GAME 20 - Montserrat

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Recordando a Jordi Panyella “Pany” (1916-2008) Jordi Panyella i Renom Pany, como le gustaba que le llamaran, nació en Barcelona el día de Sant Jordi del 1916. Su formación montañera le llegó de la mano de Minyons de Muntanya, como a tantos otros futuros escaladores de su época. Las primeras vicisitudes, las primeras caminatas, los primeros amigos, los conoció a través del escultismo, así como el gran amor por la montaña que le perduró toda la vida. Gracias a la formación recibida como alumno de la Escuela Alemana de Barcelona, hablaba bastante bien el alemán, cosa que le valió años más tarde para entrar como representante de la famosa firma germana de motocicletas NSU. Pero su especial vínculo con la montaña le condujo a trabajar en la tienda de deportes Sant Just, situada cerca de la céntrica Rambla barcelonesa. Allí lo encontraban sus amigos arreglando esquís mientras tertuliaban de futuras excursiones y escaladas. Durante la Guerra Civil (1936-39), formó parte de los batallones de montaña que se entrenaban en la Molina, pudiendo perfeccionar las técnicas de esquí y alta montaña que más tarde le permitirían afrontar muchas ascensiones de nuestros Pirineos. A principios de los años 40 ya ejercía de monitor de escalada. Así se le recuerda en el sot del Bac enseñando a un novel Josep M.Torras y donde recibió el bautismo de las caídas, en la pared de la Bauma. Sin embargo a Pany se le recordará no precisamente por esto, sino por sus impecables primeras tanto en Montserrat como en el Pedraforca. Ya en los años 30, consiguió su primera a la aguja Mitjada de les Fogaroses, en Sant Llorenç del Munt, a poco de su primera escalada como tal en la pared del castell d’Eramprunyà (Baix Llobregat). Cuando empezaron a aparecer los primeros grupos de escalada, Pany era al frente de todos ellos. Formó parte del GAM (Grup d’Alta Muntanya) del Club Muntanyenc Barcelonés y posteriormente del CEC cuando se creó el CADE (Centre Acadèmic d’Escalada). En cada uno de ellos creó escuela porque su experiencia se lo permitía. Pese a su carácter complicado e individualista, era amigo de sus amigos y no se encordaba con cualquiera. Maria Antònia Simó, Jordi Farrera, Jordi Casasayes i Raimon Estrems fueron, entre otros, fieles compañeros de cuerda de este valiente escalador, cuya constitución delgada y musculada le permitió encaramarse por las más inverosímiles paredes del país. En Montserrat recordemos cómo consiguió su primera a la aguja del Dit (Frares), una vía considerada aún hoy en día, muy difícil y expuesta, que raramente se repite. Según sus comentarios era la vía más extrema de Montserrat, de aquella época evidentemente. El amor que profesaba por esta montaña era bien palpable. Siempre que podía tenía la escusa para subir al Cavall Bernat, y fue uno de los promotores en colocar la Moreneta de aluminio en su cumbre. Asimismo, los primeros monjes que lo escalaron -dom Hugó y dom Oliva- subieron de su mano. Tenía muy buena relación con el monasterio y prueba de ello es el pésame que envió el mismo padre abat a la familia en el día de su entierro. En Montserrat, donde tantas vías abrió, no fueron solo éstas las que le otorgaron su fama de intrépido, sino una segunda ascensión muy memorable: la Mòmia, junto a la valiente Maria Antònia Simó. Encordados con solo una cuerda de 40 m, repitieron la gesta que unos años antes habían conseguido los escaladores manresanos. Para descender,

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destreparon toda la vía. El Sentinella, el Cap del Guerrer, el Dit, la Porra o la Paret de l’Aeri, entre otras, quedaran en la perpetua lista de las primeras montserratinas más selectas. Pero también el Pedraforca le tenía el corazón robado. A pesar de su acceso largo y penoso, iba siempre que podía. Por Semana Santa se juntaban unos cuantos amigos justo donde poco tiempo después se levantaría el refugio Lluís Estasen. Establecían su base en la bauma de les Orenetes y realizaban excursiones, escaladas o simplemente se dedicaban a deambular sin tan solo subir a la cumbre. Practicaban ascensiones con nieve por el Riambau si estaba en condiciones, o bien escalaban al gusto. Eso sí, era obligado pasar por Saldes por la fonda de Cal Pasqual donde era muy bien recibido. También sin falta, un cordial saludo al mosén Gayetà Pedrals, que mantenía una muy buena relación con todos los escaladores y guardaba celosamente un libro de registros donde se especificaban las diferentes ascensiones de aquella época. Tanto la pared norte del Calderer como la cara sur del Pollegó Inferior, vieron al infatigable Pany abriendo difíciles vías o repitiendo las pocas existentes. En el Pirineo Central, a principios de los años 40, consiguió dos primeras relevantes: una a la Torre de Góriz y otra en la pared de la Brecha de Rolando, cuando desplazarse por estos lares resultaba algo más que difícil. Tampoco tuvo abandonados a los Mallos de Riglos. Su primera al Mallo Pisón -vía Pany-Haus- aún sigue siendo una gran clásica de merecido respeto. Pero fue en Riglos dónde tuvo una gran decepción a raíz del intento de la primera ascensión al Puro: cuando eran a punto de conseguir tal hazaña y a tan solo 15 m de la cima, Pany cayó, afortunadamente sin consecuencias graves, y tuvieron que abandonar. Cuando volvieron definitivamente para concluir la escalada, los maños se anticiparon al evento y se llevaron el sonado triunfo. Al día siguiente, no obstante, todos repitieron la codiciada ascensión a la aguja más emblemática del Reino de los Mallos. Acostumbrado como estaba a conseguir sus objetivos, esto significó un duro golpe que le hizo reflexionar. Con todo ello, continuó con sus salidas a Montserrat donde aún abriría alguna vía relevante como la Agulla Fina dels Naps de Baix, una de sus últimas escaladas. También continuó visitando el Pirineo con la mala fortuna de sufrir un grave accidente mientras se hacía un retrato en la cresta de l’Avió, al Peguera, rompiéndose varios huesos de una pierna. Siurana y el célebre Peñón de Ifac también recibieron su visita muestra de su desmesurada pasión por la descubierta de lugares nuevos y alejados. Pero Pany abandonó muy joven la escalada de dificultad, cuando aún contaba con mucha vitalidad y entusiasmo para dar de sí. Últimamente, y gracias a su hermano Jaume, se aficionó a la navegación y realizada extensas caminatas por la costa. Pero su talante más bien solitario y arisco lo alejaban de los encuentros sociales. Solamente acudía por fortuna, a la fiesta anual del Grup Cavall Bernat del cual era toda una eminencia. Ágil, voluntarioso, decidido y físicamente muy fuerte, pero también de carácter complicado, Pany nos dejó definitivamente el 14 de mayo del 2008 a la edad de 92 años. Su trayectoria siempre será todo un referente para futuras generaciones. Josep Fatjó (2008)


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