven se consagró a las Letras. Cultivó en su juventud la poesía y el teatro, pero su verdadera vocación estaba en las tareas investigadoras. Tenía en su ha­ ber importantes obras, como las biografías "Diego García de Paredes”, " Francisco de Hinojosa”, Don Pedro de Alvarado”, " Extremadura’ (La tierra en la que nacían los dioses), "La ciudad de Cáceres”, "Expedición de Hernando de Soto a Flo­ rida”, "Carolina Coronado”, "Cuaderno de arte de Cáceres” e innumerables biografías de temas históricos. Muñoz de San Pedro se distinguió como escritor ameno y documentado. Se hallaba en posesión del rico archivo de los Condes de Canilleros que albergaba en su casa palacio de Ovan­ do. Era Cronista Oficial de la ciudad de Cáceres, Presidente de la Comisión Provincial de Monumentos, Correspondiente de la Real Academia Española en Extremadura, de la Real Academia de la Historia y de otros Centros y Academias de España e Hispanoamérica. El afamado investigador fue tam­ bién Presidente de la Comisión Interprovincial de los Congre­ sos de Estudios Extremeños. 149


SUPREMO INSTANTE A Cáceres

Entre tus viejos muros, ciudad adormecida, renace tu alma prócer radiante de victoria: Vas a grabar la página más bella de tu historia y a vivir el instante más grande de tu vida. Sobre la sien bendita de tu Virgen querida una corona ciñes, emblema de su gloria... ¡Esa joya compendia tu noble ejecutoria y es tributo ferviente de tu alma agradecida! Cada piedra preciosa de esa corona bella es sonrisa o es lágrima, es corazón o estrella que ofrendan a su Madre los hijos de tu entraña. Alza la altiva frente, ciudad de los palacios... ¡desde el cielo te besan cruzando los espacios los labios de tu santa Virgen de la Montaña!

150


BENJAMIN M A R T IN RUBIO

Nació al alborear el siglo en la villa de Malpartida de Plasencia. Estuvo matriculado con carácter libre en la Escuela Normal de Cáceres y por el año 1920 se trasladó con su fa­ milia a Madrid. En la capitalidad del reino ingresó poco des­ pués en las oficinas de la Renfe y en ellas ha permanecido hasta su jubilación. Desde siempre manifestó su fina vena poé­ tica. Es asiduo colaborador de " Aires chinatas”, periódico de su localidad natal, y de otras revistas. Tiene publicado un libro de poesías y siente el chinatismo de manera entrañable e intensa. 151


ENVIO Estas coplas serán el fiel reflejo de mi amor a la Virgen dedicado, trazándole a mi Otoño enamorado, trovador con su lira, su manejo. Otoño que al mirarse en el espejo de la Vida, con aire ya cansado, en su imagen, llorando, emocionado, se despide lo joven de lo viejo. Que al dictar el deber desde la altura, Dios de su alma arrancó para este día, sublimes notas a la edad madura; y cuajó con la loca sinfonía, de un cerebro rendido a la hermosura, estas rimas. ¡A TI VIRGEN MARIA!

SALUDO Yo soy un “chinato”, vate regional, a quien ha llegado la noticia grata. Yo soy enviado de la Capital que viene a cantarte tus BODAS DE PLATA. 152


“Bendita TU eres entre las mujeres”. Seas de la Montaña, o la del Pilar, que por ser la MADRE, ya bendita eres, por esto ¡oh MARIA! te vengo a cantar. Yo de la Almudena y de la Paloma, te traigo un mensaje de salutación: “Que por ser divinos, como Tú su aroma, llevan en sus sienes tu Coronación”. Por esto encendido, cálido, sonoro, es éste un saludo fuera de lo humano, esta es una lira con cuerdas de oro, regalo de Dios, a un pobre villano. Tú que ya en mis locos, juegos infantiles, pusiste la mano siempre protectora, aunque mis pecados, sean pecados viles, escucha estos versos. ¡Para TI, SEÑORA!

¡UN DOCE DE OCTUBRE! Descorre la aurora el velo del día y se hunde la noche negra en el abismo. ¡Un Sol con sus haces su luz nos envía! ¡Un doce de Octubre nos da su optimismo! Todo ser viviente, hijo de la noche, en silencio, inmóvil, permanece alerta, al ver que la aurora cerrando está el broche de la gran carrera a la noche muerta. Los seres se agitan en la selva oculta, en los altozanos, y en los barrancales, cerrando los ojos a la noche adulta, con himnos y salmos a sus funerales. ¡Frenan los corceles! Y la cabalgata, al sentar sus reales el rayo profundo... ¡Un doce de Octubre, con Bodas de Plata, viene a dar de nuevo, luz a medio Mundo! Viene a dar de nuevo luz a medio mundo y con Sol brillante luz a nuestra España, a través del eco del poder fecundo, que el amor del Hijo, en la Madre entraña. 153


El día, la noche, los mares, el viento... Todos son hechuras de este amanecer. ¡Un doce de Octubre nos mira contento! ¡Un Ser Infinito, señala el poder! ¡Oh, Virgen María, Reina de los Cielos, que ante Ti se postran las reinas del Mundo! Descorre este día tus tupidos velos; da consuelo al triste, vida al moribundo. ¡Oh, Virgen María y de la Montaña! Con el áureo manto de tu protección que cubrió las naves —en épica hazaña— de las carabelas que llevó Colón. Con el manto bello bordado en la Gloria que hoy los querubines te ensalzan cantando, cerremos los ojos, volvamos la Historia... ¡¡U n doce de Octubre te están coronando!! Y ya coronada, pueblo cacereño, aquel bello día de Octubre otoñal, sigamos la Historia, pongamos empeño, la fe no perdamos que es vida inmortal. Y allá en la atalaya de la blanca ermita subido en la roca mirando al confín, se ve a un emisario de la Virgencita que remonta el vuelo. ¿Será un querubín? Es la palomita del Amor Eterno, va a llevar al Hijo la noticia grata: ¡ ¡Un DOCE DE OCTUBRE con amor materno le están celebrando sus BODAS DE PLATA! !

CANTO A LA VIRGEN ¡MADRE mía, MADRE mía! En la montaña bravia eres Virgen cacereña luz que mana de la peña. ¿Por qué las ráfagas bellas de las fugaces estrellas se detienen al pasar? ¿Por qué la luna al besar como se besa a un querer


hace un alto para ver? Porque en el fondo del cielo se va descorriendo el velo del venero resplandor que envía con su candor. ¿Por qué las aves saludan a la Virgen y reanudan sus trinos al despertar? ¿Por qué en la ermita al entrar viene al labio una plegaria? Porque de su luz irradia, Cáceres su ritmo entero, luz que llega al forastero hijo que dijo al partir: “Con TU luz, hasta morir”. [MADRE mía, MADRE mía! En la montaña bravia eres Virgen cacereña luz que mana de la peña. Eres la que en el verano, al dorar el Sol el grano presto para ser segado; con el manto desplegado, das la luz de la energía al esfuerzo y al quebranto que con la gracia del canto coge el pan que Dios envía. Eres la que en la otoñada, a la hoja desgarrada de la ilusión por el suelo; la das, Virgen, tu consuelo, con luz de tu corazón, al mostrar en las encinas de los valles y colinas esperanza de ilusión. Eres la que en el invierno cuando salen del averno los furiosos temporales; ¡luz que libras de los males! 155


iluminas de año en año, lo que en savia nutritiva del fruto que da la oliva y guardas como oro en paño. ¡MADRE mía, MADRE mía! En la montaña bravia eres Virgen cacereña luz que mana de la peña. Y en esa luz tan radiante Cáceres tiene un diamante que es la joya de su ermita. ¡ ¡ MADRE MIA, VIRGENCITA


R A M O N SANCHEZ C A YE TA N O

Natural de Gata. Médico que ejerció muchos años en la ciudad cacerense. Colaboraba en la prensa local y en la revista del Monasterio de Guadalupe con trabajos de carácter lite­ rario. También se sintió tentado por escribir acerca de temas profesionales y para combatir epidemias. Asi puso al alcance del pueblo sus conocimientos en artículos de divulgación que recogió la prensa extremeña, principalmente el diario "Nuevo Díct’, dirigido por nuestro inolmdable maestro, Narciso Maderal Vaquero. 157


¡GRACIAS, MADRE MIA!

Fue ayer en mi penúltima visita, no estabas en tu trono, ¡Madre amada!, nos envolvía tan cerca tu mirada bañados en su luz pura y bendita. Antes de que volvieses a tu ermita, esperabas contenta la llamada, acogedora, suave, confiada que hiciste, que adorarte nos invita. Yo también acudí, muy presuroso, como pude y aun más, de diligente, sentime ante tus plantas muy dichoso, más fuerte, esperanzado, más creyente. Tú habías hecho el milagro, ¡Madre mía de darme agilidad en aquel día.


JUAN SOLANO GARCIA

Nació en Valdefuentes (Cáceres) el 19 de mayo de 1905. Formado, desde m uy joven en el estudio y conocimiento de los clásicos, su obra de creación poética habría de distinguirse por su perfección formal, si bien gusta de los aires populares, en los que encuentra temas y felices modos de expresión. Ese mar­ cado matiz de lo clásico lo señalaba José María Pemán en el bello prólogo que dedicó al primer libro poético de Solano "A l trasluz”, que publicó en el año 30. Ya en años de madu­ rez, dio los siguientes libros poéticos: "Glosario del himno azul” (poemas de lírico patetismo sobre nuestra guerra), "De la Extremadura. Retablo de poesía popular”. De su producción dispersa recogida en diversas publicaciones, destacan dos poe­ mas que fueron muy reproducidos y recitados: "La ruta de José Antonio” y "Elegía a la encina derribada?’. Esto por lo que a poesía se refiere. Llamado, quizá, a obra de más ambición, en la novela, se conformó con una colaboración asidua en una célebre colección de novela juvenil: Biblioteca de Lecturas Ejemplares, que tuvo gran difusión en los colegios de España y América. En ella publicó: "Su mejor título?’, "Rosa alegría”, "Esperanza nuestrd’, "La copa del virrey” y ”La casa del puen­ te”. Por lo que concierne al cultivo del periodismo, hagamos constar que colaboró en la Tercera Página de "Pueblo”, de la primera época y que fue galardonado con el premio de perio­ dismo "Aureliano López Becerrd’, de la Dirección General de Prensa, por su espléndido artículo "Hombre, tierra, árbol”. En la actualidad trabaja en una obra de investigación histórica, próxima a editarse, que llevará por título: "Los Sonde y el señorío de Valdefuentes”. Y en preparación, un libro de poe­ mas que recogerá gran parte de su obra inédita, cuyo título provisional es "Alm a liberadd’. 159


LA CIUDAD, LA MONTAÑA, EL SANTUARIO (Tríptico cacereño)

LA CIUDAD

Abajo, la Ciudad: torres altivas; palacios, donde el tiempo se ha parado. Milagro en piedra: máximo legado que la historia grabó, en tus carnes vivas. Del Arco de la Estrella a los arribas de Las Veletas, tramo eternizado: “Cáceres el Viejo”, como barco anclado, que los embates del naufragio esquivas. Pilar romano, sólido cimiento; adarve moro, rica fantasía. Una Castilla indiana te pondría las alas, para el vuelo del portento: soles incas y aztecas, ornamento, de tu hidalga y soberbia geometría. LA MONTAÑA

Arriba, la Montaña. La he subido para verte mejor, desde la altura. Más bella, en esa mágica envoltura de contrastes de luz, me has parecido.


De la emoción se vierte el contenido en esa medieval traza y hechura. Ay, Montaña y Ciudad, que Extremadura en el solar de Cáceres se ha crecido. Absorto ya de ver y ensimismado, he querido soñar; pero, en el viento, rumores de plegarias me han llegado. Peregrino del arte, me he trocado en andante de fe, porque a mi lado, en esta cumbre, está el otro portento. EL SANTUARIO

La Montaña, sin Ti, nada sería, a pesar de sus bellos aladares: casitas blancas, vides, olivares... Si no estuviese por aquí María, dime tú, cacereña, ¿quién pondría arriates de amor a los pilares de tu cerca, y la flor a los altares de tu ermita, sin Ti, quién llevaría? Virgen de la Montaña, así te invoca el pueblo que trazó el itinerario, poniéndole estaciones al calvario, que lleva, desde el llano, hasta la roca. Virgen de la Montaña, a mí me toca hoy, llevarte mi ofrenda al Santuario.


li


FERNANDO BRAVO

El eximio poeta Fernando Bravo nació el 11 de octubre de 1906 en la villa de Garrovillas de Alconétar. Estudió Bachi­ llerato en Cáceres y Derecho en la Universidad de Salamanca. Teniente Auxiliar de Estado Mayor en la Cruzada de Libera­ ción Nacional, Abogado en ejercicio y funcionario de Prisio­ nes. Femando Bravo, hombre de singular talante, es un apa­ sionado de Extremadura. Colaborador de la prensa regional, la mayor parte de su excelente producción poética se halla en la revista "Alcántard’, de la que es uno de sus fundadores. Con sus bellos villancicos podría formarse un copioso volu­ men. Lo propio puede decirse del resto de sus poemas. 163


LA CIUDAD Primero Norba romana, después Qazrix agarena y al fin Cáceres cristiana, ciudad de amor que es peana de Nuestra Virgen Morena.

II LA VIRGEN Alto imán de nuestro anhelo en medio de la campaña, conviertes en gozo el duelo ¡ ¡Tú, Virgen de la Montaña, que truecas la tierra en cielo !!


CAMILO LORENZO AM AD O R

Nacido el año 1906 en Guijo de Granadilla, lugar de adop­ ción de Gabriel y Galán, Camilo Lorenzo Amador es galaniano fervoroso, habiendo escrito varios trabajos sobre el inmortal autor de "El A m d ’. Camilo estudió Humanidades en el Semi­ nario Conciliar de Coria. Después pasó a la Escuela Normal de Cáceres. Ha publicado poemas en la prensa regional. Tiene en su haber el premio de poesía de la Jefatura Provincial del S. E. M. de Albacete por su poema "A la muerte del maestro”. En la actualidad ejerce el Magisterio en Cáceres. 165


CACERES Y LA MONTAÑA

He subido a la Montaña y he rezado a la Patrona. Me entusiasma la alegría del paisaje, me enamoran las casitas del camino, las casitas como nidos de palomas que se han ido construyendo a lo largo de los años para honrar a la Señora, los roquedos, atalayas de la ermita, la bravura vigorosa, el viacrucis, sencillez de viejas piedras con sus cruces antañonas, los olivos retorcidos, las encinas verdinegras, cuyas sombras dan sosiego a caminantes, peregrinos del santuario, que visitan en la cumbre a la Patrona. Allá abajo, la ciudad de castillos y de torres, orgullosa de estar viendo por ventanas y atalayas la Montaña. Que por eso canta y ora. Más a un lado, la campiña, las llanadas de los trigos y amapolas; esos campos que dan flores que se ofrecen en guirnaldas a la Virgen primorosa, 166


que es la flor más escogida, azucena por pureza y, por bella, linda rosa. A lo lejos, unas sierras entre nubes, unos montes azulados, en la honda majestad del horizonte. Es la hora de rezar mirando al cielo; es la hora de pedir algún consuelo a la Señora y mirarse cada uno en su conciencia y aliviarla de pecados y zozobras. Allá arriba, el santuario asentado entre las rocas. La Virgen de la Montaña que allí mora, es la Virgen que está impresa en las almas de los recios cacereños que la adoran. Y delante de la ermita, el monumento del sagrado Corazón tallado en roca. El amor que el Hijo tiene hacia su Madre, se hizo carne en la Montaña silenciosa. Formidable conjunción de amor divino y magnífica y sublime paradoja, ya que Dios no es el primero en la Montaña. La primera es nuestra Madre, la Patrona. A la vuelta, me he sentado a la vera del camino. Admirando la belleza del paisaje, contemplando el horizonte con el sol casi escondido, y mirando las casitas y las rocas, las encinas, los olivos, la campiña soleada, la ciudad con sus murallas y castillos, el preciado santuario y la imagen erigida a Jesucristo, he pensado muchas cosas en el borde del camino, el camino de ilusiones y esperanzas tantas veces recorrido. He pensado en el bendito Paniagua, aquel hombre esclarecido. He pensado en sus afanes, sus esfuerzos, sus angustias, sus delirios, 167


por lograr el santuario que él soñaba en la Montaña perdurando por los siglos de los siglos. ¡Conseguiste, oh Paniagua, tus intentos y nos diste una Patrona entre los riscos! He pensado que la calle de Caleros, el cogollo de su culto que la Virgen ha escogido cuando pasa la Patrona bendiciendo a los vecinos, todos cantan, lloran, rezan a la Virgen de sus sueños. ¡Qué bonito es el paso por la calle de Caleros, con sus luces, con sus flores, con sus cirios, cuando pasa la Señora, devolviendo las visitas que le hicieron todo el año sus devotos y sus hijos! He pensado en la ancha Plaza rebosante de gentío. ¡Qué bonita está la Plaza cuando viene la Patrona! La emoción es soberana; el silencio es infinito. Todos callan, todos miran, todos rezan... Majestuosa va la Virgen con su manto guarnecido de oro y plata, y sus devotos, expectantes y transidos de una fe que los sublima y los sume en el deliquio, suavemente, dulcemente, rezan, cantan los loores a la Virgen, como un himno que en los pechos cacereños está impreso. Como un himno que le falta, mas pervive eternamente por los siglos de los siglos. He pensado que la Virgen, instalada ya en el templo sobre un trono deslumbrante, florecido de azucenas, de claveles y de rosas que plantaron nobles manos, es prestigio de este pueblo, que mirando a su Patrona a través de viejas piedras y castillos, se entusiasma, se enamora de su Virgen, de esa Virgen que reside entre los riscos y es la Madre venerada por los hombres, las mujeres y los niños. Maravilla que la iglesia siempre esté llena de gentes que le cuentan a la Virgen sus problemas. Peregrinos de la Gracia, se suceden y se aprietan. 168


¡Ya no hay sitio! ¿Y la calle? Maravillan las hileras que se forman de continuo. Todos quieren acercarse a la Patrona. Todos buscan el cobijo de la sombra de la Madre. Todos saben que estos días, el milagro es más sencillo. Y por eso, se lo piden confiando en el prodigio. Al final, el besamanto que es la triste despedida que a la Madre hacen sus hijos. Es que en Cáceres hay mucho de la fe de sus mayores y conservan sin mancilla su pasión por la Montaña. Es que Cáceres sublima devociones en su entraña por la Virgen venerada, ese amor de sus amores. Salve, Virgen. No te olvides de tus hijos. Que eres Madre, que son buenos, que te quieren y se acogen a tu manto suplicándote los guíes y consueles en su llanto, y los lleves de la mano, conduciéndolos al Padre.

169



M ARIO SIMON ARIAS-CAMISON

Nació en el lindo, viejo e histórico pueblo de Santa Cruz de Paniagua, retiro espiritual del gran asceta San Pedro de Alcántara, el día 31 de diciembre de 1907. Su profesión es la de Maestro Nacional, hoy jubilado por imposibilidad física y la ejerció en Hervás, Albires, Ayuntamiento de Izagre (León) y Santa Cruz de Paniagua. Cuenta con numerosas composi­ ciones, unas publicadas y otras inéditas, bastantes de ellas en dialecto extremeño. Escribe admirablemente el léxico de la tierra. Tiene una gran riqueza del expresivo vocabulario. Este conocimiento es fruto de su estudio y observación, ya que lo mamó en las propias ubres maternas y a diario lo practica. Colabora en el Diario Regional HOY. También trabaja sobre leyendas, tradiciones y encantos y un vocabulario local en el que recoge todo lo histórico de su cuna. Se le han concedido premios por sus poemas dedicados a diversos temas en los que se entrega a lo regional. 171


REGINA VIRGINUM A Ella sólita: " Porque en España, no hay Virgen como la Virgen de la Montaña."

—La vidi tras los cristalis comu una pelra en el agua. ¡ Juy, qué reguapa que era la Vigin de la Montaña! En el mesmu picurutu de una sierrona bien alta, allí tieni la su armita aquella Paloma Blanca. Vigin tan linda y tan güeña, no se pasea por España. Ni Madrí con sel Madrí tieni una Vigin tan guapa. Paeci que viéndula estoy otra vé esta mañana resplandillá comu pelra en los cristalis del agua. ¡Juy, qué corona la suya! ¡Juy, qué alhaja aquella alhaja! Toa calá comu un encaji y encendía comu una brasa. El mantu de rasu y sea bordau con jilus de plata. Tieni en los pies una luna, y entri los brazus jalaga 172


a un nininu vivureju, los ojus de pura llama, y blancu y arrepollau comu el repión de la jara. Y pol baju de Ella ti en i sostuviendu la peaña, unus ángelis chiquinus reondinus comu naranjas, coratinus comu pecis revoloteandu el ala, que te eréis que está en el airi aquella Paloma Blanca. ¿Quién dirás que habrá podiu jadela asina tan maja? ¿Qué pintoris pintarían la rosa de aquella cara? Estoy pol dicil que naidi. —¡Hombri, pos esu faltaba, que sola se habiera jechu! ¡Pos vaya con lo que salta! —¿Y esu tieni algu de extrañu? Dimi tú si sabis, anda, quien jidu a Dios. Tamién naidi, El solu se jidu ñamas. Pos la Vigin tamién pudu jadelsi sola, caramba, que es cuasi lo natural y no presonas humanas. Po lo menus comu aquella, no encuentras tu quien la jaga. ¡Que es mucha Vigin la Vigin aquella de la Montaña! — ¿Y esa Vigin está en Cácris? —Pos andi ha de estal, ¿en Francia? ¿No sabis tú que las Víginis están toas en España y que es nuestra Extremaúra la tierra de las más guapas? En Cácris, en Cácris es ondi está esa Vigin Blanca, esa Vigin retrechera que güeli a sencia serrana,


la más linda y la más güeña que se pasea por España. — Hombri, no digu que no, no me pongu en lo que valga, perú no será pa tantu polque pa todu hay quien gana. —Del Taju pacá... ¡y pallá!, ni con candil la encontrabas. Manque a Roma con Santiagu regolvieras, tú no enjallas a una Vigin tan pulía, tan rebonita y tan blanca, tan chiquina y salerosa que tantus milagrus jaga, comu esa Vigin de Cácris que llaman de la Montaña. Que lo que jidu conmigu habrá pocas que lo jagan. —Pos estucha de una vé lo que jidiera, y acaba con tu cuentu, Juan Pimientu, que mos van a salil canas. —Güenu, pos verás. Tú sabis que jadrá un pal de semanas que pa Cácris me llevarun a la meli cuasi a rastras, que no jué pol mi guaterti pa dicil las cosas claras. Pos altoncis, en el intri de aballal pallá de casa, me diju asina mi madri enjugándusi las glárimas: “ Mira, Cerilu, hiju míu, y escucha prenda del alma. Ya que pa Cácris te vas, un encargu te doy ñamas. Que no te vengas sin vel la Vigin de la Montaña. Ella mirará pol ti manque pilongu te vayas. Que no hay mejol influjencia si sabis aprovéchala,


que una Vigin, en el Cielu, y en la Tierra, una sotana.” — Y te diju levangeliu en esas cuatru palabras, que hoy pa todu es menestel agarralsi a güeña aldaba. —Asín lo jidi. Y un día que salimus pa la Plaza, me escapé comu el tíu Sierra, busqué alguién que me endilgara, y en dos patás, a chapescu, me presenté en la Montaña. Y comu quien ve visionis, jidiendu crucis de tantas maravillas me jinqué de roillas en las lanchas, y engarabitá la lengua, jechu un ñu en la galganta, le diji asín comu pudi miránduli pa la cara: “Vigin Blanca chiquinina, chiquinina Vigin Blanca. Madri del Divinu Verbu y Concebía sin mancha. Tú que toitu lo puedis polque por algu te llaman Reina de Cielus y Tierra, Tú, Vigin de la Montaña, mira a vel si pues jadel algu pol mí, Vigin Santa, que no tengu otra influjencia ni tapocu quien me valga. Comu un pollinu mantú, buscu cobiju en tus alas; no me avientis del tu lau, chiquinina Vigin Blanca. Bien finu quisiera hablalti, con palabras bien galanas, comu las gentis de estudius que aprendin esas palabras. Perú sé pocu de letras y cuasi de pluma nada, que no me tiró la escuela


ni de chicu pol desgracia. Perú me creu que pal casu finuras no jadin falta, que pa que Tú me comprendas sobra con éstas y basta. Bien sabis Tú que a la meli pol mi suerti güeña o mala, solu y pilongu he veniu sin ayúa ni quien me valga y pa dicilti verdá tamién sin chispa de gana. Y comu arrimu no tengu a Ti acudu, Vigin Santa, sigún me encargó mi madri cuandu de casa aballaba. Tú ya sabis lo que quieru. No te pidu que me jagas asin de golpi sagentu de moquilipandu ñamas, ni de esus pecis más gordus, de esus mandonis que mandan, pa taconeal bien reciu po las lanchas de la Plaza, jechal floris a las mozas y dil con el sabli a rastras, igual que jadin los pavus pa mi pueblu con las pavas, con el mocu esmangajau jidiendu pompas las alas. Que no gastu fantesía ni me gusta la fanfarria. Y pa mí que de soldau es lo fácil que no salga po la custión del estudiu que platicalu me falta. Por esu quieru tan sólu que si Tú puedis, me jagas de esus que llaman de cota, que anque no les caiga paga, dici mi padri que están mesmamenti comu en casa; bien portaus y jateaus con güen platu y güeña cama,


sin jadel comu quien dici tan sólu el saludu ñamas, con premisu ca tres días y el del mediu si haci falta, que no habrá que dil pa esu a estudial a Salamanca. Jalu si puedis asina, chiquinina Vigin Blanca, por esi jabichuelinu de la cara comu el náca, que no acaluga y del brazu desconfiu que te se salta. Que si asín lo jadis Tú, te prometu cuandu vaya con el premisu traelti un ciriu de cincu cuartas que no lo abarqui una manu y si puedi sel ni dambas, pa que veas que te agraezu estu que conmigu jagas. Güen arrepelu me cuesta el no dalti más caraba y dejalti aquí solina ¡ay, Vigin de la Montaña! Perú en estu de la meli no se puedi andal con chanzas, que en cuantitus que te pasas un poquinu de la raya, ya tienis al retorteru el Códicu y la Ordenanza y los cuatru soplamocus plantificaus en la cara. Por esu ya me retiru y te deju hasta mañana. Adiós, Vigin chiquinina, chiquinina Vigin Blanca, más bonita que la luna, más pulia que la albejaca, más salá que las pesetas más güeña que el pan de Gata.” Al acabal de rezali, cuandu pa injiestalmi estaba, me dierun asín pal hombru


y al golvel patrás la cara, ¿a que no sabis quién era el que asina me llamaba? Pos un cura. Y pa bien dichu, desconfiu que se trataba ábate de algún canónicu po lo escachapau que estaba. Y va y dici: —“Bien, muchachu. Asín me gusta, caramba. Hay que pedil pa que den, que el que no llora no mama. Ponti de pie ya, güen mozu, y venti conmigu, anda, que pa jadel lo que pidis a mi la Vigin me manda.” Y agarrandumi del brazu con una miajina e guasa, golvió a dicil: —“ ¡Perillán, te agarrasti a güeña aldaba! Siempri has de jadelu asina pa que derechu te salga. Que no hay mejol influjencia si sabis aprovéchala, comu te diju tu madri cuandu salisti de casa.” Dispues me montó en un cochi y pol callis y pol plazas, juimus al cabu a paral a una casona mu alta que diju que era el Gubiernu. Y sin dicil más palabras, me champó pa una salota mu campurosa y mu maja toa achipotá de soldaus y genti de tropa ñamas, unus llevandu papelis, otrus escribiendu cartas, ca istanti con recainus que traían y que llevaban, y to jechu tan de priesa que entonteciu te queabas. Cuandu menus percatamus, entró de golpi en la sala


un mandón, que desconfiu que era allí el que más mandaba, polque tós de pie se pusun cuantis que vierun que entraba. Tres estrella en ca brazu bordás en oru llevaba, tan bien jechu los piquinus tan relucientis, tan guapas, que paecían las Tres Marías atravesás en la manga. Abate sin acabal de saludalsi, me llama el cura y le dici asina: —“Vengu de parti e la Vigin, la Vigin de la Montaña, que a esti mozu que es soldau le quié jadel una gracia.” El altoncis me miró y dispués diju: —“ ¡Caramba! Si Ella lo dici, yo atorgu, que la Vigin es quien manda.” Y aluegu puntu pol puntu cuasi con las mis palabras, el cura le jué contandu entri risinas y chanzas, tó lo que arriba en la armita yo a la Vigin le contaba. Tantu le gustó el relatu y le jidu tanta gracia, que me dió un abrazu y tó. Y asín, mentris me abrazaba, me diju: —“ ¡Vaya una suerti que has teniu esta mañana! Te ha saliu a pedil de boca tó aquellu que deseabas y algu más, polque la Vigin comu es Ella la que manda, te ha jechu más que de cota. ¡Que te ha jechu mi ordenanza! Vas a estal comu un marqué. ¡Vaya meli que te aguarda!” Me preguntó de qué pueblu era y cómu me llamaba, 179


y ascapi cogió un papel lo escribió por una llana y me diju: —“Ten, mocitu. Un premisu pa que vayas quinci días a tu pueblu. La Vigin te lo regala. Cuandu güelvas, te presentas primeru allá a la Montaña a dal gracias a la Vigin, luegu a mí. Con esu basta. Perú que no te se olvidi el ciriu de cincu cuartas, que bien mereciu lo tieni esa Palomita Blanca, esa Vigin chiquinina más pulia que la albejaca, más salá que las pesetas, más güeña que el pan de Gata, que jué quien jidu el milagru. ¡La Vigin de la M ontaña!” Y ya lo sabis tó, Cletu, y no creas que es propaganda. Que pa prebas es bastanti estal comu estoy en casa. Y si entavía estás retusu, esti papel te lo canta lo mesmu que un golgoritu y tan claru comu el agua. Conque ya ves si tenía razón pa hablal comu hablaba. —Dami esa manu, Cerilu, y que lo dichu no valga, Perú ¿sabis lo que digu? Que sólu el remati falta. Que estu tenías que implentalu pa jadel del tó la gracia. Y mira, comu las cuentas que estoy jechandu me salgan, cuantis te cumpla el premisu va a habel quien te acompaña. Que quieru vel en presona a esa Vigin Soberana.


— ¡Bien dichu! ¡Choca esus cincu! ¡Y a Cácris pasau mañanaI ¡Otru milagru que jidu! ¡ Si esta Vigin no se jartal ¡Pa que no haiga que querela, pa que no haiga que alabala! Cletu, a grital bien de reciu: ¡Viva la Vigin más guapa, viva la Vigin más güeña que se pasea por España! ¡La Vigin Santa de Cácris! ¡La Vigin de la Montaña!


1


M A R IA REAÑO OSUNA

Nació en Talavera de la Reina, el 26 de diciembre de 1907, es maestra de Enseñanza Primaria y empleada de la Diputación Provincial de Cáceres, Las revistas "Bético-Extremeña”, de M o­ rón (Sevilla); "A l c á n t a r a y "El Monasterio de Guadalupe”, han insertado varios cuentos suyos. Tiene producción inédita. 183


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

Los campos de mi tierra de Extremadura me llenan a mí el alma de gran dulzura y son tan bellos, que yo toda la vida la paso en ellos. Lejos de las mentiras de las ciudades que llenan a las almas de vanidades. ¡Tierra bendita! Donde tiene su trono mi Virgencita de la Montaña, la que a los cacereños siempre acompaña en sus horas de dichas y de aflicciones llenando de consuelo los corazones. ¡Madre querida! a tu lado yo quiero pasar mi vida


y cuando muera irme al cielo contigo. ÂĄMadre, quisiera! en aquellos momentos ven a buscarme y en tus brazos de Madre ven a llevarme. ÂĄMadre querida! A tu lado pasĂŠ toda mi vida.

185


I I


LORENZO GUARDIOLA TOM AS

Nació el 8 de enero de 1908 en Jumilla, histórica ciudad murciana, donde reside y ejerce la profesión de médico. En la actualidad dirige el Ambulatorio de la Seguridad Social en Ju­ milla. Ha obtenido un buen número de galardones poéticos en diversos certámenes. Recibió el premio de teatro Ciudad de Valladolid 1962. Es primer premio de Novela Corta de La Ho­ ra XXV. Su primer libro de poesías, " Alboradas”, lo publicó a los 17 años. También es comediógrafo. Colabora en revistas médicas y es redactor de " Gaceta Médica Española;’. Pertene­ ce a la Sociedad Española de Médicos Escritores. Tiene en su haber Guardiola Tomás cuatro huchas de plata en concursos de cuentos de la Confederación de Cajas de Ahorro. 187


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

Yo, Señora, quisiera tener la galanura y aquel decir donoso del Arcipreste de Hita que ensalzó a las mujeres y cantó su hermosura y, a la par que mezclaba la hiel y la dulzura, supo loar los dones de la Virgen bendita. Llego de luengas tierras y a Ti rindo el saludo del trovero cansado de las noches en vela. 10 sé del cierzo helado y el camino desnudo: del verano que agosta; del agua que consuela; de la nieve en los hombros y del invierno crudo. Mi alma cruzó los mares sin dejar blanca estela. Traigo inmensos aromas a tu Corte de ensueño; tiernas evocaciones de memorias perdidas. Y el color marfileño de aquellas mustias flores que en el campo extremeño se agostaron de afanes y ansias indefinidas. Quisiera que mi lira se quebrase en suspiros, quisiera que en tus ojos mi lucero brillara y que hubiese en mi canto diamantes y zafiros, para hacer la diadema con que siempre soñara. Le pediré a las rosas pétalos como fuego, le pediré a las fuentes el más blando murmullo, y a las aves su arrullo,


I y su venda al amor, doliente y ciego. Le pediré a Berceo la inspiración y el arte, y a Fray Luis la serena cadencia castellana, y a Alfonso Diez la gracia inimitable y llana porque haya en mis estrofas una pequeña parte de fragancia serrana. Y pondré el ramillete en tus gráciles manos para que Tú lo lleves en ofrenda piadosa al viejo santuario que, de tiempos lejanos, cobija entre sus muros la Virgen milagrosa. INVOCACION A LA VIRGEN

¡Virgen de la M ontaña...! La que bebe la lumbre de las amanecidas desde el más alto trono; la que sobre los riscos que dominan la cumbre pone un hálito humilde de paz y mansedumbre allí donde habla el viento de frío y abandono. ¡Virgen de la M ontaña...! La que lleva el rocío en los largos cabellos de fragancia exquisita; la que guarda en los ojos todo el sol del estío y en la frente la estrella más azul e infinita. La que tiene las manos aromadas de cielo, la que mira los valles desde su alcor serrano y ve cruzar las águilas en majestuoso vuelo, hacia el confín remoto del campo castellano. ¡Virgen de la M ontaña...! Lirio de Extremadura, Señora de espumosos torrentes en la sierra, que encarnas el silencio y el aire de la altura, nube blanca y eterna que escapa de la tierra. Tú sabes de la escarcha que invade los oteros; Tú sabes de la luna brillando en el lentisco, de la oración que dicen gañanes y cabreros, del fuego de la noche muy cerca del aprisco, y de las granizadas en lomas y senderos. Tú viste la algazara de alegres romerías, sabes de los disantos con mozos reñidores, de campanas en fiestas, santos y letanías, y del bullicio sano de blancas alquerías, al aire de las monteras y las coplas de amores. 189


Tú sorprendiste el llanto de aquellos pecadores que imploraron tu gracia. Tú desde la Montaña te coronas de flores y has sido dulce guía de los desventurados que en Ti cobraron nervio y ayuda en su desgracia al sentir la ternura de tus ojos amados. Dile al órgano antiguo que brote ya el sonoro torrente de armonía... Dile a las catedrales que se vistan de oro... Dile a los campanarios que repiquen a coro, que amanece en la cumbre, Señora, vuestro día... Y amanece con trinos de ruiseñor amante, vibra el arpa divina de la naturaleza y el campo exhala aroma de un olor penetrante, y se viste la aurora de una sutil belleza. Es la creación que reza por Ti, dulce Señora, del pueblo valeroso que se lanzó a los mares tras la ruta imposible y fue como Pizarro, heroico y victorioso, a crear una historia de epopeya increíble. Dile al mármol que deje su página más blanca para esculpir los hechos famosos e inmortales... Dile al agua del río, si alguna vez se estanca, que hay en el mar tesoro de perlas y corales... Dile a la añosa encina que de verdores nuevos se corone y el mensaje de luz y vida entone... Stella Matutina, que con rara belleza peregrina, al cacereño corazón te asomas entre un claro revuelo de palomas con la piedad que todo lo ilumina. Limpio espejo y fontana de la doncella hermosa que en Ti se mira, mientras la mañana se engalana con traje de oro y rosa. Alta columna de la fe más pura: pilar robusto de la Extremadura: deliquio celestial, sol esplendente que a tus hijos infundes la ternura y el celo diligente.


¿Quién, sino Tú, conoce los arrobos del pecho solitario?... ¿Y el peligro del monte con sus lobos que acechan al cordero temerario...? ¿Quién, sino Tú, oh mística azucena, a las almas perdidas, hace gemir con laxitud y pena a los pies de tu trono arrepentidas? ¡Que no imploren en vano gracia y misericordia los que besan tu mano, deseosos de paz y de concordia! ¡Que no los dejes ir solos al llano! ¡Que no se alejen entre sombra y duelo! ¡Muéstrales a los hombres tus entrañas... ¡Acércalos al cielo cuando suban sedientos, las m ontañas!... Alzalos junto a Ti, nube tras nube, estrella tras estrella, flotando con las alas de un querube, a donde Dios dejó su eterna huella. ¡Oh Virgen, la más bella del híspano solar í, si penitente, mi corazón te entrego, mira que ya las luces del Oriente en Ti son nieve y en mi pecho, fuego. Yo, Señora, te ruego, que desde el pedestal donde te elevas, disipes la tormenta, el rayo alejes, y otras mañanas de ambiciones nuevas en nuestras manos pecadoras dejes. Que resucite el mar de la bonanza, que se borre por siempre de la tierra el fantasma fatídico de guerra y resurja el color de la esperanza. Acepta la canción que así suspira: cobíjanos a todos con tu manto y esta oración que musitó mi lira, ¡transforma con tu gracia en bello canto!



JOSE V IG A R A CAMPOS

Nació el año 1909 en Salvatierra de Santiago (Cáceres), in­ gresó en el Seminario Conciliar de Coria. Cuando estudiaba tercer curso pasó a Roma, donde continuó cursando la carrera sacerdotal que no concluyó y regresó a España. Ingresó en la Escuela de Periodismo y a la vez preparaba oposiciones para la Cátedra de Italiano que desempeñó en el Instituto de Cáce­ res. Simultáneamente hizo Magisterio y Filosofía y Letras, ya que este último título, obtenido en Roma, no le fue convalidado en España. En 1947 alcanzó el premio "Virgen del Carmen”. Sus actividades periodísticas las desarrolló en el Diario "E x­ tremadura”, de Cáceres, donde fue redactor-jefe. En 1959 pa­ só a desempeñar la Cátedra de Literatura en el Instituto "Bea­ triz Galindo”, de Madrid, hasta su fallecimiento en 1964. Es­ critor de pluma fácil, publicó numerosos trabajos periodísti­ cos y poesías. 193 13


SOLA ESTA LA CABAÑA DE LA PASTORA

Hasta la empinada loma de la sierra cacereña donde de casta paloma —posado sobre una peña— tiene su blanco nido la plácida Pastora, —la Señora Celeste, Purísima Señora— subió Cáceres un día a suplicar mercedes a la Virgen María. Inocente estaba el cielo vestido de azul en calma; limpio como el limpio anhelo que el pueblo llevó en su alma. Y en torno de la Ermita do habita la Pastora —Reina del Valle, Dulcísima Señora— de amor y de pleitesía elevó sus plegarias a la Virgen María. El pueblo puesto de hinojos humilde dijo su cuita mirando a los dulces ojos de la amada Virgencita; requiriendo de amores a la Casta Señora que es de estos valles Dulcísima Pastora, —ayuda, consuelo y guía— Reina de la Montaña: a la Virgen María.


Sonó música pausada de celeste cantilena; tornó amante su mirada la Madre, y curó la pena. Y entrando en la cabaña de la Dulce Pastora, —Luz del rebaño, Purísima Señora— cuando agonizaba el día tomó la grey en hombros a la Virgen María. Gozosa bajó el sendero que une la sierra y el llano; dormido quedó el otero que toca el risco mariano. Y un trono de luces colocó a la Pastora, mientras de hinojos, hora tras hora, en perenne letanía la ciudad dice laudes a la Virgen María. Los ojos miran al Cielo buscando la ansiada nube; rompe en súplica el anhelo que humilde hasta el Cielo sube. En su trono de Reina la plácida Pastora —de la cumbre y el llano Dulcísima Señora— torna amante su mirada hacia la ciudad creyente que subió hasta los riscos de la sierra empinada, en romería de amores, procesión reverente, y ahora en guardia, noche y día, canta laudes devotas a su Santa María. Sola está la cabaña de la Pastora y dormido el otero, do está la Ermita. No charlan los pastores con la Señora que escuchaba en la noche su amarga cuita. De la sierra en la loma se ha secado el romero que regalaba aromas a la altura y al llano; al filo de las tardes está mustio el sendero que conduce del fondo hasta el risco mariano. Subió Cáceres un día y hacia el valle se trajo a su Virgen María.

195


T


AN D RES CILLEROS R O M A N

Nació en Cáceres el día 22 de febrero de 1910. Cursó los estudios de sacerdote en el Seminario Conciliar de Coria desde el año 1925 hasta 1936. Después de ser Capellán del 166 Bata­ llón del glorioso Regimiento de Infantería Argel, núm. 27, du­ rante la Cruzada de liberación Nacional, se consagró al apos­ tolado rural. Ha sido ecónomo de El Cerro, provincia de Sa­ lamanca y párroco de Mata de Alcántara y Santiago del Cam­ po. En la actualidad está a cargo de la parroquia de Herre­ ruelo. Andrés Cilleros ha colaborado en la prensa regional y, especialmente, en el diario "Extremadura”, de Cáceres. 197


DULCES RECUERDOS

¿Te acuerdas madrecita cuando subías la empinada Sierra, y con alma bendita cantabas a la Virgen tus amores, entre aromas de místicos olores, que llenaban los cielos y la tierra? ¿Te acuerdas cuando asido de tu mano en su capilla entraba, y contigo besaba las orlas de su manto soberano? ¿Y el día venturoso, el instante dichoso que, hollando las riquezas de este suelo, me das a Ella con maternal cariño y el alma y cuerpo de tu pobre niño lo dejaste allí, cerca del Cielo? ¡Cuánto tiempo ha pasado!... ¡Felices años de la infancia mía, vividos con María a sus plantas postrados!

198


¿Borrose acaso de mi fe inmarchita la Virgen soberana, la Madre tan bonita de labios rojos de coral y grana? No; después... Sacerdote consagrado del Hijo de la Madre pequeñita, al partir con mi cuerpo de su lado para regir la grey santa y bendita, quedé mi corazón enamorado en el risueño trono de su Ermita. Y desde aquellos venturosos días no he cesado una vez en mi memoria de recordar las dulces ambrosías que llenan los Anales de su historia. Apasionado amante de mi querida Virgen cacereña, mi recuerdo constante asciende sin cesar a la alta peña... ¡Cómo triste perdido navegante que a puerto de salud llegar se empeña Y allí; sobre alta loma, a través de la inmensa lejanía, cual nido de paloma en brava serranía, —recortando la línea del espacio— mis ojos ven la Celestial Cabaña las paredes blancas del Real Palacio donde está María de la Montaña, como Reina y Señora que, poniendo su trono en las alturas extiende protectora sobre Cáceres sus miradas puras; mientras la Noble, la Ciudad Amada de la Bella Pastora, a tus plantas reposa soñadora alegre y confiada. ¡Feliz el pueblo que a su lado mora! Dichosos mis hermanos cacereños que al despuntar la aurora la veneráis risueños.


También en alas de mi fe cristiana, desde aquí con vosotros la venero, consagrándome a Ella todo entero al suave despertar de la mañana. Tú lo sabes ¡Oh Virgen adorable! mi humilde corazón agradecido a su sonrisa amable, para siempre estará en tu casto nido.

200


GREG0R1A COLLADO ALONSO

Las Villuercas y, concretamente, Navezuelas —que se le­ vanta en una soleada ladera— es la cuna de esta extraordina­ ria mujer extremeña que nació el 19 de enero de 1910. La Es­ cuela del Magisterio, de Cáceres, en la que cursó estudios, su­ po de su valía y aprovechamiento. Después siguió la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Gregaria Collado, que había ejercido vocacionalmente, co­ mo maestra, en varias localidades, ingresó en 1947, por oposi­ ción, en el entonces llamado Cuerpo de Inspectores de Ense­ ñanza Primaria. Fue destinada a Cáceres. Y ejercía su profe­ sión con tanto entusiasmo, que no tardaba en hacer partícipes de sus inquietudes pedagógicas a los maestros que reciHan sus orientaciones. Siempre que se trate de esta ilustre mujer, se advertirá en ella una vigorosa y descollante personalidad de Extremadura. Y por ésta, su región, se interesó con asiduidad con el fin de elevarla culturalmente y para reverdecer y valorar sus glorias. En un libro —con el propósito de éste— no podemos detener­ nos en destacar su actuación en las dos vertientes que le die­ ron autoridad y renombre: la pedagógica y la literaria. Así se escribió con referencia a ella: "De lo más empinado de las Villuercas sacó Gregaria Collado su vocación guadalu201


pista y guadalupana, extremeña, hispana y ecuménica, en su doble acepción laica y religiosa. Para Gregoria Collado no existen fronteras, ni horizontes a donde no llegue, ni barreras que tenazmente no logre superar ni vencer”. M uy joven, y utilizando el seudónimo de "Marisa”, comen­ zó a colaborar en la revista "El Monasterio de Guadalupe”. Un buen haz poético podría formarse con su selecta produc­ ción. Y entre los empeños literarios de Extremadura, la voz de Gregoria Collado siempre despertó interés y tuvo resonancia. Poetisa de irrefrenable inspiración, ya en el lecho del dolor dictaba su último poema — "Adiós a la Vera”— a muy corta distancia de su muerte, acaecida el 7 de abril de 1973. Hasta en la brevedad del que aquí transcribimos no se oculta su con­ sagración en la poesía.

202


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

Vámonos a la Montaña, Vámonos. ¿Quieres subir? Verás a la Virgencita, ¡A y!, la verás sonreír... Cuesta pendiente no temas; Si la subes por Amor Es cual vara de azucenas; Al final está la flor. Vara de nardos florida, Subiéndola por Amor. ¡ Es tan dulce la subida!... Al final la Dulce Flor, Que siempre está Florecida.



JESUS DELGADO VALHONIX)

Nació en la eterncd Augusta Emérita. Vivió en Cáceres mu­ chos y sabrosos años. Hoy día habita en Badajoz. Ha publica­ do "Hojas” (1948); "El año cero” (1950); ”La esquina y el viente>" (1952); "La muerte del momento” (1953); "Yo soy el otoñof’ —cuentos— (1953); "Canto a Extremadurd’ (1956); "La Montaña!’ (1957); ”Primera antología y aurora. Amor. Do­ mingo” (1961); "El secreto de los árbolesf’ (1963); "¿Dónde ponemos los asombros?” (1969). El último libro de Delgado Valhondo ha visto la luz pública en la colección "Angaro”, de Sevilla. Ha publicado artículos y poesías en numerosas re­ vistas de España y del extranjero. Este gran poeta extremeño mereció laudatoria crítica de Juan Ramón Jiménez desde los comienzos de sus publicaciones poéticas. Delgado Valhondo acaba de publicar un libro de cuentos del que ha dicho el prestigioso crítico Antonio Zoido que con él ofrece su autor una nueva y rica dimensión de sus quilates literarios. Es éste un pequeño libro grande, capaz de compensar la avidez del más exigente lector. 205


CACERES

Cáceres, te recorro misteriosa y lejana: sueños, gestos, silencios cargados con mis años. Tarde: violeta pálida. Mi madre, mis hermanos. Ya sólo Juan. Mi casa. Los surcos de la Luna. El aroma de siempre. La calleja soñada. Mis amigos: la frente del tiempo: las espaldas del tiempo. Las esquinas esperan la memoria, y al final, la Montaña. Recorto cielos, torres, rejas, sombras. El alma del domingo. Vencejos que nacen de la piedra. Dorada la espadaña. Más cigüeñas y más azul, azul. Hundo miradas en el fondo del aire, en la sangre vivida, en las viejas palabras. Cáceres vuela y vuelve conmigo. A mi nostalgia un niño cojo viene y alcanza la tristeza al borde de mis lágrimas. 206


JOSE ANTO NIO OCHAITA

Vio la luz primera en Jadraque (Guadalajara) en 1910, lo­ calidad de la que fue su Cronista Oficial. Licenciado en Filo­ sofía y Letras. Miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Conferenciante y ensayista de nota. Pregonó con elocuencia y rica inspiración por toda España, dejando imperecederas huellas de su estro. Hizo espléndidas asomadas al teatro. Voz lírica del posmodemismo. De este laureado poe­ ta ha dicho el prestigioso crítico literario Federico Sáinz de Robles: "Ochaita es uno de los poetas españoles actuales más importantes. Habiéndose librado con finura y gracia de todos los "ismos” subversivos, su poesía fluye de los más ricos ve­ neros tradicionales, de los jamás agotados ni enturbiados. Y sus poemas "encantan” por su colorido cálido y soberbiamente empastado, por la delicadeza y hondura de sus temas, por la musicalidad perdurable, por sus riquísimas y originales imá­ genes”. En este poemario en honor de la Santísima Virgen de la Montaña recogemos la composición de Ochaita que fue galar­ donada con la Flor Natural en los Juegos Florales que en 1949 se celebraron en Cáceres. En relación con ella, escribió así el Conde de Canilleros: " Prendido en los evocadores encantos de Cáceres, compuso un bello poema que ha venido a conver­ tirse en representativo símbolo poético de la ciudad’. También incluimos la "Trova” que dedicó a la Reina de aquellas Justas Literarias, señorita Blanca Muñoz de San Pe­ dro, y otra poesía suya que en 1965 fue galardonada en Cáce­ res, con motivo de la Fiesta del Romance. 207


POEMA TEOLOGAL Y CARDINAL DE LA VIRGEN DE LA MONTAÑA (Flor Natural en los Juegos Florales de las Bodas de Plata de la Coronación Canónica de la Imagen en 1949)

GEOLOGIA

...Una Geología mariana, abre el cuadrante por esta vieja Hispania de sollozos y arena, y no queda un picacho donde Gabriel no cante el bíblico saludo del ¡AVE, GR ATI A PLENA!... Aránzazu en Vasconia, clava su verde cuña: Covadonga, se ahonda visigótica y pía: Montserrate, levanta su sierra en Cataluña por dar solio a una Virgen con piedra y letanía... El Puig, pone en Mallorca medieval elegancia: Andújar, heroísmos con charoles explica, y en Salamanca, el dolmo de la Peña de Francia es como una nevada paloma dominica... ¡Toda Hispania es un códice de tintes apostólicos...! ...La Virgen en su Silla, magnífica la unción, lo mismo que en tríptico de los Reyes Católicos que pintara la mano de Antonio del Rincón... Pero faltaba una advocación madura que fuese altura y riesgo: cimiento y espadaña... ...Cáceres fue profeta por toda Extremadura y advocó la voz nueva... ¡VIRGEN DE LA MONTAÑA! 208


TEOLOGIA

Teólogo es el pueblo que, si define, acierta... ...La Montaña es el hito que el viento no combate; almena encandilada que se recorta alerta: pecho de plenitudes que amamanta y que late... ...La Montaña, no oscila con los sucios vaivenes del camino —funámbulo que busca la fortuna— y ve que si el sol nace, le arrebola las sienes, y siente que a sus plantas tiene un gajo de luna. La Montaña es el eje de todo itinerario: señala el fin de ruta con su cima de albor... ¡ Si la riega la sangre puede ser un Calvario! ¡Si la empapa la Gloria puede ser un T abor!... Un arco de metáfores en la Biblia se abarca sombreando a la Virgen que su entraña dispuso : Paloma, Espejo, Torre, Ciprés, Columna y Arca... ...Quedaba una, ¡MONTAÑA!, sin liturgia y sin uso... ANTIFONA

¡Virgen de la Montaña! Pastoral dulce cromo de una Biblia extremeña de rosados perfiles. Tú no hueles, Señora, a extraño cinamomo, que tus ángeles vuelan a un son de tamboriles... ...Están la cotovía y la alondra a Tu alcance, espejo de Tu risa parten Guadiana y Tajo: los niños de la sierra Te cantan en romance y por Ti, quema hogueras el color del refajo... ...Sabe a pan de familia Tu casta romería; las abuelas te miran con sus ojos de llanto, y pusieran su antiguo “pañuelo de sandía” colgado de tus hombros por ofrecerte manto... Vigilan en Tu Monte, junto al arroyo terso, el lucero y la oveja, dándole centinela... Tu profeta más grande nos habló siempre en verso... ¡Y fue José María, Tu maestro de escuela!... ...La Antífona en el aire, va quemando sus preces, ensanchando las ondas de su luz de verdad... ¡Montaña, sí; Montaña de puras sencilleces, con que Cáceres vivo sube a la eternidad!... 209 14


HISTORIA

Estas Extremaduras, fueron plinto señero para alzar una Hispania que al mundo preocupe: ¡por algo vino a Yuste, Señor Carlos primero: por algo Zurbarán pintara en Guadalupe!... Castilla, era un mar muerto sin ribera y sin dique, donde, igual que un espectro, cada chopo se afila... ...Las coplas que trovara Señor Jorge Manrique más que a verso, sonaron a eterno dies illa. Andalucía, verde de olivos en sus riscos, con su luna coránica tristemente se ahoga... ...Todas las celosías tienen guiños moriscos, y huele el aire espeso a guzla y sinagoga. Levante, que a la gracia de las aguas se asoma, delira paganías en un forzado exilio... Tiene toda su carne indolencias de Toma, y olvida el Evangelio por glosar a Virgilio... ¿Quién salvará a la Hispania? ¿Quién hará los suturas de pasado y futuro, en singladura extraña?... ¡La voz de Dios, llenaba las dos Extremaduras! Lo mismo que en el Génesis, bajó de la Montaña...

voz Y dijo... ¡Esta es mi MADRE! Como en aquel momento de la tarde del Viernes, con cruces y sayones, ¡os la doy a vosotros en vivo Testamento porque sea MONTAÑA de vuestras redenciones!... ¡Necesitáis M ONTAÑA!... Si no surge la arista, no son codiciaderos homenajes ni lauros... ¡Yo os quiero regalar la Madre de Conquista porque surja la raza de cristianos centauros!... El cirio de la fe, se consume marchito mirando al ventanal o alumbrando el retablo... ¡Una expansión de Amor y de Fe necesito, y a ti te doy, ¡ oh Cáceres!, la espada de San Pablo!... ¡Sube hasta la Montaña del amor de mi Madre, que la ladera es suave, porque no desconfíes, y yo haré que tu vista, desde el vértice, encuadre la conquista dorada de los Cotopaxíes!... 210


¡ Era la voz de Dios!... El aire la renueva como un himno gigante, por páramos y alcores, y en torno a la Montaña, se aprestaba la leva de santos, de virreyes y de conquistadores!... RESPUESTA

Respondieron los hombres a la Augusta demanda... De Alcántara a Trujillo, la inquietud se adivina... Lucieron los Maestres monacal hopalanda y la voz del Guadiana cantó el ¡SALVE REGINA! Se armaron las galeras de Huelva y Barrameda con grumetes de viento saltando en todas partes, e iba nuestra SEÑORA dibujada en la seda con que el viento peinaba los gayos estandartes. ¡Extremadura rompe las caóticas brumas sacando mundos nuevos de los arcanos grises!... ...Y cada galeón, fue MONTAÑA de espuma donde va la SEÑORA bautizando países... ¡Oh, qué lumbre ecuménica la gran conquista baña iluminando el mundo del Cuzco a Veracruz!... ¡Un corazón de Madre se quema en la Montaña e Hispania se invulnera meciéndose en la luz!... ...El salmo del Oficio multiplica sus cantos y al eco del latín, pare mundos España... ... ¡ Echó sus fundamentos sobre los montes santos! ¡Y le llamó a María Virgen de la Montaña! PROSAPIA

¡No; no decid vosotros, los graves eruditos, que advocación tan alta pudiera ser m oderna!... ¡Los misterios de Dios por siempre están escritos, y la Fe y la Belleza tienen prosapia eterna! Yo sé que otras imágenes viajaron en las olas... Guadalupe, Buen Aire, Mercedes y Luján, y sé, que las inmensas pujanzas españolas levantaron basílicas del Chaco a Michoacán... ¡Pero escucha el rumor de tu sangre, si accedes, y deja hablar al ansia que en tu interior araña!


¡La Virgen a quien reza García de Paredes es — ¡anterior al Dogma!— VIRGEN DE LA MONTAÑA... Y cuando sus palacios levantan los Golfines por dar a su linaje primor de arquitectura, ¡VIRGEN DE LA MONTAÑA!, ya tienes camarines antes de que tuvieras la actual nomenclatura... Y si en Cáceres alzan el arco de la Estrella —hebilla cuasi gótica por su cintura huraña— la Estrella de aquel arco... — ¡dogmatizadlo!— es Ella... ¡La Estrella matutina que luce en la M ONTAÑA!... ANIVERSARIO

El Vicario de Cristo con sintaxis armónica lanzó al mundo el latín pontificio del Breve, y subió hasta Tus sienes la corona canónica como a montes de rosas una luna de nieve... Los escudos cargados con sínoples y gules —que el llanto de los tiempos apacigua y escalda— te ofrecieron la plata de los viejos Perules, y por cada linaje floreció una esmeralda... Ovandos y Monroyes, Solís y Benavente, Lizaures, Saavedras, Ulloas y Pereros, recobraron el vuelo para nimbar Tu frente y hallaron, en Tus pulsos, sus timbres verdaderos... ¡Y hasta las viejas torres que nunca se domeñan, —Espaderos, Bujaco, Cigüeñas y Postigo—, levantan sus muñones hasta el cielo, y se empeñan en cortar las estrellas para cumplir contigo!... ¡Veinticinco años justos! Aún el recuerdo esplende como centella errante en noche de pasión... Es un dije de fuego que Cáceres se prende a una altura constante: ¡la de su corazón! OREMUS

¡Virgen de la M ontaña!, que apacientas el hato señorial de estas tierras con encinas y olivos, ¡ordena a Tus arcángeles que toquen a rebato convocando en Tu falda, los muertos y los vivos!... 212


Dígnate recontar, otra vez, nuestra hijuela para que la heredad jamás se malbarate... Oración en la boca: en el borceguí, espuela: en la paz la paloma, y el hierro en el combate... Conserva nuestras piedras milenarias ilesas: defiende los rebaños contra colmillos crudos: crece la levadura dentro de las artesas: de primogenitura a todos los escudos... Pon almas en los claustros: pon besos en la cuna, dale una canción nueva para cada zanfona... ¡haz, SEÑORA, que todo se renueve en la luna de castísima gracia que nace en Tu coronal... ¡Que la savia de Cáceres encuentre nuevo efluvio en esa primavera que Tu mirada entraña, y que si sobreviene el autumnal diluvio se salve a Ti subido, VIRGEN DE LA MONTAÑA!

TROVA

(En el acto de recibir la Flor Natural el poeta, señor Ochaita, de manos de la Reina, señorita Blanca Muñoz de San Pedro y Flores de Lizaur, dedicó a ésta la linda poesía que a continuación trans­ cribimos).

Si el nombre siempre se aplica por cifra de galanura; si en el nombre se depura aquello que el nombre indica; si lo heráldico se explica por un nombre secular y es la razón del nombrar genealogía franca, sólo por tu nombre, Blanca, mereces siempre reinar... 213


Oye, la Historia, Señora. Con qué clarísimo tono dice ¡Blanca! junto a un trono y ¡Blanca! junto a una aurora... Y nos suenan a deshora Guiomar, Violante, Beatriz, mas queda una bisectriz donde lo perfecto arranca al decir la Historia: ¡Blanca, más que Reina, Emperatriz! ¡Blanca de armiño y de luna, de brocados y de lises, cortados —por que los pises—, en huerto sin sombra alguna...! ¡Blanca de encaje de cuna; de pañolito de adiós; de cisne, como no hay dos, que en claridades se estanca... ¡Blanca, de harina tan blanca como las Hostias de Dios! Tan sólo en Corte de nieve cabrían tus mandamientos... ¡reino tuyo, con cimientos de gracia de copo leve...! ¿Y quién, Señora, se atreve a prosternarse ante ti si eres un blanco alhelí que hasta la nieve desbanca, siendo tu sombra tan blanca que es luz que me ciega a mí? Tú, Juego Floral, tendría —acomodado a tus huellas— toda una Corte de estrellas de cambiante lucería... En aquesta teoría tú, Blanca sobre el azur, rielando de Norte a Sur en constelación tan franca, que fueras por fuerza, Blanca, flor de Flores de Lizaur...


Cáceres, de limpios fueros, que en antigüedad se baña, tendría así, en la Montaña, clareciendo dos luceros... Si sus ojos los primeros, los tuyos en puridad, por donde el alma se arranca... ¡Mira, aquí fundidos, Blanca, belleza con santidad...! Sueñan hacerte relevos más que Ulloas y Golfines, que irán llegando jazmines con buen talle de mancebos... Los adjetivos son nuevos cuando los hinche un temblor... Si blanca fue tu color de rosa se tiñe franca, que una Reina, aun siendo Blanca, se colorea al Amor...! Crúcense cien retos blandos —blandos porque tú los oyes— entre Ovandos y Monroyes; entre Monroyes y Ovandos... Digan tu nombre entre bandos, Benaventes y Solís y esté la puja en un tris por cual —si al otro desbanca— besará tu mano, Blanca, de aristocrático lis... Y vengan con juboncillo, los Chaves y Finojosas a traerte a ti la rosa milenaria de Trujillo... Bejarano con su anillo y Orellana con su ley, y Alfonso Nono, que al Rey muslín, Cáceres arranca, se arrodille ante ti, Blanca, porque a tal Reina, tal Rey.


En una postura brava —eco de líneas ecuestres— te circunden los Maestres de Alcántara y Calatrava... Cada venera se graba en cera de juventud y en el halo de tu luz que en un remanso se estanca, cristalice por ti, Blanca, Extremadura hecha cruz! Y aquellos indianos mitos de mapas y carabelas, de topacios y canelas en cronicones escritos; los paisajes infinitos desde el Plata hasta el Perú, no tengan otra que tú Reina de fervores, Blanca, y ofrenden, con mano franca, del colibrí al cañandú. Tienes todo: patria, nombre, decoro, versos y damas; baldaquinos y oriflamas, manto que tu senda alfombre; poeta, por que se asombre y cante tu triunfo fiel... Sobre tu frente el dosel, tan vivida lumbre arranca que eres más que blanca, Blanca, bíanquidorada por él! Piensa que si yo pudiera, por darte una buena trova, vistiera birrete y loba con lazos de primavera... ¡Mandolinata quisiera, con clavijas de marfil, y una canción moceril aprendida en Salamanca, por que con mi verso, Blanca, reinaras dentro de abril...!


De todos modos, yo subo y lo egregio de tu tramo y como Reina te aclamo, Blanca, si blanca las hubo... ¡Mi pulso no se contuvo rigiendo su desazón y va clavando su airón por puerta y muralla franca... — ¡Honor a esta Reina, Blanca, por su nombre y su blasón!

¡CACERES...!

¡CACERES...!

¡CACERES...!

Romance heroico, en diez ecos, del grito de una raza... (Premio de Honor en la Fiesta del Romance de 1965) ...En la piel de toro hispana —tensa y dura, como un parche que llamase a botasilla a Obispos y a Capitanes; a labriegos y a juristas, a artesanos y a pelaires—, en la oscura piel de España reseca de pez y almagre, perdura un trémulo vivo que no tiene quién lo apague porque los siglos, acudían la fuerza del redoblante con la esdrújula que grita: — ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ¡ ...C A C E R E S... !

...Milagro esdrújulo donde se agranda el empaque romano, que tiene Bílbilis, Emérita; Itálica; Astige; esdrújulo que Dios pone por lumbre y por acicate de Su poder..., por tendón


contorsional de los trances inauditos... que precisan esa cúpula y remache del acento, para hacerse — ¡timbal de Dios que lo tañe...! — de empresas que son humanas empresas supra-humanales... ¡Confirmación del esdrújulo...! — ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ¡Cáceres. ...Se había doblado el mundo... ...Los sueños del Almirante con los sueños de Ysabela, se casan, en una tarde en que el sol de Salamanca dibuja mapas murales... ...Ysabela y don Fernando —aún góticos de ropajes—, recibieron la noticia del mundo nuevo, y a escape cabalgan a GUADALUPE para decirle a la MADRE — ¡Paloma de las Villuercas entre ladrillos mozárabes...! — : —“ ¡...Tuyo es el mundo, SEÑORA... ...¡que Tu mano nos lo ampare como a un trébol de cuatro hojas que viene a Ti a ajardinarse... ¡...Y que Tu luna y Tu risa le perfilen y acristianen, haciendo suyo el esdrújulo que apuntala nuestra Salve: — ¡H ISPA NICO...!”. ...Te pedimos lumbre y guía; fe y lenguaje; las espadas Capitanas y la Cruz para los frailes...! ¡ Paloma palomariega...! — ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ¡Cáceres. ...Así se fue Extremadura buscando los calcañares del mundo...


— ¡ Guadalquivires y Barramedas, se parten porque salgan a la mar los Don Todo y los Don Nadie; empujando a cada viento con un distinto viraje, y encalleciéndose manos con remos y con cuadrantes en la tremenda locura que nos cuartea y nos bate, de acercar costas de mundos a estas nuestras heredades... ...Un viento esdrújulo, sopla sobre cruces y ESTANDARTES, mientras dicen las sirenas: — ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ¡Cáceres... ...Cuando viene el Rey Don Carlos —trigo candeal de Flandes—, una Extremadura de INDIAS le ofrece sus vastedades... ¡...H ora de la Extremadura Im perial...! ...¡H ora sin cauce, en que un reloj mide el cosmos desde Granada, entre estanques, hasta Toledo, en que el Tajo va rasgando peñascales...! ...Reina Isabel, Rey Fernando —en sus almohadas de jaspe—, duermivelan, y encandilan con un susurro de frases, que estando las lenguas muertas tienen vivas las sintaxis... ...Desde Granada a Toledo, un tuétano de coraje se hace mandamiento esdrújulo: — ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ¡Cáceres.. ...Ya todo es ir entramando cabos de suelta y amarre, en una rueca octosílaba que tiene un huso:


¡ el romance!... ...La gesta de DON FERNANDO no hay rueca que la devane... ... i Guathimocínes de plum a!... ... ¡ Atahualpas de azabache'.... ... ¡ Doñas Marinas de am or!... ...¡Selvas..., ríos..., pestes..., hambres!, son un zodíaco extremeño — ¡doce signos de coraje! — que ninguna astronomía puede medir con compases; ni Don Antonio Solís — ¡por mucho que narre y narre! — hará gramática y pálpito de lo que es inmensurable... ...Desde TRUJILLO hasta el CUZCO, sólo perdura una frase... ¡Vocablo de Dios Esdrújulo!... — ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ¡Cáceres... ...PIZARRO, es una pizarra de grafitos siderales para signos pitagóricos que descifran las edades... ...VALDIVIA; raíz de encina que clava sus costillares en un CHILE, que se quema entre “chiles” crepitantes... ...NUÑEZ DE BALBOA, —nervios como jarcias y cordajes— rompe la calma pacífica de un PACIFICO sin madre, que ve cómo le aprohijan Ulises por Capitanes... ...HERNANDO DE SOTO, —amigo de flores y faralaes— hortelaniza FLORIDA y la pone en su bagaje por traerle rosas frescas


—entre limas y aguacates— a la Flor de GUADALUPE que tiene sed de encinares... ...Y el señor DIEGO GARCIA DE PAREDES, — ¡Lindo talle bastardo, si es bastardía en entroncar con Atlantes— por ser lo mismo que todos y no haber de avergonzarse, le da cimiento a TRUJILLO, y al hacerlo así, descansen — ¡allá, en su SANTA MARIA! — las cenizas paternales... ...Espadas..., pizarras..., nervios..., conchas de bautismo..., nácares..., flores de corola inmensa... asientos de cien villajes..., ¡todo es una fuerza esdrújula de un verbo, que aunque se parle en cien dialectos, dice la verdad de las verdades... ...¡V erdad con acento vivo!... — ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ...Con DON NICOLAS DE OVANDO va la ley — ¡que Dios la guarde!—, que en Zalamea, la vara no fue el Rey, que fue el alcalde! y en la Isabela, hay justicia que OVANDO bien la reparte... ...MAYORALGOS Y ORELLANA, llevan, en sus atalajes, los arcabuces de chispa; las casullas y los cálices; los caballos impacientes; las espuelas estelares... ...Con los SOLIS sale el sol, ... ¡Y bien extremeño sale! ...Con ULLOAS y SAAVEDRAS, veneras de M aestrantes... Holguines, junto a GRIJALBA...


AL VARADO con VELAZQUEZ... con XIMENEZ DE QUESADA el señor ANDRES DE ORANTES... ...Y CASTILLO MALDONADO, y DAVILA, —Gil González— y LOAISA y VILLAGRAN y MONTENEGRO con YAÑEZ, que Castilla y Aragón, Guipúzcoa y los Portugalés, Valencia y Andalucía — ¡tierras de olivos y mármoles! — todos se van en la leva del esdrújulo implacable que clava en la Carpetana, el venablo de los Andes. ...¡Turbulencia del IM PERIO!... — ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ...CACERES, sigue lo mismo que un relicario de esmalte jugando a las cuatro esquinas en plaza de soportales; con su VIRGEN DE LA PAZ amamantando las paces; con su TORRE DE BU JACO, ... ¡ palm era; nardo y adarve!— con el ARCO DE LA ESTRELLA por donde aún se escurre el paje caudatario, que al Obispo — ¡amatista sobre el guante! — DON GARCIA DE GALARZA porta la cola granate; con su SAN PEDRO DE ALCANTARA hecho sarmiento y sayales; con su TORRE cigüeñera; su aljibe de agua verdeante donde beben esqueletos de caballos indomables; con sus escudos, rizando lambrequines de sillares; con su silencio de patios que están esperando un cónclave de Virreyes y Abadesas, de Nuncios y Maestrantes;


con su carga de apellidos que apolillan los desvanes; con pólvora de GOLFINES; mecha de MUÑOCES; haces de PEREROS y MONROYES; LOAISAS, que se reparten lo mismo espadas que mitras, lo mismo estados que naipes; todos, con una postura —Pan tojas o Zurbaranes— que el mundo está boquiabierto ante esta flor de linajes que no quieren deshacerse cuando todo se desnace... ¡Siglo diez y seis, con CARLOS maitineando misales; acompasando relojes que hacia la eternidad laten con el tic-tac de un esdrújulo que no puede retardarse... — ¡Tic-tac, sobre el mundo nuestro!... — ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ...¡N o puedes, CIUDAD ESDRUfULA, dormirte quieta; quedarte con tu TORRE DESMOCHADA; con tus VELETAS fugaces; con tus retablos, cuajados de BERRUGUETES de carne; con cruces Alcantarinas oxidando, verde, el aire; con lagartos SANTIAGUISTAS agudos como puñales; con rosas CALATRAVEÑAS calcadas en los hijares... — ¡No puedes!... porque el esdrújulo es la proa de tus viajes; vela, timón y bitácora, anteojo, mapa y sextante... ... ¡ Y porque tienes, arriba, 223


—en aquel collado grácil— —montecillo nazareno cara cestillo y dedales— y un Angel Gabriel, que diga el GRATIA PLENA y el AVE, tienes, — ¡Tú, VIRGEN MORENA DE LA M ONTAÑA!... la clave de tu existencia; la rosa de tu corpiño; el engarce de tu ayer con tu mañana; de tu aurora con tu tarde... ...¡SEÑORA SANTA MARIA DE LA M ONTAÑA!... ...El alcance de la fortuna, está en Ti; en Ti, presencia y donaire de una ciudad romancera que no tiene pariguales... Tú, eres sombrero de espejo; cachemira; saya; baile; copla de novio y antífona; y cera blanca, que arde como si cada doncella fuese lirio, cirio y ave... ¡ELLA, es esa lumbre viva, —esdrújula en los afanes— que da a tu historia, presencia, esencia, potencia, clase; unidad sobre lo múltiple y en lo múltiple, unidades... ... ¡ ESO, que en la piel hispana, —tensa y dura como un parche que llamase a botasilla a Obispos y a Capitanes— perdura en trémolo vivo que no tiene quien lo apague y que por siglos de siglos,


— ¡sobre razas; sobre cauces; sobre vivos; sobre muertos; sobre diablos; sobre Arcángeles— repetirá tu ¡MAGNIFICAT! con furia de redoblante que en la MONTAÑA se apoya para que vibre Tu imagen... — ¡Esdrújulo virginal que no hay tiempo que lo gaste y que repite el IMPERIO: — ¡Cáceres...! ¡Cáceres...! ¡Cáceres..


I9


CARLOS CALLEJO SERRANO

Vino al mundo en Barcelona el 28 de enero de 1911. Poeta, novelista, ensayista, investigador, hombre de mucho saber. Afincado en Cáceres desde 1943. A utor de numerosas obras. Defensor de las letras. Correspondiente de la Academia de la Historia y Cronista Oficial de Cáceres. Desde 1970 dirige la re­ vista literaria "Alcántard’, de los Servicios Culturales de la Diputación Provincial de Cáceres, que acoge el movimiento literario de creación de la tierra parda. 227


A NUESTRA SEÑORA DE LA MONTAÑA

I MARIA, emperatriz de las alturas, soberana del Monte y de la Nube: mi adoración hasta tu rostro sube como efluvio de flores y ternuras. Yo en las sendas oscuras de la tierra perdido, en marcha hacia el olvido, vi de lejos tu estrella bienhechora, y aquí vengo, Señora, las orlas a besar de tu vestido. Jadeante mi pecho todavía por el subir de la áspera ladera, mi corazón sus pasos acelera, pues al mirarte, exulta de alegría. Aquí mientras venero tu diminuta imagen coronada, dejaré en esta grada mi bordón y esclavina de romero como exvoto sincero que consagro a la suerte de este grande milagro de quererte.


A tus plantas me postro con la humildad rendida del que entrega su vida, y en estas piedras hundiré mi rostro como hace el desterrado que regresa y el dulce suelo de la patria besa. ¡Mi patria está tan sólo, Madre amante, donde una imagen tuya se levante! Con la santa ilusión de los pastores que en Belén te rindieron pleitesía, mi pobreza, ¡oh M aría!, te ofrece un relicario de fervores: i Mi corazón!... Si quieres, ábrelo y mira lo que en él se encierra: Son solamente lágrimas. La tierra húmeda y triste que dejé allá abajo no produce otra flor ni otro agasajo; su sabor es de acíbares y hieles, pero si tú te acercas sólo a verlas las volverás con tu sonrisa en perlas... II ¡Reina de la Montaña venerada! Misteriosa doncella prisionera, que, vestida de seda y enjoyada, vives en tu castillo de risco y torrentera y en un trono de jaras y tomillo... Deleitoso es el sitio que elegiste; aquí en esta aspereza, las auras son más puras, pues beben de tu aliento la pureza. El cielo es más azul porque tus ojos se reflejan en él; y son más bellas porque más cerca están de tu persona y brillan con más luz las doce estrellas que forman tu corona. Escondida en la agreste soledad del Santuario limpio y recogido, oyes la voz del viento estremecido y escuchas el rumor de la ciudad.


Desde esta roca tu mirada vuela sobre los grises muros cacereños y en ellos a tu sombra nacen sueños, que tú acunas con dulce cantinela, como Madre que vela arrullando el dormir de sus pequeños. Asómate, benigna a las pétreas almenas soleadas de tu alcázar real. Verás, Señora, de un pueblo que te adora, a tus pies esparcidas las moradas: pueblo de hombres de bien, cuyos amores son la Patria y la Fe de sus mayores. Uno por uno, míralos: tu nombre, como un sagrado rito, encontrarás en cada pecho escrito. Nadie de ti se olvida. Nadie en tus alabanzas se descuida: el devoto que ora, la muchacha que canta, el enfermo que llora, el sabio que medita, el poeta que sueña... ¡Todos piensan en Ti, Reina bendita de la fecunda tierra cacereña!...

III Las horas han pasado. Ya sólo en la penumbra la soledad del Santuario alumbra la lamparita que a tus plantas arde. La campana del Angelus desgrana en la llanura su canción lejana y en los altos estratos rosicleres de luz pone la tarde. Fuerza es dejar estos parajes bellos dejando el corazón prendido en ellos. No sé que me das tú, dulce Señora, que cuando subo a tu palacio a verte


nunca sé regresar ni hallo la hora de abandonar tu umbral. ¡Feliz el día en que mi alma vuele hasta tu trono para no bajar más, Virgen María! Ceñida la sandalia y ya en camino para el incierto viaje hacia el Arcano, de rodillas el pobre peregrino la bendición aguarda de tu mano. Abrupta es la montaña de la vida... Yo sólo veo en la mortal subida senderos de fatiga y pesadumbre tras una luz de lejanía inmensa, pero mayor será la recompensa si tú, mi Amor, me esperas en la cumbre. ¡Allí me esperas, sí! Yo he presentido tus rosas de clemencia en mis relámpagos de previdencia. Cuando en la linde de la selva oscura del poeta, mis pasos se extravíen y mis ojos ya ciegos desvaríen escenas de pavura, tu diminuta imagen coronada el lábaro será de mis afanes; y en medio de los turbios huracanes del temeroso reino de la Nada, entre truenos que aturdan el oído, como un lejano cántico perdido escucharé tu maternal llamada... Yo te veré como te vio el anciano de Pathmos: hecha Luz, llena de Gracia, con la Luna a tus pies y el Sol naciente en tus ojos colmados de dulzuras. Y entonces, en el fin de la jornada, de rodillas mi alma enamorada cantará tus eternas hermosuras, divina Emperatriz de las Alturas, Reina de la Montaña venerada...

231



JOSE C A N A L ROSADO

Nació el 4 de enero de 1913 en la villa de Arroyo de la Luz (Cáceres); de profesión Maestro Nacional, ejerce en el Colegio Nacional de Prácticas de Cáceres. Es, con Tomás Mar­ tín Gil, de tan grata memoria, Femando Braco y Jesús Delgado Valhondo, fundador de la revista "Alcántara”, en la que co­ labora asiduamente y hace la crítica literaria en la sección de Poesía. Ha publicado los libros de poemas "Viento amarrado”, "El mar cercano” y "Ciento volando”. Ha conseguido los pre­ mios siguientes: Premio Nacional de Poesía "Gabriel y Galán”, Flor Natural en los Juegos Florales de la Juventud de Acción Católica de Cáceres y Flor Natural en la Fiesta del Romance de Cáceres y Fiesta del Cerezo. 233


PUERTA DEL CIELO

Se abrió la roca en flor estremecida y, entre pimpollos tiernos escondido, por milagro de amor de amanecida, el seno bien mullido, la Tórtola labró su blando nido. La breña muy foseada y rumorosa, cañamazo de vientos sin costura rizado con vaivén de mariposa, celaba su hermosura al abrigo y calor de la espesura. Sirena del ciprés y de la encina, con bucheo amoroso derramado rodaba su latir de golondrina, muy quedito arrullado por el monte y el valle y el cercado. Tenía el pecho azul muy bien herido de cercanas ausencias. ¡Tan distante el rebaño disperso y sin balido! y la voz de diamante del Rabadán sin eco en el semblante. 234


Portaba el ermitaño a la Señora, con el nombre y sayal todo de asceta, soñando los silencios de una aurora todavía incompleta y lejana y sin luz y alta la meta. La muerte andaba aleve y presurosa sonando por el hueso de repente y en el hato diezmaba y toda cosa era polvo caliente que signaba los labios y la frente. La desgracia labró el hondo sendero a lo alto guiado por el llanto y el corazón a pie se hizo romero y le pedía tanto que se tornaba encaje de su manto. La rica vena que en la cumbre nace en silencios de amores sin medida luego en bálsamos raros se deshace y acaricia la herida y con sólo la fe vuelve la vida. Queda su huella de oro en el espacio con indeleble cicatriz grabada y, dormida en el seno de topacio, la ciudad, agachada, se hace escabel del trono de la Amada. Aquella noche larga, de ceguera roída por la niebla, se ha rasgado en aurora templada, toda entera con un resol dorado por los ojos que tanto la han mirado. Desde entonces se mora en la Montaña, el corazón rendido el blando vuelo y, esculpido su albor en espadaña, como un blanco pañuelo su nido amaneció Puerta del Cielo.

235



FELIX SAN CH EZ

Originario de Villasbuenas de Gata, en la que vio la luz primera el 19 de noviembre de 1913. Cursó estudios en el Se­ minario Conciliar de Coria. Coadjutor, Sochantre y Beneficia­ do de la diócesis de Coria-Cáceres. Es autor de los " M inutos marianos" que aparecieron en la revista " Santuario de la Vir­ gen de la Montañrt’. Ha publicado sus composiciones en la prensa cacereña. 237


LA MONTAÑA DE LA VIRGEN

Allá sobre la agreste parda sierra do anida el ruiseñor, la Reina soberana de mi tierra, —la Madre del Señor— ha puesto el nido casto de su amor. Allí escogió el lugar de sus amores; allí de noche y día espera de su pueblo los loores, y en cálida porfía sus hijos le tributan pleitesía. Su corazón, favores cariñosos derrama sin cesar; sus ojos virginales, candorosos, con plácido mirar endulzan y mitigan el pesar. Ante Ella, desde niño, me llevaba mi amada madre buena que en dulce paz su corazón hallaba alivios a su pena, quedando de consuelo el alma llena.


Allí sentí atractivo puro y santo, allí yo supe amar, allí encontré consuelos a mi llanto, allí aprendí a rezar y al Cielo mis plegarias elevar. Plegaria, que escuché de aquellos labios maternos, amadores, que dieron a mi vida los más sabios consejos salvadores, e hiciéronme anhelar bellos amores. Por eso cuando subo a la Montaña, —la ermita cacereña que el astro matutino alegre baña— sonríeme halagüeña la Virgen, con quien mi alma siempre sueña. Y subo presuroso hacia su ermita; me postro ante su planta diciéndole con fe: “ ¡Virgen bendita! A Ti —que el ángel canta por Madre del Dios Verbo— ¡Virgen Santa! A Ti, que eres mi luz y mi tesoro, mi dicha y mi ilusión, mi Virgen Morenita a la que adoro... te ofrezco por mansión y humilde santuario... ¡el corazón!”.

239



F R A Y ANTO NIO CORREDOR G ARCIA

Este laureado poeta nació en Montehermoso (Cáceres), el 6 de febrero de 1913. Sintiéndose con vocación a la Orden Franciscana, cursa la carrera eclesiástica en el Real e histó­ rico monasterio de Guadalupe, centro de devoción y de arte, donde canta su primera misa en 1937. Designado después profesor de Lengua y Literatura Españolas en el Colegio de San Antonio de Cáceres, es cuatro veces Guardián-Rector del mismo y dirige las revistas "Lyceum” y "La Voz de San A n ­ tonio”. Autor de más de 170 libros y folletos, destacan entre sus obras poéticas: "Laúd seráfico” (1951), "Haz” (1953), "Alas” (1957), "Cordón de peregrino” (1965), ”El alcázar de la R eind’ (1967), " Llaga abierta” (1973) y "Hermoso sello” (1973). De este autor ha dicho José María Pemán que " encuen­ tra sus versos fáciles de forma y de una muy honda inspira­ ción hum and’. Y el P. Ramón Castelltort, en su obra " La Poesía Lírica Española del siglo X X ”, al hablar de la poesía de religiosos, coloca al P. Corredor entre los poetas indepen­ dientes. 241 16


LA CANCION DEL POETA Oda a la Santísima Virgen de la Montaña (Galardonada con el premio correspondiente al tema ter­ cero del concurso celebrado en Cáceres en honor de la Virgen de la Montaña, en el III Centenario de su primera bajada a la ciudad).

Con el pecho palpitante, con anhelos en el alma, con los ojos avizores, con el fuego del amor en las entrañas, en Ti puesto el pensamiento y en los labios la plegaria, voy subiendo, Madre mía, voy subiendo el declive encantador de tu Montaña, jardín fresco y sonriente impregnado de rumores y fragancias, atalaya gigantesca por las nubes coronada, mirador del ancho cielo y trono augusto de la ingrávida pureza de tus plantas... Virgencita, Virgencita: soy un bardo que recorro los lugares de mi Patria con el arpa entre las manos entonando mis patéticas romanzas, a mi prójimo pidiendo una limosna, mendigando el galardón de una mirada que disipe las negruras de mis cuitas, los oscuros nubarrones que me invaden de nostalgias. 242


Y Tú que eres luz del mundo, manantial inagotable de prodigios y de gracias, Tú que eres, Madre mía, arco iris de esperanzas, árbol santo que defiende al peregrino con sus ramas, ¿no has de ser la panacea prodigiosa de las llagas que las zarzas del sendero han abierto, lacerantes, en mis plantas? A Ti acudo, como el niño que a los brazos de su madre se adelanta; con el ímpetu angustioso con que el ciervo corre al agua, con el ansia con que el triste marinero va hacia el puerto que divisa en lontananza... Y has de ser Tú mi alegría, has de ser mi luna clara, estrellita de mis sueños y mi senda perfumada, mi socorro y mi defensa, mi suprema bienandanza. Virgencita, Virgencita, la de labios encendidos como grana, la de férvidos amores, la de rítmicas palabras, la de cándidas sonrisas, la de célicas miradas... Virgencita que me inspiras, Virgencita que me encantas, Virgencita que me escuchas en tu trono de oro y nácar... Soy un bardo de ese pueblo que cobijas con el manto de tus gracias, de ese pueblo que en Ti espera, de ese pueblo que te ama porque fuiste lenitivo en sus angustias cuando el tétrico fantasma de la guerra y de la peste recorría sus moradas;


porque fuiste suave bálsamo en sus penas, porque fuiste y eres, Madre, en tu Montaña bienhechor fanal inmenso que ilumina la ceguera tenebrosa de las almas... Voy subiendo, Madre mía, la pendiente forestal de tu Montaña con los ojos avizores oteando el esplendente panorama, presintiendo que me invade esa ternura que es esencia de tu amor y de tu gracia, regustando el gozo íntimo de saber que en esta cita Tú me aguardas, Tú, mi bien, mi amor, mi vida, Tú, mi Reina idolatrada, Tú, mi luz, mi ser, mi amparo, Tú, mi amada, la que ahuyentas mis temores, la que inspiras mis tonadas, la que alegras mis ensueños de poeta, la que afinas los bordones de mi arpa, la que viertes en mi mente los fecundos ideales que me exaltan, la que escuchas mis gemidos, la que templas mis dolores y solícita me llamas cuando al borde del abismo tenebroso agonizan mi ilusión y mi esperanza. Caminito de tu ermita, peregrino de una gesta legendaria, llevo lumbres en los ojos, llevo fuego en las entrañas, ansias llevo de ascender hasta la altura y escuchar blandos susurros de las auras y el arpegio de pintadas avecillas, aspirando de las flores las fragancias, percibiendo ese concierto delicioso que Natura te regala porque Tú eres su Reina, porque Tú eres de Cades gentil Palma, el Decoro del Sarón y del Carmelo, la Pastora de estos valles y montañas... 244


¡Madre, M adre!... Ya me acerco al remanso de mis ansias... Ya penetro por las puertas de tu alcázar, relicario valioso donde guardan estos hijos que te adoran el tesoro de la fe más acendrada... Ya contemplo la belleza deslumbrante de tu faz que me arrebata, sol fulgente en una noche de pavores, suave aurora boreal que el mal espanta... Madre mía, escucha el himno de las cuerdas de mi arpa, dulce cántico ferviente que es canción y que es plegaria que, al pasar por el tamiz del sentimiento, se convierte en un raudal de ardientes lágrimas. Pero calla en tu presencia el torpe labio y tan sólo el corazón es el que habla... Tiéndeme desde ese trono de querubes el fulgor de tus miradas, que ya sueño, Reina mía, que he volado del Edén a la morada...


f


SANTOS SANCHEZ-MAR1N

Nació en Barrado, en la Alta Extremadura, el día 30 de agosto de 1913. Cursó sus estudios en el Seminario Conciliar de Plasencia, de donde pasó a la Escuela Normal de Maestros de Cáceres. Ha sido Delegado Provincial de la Organización Sindical en Toledo, Valladolid y La Coruña. En la actualidad ejerce la misión docente como Director Escolar en la bellísima ciudad de cristal. Como poeta y escritor, colabora en la re­ vista "Alcántara” y en la prensa regional. 247


LA MONTAÑA MUERTA

La Montaña ha quedado en piedra pura cuando ausente tu Gracia perdió vuelo. Piedra triste que vela el desconsuelo de saberse sin gracia y sin altura. Piedra vuelta a tu afán y a tu camino olvidada del cielo y de la estrella; peregrina del rastro de tu huella. Piedra loca sin planta y sin destino. Piedra pobre sin forma y sin tesoro; piedra fría sin pulso y sin aliento; piedra muda sin verbo y sin acento, piedra nuda sin veste y sin decoro. ¡Piedra muerta que espera mientras llora, que la vida le vuelvas TU, SEÑORA!


VEN TU R A D U R A N A N D R A D A

Nace en Cáceres el 25 de abril de 1915. A l lado de su ma­ dre —maestra en el antiguo Grupo Escolar "Delicias” — cursa la Enseñanza Primaria. Con aprovechamiento y brillantez es­ tudia en la Escuela Normal cacerense y realiza diversos traba­ jos históricos, arqueológicos y literarios junto a los presti­ giosos profesores Ortí Bélmonte y Floriano, resaltando los consagrados al poeta Gustavo Adolfo Bécquer, las iglesias de­ dicadas a la Asunción en la diócesis de Coria y otro sobre la escultura en la iglesia parroquial de Santiago. Ejerce la carrera en Almoharin, Palo (Pirineo de Huesca), Mérida y Cáceres. Después de opositar, se encarga, en esta ciudad, de la dirección del mismo centro en que ella se edu­ cara: el hoy denominado Colegio Nacional "Delicias?’. Y en dicha dirección permanece hasta su muerte, acaecida el 17 de diciembre de 1974. Esta poetisa fue animada a escribir por su progenitora y el Párroco de Santiago y poeta, don Lorenzo López Cruz. Su primera poesía publicada fue un soneto a la Asunción, que más tarde incluyó Ortí Belmonte en su trabajo sobre la Asun­ ción en el arte y la literatura. Por cierto que en el mismo ob­ tuvo Ventura Durán el único accésit a la Flor Natural. En 1941 con motivo de las Justas Literarias celebradas pa­ ra conmemorar el III Centenario de la Primera bajada de la Virgen a la ciudad, obtuvo la Medalla de Oro, primer premio del certamen, por su composición "Baja ya, Madre mía”. La obra fue después publicada en diversos periódicos y revistas y utilizada por la Cofradía como recordatorio en el besamanto de la Virgen. Ventura Durán, que colaboraba en la revista " Alcántara"’ y en la prensa de la región, tiene bastantes obras inéditas. Carlos Callejo, investigador y fino escritor, la llamaba la Mistral extremeña, maestra de humanidades y en gay saber. 249


BAJA YA, MADRE MIA

Virgen de la Montaña, idolatrada Madre de Amor, de místicos encantos, Reina de este solar de mis mayores: mi voz se alce entre tantos acentos de entusiásticos ardores. Sólo quiero, Señora, dulce Amada, que no falte en tu honor la ofrenda mía, mi verso, mi oración, ni mi alegría, mis lágrimas, mi amor, mi vida entera... ¡ Si yo tuviera más, aún más te diera!... Bien sabes Tú, celeste anhelo mío, que soy tuya por siempre: tu hija quiero ser. Para ello fío, más que en mis fuerzas, en tu amor y gracia, Rosa de Jericó, Flor de la Acacia. Y mientras busco, errante peregrina, la estrella donde pones tu pie bello, quiero ser un juglar de tu ternura, un juglar de tu amor, Virgen divina. Cantar quiero, con férvida locura, tu pureza, tu amor, tus perfecciones...


|Oh, Madre! Si profano con canciones de amores pasajeros, esta lira que pusiste en mis manos, para que hiciera coro con sus sones a las que sin cesar tañen dulcísimos los veinticuatro ancianos, rómpemela. No quiero que sea, sino tuya, como es tuyo mi corazón, mi vida, mi esperanza. Hermosa flor, capullo placentero, nacido en verde sierra cacereña, blanco lirio entre espinas, no me alcanza la voz, a bendecirte. ¿Cómo nació la flor entre la peña? ¿Por qué quisiste estar en esa altura tan agreste, tan sola y empinada? ¡Ay! Déjame decirte que más cerca te quiere mi ternura, para cantarte, a solas, mi tonada. ¿No te gusta vivir entre tus hijos? ¿No tienes siempre fijos en ellos, esos ojos que embelesan a los ángeles todos? ¿Por qué, pues, te escondiste, allá, tan lejos, si perdidos están sin tus reflejos? — o—

¡Ay, dulcísima M adre!, no los lodos del valle, son tu propia residencia: la pureza en esencia entre el mortal rebaño, sola eres, Tú, lirio de los campos, que en la heredad dominical, prefieres fijar tu residencia, entre campos de las almas sin mancha. ¡ Cuánto mi alma se ensancha mirándote en lo alto, casi junto 251


al cielo!... Sí, mi vida. Desdes ahí, el conjunto de tus corderos, custodiar bien puedes, con mirada cernida de luz, y de embelesos maternales; con rientes cristales de labios virginales que, entreabiertos, parecen una aurora; con ese amor que llora cuando sales en busca del cordero que, ingrato, se alejó de tu sendero. Pero el cariño es tanto, que, aunque sabe es mejor tu enhiesta cima, se resuelve, y se anima, a romper el encanto de tu morada sola y recogida. Pero, ¿cómo? ¿Abatida ha de estar nuestra Reina? Y si el viento, que peina las encinas en flor de esa tu ermita, nos pregunta: “ ¿Dó habita la Paloma que estar aquí solía?". ¿Qué se le ha de decir? La algarabía de un falso amor al valle la ha traído, ¿Paloma sin su nido? — o—

Sin nido, no, que están aquí amorosos corazones sinceros que la sirven de trono cuidadosos. Corazones del lustre de su gloria, que, porque no la escoria del valle, con su planta tenga que hollar, de vuelo, se levantan al cielo formándole escabel dulce y caliente. ¿Qué linda traza habrá que amor no invente?


Puedes, Madre, dejar esa morada, que, porque la bajada no te sea dolor, tus hijos todos han hallado los modos de aunar tu honor y su cariño ardiente. Montañas sean sus pechos de amor, de caridad y de pureza; no mezquinos y estrechos tugurios de ruindades y pecados que no sirvan de trono a tu realeza. En tus alas llevados, se han crecido, y llenado de mil bienes. ¡Deja, Madre, tus solios estrellados! Baja pronto, Señora. ¡ Aquí nos tienes!...



JOSE M A R IA M A R T IN E Z VAL

Nacido en Agreda (Soria) el 12 de marzo de 1916. Es, por formación, jurista e historiador. Dos veces Doctor: en Derecho y Filosofía y Letras. Y otras dos veces, Catedrático: de Histo­ ria y de Derecho Mercantil y Economía. Es, además, escritor macizo y profundo. Y ha alternado siempre sus actividades profesionales y docentes con una asidua dedicación a escribir libros valiosos. En esta faceta —en la literaria—, también son dignas de citar sus excelentes colaboraciones en periódicos y revistas. Algunas de éstas conquistaron fama merced a su acer­ tada dirección: "Cuadernos de Estudios Manchegos”, "Foro Manchego” y "Arcaduz”. Ha creado instituciones muy importantes. Entre ellas, el Instituto de Estudios Manchegos. Y ha dirigido Corporacio­ nes: Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Ciudad Real. Fue Subjefe Provincial del Movimiento en esta población y Gobernador Civil de Lérida. Pertenece como Correspondiente a cuatro Reales Academias: de la Historia, de Jurisprudencia y Legislación, de Bellas Artes de San Fernando, de Ciencias Económicas y Financieras, de Barcelona. Se enorgullece de su condición de manchego por adopción. Es Hijo Adoptivo de la provincia de Ciudad Recd, Valdepeñero de Honor; Hijo Adoptivo de Villanueva de San Carlos y de los Pozuelos de Calatrava (Ciudad Real) e Hijo Adoptivo también de Cubells (Lérida). Hasta el presente, su producción literaria se eleva a 43 li­ bros. Los últimos son los titidados " Por qué no fue posible la II república” e "Historia del pensamiento” (Político, económi­ co, social). El poema que figura en este repertorio lo escribió el Doc­ tor José Martínez Val cuando estuvo en Cáceres para pronun­ ciar unas conferencias. 255


CACERES TIENE UNA NOVIA.

Cáceres tiene una novia bajo la luna de plata... En la noche, son sus torres como cuerdas de guitarra tersas, de piedra morena, vibrantes, de luz rielada en plazas del Barrio Viejo, —rondalla de torres altas—. Cáceres tiene una novia bajo la luna de plata... Los silencios no se rom pen; es un amor sin palabras. Las almenas están mudas —jinetes de barbacanas— ; las veletas no se mueven —hierro al viento, en filigrana—, ni un gesto de los palacios ni un suspiro de las plazas... Yo he sorprendido el idilio... Un rayo de luz lejana, luz de hogar, fuego de amor, sinfonía de la música callada, luz en ventana de novia para torres en rondalla... —Yo no sé si decir debo el nombre de tal amada...— Cáceres tiene un Amor: la Virgen de la Montaña.


I

FRANCISCO DOMINGUEZ SILVA

Natural de la Sierra de Gata —el "país del aceite de oro”—, de Torre de Don Miguel, nació el 18 de julio de 1917. Orde­ nado sacerdote el 25 de julio de 1941, ocupó los cargos de ecónomo de Pinofronqueado, en el territorio de Las Hurdes, coadjutor de San Vicente de Alcántara y Cilleros, y Párroco del Corazón de Jesús, de Moraleja. Poeta de corte clásico, tie­ ne numerosas colaboraciones poéticas y periodísticas en publi­ caciones regionales y de la diócesis de Coria-Cáceres y otras nacionales, de carácter piadoso. Ha sido galardonado con el premio "Gabriel y Galán”, instituido por la Caja de Ahorros y M onte de Piedad de Cáceres. 257 17


EN EL CINCUENTENARIO DE SU CORONACION

Virgen de la Montaña, morena por los soles, cual los trigos, cercanos a tus pies; emblema, airón de Cáceres, su perla más preciada y primorosa, Milagro de Mujer, Tu historia no es muy larga, aunque otras Vírgenes, heraldos tuyos, ocuparan tu vez. Con todo, alta Princesa, talismán encerrado entre cantiles, de rara nitidez, se adensa, en pocos siglos, y es copiosa, apretada en fechas-índice, de un gravitante ayer. Cuántas veces tus hijos, latidos de tu pecho, sangre tuya, resplandor de tu Ser, les abatiera, a solas, el turbión del dolor, o en aguas pútridas, apagaran su sed; 258


o en tromba colectiva, le envenenó sus aires, la desgracia, con flagelo cruel, otras tantas pulsaron tu Corazón clemente y humanísimo, alerta al padecer. Y Tú, dulce Enfermera, impartiste tu risa, en campo yermo. Lució el Sol otra vez. Fue y es fluir continuo de ruegos lacerantes, que Te acosan, con ansiosa avidez; de gracias, en cascada, saltando, jubilosas, de tus manos, con regia esplendidez. Por eso y para eso, estás en tu albo nido montañero, vigilante y en pie. Allí, en tu almena blanca, estás, cual ensenada acogedora, para un presto acorrer. Y, aunque todo naufrague, Tú, siempre en nuestras cruces rutilando, perennemente fiel.


I


JU A N NU ÑEZ AN D R A D E

El presbítero y poeta Juan Núñez Andrade es natural de la población fronteriza de Zarza la Mayor. Vio la luz primera el 24 de noviembre de 1917. Se distingue por su cultivo del dialecto extremeño y ha alcanzado varios lauros. Su perfil bio­ gráfico lo resume el interesado sencillamente asi: Un extre­ meño que quiere a su tierra y le duele la marginación de que es objeto. Actualmente es Párroco de Almoharín. 261


ORACION... DE LA PROVINCIA DE CACERES (a la Santísima Virgen de la Montaña en las fiestas del Cin­ cuentenario de su Coronación Canónica)

Con ajogos y aginos mu grandes, con lamentos que al cielo se elevan, la Provincia subía a la Montaña a contarle a la Virgen sus penas. Yo la he visto subir paso a paso, cansaína y sin sangre en las venas, descansando poquino a poquino y sentarse agotá en la cuneta... y detrás... y en falange mu grande, las Patronas de pueblos y aldeas con el luto pintao en sus rostros, sin coronas, ni joyas, ni ceras, en cortejo de madres que lloran por los hijos que marchan pa ajuera. Descansar quiere más la Provincia... las Patronas le jurgan y arrean, que el descanso no admiten las madres al mirar en sus hijos las güellas del dolor que produce en sus almas el tener que dejar estas tierras... y con sangre en los pies la Provincia, arrastrando el zurrón que chorrea la amargura de tantos olvidos 262


y el dolor de desidia tan ciega, lo mesmito que un toro en la plaza con la lengua mu roja por juera, va subiendo el camino que sube repinao, y que lleva a la meta; y lo mesmo, lo mesmo que un día el Jesús de la historia se quea bajo el peso de cruz ca dos pasos tumbaíto sin sangre y sin juerzas, lo mesmito la probe Provincia tumbaíta se quea en la cuneta... y es la sed de su Tajo sin agua pa alumbrar y regar tanta tierra... el azote de tantos impuestos que enriquecen provincias de ajuera... el insulto de tanto banquete que los ricos y grandes costean... el pinchazu de tanto dinero que los Bancos alegres se llevan... el dormir de los dioses de antaño que otro mundo a la Patria le dieran... el sopor que produce la herida que se agranda sin tasa y sin tregua de esos hijos que marchan y marchan y abandonan familias enteras... lo que jaci que caiga y que caiga y seguir adelante no puea; y por eso, rompiendo las filas, las Patronas que escuchan sus quejas esas cruces que tumban y matan van cogiendo con sus manos bellas. Y es La Luz, Alta Gracia y Sequeros, Sopetrán, La Victoria y Candelas, Guadalupe, Los Hitos y El Puerto y una gama tan grande y tan prieta que por muchas que sean estas cruces la Provincia sin cruces se quea, y subiendo sin peso denguno de la ermita contempla su puerta; y con pasos de anhelo y de prisa, pues su vida se escapa ligera, se dirige al altar de la Virgen y con estas palabras comienza 263


su oración, que es el grito angustioso que el garguero y los labios le quema: Virgencita que todo lo puedes, yo no canto en tu honor en tus fiestas porque el alma se rompe en pedazos al mirar la agonía de mi tierra; yo no canto en tu honor, Virgen mía, porque el llanto más grande me quema al mirar a esos pueblos vacíos y mirar las gloriosas aldeas con la yerba que crece en sus calles y cerradas y mudas sus puertas; ya no se oye al gañán en las noches empuñar ni rasgar la vigüela, y los mozos no rondan las mozas, y claveles no tienen las rejas, y la vida se acaba en sus calles y solinos se quean en la Iglesia ese “Cristu” y aquel angelote que cantara el cantor de mi tierra; ya no llenan las casas aperos, ni las jocis de picu ya siegan porque faltan los brazos tostaos que el impulso le den y la juerza... que a Alemania y a Holanda se jueron y a la Francia que cierra fronteras a frutales que aquí cosechamos y se pudren sin precio ni venta... Yo no canto... y lo siento, Señora, porque vivo la inmensa tragedia de esos niños que en manos de viejos su invasión en la vida comienzan sin sentir el picor de la barba del padre que sus frentes besa, ni la sombra bendita y hermosa de la madre que su sueño vela; son los monstruos que engendra el consumo y el producto de tanta materia... Yo no canto, Señora... y lo siento pues salí cantaor de nacencia, y por eso en aquesta mañana en que Cáceres bulle en tu fiesta yo a tus plantas, sumisa, me llego


y rasgando y rompiendo mis venas yo te pido por tanta injusticia, yo te pido que toques y muevas corazones que siguen tranquilos sin sentir la amargura y la pena que este río de sangre produce en lo jondo de mis entretelas... Yo te pido que Cáceres vele y no coma, ni cante, ni duerma mientras tenga a sus hijos tiraos en los bancos y en toas las cunetas de naciones que no son la suya, en industrias que no son las nuestras. No te pido ni asfaltos ni luces, ni esos “haigas” que corren y arredran; yo te pido que suenen potentes el chirriar de tractores, poleas, maquinaria que jechi a los aires esos jumos de emporio y riqueza que a los hombres les da de comer y a las mozas también las emplea, que al tener la soldada segura no haiga naide que salga pa ajuera y otra vez nuestras calles se llenen de las rondas de mozos que enhebran la canción a la moza que quieren y que espera temblando en su reja... Yo te pido, que no haiga más niños que el amor de los padres no sientan; yo te pido que no haiga más brazos que impotentes al cielo se tiendan y que cruces tan crueles y grandes no se claven con furia y con juerza en mis carnes cansás de sufrir, en mis hombros que ya se doblegan... pues yo quiero que piense el que manda que si ahora no tengo ni juerza, otras veces llené a la nación con el oro de aquellas galeras que de un mundo de ensueño venían, de ese mundo que sangre extremeña conquistó con la espada y el genio de sus grandes y ricas cabezas...


Terminada tan triste oración, que la angustia de todos refleja, en la nave de aquel Santuario escuchóse un “AMEN”, así sea, que Patronas de toa la Provincia pronunciaran en ancha respuesta.


ARTU RO ENRIQUE SANCHEZ

Nació en Villamiel, en el espinazo de la Sierra de Gata, el 12 de enero de 1917. Dotado de gran vocación poética, cuando contaba 12 años publicó su primer libro de versos en Coria. Figura en una A ntologa poética de poetas contemporáneos con cuatro composiciones. Obtuvo el primer premio y Flor Natu­ ral en los Festivales Hispanoamericanos (Concurso del Roman­ ce) de Cáceres, en el año 1970. Tiene en preparación un libro con más de 200 poesías. 267


AMOR DE UN PUEBLO (A Nuestra Señora La Virgen de la Montaña)

I Cáceres tiene una Virgen que es su Reina Soberana: ¡La Patrona de este Pueblo! ¡LA VIRGEN DE LA MONTAÑA! Ella quiso ser Pastora para guardar nuestras almas, y se apareció al humilde Francisco de Paniagua, que a la vera de su Ermita tiene también su morada, donde la Reina del Cielo con el ermitaño hablara. Por eso, la advocación de Virgen de la Montaña, se le puso a la Señora que desde el Monte cuidaba de la ciudad cacereña: ¡El rebaño de sus almas! La quieren los cacereños, las cacereñas la aman, y los niños la contemplan y los viejos la idolatran.


“Desde la calle Caleros” —como un rosario de lágrimas— en hilera todo un Pueblo asciende a la Ermita Blanca, para ver a su Patrona y rezarle una plegaria. De la mano del abuelo, de niño mis pasos daba, detrás de ¡tantos romeros! por la senda mariana sin darme cuenta ascendía por la mística Montaña... Y, todos, cuando subían ¡les parecía que bajaban!

II Lo más cerquita del Cielo a la Virgen contemplaba y me quedaba extasiado, y de hinojos me postraba a los pies de aquella Virgen, ¡tan Hermosa e Inmaculada! que no vi jamás ninguna sublime y divina cara, de Vírgenes, que pudieran ser con Ella, comparada. En la noche, era un Lucero que iluminaba las almas. Vigilando nuestros sueños, ¡qué bien, Madre, se descansa! De día, me parecía “La estrella de la mañana”. Con tu sonrisa, MARIA..., ¡qué bien, Madre, se trabaja! Por eso, sufrida y noble y muy leal es la raza de este solar extremeño, que tiene como coraza, el corazón de una Virgen morenita y montaraza.


III ¡Cómo recuerdo aquel día que mi madre me llevaba, al pie de la Pastorcita —que por nosotros cuidaba— ! ¡Cómo recuerdo su voz, repitiendo las plegarias que de su boca fluían como miel para mi alm a!...: “DIOS TE SALVE MARIA, LLENA ERES DE GRACIA...” Y, ¡qué imborrable recuerdo el día que la CORONABAN...! —Diez lustros hace, Señora, de aquella Feliz Jornada—. Allí las familias todas rezando a la Madre amada. ¡Con qué fervor y alegría todo un Pueblo te cantaba!... Y, ¡cómo se dieron cita luceros y estrellas blancas, para obtener de tu frente la luz celestial sin mácula. Parecía que el firmamento y el Cielo estaba en tu cara. Y tu corona bendita en tu frente se aquilata, tanto y tanto, que el sol muere y sigue en Ti, en la Montaña. La tarde estaba radiante, los pajarillos cantaban, y las plantas y las flores, coloristas pincelaban el trasfondo del Gran Cuadro, con tomillo y mejorana. Perfumes de manzanilla y el fervor y las plegarias y los Salmos marianos que en inciensos se elevaban hasta el Cielo, por la Virgen Bendita de la Montaña. 270


¡Toda la Ciudad entera estaba aquí congregada!... IV Tendí la vista hacia Dios. Besos de Oro lanzaba. Miré luego el horizonte... La ciudad baja y callada. Los huertos con sus olivos, perlas de aceite guardaban. Los grisáceos torreones de la noble raza hidalga —llenos del polvo y el moho de su historia legendaria— ¡ Qué pequeños se veían!... La nobleza se ocultaba ante la nobleza altiva de aquella Casita Blanca. Tan humilde y tan pequeña, pero, ¡tan Grande y tan Santa! que el que llegaba a su puerta, de sus males se curaba. Supe, que “mi viejecita” le pedía una mañana, —que estaba yo de soldado— la paz, que hoy disfruta España. Y vio, que amorosamente de la Gloria de su Cara, brotaron afirmativas sonrisas de estrellas blancas, que, espejarse vio en la Pila Bendita, cuando marchaba. V Cuando Cáceres se duerme en los pliegues de la cama; cuando todo está tranquilo en las calles y en la plaza, entonces la Pastorcita sale de la Ermita Blanca.


Vigila el sueño de un Pueblo junto al Angel de la Guarda. La Virgen está cuidando el rebaño de sus almas, y atiende y cuida con mimo aquella que se desmanda. Ella, dirige hacia el bien y de los males aparta. Purifica el sentimiento, dulcifica las palabras. Ella, es la Madre de todos. ¡La Reina de nuestras casas! En cada alcoba, Una Virgen. ¡ ¡LA VIRGEN DE LA MONTAÑA! ! La Patrona de este Pueblo. La Madre más buena y Santa. La quieren los cacereños, las cacereñas la aman, y los niños la contemplan y los viejos la idolatran. El que suba hasta su Ermita y le rece una plegaria, bajará muy satisfecho: ¡limpia de pecado el alma! El día que yo subí por aquel monte de plata, sentí iluminarse el pecho con su luz inmaculada. Bajé en mi pecho el recuerdo de una preciosa medalla: Una Imagen de la Virgen. ¡LA VIRGEN DE LA MONTAÑA!


ISIDRO M E LA R A BERROCAL

Aunque nació en la villa fronteriza de Valencia de Alcán­ tara el día 24 de marzo de 1917, lleva mucho tiempo residien­ do en Cáceres. Es funcionario de la Cámara Oficial Sindical Agraria. Tiene desperdigada su producción poética en los dia­ rios y revistas de la región. En los años juveniles agrupó sus composiciones bajo el título de "Armonías”. 273 18


OFRENDA A la Santísima Virgen de la Montaña, en el XXV aniversario de su coronación

Yo quisiera ser poeta para en bellos madrigales hoy tus gracias celestiales dignamente celebrar. Y quisiera que mis versos traspasados los umbrales de este valle, hasta en los cielos te llegaran a ensalzar. Yo quisiera al mismo tiempo igualar a la alborada cuando apenas desposada pone un beso en el alcor, y posarme de los cielos en tus sienes adorada cual Gabriel que yo eclipsara con saludos de mi amor. Yo quisiera ser un músico, pero un músico armonioso y poner en mis canciones dulces trémolos hermosos desbordado el corazón, y que todo el que escuchara tan sublimes melodías, de rodillas evocara 274


con las mismas notas mías, el momento sacrosanto de filial coronación. Yo quisiera en ansia pía superar al propio Apeles, y con mágicos pinceles, en un lienzo definir, tu figura donde brilla de los cielos la armonía... ¡Oh, tu rostro, Madre mía, yo quisiera describir! Quisiera ser Miguel Angel y grabar en piedra dura ese maternal candor, y que gentes venideras contemplasen tu hermosura y con gozos alabaran la peregrina escultura y a tus plantas se postraran con fervor. Yo quisiera ser un Príncipe con bordón de caminante, que anhelante, con cariño de hijo amante, en tu regazo inclinado te ofreciera embelesado en homenaje a tu grandeza sus tesoros, sus laureles, sus riquezas... Yo no puedo en bellos mármoles grabarte, ni tampoco sobre un lienzo sé pintarte, ni hago versos con vibrante eco sonoro, no soy músico que alabe en armonías en un Himno las glorias de María, ni Príncipe andariego con tesoros... Hoy tan solo en mi pobreza, agobiado ante tu imagen


de sublime gentileza cuya vista no merezco, yo te ofrezco en esta fecha lo que puedo presentarte. Es humilde, y es eterno, pero acepta placentera lo inspirado por Ti misma ยกesta filial devociรณn! Con mi alma, y la suerte de adorarte, con mi vida toda entera te ofrezco... ยกmi corazรณn!


JU A N G ARCIA GARCIA

Nació en Ahigal, de la parcela cacereña, el día 8 de marzo de 1918. Es funcionario del Cuerpo de Correos. Como poeta ha escrito varios libros y también comedias en versos. Tiene en su haber el primer premio de poesías extremeñas " Gabriel y Galán" de la Caja de Ahorros de Cáceres, un accésit al pre­ mio Hispanidad que se le concedió en Guadalupe en 1973 y otro accésit en los Juegos Florales del Cincuentenario de la Coronación Canónica de la Virgen de la Montaña. Poeta de raigambre popular de la escuela galaniana, Juan Garda brinda muestras de gran fervor y entusiasmo, siendo muy solicitado para recitales, ya que es un verdadero intérprete del vate de Frades de la Sierra y da a conocer sus acentos y especialmente sus vibraciones en la expresiva "parla” extremeña. 277


Y LLEGO UN HOMBRE A CACERES, LLAMADO FRANCISCO DE PANIAGUA

Estu que voy a contalti, mi queridu amigu Cletu, no es de ninguna leyenda ni tampocu ningún cuentu, esta es la pura verdá que vas a escuchal atentu. La Virgin de la Montaña, no es lo que muchus creyerun de que se había aparecíu a algún pastol o vaqueru, comu la que hay en Plasencia llamá la Virgin del Puertu o bien, la de Guadalupi, Madri de los extremeñus. La Virgin de la Montaña, es un milagru del Cielu que Dios mos quisu jacel a todus los cacereñus jaci ya más de tres siglus, por un hombri santu y güenu al que muchus no conocin y, mereci conocerlu; porque le dio al nuestru Cazris un tesoru aquí en el suelu. 278


Desde Casas de Millán, vieni un hombri mu contentu pa vel a unus primus suyus que estaban aquí viviendu. Franciscu de Paniagua era su nombri; por ciertu, que al vel la Sierra de Mosca, que está pocu más o menus una media legua escasa de esti pueblu cacereñu, se subió allí y, entre peñas, aprovechandu unus güecus, empezó a jacel la ermita resguardá del airi cierzu. Ni cortu ni perezosu, bajó a recorrel los pueblus de Cazris y su comarca, sin caballus ni jumen tus y, con una virgencina que llevaba sobre el pechu, empezó a pedil limosna lo mesmu que un pordioseru, pa comel y pa jacerli a la Reina de los Cielus una cueva mu chiquina, que es la ermita que allí vemus con la cama en que dormía, con el calderu y, los cuernus llenus de aceiti y vinagri, que estu era de reglamentu pa jacelsi las sus migas y el güen gaspachu extremeñu. Con las perras que sacaba y con sus propius esfuerzus, llevándulu con pacencia, trabajaba con esmeru hasta que un día se enteró un cura que era mu güenu de los que estaban en Cazris, y le cogió tal afectu a la obra de Paniagua, que los dos hombris se unierun y, jarreandu pa alantri,


hubu sus más y sus menus; porque, al probi del curita, me lo metierun en pleitu to por la asquerosa envidia que nunca falta en los pueblus; pero la Virgin Santísima, lo salvó de estus enreus. Don Sanchu de Figueroa, el cura a que me »efieru, era un hombri mu relistu, güenu y con templi de aceru. El dio, pa jacel la ermita, cincu ducaus por lo menus de las rentas que ca añu le daban por casa y güertu de la Calli Villalobus. Esi jué el primel dineru que en la ermita se gastarun y está escritu pa recuerdu de estus dos benditus hombris, unu seglal y otru clérigu, que estaban obsesionaus en jacel lo que jicierun. Con las perras que juntarun, yo me creu que se juerun a Sevilla, pa compral a la Virgin que tenemus que dicin que es andaluza y yo asina me lo creu; porque, con esa carina que mira a los cacereñus, paeci que está derramandu toa la gracia y el saleru que se truju de Sevilla, que es la sal del mundu enteru. La cuestión, es que los dos a Cazris se la trujierun y, en la primitiva ermita, el mejol sitiu le dierun empezánduli a rezal con devoción y respetu. Está jecha de nogal toíta de cuerpu enteru


y, el Niñu Jesús que tieni sentau en el brazu izquierdu, está mirandu a su Madri comu hablánduli en silenciu. La Madri, lo está escuchandu y está mirandu pal pueblu, comu contestandu al Hiju asina en nuestru dialectu: “Sí, Hiju míu, ya te he oyíu. Miraré siempri por ellus; porque soy la su Patrona y ellus, son tos mu regüenus”. Al verla tan rebonita, toa la genti se subierun caminu de la Montaña, pa pedirli mil remedius que, desde entoncis acá, muchus milagrus ha jechu. El caminu era mu malu y to el campu estaba llenu de jaras, pinus, castañus, madroñeras y romeru y llegaba la maleza hasta la Fuenti Conceju. La genti, que era algu rica igual que el Ayuntamientu (que tamién la quería muchu) les dierun tos los terrenus que están cerca de la ermita pa que allí, los cacereñus jicieran las romerías, tan alegris y contentus. El Dotor Ruiz de Camargu, Obispu de aquellus tiempus, al vel que hasta la Montaña subierun muchus romerus, le dio permisu a Don Sanchu, pa que esti juera el primeru que dijera allí la misa a la que jué todu el pueblu. Don Sanchu de Figueroa, con el su muchu talentu inspirau por la su Virgin,


tuvu, el hombri, el gran acuerdu de fundal la Cofradía y dictal los reglamentus, asín comu una oración que todavía leemus en la novena a la Virgin cada vez que la jacemus. En la Cofradía entrarun na más los que jueran güenus. Entran Ulloa y los Ovandu, entran tamién carpinterus, sin faltal los hortelanus, gentis de todus los gremius y, Cazris, comu es caliza, no faltarun los calerus. Los pecis gordus y chicus, con títulus o sin ellus, pa honral a la nuestra Virgin, tos comu hermanus se unierun. Cogió la pluma Juan Guerra, que era escribanu, por ciertu, y escribiendu bien de priesa lo que le iba dijendu Don Sanchu de Figueroa, escribió los reglamentus de la nueva Cofradía dandu fe de todus ellus que, al dal fe, los escribanus lo jacin tos mu contentus; porque dicin: “Yo doy fe”, y mos sacan el dineru. La devoción jué aumentandu y la Virgin jué jaciendu milagrus y más milagrus que, detallarlus, no puedu, porque entoncis la poesía pasa de doscientus versus y yo me creu que anda cerca, por los muchus que ya llevu. En la casa de Don Sanchu, mueri aquel hombri tan güenu, Franciscu de Paniagua (que Dios lo tenga en el Cielu)


y, antis de moril, dejó escritu el su testamentu dijendu que lo enterraran, no en el nuestru cimenteriu, sino al lau de la su Virgin en un sepulcru to nuevu que él mesmu había preparau, pa que metieran su cuerpu. Don Sanchu de Figueroa, jué y le cantó un güen entierru y, llorandu pol su amigu, ayuánduli tres clérigus, caminu de la Montaña a Paniagua subierun y allí están, con la su Virgin, los sus venerablis güesus hasta que un día resucitin comu mos relata el Credu. Franciscu de Paniagua, mi queridu amigu Cletu, si no está en el santoral, alcanzó dos grandis puestus; el cuerpu, al lau de la Virgin y, el alma, arriba en el Cielu. Don Sanchu de Figueroa, que jué su gran compañeru y el Patronu de la ermita, tamién llevaría algún premiu porque le ayuó muchísimu y jué su gran consejeru. Estus dos santus varonis, yo creu que mos están viendu desde el Cielu, en estas fiestas que a la Virgin le jacemus, al cabu de mediu siglu que en las sienis le pusierun la corona tan bonita que lleva por tantu tiempu. ¡Los envidiu, los envidiu! ¡Ay, quién juera igual que ellus; porque la mayol riqueza no es tenel muchu dineru,


ni fama, mandus ni títulus, que son ídolos terrenus y no mos sirvin pa na dispués que ya estemus muertus, sino sembral siempri el Bien lo mesmu que ellus jicierun! Nuestru Señol, en la Cruz, cuandu se estaba muriendu, mos dio a su Madri, pol Madri, aunque no la merecemus y, Paniagua y Don Sanchu antis de moril, mos dierun la Virgin de la Montaña, a la que tantu queremus; por sel la nuestra Patrona, Madri de los cacereñus! !


JOSE M A R IA FERNANDEZ NIETO

En los Juegos Florales del Cincuentenario de la Corona­ ción Canónica de la Patrona de Cáceres y su comarca, alcanzó el preciado galardón de la Flor Natural y 50.000 pesetas, el trabajo que llevaba por titulo "Rosario de oro a la Virgen de la M ontañd’, cuyo autor resultó ser don José María Fernán­ dez Nieto, ya conocido por los cacereños por haber conquis­ tado también la Flor Natural en la Fiesta del Romance, de 1964, por su poema "Gozo, dolor y gloria de Cáceres”. Fernández Nieto nació en Mazariegos de Campo, provin­ cia de Patencia, en 1920. Reside en Patencia y es farmacéutico. Se destaca como poeta de altos vuelos. Sabe manejar muy bien el verso y la palabra. El trabajo que incluimos es un her­ moso poema, exposición lírica de los misterios. Fernández Nie­ to es clásico y moderno al mismo tiempo y se ve escoltado por una serie de premios que aureolan su pujante personalidad, hoy en la vanguardia del Parnaso español. Ha publicado los siguientes libros de poesía: "Sin prima­ vera?’ (1946), "Aunque es de noche” (1947), "La muerte apren­ dida” (1949), "Paisaje en carne viva” (1949), "A orillas del Carrión” (1957), "La trébede” (1961), MCapital de provincia” (1961), "Un hombre llamado José” (1963), “Buzón de alcance” (1966), "Villacincos para zambomba y transistor” (1968), "Ga­ lería íntimap (1971), "La claridad compartida?’ (1972), “M emo­ ria del amor” (1973). Ha obtenido, entre otros, los premios "Guipúzcod’, "Casa de Cervantes'”, "Ciudad de Huesca”, "Provincia de Alava”, 285


" Ciudad de Palma”, "Ciudad de Lérida”, ”Quijote de oro y plata?’ y ha sido finalista del " Ciudad de Barcelond’, "Boscán” y " Café marfil”. En "La nieve”, premio "Antonio González de Lama?’ (1973), del Excmo. Ayuntamiento de León, Fernández Nieto "da un giro nuevo a su poesía, rejuveneciendo su estilo y dotándole, a través de un original simbolismo, de una intencionalidad cristiana no exenta de acentos irónicos. A l tiempo, intenta rescatar del confusionismo ideológico actual, valores que con­ sidera permanentes, prestando al concepto de la vida y de la muerte nuevos perfiles poéticos y una visión muy personal del hombre de nuestros días en orden a su trascendencia’. El vate palentino da constantemente recitales de poesía que resultan de la mayor brillantez, y charlas en los Ateneos y otros centros literarios y culturales.

286


ROSARIO DE ORO A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA (Flor natural de los Juegos Florales del Cincuentenario de la Coronación)

ANTIFONA

Bajo la inmensa cúpula de un cielo cacereño con crujías de estrellas y arbotantes de luz, Cáceres, como un sueño, se arrodilla en la noche con los brazos en cruz. Arriba, repasando cincuenta versos de oro, María siembra flores de gozo en la Montaña y en un inmenso coro está rezando Cáceres y le contesta España. Por los viejos rincones de la ciudad antigua el silencio medita su mariana emoción y la noche santigua la frente de los lirios que huelen a oración. No hay en Cáceres nada que no se haga retablo, cirio encendido, cuenta de amor, avemaria, verso de paz, vocablo que no requiebre en júbilos de flores a María. Es el rosario de oro, la oración de la rosa que cuenta a cuenta de años Cáceres desgranó por esta Madre hermosa que nunca a un hijo suyo supo decir que no. 287


¡Aleluya! ¡Aleluya! La Virgen, coronada, ha sembrado las almas con sus flores más bellas y hoy, la noche, estrellada añade a su corona otras cincuenta estrellas. “Por la señal...” Un coro de viñas y olivares asciende entre los riscos y comienza a rezar y por los encinares Extremadura huele inmensamente a altar. MISTERIOS GOZOSOS

Y comienza el rosario... La primera alegría trepa por las laderas hasta hacerse espadaña... ¡Va a ser Madre, M aría...! Y se estremece Cáceres de amor por la Montaña. Recitan las encinas el misterio segundo, la Montaña se eleva en cumbres de oración y un silencio profundo medita el gozo eterno de la Visitación. La tierra cacereña, solemne y fervorosa, se hace pañal de viñas y arcangélico nido. ¡Que de una humilde Rosa como si fuera un pétalo de Amor, Dios ha nacido! Cuenta a cuenta repite Cáceres, asombrada, este cuarto misterio que no entendió jamás. ¡Que, siendo inmaculada, quiera esta Flor purísima purificarse más! Y se estremece el mundo embriagado de olvido, que la fe, entre la nieve del orgullo, se enfría. ¡Dios se nos ha perdido y una vez más lo encuentran los brazos de María! MISTERIOS DOLOROSOS

Extremadura entera se hace huerto de olivos, desangra en el crepúsculo el ocaso su adiós y hondos y pensativos se han callado los pájaros para que rece Dios.


María, allá, en la cúspide del dolor, en la cima de su inmensa amargura tiende al Hijo los brazos y Cáceres se arrima a Dios, como queriendo sentir sus latigazos. Y en el tercer misterio doloroso recuerda que tuvo flagelado también su corazón y hay en su mano izquierda rosas ensangrentadas en su Coronación. Cáceres, conmovido, quiere ser cirineo y viril y orgulloso de sus antiguas gestas recita su deseo de llevar en sus hombros de amor la Cruz a cuestas. ¡ Oh, dolor de María, Cáceres te acompaña y sufre entre los riscos para buscar tu Luz, que arriba, en la Montaña sabe que Dios se muere clavado en una Cruz! MISTERIOS GLORIOSOS

¡Dios ha resucitado! ¡Aleluya! ¡Alegría! Las campanas de Cáceres voltean jubilosas. Que sonríe María y la Montaña es una resurrección de rosas. Desde los encinares vuelan los ruiseñores y ayudan a los ángeles a ascender al Señor. Y una ascensión de flores va dejando en las almas un aroma de Amor. ¡Subid a la Montaña a esperar la Alegría que en besos de paloma viene a enjugar el llanto y cantad con María: “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo” ! ¡Silencio, cacereños, la Virgen se ha dormido y asciende hacia los Cielos pero se queda aquí! Alto se ofrece el nido pero Ella, como siempre, vuelve a decir que sí. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Que hace cincuenta abriles fue coronada Reina, María, en la Montaña y en silbos pastoriles hoy vuelve a coronarla, en Cáceres, España! 289 19


LETANIA A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA Lirio en flor de pureza, manantial de poesía, cumbre de la ternura, nido de la alegría, líbranos de la muerte de la monotonía y ruega por nosotros, Virgen María. Asombro de la nieve, pasmo del mediodía, cúspide de los pájaros, clamor de angelería, caliéntanos el alma que nuestra fe se enfría y ruega por nosotros, Virgen María. Pastora de la altura que apacientas el día, zagala entre los riscos y entre las peñas guía, pastorea el rebaño que se nos extravía y ruega por nosotros, Virgen María. Madre y Reina de Cáceres, esta es tu monarquía de encinas y olivares que sólo en ti confía llena con tu esperanza nuestra alforja vacía y ruega por nosotros, Virgen María. Enséñanos la senda de tu Amor, Madre mía, asciéndenos contigo para que Dios sonría, haz de nuestros dolores rosas de avemaria 290


y ruega por nosotros, Virgen María. Rosa de la ternura, flor de la lozanía, estrella de las cúspides, luz de la serranía, alúmbranos a todos, faro, refugio y guía, y ruega por nosotros, Virgen María. Siembra conmigo el mundo de paz y de alegría, líbranos del pecado de la melancolía, danos el pan y el vino de amor de cada día y ruega por nosotros, Virgen María. Da a Cáceres y a España pan, amor y alegría y ruega por nosotros, Virgen María.

ORACION FINAL

Señora de los riscos, los brezos y las peñas, Pastora de las nubes y de los manantiales que desde tus divinas alturas celestiales a vivir como niños la vida nos enseñas. Los ruiseñores saben mejor que yo tus señas, amor encarcelado por Amor entre cales, pero de tus virtudes quedan tantas señales que en ti florecen todas las rosas cacereñas. Purísima pastora, celestial ermitaña, deja que, montañeros de tu eterna Montaña, escalemos la cúspide de tu inmortal Edén. Y ya arriba, contigo, entonemos tu canto: “ ¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Dios por todos los siglos de los siglos. A m én!” 291


MADRIGAL PARA MARIA DE LAS MERCEDES LOPEZ-MONTENEGRO

Mercedes, tu monarquía es grande por cacereña, pero hoy quiere ser pequeña en vasallaje a María. Que tu belleza confía ser más bella por sus dones, para que tú los pregones y crezcan extraordinarias de las encinas, plegarias, y de las rosas, canciones. Que tu reino es ofrecer junto a estas claras doncellas esta corona de estrellas que estáis volviendo a encender, Porque en cada amanecer dejas la noche estrellada y hay como una madrugada de amor para la Señora, porque María es la Aurora y tú su luz reflejada. Que por ella eres hermosa, María de las Mercedes, que sólo por Ella puedes ser más bella que la rosa. Que por Ella cada cosa de su hermosura se baña, que Ella es Madre y en su entraña nace la flor del Rosario, se hace el amor santuario y la fe se hace montaña. Que Cáceres necesita vuestro amor, vuestra pureza, alpinismo de belleza para subir a la ermita. Porque la Madre bendita está esperando esta lumbre, este amor, esta costumbre de ofrecerla vuestras flores 292


y pagaros en amores desde lo alto de la cumbre. Mercedes, te estoy cantando para cantar a María, que toda tu monarquía por María está reinando. Que no sé cómo ni cuándo comenzasteis a reinar, sólo sé que eres cantar, copla, oración de Belleza y que la hermosura empieza cuando se empieza a rezar. Por eso tú eres tan bella, María de las Mercedes, porque rezas, porque puedes ser plegaria y ser estrella. Que si reinas es por Ella, porque su amor te acompaña, porque al pie de la Montaña rezo en flor de juglaría: ¡Mercedes para María y María para España!



VICENTE GONZALEZ RAM OS

Nació en Cáceres el 23 de octubre de 1920. Su vocación periodística y literaria se presentó bien pronto. A los 14 años hizo el primer periódico de la Juventud Masculina de Acción Católica, "La Montaña”. Las primeras armas literarias las hizo con el ilustre periodista y novelista extremeño Antonio Reyes Huertas. Cursó estudios en el Seminario Diocesano de Coria, donde dirigió el órgano "Inquietud apostolicé’. También di­ rigió "Sitio”, órgano del Consejo Diocesano de Jóvenes de A c ­ ción Católica. Fue el primer director del semanario "Cáceres”. Colabora en la prensa regional. Ha publicado "La novia que necesitas”, "Vida popular de San Pedro de Alcántaraf’ (pre­ miado por la Diputación Provincial de Cáceres), "San Pedro de Alcántara” (semblanza), "Vida infantil de San Pedro de Alcántara”, "Aventurero de Dios”, etc., y tiene algunas obras inéditas. Ha ejercido el Magisterio en varios pueblos de las provincias de Cáceres, Salamanca, Sevilla y Córdoba. 295


DOS SONETOS PARA LA VIRGEN DE LA MONTAÑA TEMBLOR EN EL RECUERDO

“Porque luego que vio la sangre derramada, bebió también por los ojos la crueldad, pues no los apartó de aquel espec­ táculo, antes fijó en él la vista, y embebido en aquel furor, sin advertirlo se iba deleitando en la maldad de la pelea, y embriagándose con tan sangriento deleite”. (Confesiones de San Agustín. Capítulo VIII. Libro VI).

Si los ojos de Alipio bebieron sangre impura de crueles gladiadores de la Roma pagana, [cuántas veces los míos, de tarde y de mañana, se bebieron tu Imagen, que en mi vida perdura. Se bebieron el Nido, señor de la llanura, se bebieron los mantos de rica filigrana y el camarín bebieron, desde la edad temprana, y la pila de concha, ferviente ofrenda pura. Se bebieron altares, velas y corazones, el órgano de Elia y el pulpito encendido en rosarios devotos ofrecidos a Ella. Con viento de la tarde lloro mil emociones y tiembla mi recuerdo, como niño perdido en curva carretera, contemplando la Estrella. OFRENDA DEL SABADO

Te traigo este soneto, flor cualquiera arrancada de mi huerto interior, para Ti hoy florecido. Contigo está mi alma. Si pienso en lo vivido en la ruta me encuentro el amor de tu mirada. En mi existencia has sido mi constante Abogada y una vez más en sábado, de nuevo arrepentido, 296


por tu bondad descienden las gracias de Alto Nido y el alma queda limpia, la paz ya recobrada. Mi gratitud recibe por la larga cadena de gracias dispensadas, sin mĂŠrito ninguno, a quien es reincidente e ingrato pecador. Este humilde soneto te confiesa mi pena por no haber sido siempre y sin tibiezas uno entregado del todo al volcĂĄn de tu amor.

297



RUFINO VILLALOBOS BOTE

Canónigo de la Catedral Metropolitana de Sevilla y Aca­ démico Numerario de la Real Sevillana de Buenas Letras de dicha ciudad. Nació en Jaraíz de la Vera el 7 de abril de 1921. Cursó sus estudios en Plasencia y Comillas, graduándose en esta Universidad en las Facultades de Filosofía y Teología. Escritor religioso y poeta por vocación desde sus años de ado­ lescente, sus libros de tema religioso y sus producciones lite­ rarias forman una lista muy extensa. De sus obras religiosas recordamos: "La cátedra de la cruz”, "Cartas a María Teresa”, "Bailes y moral”, “San Cristóbal al volante”. Y una colección ya con más de treinta títulos de folletos populares de divulgación religiosa bajo el título genérico de " Verdades sobre roed’. En­ tre sus producciones de carácter literario, aparte de numero­ sas colaboraciones sueltas, hay que mencionar sus libros de poemas "Recuerdos de ayer”, "Flores del camino", "Auras de Argeme” y "A rte de la poesía". Probado por Dios últimamente con una ceguera total, vive en Sevilla trabajando como confe­ sor en la Catedral y dedicado a la vida de oración, aunque si­ gue escribiendo y dictando. El Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras ha insertado algunos poemas de su libro en prensa "Itinerario lírico religioso". La composición a la Virgen de la Montaña la escribió con ocasión de haber pre­ dicado su novena. 299


A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA (Recuerdo y Plegaria)

De Cáceres no lejos se eleva una colina Donde la Virgen tiene su celestial mansión Y en ella, pintoresca y graciosa, se reclina Una casita blanca que, al verla, se adivina Que es casa de oración. Allí las multitudes acuden a dar gracias Por dones que a sus almas la Virgen dispensó Allí corren los tristes, llorando sus desgracias, Y allí con luz del cielo descubren las falacias Que el mundo les armó. Montaña veneranda que cien generaciones Subieron con el alma pletórica de amor; Testigo silencioso de celestiales dones, Recinto sacrosanto de intensas emociones Y faro salvador. Montaña cacereña gloriosa con la ermita Donde a la Virgen Madre el amor alzó un altar; El céfiro la besa cuando el ramaje agita Y la ciudad se siente más célica y bendita, Con más ansias de amar. 300


Virgen de la Montaña, de más valor que el oro, Dulzura de los ojos que te han logrado ver, Tú eres de nuestro pueblo el más rico tesoro Y únense los querubes a nuestro humilde coro Para ensalzar tu ser. ¡Montaña! Ante tus plantas Que en tu servicio cifran su ¡Señora! Cuando sufran, sé Que ellos también endulzan Que hijos malos te

verás los hijos fieles más cálido afán. Tú quien los consueles, con grande amor las hieles dan.

¡Montaña! A ti profesa el cariño más profundo Esta tierra extremeña grandiosa y señorial Tú haces que su trabajo se torne más fecundo Y sufre las miserias y males de este mundo Tú formas su ideal. ¡Montaña! A ti confía de su hijo la inocencia La madre que en su alma la imagen de Dios ve, A ti suplica el malo, movido a penitencia, Y hasta el que, dominado por vil concupiscencia, Siente morir su fe. El mundo es para el alma cual huracán bravio Que destrozar pretende las flores de virtud. ¡Ay! ¡Cuántos han pactado con el error impío Y hundieron en las aguas del mundo su navio Que se volvió ataúd! Pero cuando en la lucha tenaz contra sí mismo Con silbo de serpiente bramó la tentación, ¡Ay! ¡Cuántos que temieron caer en el abismo Sintieron que, al mirarlos, les dabas heroísmo Y fuerza al corazón! ¡Montaña! ¡Dulce nombre que es miel en la garganta Del alma que te invoca con devoción filial! Rayo que el poderío de Satanás quebranta, Divina melodía que enamorada canta La Corte celestial.


¡Montaña! ¡Quién pudiera decir lo que se siente! Para cantar tus glorias me falta inspiración. Y, a falta de palabras, me postro reverente... Y hundo humilde en el polvo, mirándote, la frente... Y que hable el corazón. ¡Virgen de la Montaña! Sobre tu pueblo enhiesta, Al hombre a las alturas convidas a mirar ¡A y!, si con la mirada siempre en la tuya puesta, Logran los cacereños de su deber la cuesta Valientes escalar. ¡Virgen de la Montaña! De ti nunca me olvido y en amarte se cifra mi gloria y mi ilusión. Al morir, que mi alma recoja Dios, le pido, Al suelo dejo el cuerpo, de trabajar rendido, Y a ti mi corazón. Bendice al pueblo bueno que su fortuna labra Con el trabajo duro y el rezo ante tu altar; Montaña, cuando un día la eternidad se me abra ¡Que tu bendito nombre sea la última palabra Que exhale al expirar!


f JULIO CENDAL PEÑALVER

El poeta Julio Cendal Peñalver, nació en la Ciudad de los Caballeros el día 15 de enero de 1923. Cursó los estudios de Bachillerato y Magisterio en la misma población. Es de vo­ cación peregrina. La vida es un corto peregrinaje. Este es su estilo. Aunque ha dirigido varias publicaciones y colabora en la prensa regional, fiel a su norma, no accede a facilitar dato alguno de su peripecia literaria y periodística. En los V I Jue­ gos Florales cacereños (1974) conquistó el premio " Ciudad de Cáceres” por su trabajo en prosa, " Pastor piadoso”, un ensa­ yo sobre la devoción a la Virgen de la Montaña. 303


LA BARCA ANCLADA

Las tardes de Extremadura son biendichas de cantar: tienen oros en la sierra y en los valles, azafrán. Las tardes de Extremadura, madre, ¿en mí, qué tendrán pues me saben y me huelen a centeno y mazapán. Por la veredita blanca campestre, pinta y veraz, solitario y quejumbroso, así cantaba un gañán, mientras su rebaño rumia estrellas de soledad. Una rapaza en lo alto le suspende en su rimar; y a ella el mozo le dice temeroso de dudar: —Por el sendero ignorado ¿hasta dónde he de llegar? ¡Dímelo, mi niña guapa!, para poder descansar, pues llevo sediento el pecho de amarguras, en agraz.


—Por este otero sin gallas, pastorcito en soledad, en la Mosca cacereña muy pronto podrás estar: ¡ay, la sierra cacereña, qué dulce y lindo lugar! No te pierdas, pastorcito, que es deleitoso llegar. Y el pastor itinerante torna muy quedo a cantar: Las tardes de Extremadura qué alivios dan al andar. —o— Cuando la noche se entolda y el cielo azul se le va, Francisco se siente náufrago del contorno montaraz. Un prodigio sin embargo pronto le ha de cambiar su pasión peregrinante por la flauta del juglar. Poeta será de la Virgen de la Montaña, y más, pues los aires cacereños le hablan de santidad. La siguiente amanecida le torna su deambular por un quietismo piadoso, propicio para alabar. ¡Ya está en la cumbre morena con su Virgen y su paz! ; el aire le habla del cielo, ¿puede necesitar ya más? ¡Ay, campos de Extremadura, útiles para rezar! : aquí anclaré mi barca, después de tanto bogar. ¡Salve, Virgen agraciada de la Montaña, sin par! Desde ahora en adelante, Tú serás mi gran afán.



MIGUEL GUIJARRO RIOS

Actor y autor teatral que nació en Madrid el día 30 de junio de 1924. Perteneció a las huestes de Rivelles, Tamayo y otros famosos directores de teatro. Residió algún tiempo en Cáceres, donde dirigió una Agrupación Teatral. Poeta de rica vena, alcanzó diversos lauros. Falleció a consecuencia de un accidente de circulación el día 27 de julio de 1961. Los V Juegos Florales convocados en 1949 conmemorando las Bo­ das de Plata de la Coronación Canónica de la Virgen de la Montaña sirvieron para que sobresaliese en la A lta Extremadu­ ra el nombre de Miguel Guijarro Ríos, que fue premiado por el poema que incluimos. Tiene registradas en la Sección Tea­ tral de la Sociedad General de Autores de España numerosas obras, que no podemos citar en esta ántesis, todas ellas en colaboración. 307


TU MANTO

Del azul prolongación tu Manto es cielo en la tierra, es paz en la dura guerra y luz en el corazón. Es bandera del creyente, símbolo de cristiandad y estandarte de bondad. Para el sediento, la fuente si padece sed de amor. Eterna noche estrellada, sol y nube, madrugada y verde jardín en flor. Arco iris que rodea el alba de tu figura, la alborada quieta y pura que entre tu sol se recrea. El pueblo te ofrenda el Manto y en él tus hijos cobijas... Las miradas en ti fijas; en los labios, rezo y canto... Trabajando el labrador el recio campo extremeño, sueña un Manto de trigales, tan grande como su sueño, ¡y le abre el surco el camino para llegar hasta él! 308


Jardinero en el jardín, el anciano cuida rosas, y aunque se clavan espinas en sus manos sudorosas, ¡teje tu Manto de flores con las flores del vergel! La niña tras la ventana, ve pasar los pajarillos... La abuela sedas confunde con los rápidos bolillos... ¡Qué diferente la estampa, y sin embargo, qué igual! ¡de pajarillos un Manto te haría! —la niña dice— ¡Mis pobres sedas, Señora, con tu palabra bendice! (De encajes sueña tu Manto la abuela tras el cristal.) Tres cruces de hierro y bronce le dieron en la campaña. Y este soldado que hoy vela la paz hermosa de España, ¡de cruces borda tu Manto soñando bajo el azul! El viejo cura lo sueña de incienso y celestes cruces... El piloto, en su alto vuelo, de estrellas de azules luces, ¡y las persigue ambicioso por entre el cielo de tul! Esa niñita en su cuna —-sus mejillas rosa y grana— está soñando tu Manto de cascabel y de nana; ¡no despertéis a la niña que la vais a hacer llorar! No os extrañe sí ese herido no tiene en sus ojos llanto, ¡no le duelen sus heridas porque está soñando el Manto como bálsamo divino que su mal puede curar! Tiende el pescador sus redes mientras el agua retrata en la quietud de su espejo, Manto con peces de plata y caracolas, bordados sobre azul de firmamentos... El marino —lejanía en los ojos— ve en la bruma manto de horizontes claros, orla de nácar y espuma sobre el que brilla el joyel de la Rosa de los Vientos. Tu Manto, Virgen María, Paloma de la Montaña, flota en las tierras de España noche de luna, sol y día. El que Cáceres te ofrece, ofreciéndote su amor: el que transforma en flor y en tu brisa se estremece. Ilusión del jardinero que ve sus rosas crecer cuando ya desflorecer mira su largo sendero.


El sueño del labrador que en su terruño querido —campo y cuerpo en un latido— cuida con celo y amor. En la ermita silenciosa —blancas paredes de cal— tu Manto flota, sayal de tu Persona gloriosa. Amorosos sobresaltos de la blanca abuela es, mientras la nieta a sus pies persigue pájaros altos... Tu M anto es cruz y campana, estrella, incienso, trigal, seda, bálsamo, cristal, jardín, caracola y nana. Del azul prolongación, tu M anto es cielo en la tierra, es paz en la dura guerra y luz en el corazón.


MIGUEL SERRANO

Cacereño de 50 años. Cursó el Bachillerato en el Colegio de San Antonio de Cáceres, regido por los hijos de San Fran­ cisco de Asís, donde empezó a publicar sus poesías en la re­ vista " Lyceum”. Licenciado en Derecho por la Universidad Mayor de las Españas. Abogado en ejercicio. Colaborador de las revistas "Alcántara”, de Cáceres; "Alamo”, de Salamanca, y "Poema Hispánica”, de Madrid. Miguel Serrano interviene en recitales y otros actos literarios, es autor del poemario " Versos a nada” y tiene a punto de publicar "Concierto en yo mayor”. 311


SENCILLA EXPLICACION A MI SEÑORA

Cuando de niño, Madre, me bajaba a tus plantas, sumiso, arrodillado, mínimo, en esperanza de beber gota a gota tu perdón, tu dulzura, tu armonía completa, de belleza engendrada tras el anuncio en vuelo de la Paloma, Espíritu —Santo— hecho heraldo de redención eterna, cómo subía, Madre, la espiral de tu cuesta en espiral de juegos de rocas y de ramas, con hatillo de carga de la merienda hecha por la otra madre, análoga en la casa. Y así, con mis jilgueros volando por el pecho, o con mis mariposas —entonces todas blancas—, con el brillante espejo de niño sin empaños, cómo te sonreías, y cómo te clamaba por la nota indecisa de aquella asignatura con el remordimiento de una tarde de pájaros, por el presentimiento de una ventana abierta que me hiriese de pronto con su luz cegadora la blanca adolescencia de mi puro paisaje, por el miedo surgido de pronto en la defensa de quedarme sin padre, sin madre o sin hermana. Y tú me sonreías, y te sonreía yo como un pacto sutil de la clarividencia, 312


y se volvían locos y traviesos mis pájaros y revoloteaban ansiosos con sus alas como si abierta fuera la puerta de su jaula, y así, envuelto en un cántico de hosanna volaba a las alturas donde tu Niño-Hijo me guiñaba sus ojos, como un amigo más, de aventuras de niño jugando por la plaza, y así, por un milagro me nacían por los dedos oleadas inmensas de mariposas blancas... Hoy, no subo la cuesta a visitarte, bajas, estando yo tan bajo, estando Tú tan alta, y así te veo un momento apenas, cuando vienes a verme, que eres Madre, y como Madre bajas a visitar los hijos, —no hay otra explicación, Padre, Madre, es el círculo que cierra el Teorema de Amor, en pos del sacrificio—, la ofrenda natural de la sencilla rosa que por ser natural tiene espinas clavadas. Por eso, Madre mía, mi explicación la entiendes y sé que me sonríes desde tu hogar de Madre, pues sabes de mi agenda de cifras y llamadas que convocan trabajos que van acumulándose tan sólo abrir la puerta-cartero en la mañana. Sabes de mi esperanza, de mi fe de agua clara como un arroyo manso que discurre discreto sorteando las rocas de un mundo en laberinto, y porque te merezco deposito en el prójimo mis pájaros de luz, mis mariposas blancas, en homenaje a Ti, mi explicación de niño que fue para mayor, y que la cuesta baja...



MARCELO GALAPERO BERMEJO

Nació en Cáceres en 1929. Estudió en el Seminario Conci­ liar de Coria. Coadjutor de Alcántara, Párroco de Váldeobispo y en la actualidad Capellán de Emigrantes en Alemania, da suelta a su pensamiento y pulsa su lira inspirada.


LA SUBIDA DE MI VIRGEN

Envío: A mi bienhechora Srta. Car­ men Uríbarri, Hermana de Honor de la Cofradía de la Virgen de la Montaña.

I Hay nostalgias en mi pueblo... sus aires tienen cadencias de rumores y de besos... Tiene el azul tan divino con que nos brinda hoy el cielo un tul de ilusiones bellas que de amor nos llena el pecho... Y una brisa silenciosa, de perfumes y de fuego va embalsamando el espacio con suspiros de amor llenos... ¡Dulce mañana de Abril, déjame que en ese fuego que tus alas primorosas con dulzura van prendiendo yo sumerja el alma mía... Y que en místico embeleso, hoy eleve hasta los cielos bello canto sazonado con ardores de tu fuego!...


II

Hay en Cáceres nostalgias... Yo estoy lejos... Pero en alas de mi pobre fantasía he acudido a presenciar ese cortejo... Es la imagen de mi Madre más querida, son los hijos tan amados de mi pueblo... Por la bella carretera, carretera que nos lleva hasta su templo, van subiendo con dulzura, y con canciones, que le salen de lo íntimo del pecho, esos hijos que a su Madre acompañando, con sus notas sus amores van diciendo... Y la Madre, dulce y buena, con sus labios y sus ojos sonriendo... ¡Madre mía! Que los llevas muy cerquita de tu seno, de ese seno sazonado con las mieles, con las mieles ardorosas de los cielos... De ese seno, donde un día muy lejano, se entregó tu Jesús a dulces sueños... ¡Míralos enternecidos por las lágrimas, por sus cantos sofocados esos pechos!... ¡Cúbrelos con tu manto tan divino, quémalos muy gozosa, con tu fuego! ¡Que en tus ojos que son dulces, y de vividos reflejos, se sumerjan las pupilas tan hermosas de tus hijas... son las flores de tu pueblo! ¡Y que beban en la fuente de tu alma, la pureza y el recato de su cuerpo!... ¡Y a tus hijos, de esos hijos, que eres Tú, su gran consuelo, hazles dulce esa sendica que los lleva hasta tu tem plo!... ¡Y que suban a contarte tus pesares, y que suban a decirte sus ensueños!... 317


Y para este pobre hijo, que hoy te obsequia con sus versos, y que, en alas de su niña fantasía, ha venido a acompañarte en el cortejo, hazle un sitio al corazón junto a tu manto, para hablarte de cerquita muy contento... Y esta noche... Cuando alegre y silencioso, el dulce cielo te corone con estrellas, que te envíen sus amores en su fuego... Y la luna con sus labios plateados a tu pie se acerque airosa con un beso... Yo a tu lado velaré lleno de amores, abrasado con las llamas de tu pecho...


ANTONIO POLO BE]ARAÑO

Vio la luz primera en Cáceres el día 29 de abril de 1929. Cursó los estudios del Magisterio en la Escuela Normal de "San Pedro de Alcántard’ y es funcionario del Ministerio de Agricultura. Colabora en la prensa regional y en la revista "Alcántara”. Siente mucha vocación por el canto y ha perte­ necido a las huestes del Orfeón cacerense. Da a conocer bajo el seudónimo de "Polifónico” la actualidad artístico-musicál. Polo Bejarano sigue escribiendo y tiene producción inédita en prosa y poesía. Entre estos trabajos literarios se encuentran algunas composiciones dedicadas a la Patrona de Cáceres. 319


MI VIRGEN DE LA MONTAÑA

A los Hermanos de Carga

Ocho angelinos tié mi Virgen, ocho angelinos la guardan, ocho angelinos la escoltan, ocho la llevan en volanda. Los Hermanos de Carga, esos que van bajo las andas, sudando por el peso... por el peso de las andas, porque la Virgen la llevan, ocho angelinos en volanda. Cuando sube mi Virgen, mi Virgen de la Montaña, esa Virgen chiquitina, orgullo de mi patria, ocho angelinos la suben, ocho angelinos la bajan. Y los de túnicas azuladas, sudando van con las andas, agobiados por el peso... por un peso de nada. ¡Santo Dios!, qué esfuerzo. ¡Si mi Virgen va en volanda! Ocho angelinos tié mi Virgen, ocho angelinos la guardan, ocho angelinos la escoltan, ocho la llevan en volanda.


JACINTO M A R T IN PAJARO

Vino al mundo el 19 de marzo de 1930 en Almoharín (Cá­ ceres), cuna de sus padres y abuelos. Desciende de una familia de labradores. En la Escuela Normal " Rufino Blanco?’, de Cá­ ceres, cursó los estudios del Magisterio. En la Facultad de Fi­ losofía y Letras, de Madrid, realizó los cursos comunes de la carrera. Su vida transcurre por el agro, debelando la incultura y dando formación integral a sus alumnos. Sus primeros artículos aparecieron en la revista "Cumbre”, de Utrera. Cultiva la poesía. También, la prosa en varios gé­ neros. Sería prolijo dar relación de sus trabajos literarios. En­ tre sus obras —tipo ensayo, artículo, viaje, novela, cuento, et­ cétera— hay que destacar "Las M il y tres noches de Cadalso...” y "Los interinos”. Colabora en la prensa extremeña y, espe­ cialmente, en la revista "Alcántara?’, de Cáceres. Sus seudóni­ mos favoritos son "Reypán” y "Rúnico”. 321 21


HIJO REACIO

Tal vez, Madre de la Montaña: Tú, la Celeste, no he venido a poetizarte, porque no he sentido la canción, o, el fervor en la sangre... Tal vez, Madre, no he venido a adorarte, porque tenía el corazón frío, mi carmen estaba sin aroma, baldío, un tanto rebelde... En esta ascensión al santuario roquero, en medio de quiebras, pimpollos de tomillo y romero, el alma se serena, y la mente se abisma en alto vuelo... Tal vez el influjo de una madre terrena prestase amor y entusiasmo por Ti, Madre del Cielo. Mas sí... he venido a rogarte, anónimo, como es mi ser, por la trocha o el sendero pino, me he ofrecido a tus plantas con voto peregrino... Sólo el tic-tac de Cronos, el arpegio de la monja de clausura tras la reja, o, el “ Jesús, Dios mío” —suavísimo trino—, han abierto el oído... han puesto bálsamo a mi sino. 322


PEDRO M A R IA RODRIGUEZ PEREZ

Nació en la llamada Ciudad de las Torres, Cáceres, el día 22 de julio de 1931. Estudió el Bachillerato en Cáceres y al­ gunos cursos de Leyes en Salamanca. De casta le viene al galgo. Es hijo del afamado cuentista badajocense Pedro Rodríguez Domínguez. Pedro María colaboró en el primer número de " Alcántara’’. Dirigió con otros poetas las revistas “Arcilla y Pájaro” y " Anacondaf’. Ha colaborado en la prensa regional y en la revista "El Santuario de la Virgen de la Mcmtañd’. Ha publicado numerosos cuentos. Tiene obra inédita, que se es­ pera salga a la luz pública. 323


NOCTURNO

Enmudeció la tarde en la Montaña y en el frágil silencio de la noche enmudeció la ermita lentamente. Se tornaron siluetas las figuras, —perfiles negros como alas de cuervo y en el seno del paisaje nocturno solamente se dibujan siluetas. Un sahumerio de encinas y eucaliptus emborracha los sentidos al aire. Una lechuza vieja y una rana son los fantasmas del silencio roto. Abajo, estremecida en el recuerdo se posa la ciudad —cual cementerio— múltiples lucecillas, fuegos fatuos que igualmente se apagan con la aurora. Junto a la ermita, iluminado, el Cristo, faro del caminante en la Montaña señalando en la joya de su pecho la verdadera senda de los hombres. Dentro, en la ermita, el claror de unas velas que proyectan fantasmas en la bóveda 324


duerme todo: el pulpito, la pila, los sillares, el órgano, los bancos... Todo quietud, silencio; únicamente se sienten los monótonos latidos del gran reloj de péndulo que sueña. Y encima del altar del sacrificio una Madre de amor que te sonríe —Virgen de la Montaña. ¡Madre nuestra!



NICOLAS SAN CH EZ PRIETO

Este destacado lírico de nuestro Parnaso vino al mundo — año 1932— en la histórica villa de Guadalupe. Es sacerdote, abogado y periodista. Doctor en Derecho Canónico, Diploma­ do por la Rota Romana. Colaborador de periódicos y revistas. Poeta de fecunda inspiración, se ve escoltado por una larga lista de premios. Utiliza mucho el seudónimo, pero el que más ha popularizado es el de " Gil Cordero de Santa M orid’, que evoca al vaquerillo que presenció la aparición de la Virgen de Guadalupe. Académico de la Pontificia y Real Academia Mariana de Lérida. En el orden apostólico está al frente de la fundación infantil " Cuna de Jesús”. Respecto a su labor literaria hay que decir que ha publi­ cado un "Devocionario callejero” y tiene en preparación tma "Historia de los anticlericales españoles” y otra "Historia para una síntesis del Derecho Sindical Español”. Es autor, además, de la novela titulada "Ha muerto un cura”. Esta y otros tra­ bajos están pendientes de publicación. Nuestro biografiado es hombre inquieto y dinámico. Su actividad en las Letras va disparada hacia variados géneros literarios. Pero, hasta ahora, lo mejor de su producción está en sus poemas. 327


MONTAÑA DE VERSOS PARA LA VIRGEN DE LA MONTAÑA

I Por abrirle al amor una ventana has alzado tu mano suplicante por llevarle una luz al caminante y ofrecer a la tarde una campana. Una pura presencia que se grana con siembra de oración, campo adelante. Un largo escalofrío, en el instante de saberte en la luz cada mañana. De saberte Montaña de mis llanos repartiendo esperanzas cada día con ríos de ternura por las manos. Alta Cima de la Alta Extremadura, que a Cáceres aumentas la alegría, el sol, el corazón y aún la estatura. II Parece que se empina la llanura y las torres inventan oleaje. Se ha vuelto una oración todo el paisaje. La tierra está queriendo ser altura. 328


La noche abraza fuerte la cintura de Cáceres, que emprende el feliz viaje de su liberación. Brilla en su traje de noche el caudal de su hermosura. En la estampa de cobre, país de huesos que forman la gloriosa alfarería de heroicas soledades amarillas, pone su Corazón, su Amor, sus Besos... ¡de esa inmensa Montaña, que es María, están cayendo estrellas y semillas!

III Comprobando tu física estatura a vuelo de perdiz, María, quiero acariciar la cresta y el romero, perderme en cicatrices de hermosura. Montañero de amor, llevo a tu altura mi pasión de tomillo y aguacero, mi gesto que en la roca se hace fiero y mi sueño infinito de llanura. Como una población de corazones, los ojos se levantan hacia arriba y levantan bandadas de ilusiones. Todo Cáceres vive en carne viva desde que tiene aroma su alegría. Todo el aire se llama aquí MARIA.

IV Perdóname el pesar cuando Te miro y que tu amor me preste confianza, porque me siento hecho a semejanza de la tierra que soy y que respiro. Tierra por la que vuela mi suspiro y la montaña de tu amor alcanza, porque sepas que yo tan sólo aspiro a poner en ti, Niña, mi esperanza. ¡Qué difícil pedir a tanta altura, aunque se tenga no más que pobreza y una mano del alma muy tendida!


Va el pecho por atajos de ternura... ¡y es que de tanto andar por la tristeza se me puede caer rota la vida! V Tengo un alma pequeña. Y necesita donde apoyar su muerte, Madre. Ahora dentro del alma el corazón me llora y el alma puede poco: no lo evita. Por eso, el corazón se precipita sin saber dónde cae hora tras hora. Una pena otras penas elabora. Y el alma es cada vez más pequeñita. No veas demasiado cómo llego. Triste estoy. Pero deja para luego mi tristeza que siempre está segura. Mi corazón sin corazón Te entrego como vacío en una sepultura... ¡Míralo con amor desde tu altura! VI Tú sola en mi camino te detienes y tu blanco recuerdo me persigue, tu Montaña es la sombra que me sigue desde el pecho de Dios de donde vienes. Quebrado el corazón y el labio tienes en vilo, porque Cáceres se espigue en insomnio dulcísimo que obligue a dilatar el cielo por tus sienes. Blanco de mi plegaria y mi mirada, carne teologal al aire alzada y yo, babel de amor por conseguirte. No hay pulso que repita tu latido. Ni labio en Ti prendado no prendido. Ni lirio sin delirio de seguirte. V II Sorprendida la yerba, se ha rendido. La brisa ha puesto voz en soportales.


Maniatada de luces candeales, la nieve —al venir Tú— se ha derretido. Un dulcísimo trigo mana —herido— entre esquilas de plata virginales y un delirio de agujas minerales tus vértebras de azul han sacudido. Mas Tú sigues la ruta de la espiga sembrando corazón hasta en la ortiga y acariciando sombras y terrones. Cáceres hormiguea en el sendero y remolca en la copla de un te quiero la escolta hermosa de sus torreones. VIII Novia del grillo, cebo de la nieve, silencio y corazón de la Montaña, parte de Ti, latido de tu entraña que grita al corazón que se subleve. Soñando la subida, bien se atreve desde abajo hasta el techo azul de España de tu manto y vence y desentraña la cumbre del deseo que le eleve. Basta ya de laderas y cominos, si al fondo está la Cresta prometida, Atalaya y Aúpa de destinos. Madre planificada y extendida, Mapa tierno de historia consabida para que tenga Cáceres caminos. IX Que es tierra aún que un sol injusto abrasa, siempre a caballo y siempre en cruz, no siendo cuando está de rodillas, transcurriendo no más, como el mendigo que repasa el techo de oro inútil de su casa mientras toca los ojos floreciendo y un ángel roza con su codo y pasa por la Montaña, resumida en gasa bendita en las heridas insistiendo. 331


Apoplejías, veleidades, duelos con quebrantos los viernes, desconsuelos a contrarrío del fruncido valle... Pido silencio al claxon que delira y a ese verde semáforo de ira... ¡Que en tu Montaña, Madre, el mundo calle! X Calle el concierto de ángeles heridos por quijadas cainitas. Callen besos. Indúltese al ciprés ebrio de huesos. Que no agonicen pulsos sin latidos. Cesen los pensadores de alaridos, soldados muertos, huérfanos de besos, muñecas de cartón para embelesos de hongo de uranio en sombras repartidos. La luz se ha separado de la arcilla y el surco del arado y la semilla de la esperanza a solas desespera. Constituciones, letras, flautas, pitos... Guerra en el llano, ojeras, gases, gritos... ¡Gloria a Dios en la altura montañera! XI Hablo de que subamos. ¡Que volemos! Realizando alpinismo sobrehumano para tocar a Dios con nuestra mano de mano de su Madre. Antes llenemos de mariposas las mochilas. Remos de carne de jazmín. Gritad al llano un ¡no! al lodo (Queda muy lejano). Interesa la cumbre. ¡Avancemos! Es dulce la fatiga de escalada, sudar tristeza el alma desplegada a la espalda. Brindar ser libres: puros. Mirar como los pájaros. Hablar trinos. Una aventura blanca hace caminos: ¡MARIA! Es la Montaña: ¡andad seguros!


X II Estamos de rodillas, empinado Cáceres en la mano fiel de España. Si ancha es Castilla, alta es mi Montaña y el granito bendito y alabado. De Ella ha salido todo. Ella ha dado la fe en la herida que la paz restaña, carne y sangre que Dios le diera a España de muertos que, al morir, vida han tomado. Dio eterno abono a su inmortal semilla y gavilla de eterna primavera que en la orilla de España huele y brilla... Habrá una realidad. Habrá un camino a la Montaña. Cáceres espera esperanzadamente su destino. XIII Un azul de heliotropo. Un perlado salitre sobre castos palomares. Una rosa morada de pesares. Marfiles los rebaños en el prado. El cantueso de seda, plateado. Las choperas, bermejas. Los cantares, de amores y de gestas. Los altares, con sonrisas de trigo enamorado. Para saciar el hambre del camino, María nos dará el Pan y el Vino sobre el mantel en flor de su Montaña. Se muere de distancias un castillo. Se pudrieron la horca y el rastrillo... Y en Cáceres su amor empina España. X IV La Montaña es de Dios. Su piedra viva curvó el sagrado hueco de las naves, la hermosura del arco entre las claves, la enamorada flecha de la ojiva. 333


Cáceres va sin Ella a la deriva y trunca torres por heridas graves de trágica hermosura y quema naves y espiga sin la cruz y sin la criba. Por Ella es cacereña la alegría de un camino en la noche hacia la estrella y un sendero hasta el sol durante el día. Mi seguro perfil, mi íntima huella y el perfume de toda mi poesía están aquí: ¡en Cáceres y en Ella! XV Tuviste mi esperanza en la primera contemplación de Ti. Mi primer Sueño. Me nacieron los ojos al ensueño mirándote surgir Madre y señera. Vigía de mis horas, Cordillera dulcísima del labio cacereño que, al elevarte Tú, me hiciste dueño de un corazón de eterna primavera. A tu grandeza vengo, a tu estatura. A encender mil hogueras en la altura para llamar a todos. Desde abajo —los rotos perdonando a su camisa— —empujando la Historia a toda prisa— viene buscando cada cual su atajo. XVI Tú acreciste los cauces. Tú adelantas —verde el vestido ya de la ladera— a la coronación de agua platera con collar de tectónicas gargantas. Hoy cumples años, desde que levantas la Montaña igual que una bandera, reina de ronda corazón afuera que una corte de escudos amamantas. Cincuenta rosas de oro, en el camino de nombrarte y amarte y ser amado Cáceres —salve a salve— peregrino.


Olvida nuestra deuda. Y... no nos mientas: en el amor que siempre nos has dado ¿acaso Te han salido bien las cuentas? XVII No me sale la cuenta, Madre. He ido a cambiarles el nombre con tu acento para tallar en roca el sentimiento de la sangre que reza... No he podido. Me ha podido el recuerdo, ese sonido del corazón, tristísimo instrumento a solas y sin cauce por el viento, que es más sonoro cuanto más herido. Cada latido un paso descontado —obispo, trovador, conde, inspectora— me contaba la muerte a cada instante. — ¡SEGURA! ¡CANILLEROS!, he gritado. — ¡OCHAITA! ¡GREGORIA!... Eterna hora y eterno amanecer: ¡Tu amor constante! XVIII Todo es velar en esta tierra fuerte, velar del corazón cuando se enreda la voz al hilo terco de la muerte. (Ni tiemblan los Golfines en su greda). No reparte la vida mucha suerte. De gloria herida, la mirada rueda. Se muere sin palabras. Se convierte la espera en esperanza. Y amor queda. Canta la sangre que en Montaña crece por las manos del viento, que la mece al vuelo de la Historia y del ocaso. Es hora de saber que no termina aquí la vida con su torpe paso, si por huellas de pétalos camina. 335


X IX El ánfora vestal de la cigüeña tiene en la torre una ventana abierta, que nunca se ha cerrado aquí la puerta a nadie por pedir lo que más sueña. Una ventana para la cigüeña que vela y vuela heráldicas despierta y retiene la tarde tras la puerta de añil avemaria cacereña. Duerme a su sombra la primera piedra y balancea la postrera hiedra de manchones asaz conquistadores. Y —sorbiendo silencio dulcemente— pelean las panoplias en la frente de la Montaña con los ruiseñores. XX Piedra hermosa de España, acantilada lejos del mar, austeridad que empina la jara, el risco, el labio, la colina, soñando ver la espuma deseada. La piedra está con besos consagrada y es aurora de España por la esquina del sol poniente. El aire se ilumina. Huele el sendero a historia enamorada. Tiene un ala de amor en los estribos del alado corcel de incendios vivos de octubre del recuerdo en alegría. Silbo de amor total de Extremadura, que a esta tierra —olvidada— hace altura. En ella no se pone nunca el sol: ¡MARIA! XXI En la Montaña el alma pierde peso menos hecha de llanto, más serena. Se hace delgada lámina la pena y empuja carabelas con un beso. 336


El aire en libertad, se vuelve preso de mínimas ternuras. Es morena la esperanza. No, puede ser más buena la madera de Madre: puro exceso. Es un remanso en pie, para el reposo del alma sin descanso y malherida que enseña la razón sobre la herida. Viva flecha de ardiente tronco añoso en la ruta del alma, haciendo brecha y cogiendo de muertos la cosecha. XXII Tal como Cáceres tiene esparcida la piedra al corazón tan necesaria y un frenesí de su alma milenaria se lo llevó a lo alto retenida en las manos del tiempo y fue ofrecida con un amor nacido en la plegaria: han llevado su carne solitaria como una frágil torre. Se alza unida su existencia en pilastras. Han cambiado las horas con la Madre. Han grabado su pasión extendida con un zacho. ¿De qué sirve un clavel en la derrota...? Se han cortado la sangre, gota a gota, para dártela a Ti en un picacho. XXIII Picacho que es flor — ¡T U !— que eres vuelo para vestir la raza del rocío y engarzar mano a mano el vacío y desvelar el sueño cara al cielo. Mi corazón te sueña piedra ardiente y Montaña perfil de Extremadura, donde Dios en la aurora nos murmura su palabra castúa eternamente. Al vuelo de la luz, camina ausente en sangre derribada del Poniente el ave que te roza mientras vuela.


Una salve nos salva. Y nos levanta y Cáceres, rendido, vuela y canta... ¡que es mucho lo que el vuelo nos consuela! XXIV Prisma sobre los campos cacereños que la luz y la sombra en línea ordenas, balcón donde las brisas más serenas nos traen los suspiros extremeños. Los sueños del ayer son más que sueños renaciendo al calor de las almenas hasta arder en el pulso de las venas como brasas de pájaros y leños. Yo no sé si es el ala de la nube quien brilla en la Montaña mientras sube o es un sueño muy grande lo que baja... Sólo sé que es Montaña toda el alma que Cáceres sostiene en una palma y le sobra lugar para una alhaja. XXV ¿Qué cálculo forjó tan colosales proporciones? ¿Qué fórmula encadena —llenando un cielo que, a su vez, le llena— fósiles, cumbres, lirios y metales? A un paso de las piedras ancestrales, junto a la sed en vilo que más suena, dice Montaña en vez de amor sin pena con sus labios de encina doctorales. Una Mujer en tiempo de hermosura el cielo recorrió de Extremadura con racimos de escudos en la frente. Según se mira a Dios a la derecha, encontró una Montaña de fe hecha y deshecha en la sed que nace Fuente...


XXVI Medidle la frontera a la Montaña que engendró un Continente en su cintura decid dónde habéis visto calentura como esta fiebre ascética de España. El mar es como un surco, y la guadaña de simiente angular Extremadura: será hermosa la espiga, será pura la cantada alegría de su entraña. Es la España de arados y sudores y migajas de aldeas y castillos y rejas, soledades y temores... Cuando crece el aliento de las flores, crecen en la Montaña mil Trujillos y acaban capitanes los pastores. XXVII Puro perfil serrano, Protectora de carabelas y Buril de vientos, Sortilegio de azules pensamientos, Volumen monacal de sol y aurora. Todo Cáceres vive a toda hora metido en tus más hondos pensamientos, y conmueven tu cima sus cimientos y lloras Tú cuando tu tierra llora. A dos tiros de liebre de alma vive de tu Montaña. Y tu jazmín recibe sin alargar la mano. En no sé donde guarda mil melodías... Nace un conde en cada piedra. Y besa —ya de viejo­ la señal de tu cara en cada espejo... XXVIII Por senderos ya andados, como un río sin cauce que anda ciego y va perdido, se asoma a la garganta —dolorido— el grito de la sangre, ancho y bravio,


del que marcha llorando (que es lo mío) y regresa muriendo, el pan vendido muy lejos de su casa, el vino huido de la copa de amor, bebido frío... Nacieron para dar a manos llenas el alma, y se les cae de las manos por medio mundo. ¿Dónde están sus venas de dioses...? Hoy, pequeños y lejanos, aunque palabras nuevas aprendieron, cerca del labio su Montaña hicieron... XXIX Vuelta a la tierna historia, a la madera color de corazón y letanía, al alfabeto del Avemaria de la Montaña que rezando espera. Vuelta a decir palabra que no muera, vuelta al rayo de sol que Dios envía por la Montaña con el nuevo día, vuelta a la patria azul, dulce, primera... Pisan la tierra de su Extremadura para más estrecharla... Tierra hermosa para poner un pájaro en la rosa que le dé alas a la coyuntura de amor descoyuntado en la ternura morena que aquí asoma en cada cosa. XXX ¡Alto aquí! Aquí unjamos nuestras frentes de cielo palpitante. Aquí llegamos donde Cáceres llega. No pasamos del umbral de las piedras balbucientes. Su cariño nos vuelve sonrientes hasta cambiar el llanto en agua. Vamos a decirle lo mucho que la amamos a su Montaña, donde están sus fuentes... Vamos a hacer la carne piedra escrita sobre la piel de una jaculatoria donde acredita Cáceres su historia.


El corazón en la Montaña grita. Que vengo aquí a crecerme y a subirme ¡y ya no he de parar hasta morirme...!

SUPLICA FINAL A LOS PIE S DE LA MONTAÑA

|Que no tengan dolor, Madre, las manos que la vida someten a tormento, morenas luchadoras de alimento en rotunda promesa de los llanos! ¡Que no lloren los hombres, mis hermanos, si se sintieran, en cualquier momento, náufragos en el mar del desaliento si de otro mar de gloria soberanos! ¡Que no pongan en venta el Padrenuestro ni el sol que abraza fuerte lo que es nuestro puesto a secar muy lejos...! Subo aprisa, — ¡como T ú !— a la Montaña. A ver si puede durar esta alegría mucho... ¡Y ruede sobre vivos y muertos tu sonrisa!

341



ENRIQUE LOUZADO MORIANO

Nació en la Sierra de Gata, en Villanueva de la Sierra, en abril de 1933. Estudió en los Seminarios de Coria y Cáceres, donde fue ordenado sacerdote en septiembre de 1958. Sus pri­ meras colaboraciones literarias aparecieron en la revista Lux Mundi”, del Seminario, que dirigió el inolvidable presbítero e investigador P. José Luis Cotcdlo Sánchez. Después Lenizado Moriano ha publicado sus composiciones en "Alcántara”, "Ex­ tremadura•” y "Valgo”. En 1973 obtuvo el premio "Cereza de Oro” de la II Fiesta del Cerezo en Flor, del Valle del Jerte. Tiene publicado el libro de poemas "Señales de los pasos...” y otro en preparación que verá la luz el próximo año. 343


UNA ESPERANZA

Una luz y una dicha y en la noche del alma una esperanza. Por el surco rasgado o con la mies dorada y en la noche del alma una esperanza. Un adiós en mis ojos o un abrazo en mis palmas y en la noche del alma una esperanza. El presente de luto o el futuro de alba y en la noche del alma una esperanza. Un sosiego en mi mente o una sed en mi entraña y en la noche del alma una esperanza. Un subir con el llanto o un cantar la bajada y en la noche del alma una esperanza. Es la limpia semilla que creció en mi senara en mi ir y venir a la santa Montaña.


LUIS CARLOS GUTIERREZ GOMEZ

Nació en Cáceres el día de San Bartolomé, 24 de agosto de 1945. Ha estudiado el Bachillerato en la ciudad cacerense y la carrera de Filosofía y Letras —Sección de Historia— en las Universidades de Salamanca y Sevilla. Colaborador de la pren­ sa extremeña y sevillana y de numerosas revistas poéticas, ha sido galardonado con el premio " Gabriel y Galán” de poesía. Tiene un buen haz poético. Próximamente aparecerán sus li­ bros de poemas " Toro y campo" y "Poemas del mar de las soledades”. 345


MARIA DE LA MONTAÑA

Yo no sé qué devoción en Cáceres me reclama, no sé qué ermita de nieve, qué fulgor o qué palabra. Es el amor. Lo presiento. La Virgen de la Montaña erguida sobre su trono, en mi corazón anclada. Yo no sé qué sugerencia, qué impulso o qué nostalgia. Es el amor. Lo presiento. Una ciudad capitana, habitáculo de estrellas, que navega por las aguas de un mar fecundo de fe porque de fe hace su causa. (Allí una alondra descubre que tiene eterna morada: nido de luna encendida, estrofa escrita en el alba.) Cáceres, de piedra y cielo, entre geranios y acacias: rumores de arcos, de iglesias Junto a un rumor de murallas. 346


Sinfonía medieval de conquistas y esperanzas. Y yo no sé qué misterio está iluminando mi ánima: vencejos, escandas, nimbos, en un rincón de mi casa. Es puridad que difluye a orillas de mi ventana. De allí brotan a raudales mi trisagio y mi plegaria. Y Dios en uno y María erigen la ermita blanca. Un pastor hace tres cruces para el Amor. Y se salva desde su gruta encubierta. Es Francisco de Paniagua. Cáceres vela a su Virgen en roca dúctil tallada: seda el álveo de su rostro, sus pupilas, de esmeralda. ¡Cómo crece la dulzura desde el mar de su mirada! Romero el pecho se agita en su campiña de malva. Germina allí mi fervor desde la calina. Mi alma se evade del claroscuro. Una invocación la salva. (Una Salve la ha salvado, ¡Salve, Salvadora, gracias!). Qué crepúsculo radiante vence a la duda. Cabalga mi nave sobre los surcos. ¡Cabalga y le nacen alas! Una madeja de nubes trisca infinitos de calma. Un halo de seda abriga el quicio de la montaña. Luego, el milagro. Mi fe desde otro jardín se irradia. Un coro de querubines rige, celestial, mi casa. Y un firmamento de sueños


se vierte en dulce cascada. (La Virgen sueña conmigo por una calle soñada.) Cáceres, pasión de siempre. Una ermita para las lágrimas el llanto de la presencia, el llanto de la nostalgia. El cielo extiende sus pétalos y en albura se desgaja. Un tañido de azucenas se expande por la quebrada. Un himno de encinas. Paso a estas piedras milenarias. Llevan rosarios tejidos al tamiz de sus entrañas. Luego los labios musitan su oración de madrugada. Un hervor de Avemarias sobre el piélago se ensancha. Todo es murmullo perenne: los jilgueros en sus ramas buscan su trino gozoso en el clamor de la algaba. Y el espolón de la sierra junto al arroyo de plata. Un susurro de aladiernas se filtra por las gargantas y clarea la alpestre senda de cantales y pizarras. Los corazones esplenden sobre la loma empinada. María de las alturas, corola de la mañana, rige el mar del infinito en el que flamean las gavias de las naves que, devotas, en el Santuario recalan. Yo no sé qué devoción, qué fulgor o qué esperanza: es María, lo presiento, ¡María de la Montaña!


M A R IA ROSA VICENTE OLIVAS

Nació en Madrid el 18 de febrero de 1959, pero ha resi­ dido toda su vida en Extremadura, concretamente en Don Be­ nito. Comenzó a escribir poemas desde los 6 años y fue pre­ sentada en las páginas del diario regional "Hoy” el día 19 de febrero de 1969. Por ello pudo decir el laureado poeta Jesús Delgado Valhondo que "ha nacido la nueva Carolina Corona­ do”. Es colaboradora de las revistas "Alcántara”, de Cáceres, y "Alamo”, de Salamanca. A los 13 años publica su primer libro de poemas " Llamarada azul” que patrocinó la institu­ ción "Pedro de Valenctá’, de la Diputación Provincial de Ba­ dajoz y que recoge sus poesías hasta los doce años. Obtuvo dos años consecutivos el primer premio "Félix Valverde Grimaldi” en la fiesta de la poesía emeritense, premio de Cáceres, "Rosa de Plata”, en el primer concurso de Poesía Juvenil, pre­ mio Claret en los Segundos Juegos Florales Juveniles de Don Benito y premio "Francisco de Paniagua” en los Juegos Flo­ rales del Cincuentenario de la Coronación de la Virgen de la Montaña (1974). María Rosa, que tiene todo un mundo por delante y el mejor porvenir poético, cursa ahora sexto de Bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media "Luis Chamizo", de Don Be­ nito. 349


VIAJE A LA MONTAÑA

I SUBIDA A LA MONTAÑA

Entre olivos y sendas de pizarra mi paso se hace polvo para el suelo, el sol borda con oro mi pañuelo, y a lo lejos suspira una cigarra. Al son casi febril de la guitarra voy encendiendo estrellas en el cielo, y el mirar impasible de un mochuelo en un olivo gris hunde su garra. Avanzo más y más, y nunca llego; tengo el soñar oculto de la abeja, de tanto andar mis pasos son de fuego y tengo llamas entre ceja y ceja; mas no hay por qué temer quedarse ciego porque la luz que alumbra está muy vieja. Y aunque la tarde cose con su aguja las quemaduras que causó su lumbre, siento en el alma todo mansedumbre, y el corazón es una gran burbuja. 350


Sobre la arena el aire me dibuja y me lleno de azufre, sol y alumbre; estoy casi llegando hasta la cumbre y envuelta en niebla, vuelo como bruja. Pero ya estoy llegando, y con la mano toco tu corazón de telaraña, a tu lado gigante, soy enano; busco la luz azul de una cabaña y encuentro ante el brocal del meridiano un Santuario erguido en la Montaña.

II FRENTE A LA VIRGEN

Cuando te vi de frente, arrodillado, como adora la llama a la lucerna, sentí dentro de mí la paz interna de ver cumplirse todo lo soñado. Tu rostro alegre, de quietud cansado, tu voz callada, tu sonrisa tierna; tu mano es un filón de vida eterna y está el Amor contigo y a tu lado. ¡Tanto soñar oculto en la mirada! ¡Tanta voz sin hablar, tanto recuerdo! ¡Tanta paloma, tanta fe doblada! Si alguna vez acaso yo me pierdo, buscadme aquí, contigo en la alborada, porque si solo estoy, de ti me acuerdo. Mi visita tranquila se hizo breve, y tus callados ojos de turquesa, me miraron absortos de sorpresa y lágrimas cayeron como nieve. En un instante de silencio leve acaricié tus manos de princesa, y tras el borde de mi oscura mesa quiero plasmar tu lágrima en relieve.


Y después dedicarte mi poema, y escribirlo con sangre de mi herida, convertirlo en jinete o en dilema, y cuando está la pluma ya vencida, cuando llueve el Amor y el sol no quema quiero entregarte un soplo de mi vida. III REINA DE CACERES

Aunque yo hablara, mi palabra sobra, pues dibujaste con escasos trazos una línea de amores y de abrazos, para vencer la pena y la zozobra. Tus siervos fieles saben de tu obra, y el mundo entero te acercó sus brazos; tu ciudad con fervor tendió sus lazos en amante y callada maniobra. Medio siglo después de coronada sigues dejando dones y fortuna. Eres de todos Virgen adorada, la Virgen del olivo y la aceituna; te dedico por ser dulce y amada un verso escrito con papel de luna. Porque tu nombre es cacereño y santo y viéndote, la voz de Amor se llena, porque arrojé las flechas de mi almena y se perdieron todas en tu canto. Porque tendiste tu glorioso manto de roca, de dolor, de luz y arena, y cerraste la sangre de una vena que trocó mi existencia en ronco llanto. Llegaste a todo el mundo sin frontera fuiste Virgen hermosa, dulce y pura, nadie logró vencerte en tu carrera —Montaña sacra, siempre firme y dura— con una encina disfrazada en cera quiero encender la llama de tu altura. 352


IV REGRESO

¡Qué triste es el dolor de mi regreso! El camino se vuelve árido y duro; entre el ayer y el hoy se forma un muro, y el corazón de luz se siente preso. La nostalgia me nombra con exceso, mi recuerdo de ayer está maduro ¿cómo se hace el camino tan oscuro si hay en el aire tanto y tanto beso? ¡Y hay tanta luz! Esfinge de la gloria. Quiero cortar mis sueños con tu sierra, quiero cantar el gozo de mi euforia, quiero parar los brotes de la guerra, porque en el borde mismo de la historia diste paz y color para la tierra. No te puedo olvidar, soy peregrino abierto de ilusión, grande y bizarro; porque llené con tu silencio un tarro y bauticé a las flores del camino. Empecé a caminar sin rumbo y tino, como un jamelgo viejo lleva un carro, y pensé en una imagen casi barro y una esperanza vuelta Pan y Vino. Me acordaba de ti, de tus canciones, de vez en cuando tus palabras sigo que son el cielo de las ilusiones. Quiero ser de tu risa un viejo amigo, y alegrar como Tú los corazones, ¡Salve Reina! Mi voz está contigo.

353 23


I

k


SANTOS NICOLAS RODRIGUEZ

Natural de Arroyo de la Luz (Cáceres), en donde nació el 1 de noviembre de 1902. Como maestro nacional, ejerció en Guijo de Granadilla y, últimamente, en Cáceres. En la actua­ lidad disfruta la jubilación. Desde los días de su adolescencia empezó a colaborar en revistas y en los diarios cacereños. Y antes de entregarse a la enseñanza, trabajó como corrector en la editorial madrileña de " Razón y Fe”, al lado del ilustre jesuíta, P. Constantino Bayle. Trasladado a Cáceres, fue redactor jefe del diario "Extre­ madura?’, cuando lo dirigía el muy laureado escritor Antonio Reyes Huertas. Figuró en el antiguo Registro Oficial de Pe­ riodismo y obtuvo galardones en relación con las Letras. Tam­ bién los consiguió, provinciales y nacionales en el orden peda­ gógico. Los muchos años que estuvo dedicado al Magisterio en Guijo de Granadilla le proporcionaron facilidades para conocer en fuentes de primera mano la vida y la obra del inmortal poeta José María Gabriel y Galán, conocimientos que no pocas veces ha divulgado por medio de la prensa y de la conferencia. A continuación publicamos una composición del biografia­ do. Por varias razones la hemos elegido para que sea la que ponga el punto final a nuestro libro. Sus estrofas —de aire popular con honda raigambre española— constituyen un bello epílogo que trae a estas páginas lo que no podía faltar en ellas: la presencia plena de la cacereñísima CALLE DE CALEROS, de tan gloriosa ejecutoria en la devoción de Nuestra Señora de la Montaña. Y ahora, por medio de la lira de Santos N i­ colás, sea esa misma CALLE la que diga la última palabra acerca de la veneración de la Excelsa Patraña de Cáceres. 355


POR LA CALLE DE CALEROS

Ya se puebla de alegría el corazón cacereño y con fortísimo empeño le viste belleza al día. Con singular lozanía se ha cargado de piedad. Y en tanta solemnidad hay un signo que no engaña: ¡ ¡ La Virgen de la Montaña hoy bajará a la ciu d ad !! Así se acusa en la espera de un anhelante gentío; en el rosal, ya vacío de galas que a Ella ofreciera. En todo, en todo prospera rumor de anuncios fiesteros. Y son tenaces voceros de lo que ya se aproxima el entusiasmo y el clima de la CALLE DE CALEROS. CALLE de recia solera de gremio y trabajo honrado por la que asoma el pasado que nombre y vida le diera.


Cacereña a fiel manera, su acento castizo y noble revive la estampa doble de la campuza prendida en la ventana florida y en las notas del “Redoble”. CALLE que lustra la historia de las santas tradiciones y anuda sus devociones a la actual trayectoria. Y en esta leal memoria de los pasos seculares, por senderos estelares siempre aparece y encanta la Virgen, cien veces santa, que patrocina estos lares. CALLE que vio relucir la fama de Gil Cordero y es la Ermita del Vaquero timbre de un claro vivir. Tiene hondura su sentir, es mariana con ardor y por el neto fervor que a sus rasgos acompaña, la Virgen de la Montaña no tiene marco mejor. CALLE que en luces y ñores desborda, brilla y esplende si de la Ermita desciende la Virgen de sus amores. Y Ella, ante tantos primores, abre en mimos placenteros de su Gracia los veneros y hace obsequio su sonrisa desde el instante que pisa en la CALLE DE CALEROS. CALLE que enciende emociones al paso de la Patrona, la recrea y ovaciona en gritos de corazones. Con estas aclamaciones convoca a toda su historia


y en jornada laudatoria arcos de flores levanta, porque es poco la garganta para ensalzar tanta gloria. CALLE que nunca descuida de rendirle vasallaje y de ofrecerle homenaje en caudalosa medida. Pues está tan convencida de que Ella es Reina sin par, que se hace trono y altar de quien por divinas leyes y MADRE del REY DE REYES, también tiene que reinar. CALLE que jamás empaña el oro de su tipismo e inspira su marianismo la Virgen de la Montaña. Sus vecinos, con entraña de cristianos verdaderos, son y serán los primeros en amor y devoción mientras lata un corazón en la CALLE DE CALEROS. CALLE que siempre descuella sin orgullo y sin alarde. Y así se verá esta tarde en una fiesta muy bella. ¡Vayamos todos a ella, cacereños, forasteros!... Que no es cosa de perderos lo que tanto os va a alegrar: ¡ ¡Ver a la Virgen pasar por la CALLE DE CALEROS! !


INDICE

Págs. D e d i c a t o r i a ............................................................................................................. ..........7 P r ó l o g o ..................................................................................................................... ..........9 C á c e r e s y s u V ir g e n .................................................................................................13 A nte

la

V ir g e n

de

la

M o n ta ñ a

........................................................ ..........19

P o e t a s d e l a p r i m e r a m i t a d d e l s i g l o XIX ............................................21 A n t o n io H u r t a d o V a l h o n d o ..................................................................................27 l o s é R o l d a n M a r t ín .................................................................................................47 L u is a

G a r cía

....................................................................................................... ......... 49

L o r e n z o L ó p e z C r u z .................................................................................................53 D ie g o B . R e g id o r .............................................................................................. ......... 57 J o s é M a r ía G a b r ie l y G a lá n ................................................................ ......... 59 R a f a e l G a r c ía - P la t a d e O sm a ......................................................................... 67 D ie g o

M a r ía

C rehuet

............................................................................... ..........71

L u is G r a n d e B a u d e s s ó n ............................................................................... ......... 75 A n t o n io M a r t ín e z M a r t ín e z ................................................................ ......... 79 F r a n c is c o B e l m o n t e y R o m e r o ......................................................................... 83 D ie g o M a r c e l o M e r in o E n r iq u e

M ontánchez

M anuel

M o nterrey

............................................................................... ......... 85

I im é n e z Calvo

F e d e r ic o R ea ñ o G a r cía

......................................................................... 89

................................................................................. 91

............................................................................... .........93

J u a n L u is C o r d e r o G ó m e z .................................................................................95 M ig u e l G i m é n e z A g u ir r e ................................................................................. 99

359


Págs. A r s e n io E l ía s

G állego

H

S e r r a d il l a

ern á n d ez

V ega

................................................................ ...... 107

..................................................................................... 109

F r a n c is c o R o m e r o L ó p e z ...................................................................................... 113 A n t o n io C . F l o r ia n o C u m b r e ñ o ................................................................ ...... 121 A n g e l R o s a d o A c u ñ a ....................................................................................... ...... 123 R u f in o D e l g a d o F e r n á n d e z .............................................................................. 127 E la d ia M o n t e s in o -E s p a r t e r o A v e r l y ....................................................... 133 J e s ú s D io n i s i o A c e d o I g l e s i a s ................................................................ ...... 137 ............................................................................................. 141

L o p e M a t e o M a r t ín A n t o n io

L ó pe zi

M

M ig u e l M u ñ o z B e n ja m ín M

S an P e d r o

de

R u b io

a r t ín

...............................................................................145

a r t ín e z

...................................................................... 149

............................................................................... ...... 151

R am ó n S á n c h e z C a y e t a n o .............................................................................. 157 J ua n S o l a n o G a r c ía .............................................................................................159 F e r n a n d o B ravo

B r a v o ............................................................................... ......163

y

C a m il o L o r e n z o A m a d o r ...................................................................................... 165 M a r io S im ó n A r i a s -C a m is ó n ........................................................................ ......171 M ar ía R e añ o O s u n a

.............................................................................................183

L o r e n z o G u a r d io l a T o m á s ..............................................................................187 J o s é V ig a r a C a m p o s .............................................................................................193 A n d r é s C il l e r o s

R o m á n ................................................................................ ......197

G r e g o r ia C o l l a d o A l o n s o

..............................................................................201

J e s ú s D e l g a d o V a l h o n d o ............................................................................... ......205 Jo sé

A n t o n io

O c h a ít a

............................................................................... ......20 7

C a r l o s C a l l e jo S e r r a n o ......................................................................................227 J o s é C a n a l R o s a d o .............................................................................................233 F é l ix S á n c h e z ...................................................................................................... ..... 23 7 F ray A n t o n io C o r r e d o r G a r c ía , O . F . M ...................................... ......241 S antos

S á n c h e z - M a r ín P a n ia g u a

.............................................................. 24 7

V e n t u r a D u r á n A n d r a d a ............................................................................... ..... 249 Jo s é

M a r ía

F r a n c is c o

J ua n N ú ñ e z -

M a r t ín e z -V a l

............................................................................. 255

D o m ín g u e z S il v a ........................................................................ ..... 257 A n d r a d e ............................................................................................. 261

A r t u r o E n r iq u e S á n c h e z ............................................................................... ..... 2 6 7 I s id r o M el a r a B e r r o c a l ..................................................................................... 273 Ju an

G a r c ía

Jo s é

M a r ía

V ic e n t e

G a r c ía

............................................................................................277

F e r n á n d e z N ie t o

G o nzález

R amos

..................................................................... 285

............................................................................. 295

R u f in o V il l a l o b o s B o t e ............................................................................... .....2 99 J u l io C e n d a l P e ñ a l v e r ............................................................................... ..... 303 M ig u e l

360

G u ija r r o

R ío s

............................................................................... ..... 307


Págs. M ig u e l S e r r a n o G u t ié r r e z ...............................................................................311 M a r c e l o G a l a p e r o B e r m e jo ....................................................................... .......315 A n t o n io P o l o B eja r a n o ............................................................................... .......319 J a c in t o

M a r t ín

P aja ro

............................................................................... .......321

P e d r o M a r ía R o d r íg u e z P é r e z .......................................................................323 N ic o l á s S á n c h e z P r i e t o ............................................................................... ...... 327 E n r iq u e L o u z a d o

M o r ia n o

.............................................................................. 343

L u ís C a r l o s G u t ié r r e z G ó m e z .......................................................................345 M a r ía R o s a V ic e n t e O l i v a s ........................................................................ ...... 349 S a n t o s N ic o l á s R o d r íg u e z .............................................................................. 355

361


Ir.




Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.