MÚSICA / Mauricio Restrepo Gil colombiana, de la Orquesta Víctor, según composición de Domingo Perdomo y Eduardo Liévano, el primero de agosto de 1917; el pasillo “Medellín”, de Arturo Alzate Giraldo, que grabó la orquesta del maestro José María Lacalle para la Columbia, con su característico sonido de la tuba; el one step Medellín de Ramón Mesa Uribe y que la casa Víctor confió a las célebres aguadeños Hermanos Hernández, grabado en 1928; el viejo porro “A Medellín”, de Gustavo Fortich, que grabaron para la RCA Víctor con acompañamiento de un conjunto rítmico en Buenos Aires, Fortich y Valencia, a comienzos del decenio de 1940; el bambuco “Medellín”, de Sofía Ospina de Navarro y Carlos Vieco, que llevaron al disco los Coros Cantares de Colombia en los años sesenta del siglo 20; el tango “A Medellín”, que compuso Eliseo Marchese, bandoneonista del popular conjunto Los Caballeros del Tango, que dirigió Raúl Garcés y que para esta grabación del sello Silver cantó Carlos Valdez; Marchese hizo parte de las primeras grabaciones de tangos que se hicieron en la ciudad, en compañía de su compatriota Joaquín Mauricio Negro Mora, incluso su bandoneón acompañó pasillos y bambucos de la Estudiantina Sonolux, que comandó el inacabable Luis Uribe Bueno. Lorenzo Herrera fue uno de los cantantes venezolanos más influyentes de la música antañona, cantor solista y acoplada segunda voz en históricos dúos con Margarita Cueto y Perla Violeta Amado. Estuvo visitando a Medellín hacia 1943, donde hizo presentaciones en el Teatro Bolívar, tocando las maracas con los pies y siempre vestido de impecable blanco; vivió algunos meses de ese año y el siguiente en Medellín, en una residencia, entre Junín y Palacé, frente al edificio donde funcionó una de las primeras sedes del diario El Colombiano; en esta ciudad se inspiró para componer el pasodoble “Medellín” y el joropo “Antioqueñita”,
grabados en Odeón, pero lamentablemente perdidos casi del todo, conservados por unos contados coleccionistas; por la inseguridad que produjo la Segunda Guerra Mundial, fueron muy pocos los discos que circularon comercialmente. Finalmente cabe destacar su actuación histórica en el Covadonga Night Club, popular grill del viejo Medellín, ubicado en los bajos del Teatro Avenida, donde compartió cartel nada menos que con Pilar Arcos. El cantor Carlos Argentino Torres, bonaerense, inició precisamente su carrera artística en Medellín, en donde grabó un bolero con el nombre de “Medellín de mis amores”, composición de E. Orozco y adaptación de su mismo intérprete, con el acompañamiento de Rubén Granata y su Sonora, para el sello Ondina; Hernan Restrepo Duque escribió: “Por entonces, en un Medellín pequeñito y adorable, cantaba en la Heladería Capri, situada donde hoy está el Versalles, con acompañamiento de la orquesta de Arnoldo Nali” 7 , testimonio que refrenda emocionadamente Elkin Obregón, quien presenció aquello hacia 1956. Años después, este artista hizo época con la Sonora Matancera y se consagró con una de las primeras 7 Hernán Restrepo Duque, columna Radiolente, El Colombiano, Medellín, julio 19 de 1991.
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