Boletín virtual
FEBRERO 2016
Programa Institucional de Lectura y Escritura de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín
Nuestras experiencias RUBÉN DARIO: EL GENIO PRECOZ El 6 de febrero de 1916 muere el poeta nicaragüense Rubén Darío, conocido como el padre del modernismo, un movimiento literario caracterizado por su exotismo, musicalidad, búsqueda de la belleza y perfección estructural. Motivada por el centenario de su fallecimiento me acerco nuevamente a su biografía y releo algunos de sus poemas. Debo confesar que nunca me ha entusiasmado su poesía, aun reconociendo que es uno de los más grandes genios literarios de Hispanoamérica en toda su historia. Sus formas y sus temas se me hacen lejanos al lector contemporáneo (me incluyo) que prefiere la prosa o el verso libre a las métricas rígidas y elaboradas, el lenguaje vulgar y cotidiano antes que el artificialmente embellecido, los temas cercanos a nuestras realidades y contextos en lugar de los exóticos y extraños. Quizá los poemas que más me gustan de Rubén Darío son sus rimas, por su sencillez, sinceridad y belleza, como suelen ser los buenos poemas de amor:
RIMAS XII ¿Que no hay alma? ¡Insensatos! Yo la he visto: es de luz... (Se asoma a tus pupilas cuando me miras tú.) ¿Que no hay cielo? ¡Mentira! ¿Queréis verle? Aquí está. (Muestra, niña gentil, ese rostro sin par, y que de oro lo bañe el sol primaveral.) ¿Que no hay Dios? ¡Qué blasfemia! Yo he contemplado a Dios... (En aquel casto y puro primer beso de amor, cuando de nuestras almas las nupcias consagró.) ¿Que no hay in�ierno? Sí, hay... (Cállate, corazón, que esto bien por desgracia, lo sabemos tú y yo.)
Pero lo que más me asombra y emociona de Rubén Darío es la precocidad de su genio, comparable quizá con el de Rimbaud: aprendió a leer a los tres años, escribió su primer soneto a los doce, publicó un poema de su autoría en el periódico El Termómetro a los trece años, a los catorce proyectó publicar su primer libro poesía y artículos en prosa (aunque este solo vio la luz en el cincuentenario de su muerte), y entre sus primeras lecturas están El Quijote, Los oficios de Cicerón y Las mil y una noches. Entonces pienso en la noticia que escuché hace algunos días según la cual Colombia vuelve a estar entre los países con peor nivel educativo en el mundo. Recuerdo que vivo en un lugar y en una época donde ni siquiera los estudiantes universitarios alcanzan un nivel básico de lectura y escritura, y me dan ganas de llorar. Y vuelvo a la pregunta de siempre ¿los genios nacen o se hacen? La respuesta tampoco es nada nuevo: un poco de las dos cosas. Pero la educación no es algo exclusivo de las instituciones educativas: es algo que le compete a la familia, a la sociedad, al estado, a todos. Que el centenario de la muerte de Rubén Darío sea un motivo para volver sobre su obra y, por qué no, también para repensar nuestra educación.
María Teresa Agudelo
Promotora de lectura Biblioteca Pública Piloto