Game 21 - Riglos, una escuela con carácter

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Toño Carasol, un maño “en su salsa”. Debe ser muy difícil vivir acosado diariamente por un mundo vertical, cuya presencia se siente con solo salir a la calle. Desde niño, Toño ha estado víctima de los Mallos y sus escaladas han forjado su juventud. Pero la realidad de su sueño siempre ha estado lejos de Riglos. Su instinto le lleva muchas veces solo, a descubrir los lugares más remotos dominado por un afán de aventura y libertad, cuya terapia le sirve para remediar la diaria rutina al pie de un conglomerado tan familiar. Personaje inquieto siempre dispuesto a devorar metros y metros de pared, u otra actividad dinámica que lo mantenga ocupado, totalmente incapaz de estar sin hacer nada si el tiempo acompaña. Hombre de poco relato, cuyas breves respuestas nos darán una ligera idea de su agitado perfil, como escalador y vecino de un lugar tan especial como Riglos. GAME Magazine: Posiblemente seas la persona que más itinerarios hayas realizado en Riglos. ¿Te quedan muchos pendientes? Toño Carasol: Alguno me falta, mi ilusión sería completar el puzzle entero pero todavía me quedan algunas piezas por encajar. G.M.: ¿Cuales consideras actualmente los itinerarios más duros y difíciles de Riglos? T.C.: La vía Mediterráneo en el Firé, la “Sin chapas y a lo loco” y la del “Bunny” en el Pisón, y las vías Alpinismo deportivo y Popeye en la Visera. G.M.: Que prefieres, ¿las vías deportivas o las clásicas? T.C.: Las dos me gustan, depende del día según me levante. G.M.: ¿Cual es el nivel general de los escaladores que acuden por Riglos? T.C.: El 80% deportivos de grado medio, y un 20% de escaladores bragados de los que te hacen coger los prismáticos para ver como suben y por donde. G.M.: ¿Como repercute la afluencia de escaladores para la gente del pueblo? T.C.: Siempre positivamente, traen ingresos, no olvidemos que existen varios negocios turísticos (bares, refugio, tienda, casas de turismo rural). G.M.: ¿Podrías vivir en Riglos sin escalar? T.C.: En esta vida está claro que no. Si nos reencarnamos ya veremos. G.M.: ¿Que no te gusta de Riglos? T.C.: Las masificaciones de los puentes, la mala roca, el calor del verano, y lo mal cuidado que esta el pueblo. G.M.:: Acostumbrado a la verticalidad y al vacío, ¿encuentras las mismas sensaciones fuera de los Mallos? T.C.: Cuando escalo el Pisón o la Visera el vacío que hay es alucinante, en pocas paredes del mundo se viven estas sensaciones. G.M.: ¿Que otras escuelas del país te gustan y porque? T.C.: He tenido la suerte de escalar en muchos lugares y me quedo con Montserrat y el Naranjo de Bulnes (no me cansaría nunca de escalarlo), y referente a escuelas deportivas me gustan dos lugares mágicos como la Hermida y Rodellar. G.M.: Habiendo vivido gran parte de la historia de Riglos, ¿qué etapa te merece el mejor recuerdo? T.C.: Los años 70 y 80 sin duda, entonces se escalaba con dos “cojones” y las vías que se abrieron lo certifican. Nadie te preguntaba si las chapas alejan como ahora. La gente de hoy está mucho más entrenada pero no asume riesgo ninguno, en aquellos años se subieron vías de mucho compromiso y se sudaba adrenalina, vamos, que tenían “oficio”, casi perdido hoy en día.

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MALLOS DE RIGLOS Una escuela con carácter


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