EL PERSEGUIDOR
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Domingo, 5 de julio de 2020
Avisó a García Lorca de que iban a matarlo
El toque Edgar Neville
BENJAMÍN REYES
Es Edgar Neville (18991967) un cineasta a reivindicar. Antes del confinamiento solo había visto dos de sus películas: La torre de los siete jorobados y La vida en un hilo. Después del confinamiento he visto sus 21 largometrajes en solitario (también participó en el filme colectivo El cerco del diablo). Ahora puedo decir que Neville es, junto a Luis Buñuel, Luis García Berlanga o Juan Antonio Bardem, uno de los mejores directores de la historia del cine español. La torre de los siete jorobados (1944) es, sin lugar a dudas, su obra maestra y uno de los filmes más interesantes de la historia del cine español por su insólita apuesta por el cine de género, aunando la estética del expresionismo alemán con su genuino sentido de lo castizo. Aunque su película más conocida sea La torre de los siete jorobados, adscrita al género fantástico, el cine de Neville es un cine apegado a la realidad. Sus películas testimonian una época. Siempre firmó sus guiones, impregnados de diálogos ingeniosos. Uno de sus primeros trabajos, Frente de Madrid (1939), una coproducción italo-española, se centra en una historia de amor en medio de la Guerra Civil Española, concretamente en el bando nacional. Protagonizada por su actriz fetiche: Conchita Montes, que protagonizó 12 de sus largometrajes y con la que mantuvo una relación sentimental. De origen aristocrático ingresó en el cuerpo diplomático. Trabajo que pronto abandonó para aceptar un contrato con la Metro Godwyn Mayer para supervisar y redactar diálogos de las versiones españolas. En Hollywood entabló amistad con Charles Chaplin, quien le permitió rodar fragmentos de Luces de la ciudad, en la que interpreta un pequeño papel.
Recomienda el autor de este artículo que “si son cinéfilos, háganse un favor a ustedes mismos y observen toda su filmografía. La mayoría de sus películas están disponibles en internet”. Para ahondar en su cine es recomendable leer libros como El cinema de Neville, de Julio Pérez Perucha o Edgar Neville. Duende y misterio de un cineasta español, de Christian Franco Torre.
Neville también entabló amistad con Federico García Lorca, Salvador Dalí, Luis Buñuel, Pablo Picasso. En su etapa como embajador avisó a Federico García Lorca de que iban a matarlo y se ofreció a ayudarle para que se exiliara, pero el poeta declinó la oferta con funestas consecuencias. Volviendo al cine, como curiosidad cabe reseñar que en 1939 supervisó el rodaje de Santa Rogelia, coproducción italo-española, un drama rural de tintes folletinescos que refleja la moral de la época. También coescribió el guión. Con La muchacha de Moscú (1941) ofrece una interesante
reflexión sobre la fe protagonizada por una atea. Mientras que Correo de Indias (1942) resulta ser un melodrama de corte histórico sustentado en un triángulo de amor bizarro. Por su parte, Domingo de Carnaval (1945) es un policíaco narrado en tono de comedia. Poco importa quién es el asesino o cuáles son sus motivos. En sus imágenes plasma el Madrid más castizo. Se reservó un cameo. Ese mismo año estrena La vida en un hilo, una de las cumbres de su cine, en la que deja constancia de la importancia del azar en la vida. Su argumento ha sido imitado con posterioridad hasta la saciedad. Al año siguiente, pre-
senta El crimen de la calle bordadores, una costumbrista crónica negra. En 1947 lleva a la gran pantalla la adaptación literaria de Nada, de Carmen Laforet. Drama intenso sobre una familia mal avenida. Ofrece sólidos retratos de los personajes. El marqués de Salamanca (1948) es uno de sus filmes más planos, centrado en la biografía del susodicho marqués. Muestra el Madrid burocrático de despachos y ministerios. LOS 50 La década de los 50 fue la más prolífica de su carrera ya que en ella dirigió diez filmes. Destaca El último caballo
(1950). A través de la historia de un soldado, encarnado por Fernando Fernán Gómez, que no encuentra donde dar cobijo a su caballo, Neville muestra el conflicto entre ciudad y campo, entre modernidad y tradición. Reivindica una vuelta a la naturaleza. Como productor da vida a Duende y misterio del flamenco (1952), un documental narrado por Fernando Rey, rodado con oficio, pero que carece de interés cinematográfico. Solo presenta interés etnográfico, mostrando la dureza de la vida de los pueblos de Andalucía y Madrid, donde el baile se convierte en expresión de júbilo, de escape de la vida ordinaria. La ironía del dinero (1957) es una divertida comedia en el que se ofrecen cuatro historias que gravitan sobre el encuentro ocasional de dinero y cómo reaccionan las personas que lo encuentran. Destaca la historia en la que Fernando Fernán Gómez encarna a un limpiabotas holgazán. Mientras que El baile (1959) es un canto a la amistad a lo largo del tiempo. Su testamento fílmico fue Mi calle (1960), un gran fresco costumbrista de la España de posguerra a través de un vecindario de una castiza calle de Madrid (la calle de Trujillos, donde nació), por la que desfilan todas las clases sociales. No falta el tablado flamenco, el patio de vecinos o los galopines que hurtan comida al carnicero para matar el hambre. Si son cinéfilos, háganse un favor a ustedes mismos y procuren ver toda la filmografía del escritor y cineasta. La mayoría de sus películas están disponibles en la plataforma FlixOlé. Para ahondar más en su cine es recomendable la lectura de los libros El cinema de Neville, de Julio Pérez Perucha o Edgar Neville. Duende y misterio de un cineasta español, de Christian Franco Torre