Biblioteca Juan de Valdés 50 Aniversario

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muerte, la presencia de Dios. ¡Qué error! ¡Qué horror! El poeta leyó tres poemas de besos apasionados y asuntos similares. Uno de los hijos estaba a mi diestra y se molestó. El problema fue que la forma literaria sigue el contexto y el declamador se equivocó de forma en el contexto de un funeral. Las personas que escribimos como parte de nuestro ministerio tenemos que aclarar qué es lo que escribimos, a quién y cómo escribiremos. Generalmente escribimos estudios bíblicos, sermones, ensayos teológicos y artículos de revista y de periódico. Cada uno de estos formatos implican muchos asuntos tales como la cantidad de páginas, el formato literario, la estructura, si fuera un libro, la cantidad de capítulos y páginas que son pertinentes. La mayor parte de los trabajos pastorales que van por escrito son artículos en el periódico de la iglesia. Estos artículos tienen entre 400 y 600 palabras. Deben dirigirse a personas que hayan terminado la escuela elemental. De vez en cuando escribimos sermones y estudios bíblicos. El público promedio generalmente son las personas que han llegado a noveno grado. Si escribimos en los periódicos de la comunidad el público que hay en mente tiene escuela superior, pero si escribimos un libro, por lo menos tenemos personas que tienen algún tipo de formación universitaria. Hay que añadir a esto la cantidad de páginas. Un estudio bíblico no debe pasar de diez páginas a doble espacio. Un sermón no debe pasar de seis páginas a doble espacio o veinte minutos de exposición. Más allá de ahí muchas personas pierden la atención del mensaje. Un libro, generalmente, dependiendo de qué audiencia tenga, así se construirá. Si es una obra de énfasis confesional y pastoral, una buena regla es que tenga siete a quince capítulos de diez a quince páginas cada uno. Un libro para reflexión debe tener

alrededor de 200 páginas. Más allá de esto es una obra de mayor envergadura. La estructura y lógica de lo que se escribirá Una mirada a todo escrito nos muestra que las palabras no funcionan aleatoriamente. No es un montón de palabras puestas unas al lado de otras en un texto. Todo lo contrario, es una cadena de palabras que reflejan un pensamiento claro y evidente (F. Sausurre18). Esta cadena que proyecta el pensamiento también refleja al arte de la palabra, esto es su capacidad para ayudar a transformar a la persona que lee a través de sus figuras del lenguaje, la retórica y el contenido. Un primer asunto que hay que considerar es la pertinencia de lo que se escribirá. La pertinencia proviene de que el texto esté tratando algún asunto que le interese a las personas. Así que no es cuestión de presentar una serie de conocimientos inútiles, sino dialogar con los fenómenos fundamentales de nuestro tiempo. Asuntos como la ecología, la sexualidad, la marginación económica, cultural, racial, política, los pleitos por acaparar bienes o por ideologías son temas que le interesan a las personas. Cualquier producción que vaya a ser leída requiere que responda a las inquietudes del contexto en que se escribe. De otra manera, serán palabras perdidas en el viento. Una vez se determina el tema que se trabajará, el próximo paso es la investigación que hará la persona que escribe sobre el asunto. Para que la palabra escrita sea clara y evidente hay que hacer una asignación previa: la investigación. La investigación para producir un texto requiere que se puedan localizar los escritos 18

P. Innes, “Ferdinand de Sausurre”, en A Dictionary of Cultural and Critical Theory, ed. Michael Payne, 484-485 (Manden, MA: Blackwell Publisher, 1997).


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