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dTRULENQUE Sábado, 6 de enero de 2018
BENJAMÍN REYES
Cuando se estrenó El castillo de Cagliostro en 1979, poco hacía presagiar que Hayao Miyazaki se convertiría en el cineasta de culto que es en la actualidad. Hasta la fecha su labor más reseñable era la de haber desempeñado labores subalternas de animación en Heidi y Marco y en dirigir las series Lupin III y Conán, el niño del futuro. El castillo de Cagliostro está protagonizada por el pillastre Lupin, personaje que polariza la atención en la citada serie que se prolongó durante 15 episodios. En el primer largometraje de Miyazaki ya aparece un castillo como localización principal, como sucedería años después con El castillo ambulante, y hacen acto de presencia algunos ingenios voladores, elemento iconográfico fundamental de su filmografía. La trama poco tiene que ver con su cine posterior: el desenmascaramiento de un caso de corrupción. Miyazaki alcanzará la notoriedad internacional con La princesa Mononoke y El viaje de Chihiro, pero ya en su segundo largometraje, Nausicaä del Valle del Viento (1984), se rastrean algunas de las señas de identidad de su cine: la relación del ser humano con la naturaleza, las escenas aéreas nutridas de seres alados o ingenios voladores que surcan el aire cuales ícaros, protagonistas femeninas intrépidas, una imaginación desbordante, la presencia de hechizos y sortilegios o su halo de espiritualidad. En esta obra no solo critica la inutilidad de la guerra, sino que aboga por el pacifismo y el diálogo. La creación de su propio estudio, Ghibli, en 1985, junto a Isao Takahata, marcará su destino. La primera creación que surgiría de este flamante estudio sería El castillo en el cielo (1986), una cinta de aventuras que gravita en torno a una isla aérea perdida y trufada de persecuciones que hacen volar la imaginación del espectador. La cuarta película de Miyazaki, Mi
Sus 11 películas han dejado una estela sin parangón de espiritualidad y armonía con la naturaleza
Miyazaki: un cineasta de altos vuelos vecino Totoro (1988), reformula el concepto del cine de casas encantadas y te sumerge en un mundo de fantasía ecológica donde los personajes (una gato-guagua, un conejo gigante...) conviven en armonía con la naturaleza. Además, el filme apela por el respeto a los ancianos. En su siguiente propuesta, Nicky, la aprendiz de bruja (1989), plantea una metáfora sobre la marginalidad y la aceptación social. El gato parlante le dice a Nicky en un momento dado: “Tienes que ser tú misma, sin preocuparte de lo que dicen los demás”. Porco Rosso (1992) vuelve a estar protagonizada por perso-
najes que vuelan, aquí la escoba es sustituida por un hidroavión. El Porco Rosso del título resulta ser un trasunto del Barón Rojo con cara de puerco. Deja una frase para el recuerdo: “Los pilotos de hidroavión son las mejores personas del mundo porque el cielo y el mar les limpian los corazones”. Llegamos a La princesa Mononoke (1997). El título que le catapulta al estrellato es una lúcida reflexión sobre cómo nos devora el odio y un reflejo de la naturaleza destructora del ser humano. El viaje de Chihiro (2001), Óscar de animación y primera película del género en ganar el Oso de Oro
(c) Del documento, los autores. Digitalización realizada por la ULPGC. Biblioteca Universitaria.
en la Berlinale, que está poblada de una gran riqueza de personajes (el esclavo de la caldera, rana parlante, bebé gigante, tren acuático...), revela una hermosa historia de amor, aparte del viaje de una niña malcriada hasta convertirse en responsable. El castillo ambulante (2004) es otra de sus obras maestras. Aquí el castillo mutante se erige en el protagonista absoluto, derrochando una imaginación desbordante. Vuelve a narrar una bella historia de amor entre una atolondrada adolescente que se convierte en anciana y un aguerrido mago. En su décimo largometraje, Ponyo en el acan-
tilado (2008), el tradicional mundo aéreo de Miyazaki se traslada aquí al mundo acuático, permaneciendo el interés en la capacidad de contaminación del ser humano. En sus imágenes animadas el mar cobra vida. Espectacular es el tsunami durante el cual un pez se convierte en niña. Nuevamente protagonizada por dos pequeños, que representan la pureza. En el fondo subyace una cándida historia de amor. En El viento se levanta (2013) plasmó un filme biográfico que recrea hechos históricos que marcaron su vida, como el terremoto de Kanto en 1923 o la entrada de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Un sentido melodrama que emociona al más pintado. Tras 11 largometrajes como director, anuncia su retirada en 2014 y un hondo pesar inunda a sus seguidores. Afortunadamente, este mismo año anuncia su regreso con Boro, The Caterpillar, que tiene previsto su estreno en 2020. El cine de Miyazaki te emociona y te hace pensar. Es un cine que germina en el espectador y del que brota la felicidad.