En este aniversario del surgimiento de las FARC en Marquetalia, va nuestro más afectuoso abrazo a los hermanos que en Caracas, cuna del Libertador Simón Bolívar rememoran, en emocionante gesto de solidaridad, el nacimiento de una esperanza en las laderas del nevado del Huila. La trayectoria de la resistencia de un pueblo en armas, ha sido escrita con luces en el firmamento de Colombia. 1964-2014, medio siglo de un movimiento político y militar, convertido con el discurrir del tiempo y de la lucha, en alternativa de poder popular y fuerza de cambio. En consecuencia, libran hoy las FARC la batalla más necesaria y decisiva que hayan librado a lo largo de sus 50 años de existencia: la de la unidad y cohesión de los de abajo, de los excluidos, de las organizaciones sociales, políticas y populares, de las capas medias, para que, integrando un frente amplio, un sólido bloque de poder, nos lancemos al asalto del cielo, con la resuelta intención de ejercer el derecho a ser gobierno. Habla el Ejército del Pueblo fundado por Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, y una larga lista de patriotas, desde el volcán de su corazón y una pasión irrefrenable de libertad: En La Habana hasta ahora se han acordado aspectos de lo mínimo, pero las banderas radicales contra la injusticia siguen altivas tremolando al viento. El sueño de cambio y de nuevo país de las gentes del común continúa vivo y palpitante en las salvedades de la Agenda, dejando a la movilización social y política generalizada, el logro de sus más caros anhelos. Nos complace constatar que la conciencia colectiva está despertando en la protesta popular creciente, desbordada como ríos en invierno, en los campos y ciudades de Colombia. Comprendemos a plenitud la potencia transformadora del actual momento histórico. Estamos en una situación en la que, o se asiste a la recomposición del régimen imperante como respuesta a la crisis en maduración en todos los niveles, que consolidaría el actual poder de clase y profundizaría aún más sus políticas neoliberales, o se transita el camino de un proceso constituyente capaz de producir la fuerza social del cambio realmente transformador. Ese es el reto que hoy enfrentamos. Hacemos parte del movimiento general por una gran transformación hacia la democracia real en nuestro país. El horizonte de la Asamblea Nacional Constituyente que hemos propuesto es una estación necesaria en nuestro camino. Para nosotros es la posibilidad de refrendar los acuerdos logrados, de encontrarle salida a las salvedades que hemos dejado sentadas, y sobre todo de concertar un nuevo marco jurídico-político para la organización del poder social, del Estado y de la economía, sobre presupuestos que comprometan al conjunto de la sociedad colombiana, en todas sus expresiones políticas, económicas, sociales y culturales. Un tratado de paz, en el sentido estricto del término.