He estado con una bebé que me quería mucho. Me sorprendió porque a mí no me gusta ser madre y los bebés lo saben cuando me conocen. Estoy en una playa con unos amigos. La playa se va destruyendo poco a poco con las olas del mar que termina. Forma un acantilado parecido a la costanera del Perú. Las olas del mar están formando el límite de la ciudad, o del continente. El mar nos ha tragado y nos aferramos a una cañería que está debajo de la arena, como un esqueleto, como si los geólogos hubieran previsto que esto pasaría y hubieran puesto estas barras en lo profundo del cerro para que nos aferremos. No hubiera sido más fácil plantar un árbol. Yo no tengo miedo. Las olas vienen con fuerza y nos arrastran para adelante y para atrás. Sigo aferrada a la cañería, debo soltarme para salir de ahí. Pienso: el mar y yo, si somos uno solo, vamos a poder salir de aquí. Estás también tú. Estamos discutiendo sobre la poligamia. Tú y yo somos una pareja abierta. Escucho una conversación. Tú le cuentas a otra persona que ya no estamos juntos. Yo tampoco estoy contigo. Pero podemos. Hay una gran fisura en el tiempo y estoy en labor de parto. Estoy en el club, estoy sangrando, voy al hospital tranquila. El problema es que las contracciones no me duelen. Me dicen: quizá dé a luz en un par de días. No, vas a dar a luz hoy. Sé que estoy sangrando. Es decir, estoy teniendo una amenaza de muerte, pero esto es indicador de parto. Veo mi estómago y no tiene nada. Ya no estoy embarazada. Me cuestiono, trato de buscarla, la toco, trato de angular el tiempo que tengo. Sé en el fondo que ya no la tengo.
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