NIRVANA
IX CONCURSO DE RELATOS CORTOS “VILLA DE ZARATÁN”
Madrid, 2 de noviembre de 2019
De acuerdo. Ya sé que tengo que morirme antes de que termine el año, pero lo que verdaderamente me angustia es no tener claro cómo se desarrollarán los acontecimientos. Esta pitonisa se podía haber esmerado un poquito más y haberme dado algún dato concreto sobre el desenlace de mi vida, que para eso me metió un buen sablazo al bolsillo por una hora escasa mirando, ensimismada, unos posos de café ¡Y yo que lo único que quería era saber si Carlos terminaría enamorándose de mí tras su divorcio! Pues aquí estoy, totalmente desconcertada, sin tener una remota idea de si el hombre de mi vida (de lo poco que de ella me queda), querrá acompañarme en este desdichado final, entregándome su corazón de manera totalmente desinteresada. Porque teniendo en cuenta que una bruja experimentada ha predicho mi muerte a tan corto plazo, poco le podré ofrecer a cambio de su amor eterno. Le dejaré, eso sí, a cargo de Milú, que seguramente ni se entere de que he pasado a mejor vida.
Cuando sabes que vas a morir, quiero decir, que te quedan cuatro días escasos para disfrutar de estar por aquí, se te viene encima un absoluto conflicto emocional difícil de gestionar. Por un lado, paradójicamente, te entran unas desgarradoras ganas de morir; una tristeza infinita te invade de arriba abajo y no encuentras ningún sentido a la vida. Sin embargo, parece que, por otro lado, una fuerza sobrehumana te anima a disfrutar cada segundo de la vida que te queda de una manera insospechada. Es un remolino de sentimientos especialmente surrealista al que hay que ir dando forma. Así que en esas estoy. ¡Y el tiempo apremia!
12 de noviembre de 2019
Hoy es mi cumpleaños. Dicen que la muerte, en muchas ocasiones, acontece pocos días después de haber cumplido años. Según ciertas corrientes psicológicas, esto sucede porque el ser humano se pone como meta el cumplir un año más y una vez conseguido su objetivo, la mente se relaja y los efectos positivos de esa lucha psicosomática se desmoronan, dejando paso a la muerte. He decidido estar preparada por si hoy es mi último día. La vidente me dijo que
me moriría antes de terminar el año, así que cualquier día puede ser el indicado. 36 años me parecen pocos para sacarle jugo a la vida o, al menos a mí, se me han hecho muy cortos, Parece que justamente era en estos últimos tiempos cuando empezaba a sentir que me estaba asentando. ¡Qué injusticia tenerme que ir y, además, sin haber conseguido el amor de Carlos! Se me está ocurriendo una idea: voy a invitarle a cenar a casa por mi cumpleaños, a ver si hay suerte y se enamora de mí y al menos, puedo irme de este mundo sabiendo que he conquistado su corazón. Pero, antes de nada, he de preparar las maletas de Milú, no sea que hoy mismo tenga que mudarse a su nueva casa... Le dejaré una bolsa con su peluche favorito, sus tarrinas de pescado Whiskas y la mantita azul en la que adora echarse la siesta, para que no sufra demasiado el cambio ¡Carlos está de camino!
En el horno, una lasaña precocinada Sabiendo que moriré pronto, no estoy por la labor de irme dejando la despensa llena. Iré comprando al día, sobre la marcha, que no están los precios últimamente como para derrochar. De postre, solamente tengo yogures. Es un menú bastante triste para ser, quizá, mi última comida, pero bueno, el objetivo es conquistar a Carlos antes de que sea demasiado tarde. Aunque, sinceramente, tenía que haber previsto una cena más suculenta. Me da verdadera lástima pensar que ya no voy a comer nunca más una merluza rellena de marisco o unas costillitas de lechazo. Qué angustia imaginar que me despido de este mundo con un cacho de lasaña congelada en el estómago.
¡Llaman a la puerta!
13 de noviembre de 2019
Parece que sigo viva. Hoy tendré que prestar especial atención por si la muerte llama a mi puerta. No quiero que me pille desprevenida.
Lo de ayer fue un auténtico despropósito. Carlos dio por hecho que le había invitado a casa para que me enseñase a manejar el nuevo programa informático que tenemos en la oficina, así que no habíamos terminado de comer el postre,
cuando sacó de la cartera un iPad blanco y se puso a darme una clase magistral sobre el susodicho programa. ¡Menuda situación! Hasta Milú parecía desconcertado Juraría que estaba al corriente de su inminente cambio de dueño y quiso aprovechar el momento; mientras Carlos hablaba sin parar con tecnicismos incomprensibles, golpeando de forma espasmódica las teclas de la Tablet, Milú se subió sigiloso a sus piernas, ronroneando en busca de amor.
Bruscamente, Carlos levantó el codo, lanzando al felino directo hasta el suelo. Y sin ninguna piedad, siguió hablando como si nada hubiese pasado Milú huyó despavorido del salón.
He anotado en mi agenda no olvidar pensar en un dueño apropiado para mi querido minino. Es algo que me preocupa de verdad y no puedo morirme antes de haber solucionado este asunto.
18 de noviembre de 2019
Espero que la muerte no me sorprenda durante las vacaciones de Navidad. ¡Ya sería mala suerte! Quiero juntar a toda mi familia en casa para despedirme, si es que no me he ido antes. Aún no he hablado con nadie de la premonición. Prefiero llevarlo en la intimidad, como suelo hacer con todo. A menudo tengo la sensación de que a mi familia le resbalan todos mis asuntos. Además, seguro que a cualquiera que decidiese contarle algo, me intentaría reconfortar diciendo que esas videntes no son más que unas caraduras sacadineros y que no les haga ni caso, pero sé que, en el fondo, se quedarían esperando mi infausto final, como lo estoy yo. ¿Por qué me iba a vaticinar una muerte inminente si no lo veía claro?
Sería, sin duda, una broma de mal gusto. Creo que los posos se lo dejaron bien claro y, de hecho, su semblante de pena contenida cuando tuvo que darme la tremenda noticia, me rompió el corazón
Hoy voy a apuntarme al gimnasio. Siempre he querido ponerme en forma y nunca he encontrado el momento idóneo. Pues ahora o nunca. Y me autodespediré del trabajo. No quiero dedicar mis últimos días de vida a vender seguros. ¡Ni hablar! Yo soy de las personas que trabajan para vivir, no porque
trabajando me sienta realizada ni esas patrañas. Así que ya no me hará ninguna falta madrugar ni tener que fichar, ni aguantar a Betty y sus excentricidades.
He decidido que, esta tarde, me voy de compras. Si las predicciones no fallan, me queda poco más de un mes para morirme, así que voy a permitirme algún capricho. Tengo un dinerillo ahorrado y sería una pena dejarlo sin gastar. Mi familia agradecerá no tener que juntarse y hacer cuentas para repartir tan mísera cantidad. Empezaré por comprarme un iPhone. Llevo más de 15 años queriendo tener uno y cada vez que toca cambiar de móvil, no me animo a gastarme tanto dinero. Pues se acabó, esta tarde mismo voy a por uno. Y me voy a comprar también unas cremas faciales de las buenas, de las que usan las celebrities para estar tan radiantes.
Parece que estoy empezando a encontrarme mal. Siento unos sudores fríos que me recorren todo el cuerpo. Ay, Dios mío, creo que ha llegado el momento. Mi corazón se acelera. Tengo ganas de vomitar. Voy a seguir escribiendo como si no pasara nada. Imposible; me mareo, siento una presión en el pecho que no me deja respirar. Inspiro, espiro, inspiro, espiro. No quiero morir. Voy a llamar a mi madre para despedirme. Bueno, mejor no, que se va a disgustar mucho y está muy delicada últimamente Llamaré al 112, a ver si consiguen mantenerme viva unos días más. Al final, me voy sin el iPhone
20 de noviembre de 2019
Un Lexatin y para casa. Eso es todo lo que me recetaron en urgencias para evitar mi muerte. Dicen los médicos que fue un ataque de ansiedad, pero es que no les conté que estoy a punto de morir. Si se lo digo, igual me dejen ingresada y no me apetece morir en un hospital, es demasiado anodino. He decidido que quiero morir en un lugar más exótico.
Esta mañana he estado en una agencia de viajes y me han sugerido un destino tentador: me voy a Nepal. Salgo en dos días. Dejaré a Milú a cargo de mi vecino Es un hombre tranquilo y afable; seguro que no me pone ningún impedimento si
le digo que es solo para unos días. Luego le cogerá cariño y ya está el tema arreglado.
Al final, he salido de compras y, en vez de tecnologías de última generación o cremas infalibles, me he comprado un libro de meditación: El poder transformador de la vida. Suena ridículo sabiendo que en breve ya no tendré vida, pero siento la necesidad de un cambio. Los budistas cultivan unas técnicas de meditación que les liberan de todas sus ataduras y consiguen el Nirvana, la iluminación. Así quiero morir yo, liberada. Ya que no puedo elegir el cuándo, elegiré el cómo.
Katmandú, 30 de diciembre de 2019
Templos milenarios, dorados budas, monjes de túnicas naranjas, cantos de mantras, monasterios con olor a velas de manteca de yak y las imponentes montañas del Himalaya me tienen perpleja desde mi llegada aquí. A lo largo de todos estos años no he prestado especial atención a viajar y descubrir rincones del mundo. Hoy me arrepiento, sabiendo que ya es demasiado tarde. Viajar enriquece el alma, cura heridas, te nutre de experienciasde vida de lasque dejan huella para siempre. Nos pasamos la vida corriendo de un lado a otro sin percibir realmente la esencia de la vida, sin sacarle su merecido provecho, intentando conseguir siempre algo más de lo que ya tenemos, aún a sabiendas de que no nos proporcionará más felicidad. No sé si me moriré mañana, pero llegar hasta aquí ya hace que mi vida haya merecido la pena. Mañana inicio viaje hacia el campamento base del Everest, a 5200 mde altitud. Lo llaman el techo del mundo porque desde allí casi se pueden tocar las nubes. Me dicen los guías que la mejor experiencia será poder respirar el silencio. Estoy deseando vivir esa sensación y quizá morir en un lugar privilegiado La filosofía taoísta sostiene que las fuerzas opuestas de las cosas se equilibran de manera natural y que todo depende de la perspectiva con la que decidas interpretar cada instante. Me trajo aquí una terrible noticia que me hizo dejarlo todo y cambiar el punto de vista de mi vida. Hoy me siento liberada de todas las ataduras que apenas me dejaban avanzar. Me he dado cuenta de que
no necesito a ningún Carlos en mi vida para dejar de sentirme pequeña, que un IPad o una crema cara no me hacen más feliz y que no quiero prisas sino la calma justa para poder valorar que estoy viva y sentirme, por ello, inmensamente agradecida.
Los nepalís son gente afable, que sonríe sin pereza, que transmite equilibrio y sabiduría. Me han hecho sentir cómoda desde el primer día, siendo especialmente atentos y cariñosos conmigo Son personas que viven en perfecta armonía gracias a un factor común, su tolerancia; diferentes etnias, religiones o tradiciones no generan fracturas entre ellos Y destacan por algo curioso: si su tren llega antes de la hora prevista, se disgustan porque valoran mucho más el camino que el destino en sí mismo. Creo que tenemos mucho que aprender de este pueblo. Me gusta estar rodeada de gente así.
6 de mayo de 2020
Hace ya unos meses que me siento absolutamente desconcertada con la situación sanitaria que atraviesa el mundo, que nos ha hecho darnos cuenta de nuestra inmensa vulnerabilidad. A la espera de una vacuna que frene esta masacre, no podemos más que intentar ser resilientes. Me llegan noticias tristes de España: mis abuelos han fallecido.
El 1 de abril decidí subirme a una caravana de Save the Children rumbo a India, donde la tasa de muerte por Coronavirus en niños menores de 5 años está siendo devastadora. Trabajo en el Hemna Hospital de Itanagar, al norte del país, ayudando con la desinfección de paritorios y el abastecimiento de oxígeno. Junto a UNICEF, colaboro también en la distribución de alimentos en los barrios más marginales de la ciudad. La situación aquí es desoladora. No tengo palabras para poderla describir y solo me consuela saber que estoy en el sitio correcto. No puedo permitirme ni un minuto para pensar en mí, pero hoy, en un abrir y cerrar de ojos, me he hecho consciente de que sigo viva, en contra de las predicciones y de que, sin saber el tiempo que me queda, lo dedicaré en cuerpo y alma a ayudar a las personas más necesitadas. Ese es mi Nirvana.