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Vol. 36 No.1

SPRING / PRIMAVERA 2017

Hedy H abra: ”R ooster on F ir Habra: ”Rooster Fir iree”


Queridos amigos: lindenlanemag@aol.com http://www.lacasaazul.org www.lacasaazulcubana.blogspot.com

Isabella Weissvert Maggi

Founded in March 1982 by Heberto Padilla & Belkis Cuza Malé Publisher and Editor: Belkis Cuza Malé Assistant Editor: René Dayre Abella Copyright © 2017 LINDEN LANE MAGAZINE Una subscripción a LINDEN LANE MAGAZINE en los Estados Unidos: $70.00 para individuos, y $90.00 para instituciones. ISSN 0736 - 1084 It is a publication by Linden Lane Magazine & Press P.O. BOX 101582 FORT WORTH, TEXAS 76185-1582

Entramos en el Volumen 36 y como siempre es de gran satisfacción presentarles a los colaboradores de este número de Primavera 2017. En primer lugar quiero hablarles de nuestro Escritor Invitado, Benigno Nieto, un cubano que pasó gran parte de su vida en Venezuela, luego de salir de Cuba y residir algún tiempo en España. Benigno no ha dejado de escribir durante todos estos años y recientemente publicó con Linden Lane Press un libro esencial para entender el islamismo y, como bien dice el título, su desafío permanente. Todo lo que queremos saber sobre los musulmanes, resumido con un lenguaje sencillo y lleno de información. En 1985, Benigno recibió el Premio de Poesía Linden Lane magazine, pero además de poeta, es novelista, y ensayista y lo presentamos aquí en sus diversas facetas. También tenemos el honor de publicar los poemas de Hedy Habra, excelente en todo lo que hace, pues no sólo escribe poemas y relatos maravillosos, sino que es ensayista, y pinta con la gracia y talento de los ancestrales maestros chinos. El gallo de Hedy Habra, hermosísimo en su sencillez y estructura, ilustra nuestra portada de Primavera. Félipe Lázaro, editor de Betania, en España, colabora con algunos poemas de su Tiempo de exilio, antología poética que abarca su obra desde 1974 a 2014. Y de ese libro nos habla también Francis Sánchez, en su prólogo a la segunda edición del libro de Felipe Lázaro. Erián Peña Pupo, escritor y periodista, residente en Holguín, Cuba, escribe sobre Emily Dickinson.Y de Humberto Arenal, una de las figuras más sobresalientes de la dramaturgia y la literatura cubanas de los últimos tiempos, publicamos un capítulo de su novela inédita Occitania. Arenal, falleció en La Habana en 2012, y su novela recoge aspectos esenciales de su vida y sus antepasados. El poeta cubano-americano Robert Lima, quien es a su vez historiador, ensayista y profesor, colabora con un texto sobre la leyenda del apostol Santiago en España, tan recreada por sus fieles seguidores en ese Camino de Santiago, que constantemente peregrinan y donde yacen sus restos mortales, según la leyenda. Pedro Assef fue un poeta joven de trágica trayectoria, pues acaba de fallecer en febrero último, aquejado de una súbita enfermedad. En junio del 2016 publicamos sus hermosos poemas, y para recordarlo, Francis Sánchez, quien lo conoció en la Isla, en sus años juveniles, nos lo muestra en su verdadera dimensión de “poeta raro”, y sufrido. Jorge Menéndez es como esos tesoros escondidos, que de pronto descubrimos. Poeta y narrador, colaboró en el primer número de la prestigiosa revista Ciclón, allá en Cuba, y hoy rescatamos su “Abuela en Galiano”, para delicia de los lectores. Menéndez reside en Miami. De José Abreu Felippe publicamos sus palabras en la presentación del libro Palabras de la tarde, antología del poeta y narrador Juan Cueto-Roig. Ilustran este número Hedy Habra, Emilio Mozo, Sergio Chávez e Isabella Weissbert Maggi. Cuatro diferentes artistas, todos hermosos dentro de su estilo. Gracias y bendiciones, Belkis Cuza Malé, Directora

2 Directora


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enigno Nieto

MANOS DE CURANDERA A Neisy Mujer, el día en que me muera No te mencionaré en mi testamento Por ser una buena mujer, como hizo el Greco con la compañera de su vida. Mencionaré tu voz que nunca dejó de ser optimista en los años más difíciles del exilio. Mencionaré tus piernas y tus caderas. Tú ibas taconeando de un lado a otro risueña, vital, optimista. En mi testamento, las manos tuyas de curandera enderezando mi espalda de viajante. Manos tan elocuentes en el picadillo a la cubana y el flan de caramelo, manos útiles atareadas en hacerme feliz, alisando las sábanas del amor, manos de terciopelo con dedos mágicos. Cuando yo entraba por la puerta como un desgraciado violento y sombrío, echando pestes contra la malignidad humana, tú eras la bailarina de cintura de avispa, la torera del ágil banderazo que a caderazos restaurabas el mundo a su lugar, el hombre al amor, y al gozoso milagro de la vida. ¿Sería esa eficacia femenina, lo que El Greco llamó, con justo recato, Ser una buena mujer? Yo seré más elocuente en mi testamento. Además, te dejaré mis poemas de amor y los recuerdos, y, desde luego, el dinero a mis hijos no vaya a ser que lo malgastes con otro hombre.

Emilio Mozo

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RETRATO DE MIRANDA EN LA CARRACA Óleo de A. Michelena (1863-1898) Visitante, no te distraigas No veas sólo la armonía del óleo No contemples indiferente el rictus de amargura de un gran hombre derrotado por el infortunio. La arruga tormentosa en la frente. Las canas en desorden. El peso simbólico de la cadena en la pared. Toda esa energía vital en los ojos. Los puños cerrados sobre una idea obsesiva que aún lucha contra la severidad del calabozo. Todo eso eres tú mismo: Tuyas las canas Tuya la arruga tormentosa en la frente Tuya también es esa derrota. Todo sueño de grandeza que se derrumba te envejece.

EL VIENTO Me puedo mover por Cuba libremente Azotar sus largas playas Y barrer el polvo de las calles Contra los párpados cautelosos de la gente. Puedo gemir en los oídos Sin que nadie Se atreva a censurarme.

Benigno Nieto

BENIGNO NIETO Nuestro escritor invitado en este numero de Primavera 2017 Benigno Nieto nació en 1934, en un central azucarero de la provincia de Oriente, Cuba, de un padre gallego, y una bonita hija de catalanes. A los seis años se mudó a Santiago de Cuba. A los trece ingresó como becario en la Técnica Industrial de Rancho Boyeros, en La Habana, donde se graduó de Técnico tres años después. Desde entonces ha ejercido todos los oficios inimaginables para ganarse la vida: carretillero en un central azucarero, cobrador y toldero en Santiago, encuestador y vendedor de pinturas en La Habana. Durante la dictadura de Batista (1953-1958) estuvo detenido en dos ocasiones, torturado durante cuatro días por un arsenal de armas que le descubrieron en su habitación, y pasó 80 días encarcelado en el Castillo del Príncipe. Exiliado en New York (1956-1958) trabajó de obrero, lavaplatos, cocinero, y vigilante nocturno en el peligroso Harlem. En junio de 1962, Heberto Padilla lo llevó en su auto al Puerto de La Habana, donde abordó el Virginia de Churruca con su esposa y su hijo de dos años, rumbo al exilio otra vez. Vivió un año en España. Fue durante cuatro años profesor de matemáticas en Barquisimeto y Cumaná. Luego, viajero/vendedor de muebles y artefactos eléctricos de una punta a la otra de la extensa Venezuela. Finalmente, montó una fábrica de confección de ropa en Caracas, junto con Neisy, su esposa, y se independizaron económicamente. En las letras, con sólo 16 años fue director de la revista El Técnico, y publicó cuentos en Lunes de Revolución, Cuba (1959-1961). En 1985 ganó el Premio Linden Lane de Poesía, con Un Ojo de Asombro, publicado en España. Su novela Los Paraísos Artificiales (1997) se publicó en dos ediciones, una en USA, y otra en Espasa Calpe, en España. Reina de la Vida, (su segunda novela) vio la luz en España, en 1999, en la editorial Pliegos, Ha publicado artículos, poesías y crónicas en revistas y periódicos, en especial en El Nuevo Herald (Miami).

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Mujeres heridas en la batalla Benigno Nieto La mujer es como una sombra: no podrás apartarla, ni tampoco huir de ella. Alfred de Musset La dama de su casa es un arquetipo devaluado. A principios y mediados del siglo pasado se produjeron grandes cambios en el canon de la conducta femenina. En una atmósfera intelectual, política y económica propicia a los cambios sociales, las feministas lanzaron el asalto final contra la ética judeo-cristiana. La virginidad y la fidelidad fueron cuestionadas. Ellas negaron la superioridad del hombre; se rebelaron contra la dominación patriarcal, y la doble moral de exigirles fidelidad mientras ellos les eran infieles. El movimiento feminista cambió el juego del amor. Ya no era la Bella Otero o escritoras como Anaïs Nin, que escandalizaron la religión y la moral burguesa en el pasado, como hace Madonna en el presente. Las heroínas modernas de best sellers femeninos (Doris Lessings y Zoé Valdés), ya iban en busca de un verdugo para el desfloramiento sin amor. Hoy, las chicas más osadas se jactan de haber perdido el himen primero que su amiga (“¡da cáncer!”, dicen desafiantes). En Cuba, la jovencita “perju-dicada” que se pegaba candela quedó en el museo del horror. Todo cambió. Aquel tesoro que antes las señoritas defendían con codazos, patadas y gritos, hoy lo entrega en el primer encuentro sin temor a la deshonra. Perdieron sólo el pudor, los prejuicios y el miedo, porque inocentes nunca lo fueron, ¿verdad? Podríamos rastrear el génesis del movimiento feminista desde finales del siglo XVIII. En sus filas existían matices, desde las moderadas a las radicales. El desafío comenzó con La reivindicación de los derechos de la mujer, publicada en Inglaterra en 1792. Henryk Ibsen estrenó Casa de muñecas en 1879, una obra de teatro cuyo título era ya una denuncia. “Una mujer no puede ser auténticamente ella en la sociedad actual, una sociedad exclusivamente masculina, con leyes masculinas, con jueces y fiscales que juzgan desde el punto de vista masculino”, opinaba Ibsen, en su tiempo.

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Mucho ha llovido y cambiando en el mundo desde entonces. A principios del siglo XX las sufragistas redoblaron su pelea por el derecho al voto. En la década 1960, en un avance imparable, presidido por el existencialismo, el socialismo, el Mayo francés, los hippies con su contracultura de comunas, promiscuidad y droga, el movimiento feminista alcanzó su punto culminante. Hasta las lesbianas salieron del armario y reclamaron sus derechos. En Cuba el despelote coincidió en el tiempo con una Revolución que, irónicamente, era machista y militarista. La revolución no quería reivindicar los derechos de la mujer, sino destruir la moral católica y burguesa, dos enemigos sólidos del comunismo. La revolución implantó una ética militante: las mujeres eran milicianas, becadas, trabajadoras agrícolas, soldados, miembros de los CDR y la Federación de Mujeres. Las llamaban “compañeras”, sin embargo las cubanas continuaron segregadas y abusadas. Jorge Semprún describió a Fidel Castro (1967) en una cancha de baloncesto jugando con sus capataces. Observó que éstos se echaban a un lado para que el Máximo Líder encestara la pelota libremente, y lo aplaudían. En las gradas un grupo de hombres miraba, a cierta distancia las esposas

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sentadas aparte, que sonreían y aplaudían. Una escena patriarcal machista: ella vestidas de milicianas, pero discretamente apartadas en un segundo plano, tal cual hicieran siempre con sus mujeres. La revolución devaluó la dignidad de la cubana. El primer deber no era ya con sus familias (a las que tenían que espiar), ni con sus hijos, ni con su marido, sino con la Revolución. En la Sierra no hubo una sola guerrillera combatiente. La glorificación del guerrillero, el relativismo moral, el marxismo ateo y la promiscuidad sexual de la revolución devaluaron, por burgueses, los valores familiares tradicionales. Estos relajamientos éticos conductuales, sumados al hambre, la escasez y la miseria generalizada, propiciarían años más tarde que las esposas, mujeres profesionales y estudiantes universitarias y hasta las de bachillerato, se dedicarán a la prostitución ambulante. A las que antes en Cuba llamábamos fleteras, se convirtieron con la revolución en jineteras. Un neologismo descriptivo de gran aceptación. La diferencia es que en vez de montar caballos cubanos, se montaban a cualquier extranjero, por unos pocos dólares. En la España posfranquista el destape fue

LINDEN LANE PRESS Mahoma: el desafío permanente es un libro duro pero a la vez tolerante, muy inteligente MAHOMAV MAHOMA, MAHOMA EL imaginativo DESAFÍOyPERMANENTE sobre un conflicto que a todos nos pone los pelos de punta. Una lectura imprescindible para intentar entender algo que a nosotros los occidentales parece estar vedado, el acto monstruoso del musulmán que es capaz volarse en pedazos con una bomba para reafirmar su fe en un código religioso de hace miles de años.

Luis Agüero

BENIGNO NIETO MAHOMA, EL DESAFÍO PERMANENTE 6


arieh

educación y las profesiones las han independizado, sí, pero la vida es más dura y exigente con ellas. Mientras la abuela se quedaba en la paz (o la esclavitud) de su hogar, la mujer moderna sale cada mañana a la batalla. Sus sueldos son necesarios para el presupuesto familiar. Trabajan como burras, las empresas les exigen como hombres, para colmo deben cuidar de sus hogares, sus maridos y de sus hijos (si los tienen). Caen de noche Isabella Weissvert Maggi exhaustas. En la calle explosivo. Fumar furiosamente fue un emblema de la otros hombres las tientan y, al igual que sus maridos, liberación para las españolas. Como Mujeres al borde de sucumben al adulterio. Los matrimonios se rompen con una un ataque de nervios, de Almodóvar, eran bellas, neuróticas facilidad que entristece a la vieja generación. y echando humo como locas. Reivindicaron la planificación ¿Son más felices hoy? He visto jovencitas dando familiar, y el traumático derecho al aborto. El destape las tumbos, rechazan a sus padres; perdidas en el alcohol, la embriagó, la lujuria ya no era pecaminosa. La sociedad droga y la promiscuidad, no saben adónde van. ¿Son más consintió el uso recreativo de las drogas. Fumarse “un porro” felices que sus abuelas? No lo sé, al final, después de darse era una gracia. Recuerdo una catalana que me dijo casi con veinte tortazos y un traumático recorrido, terminan con un orgullo: “Mi hijita se fuma algún porro, pero sólo los sábados compañero estable, y construyen un hogar parecido al de y domingos”. Una chica ejemplar, sonreí yo. sus abuelas. La resaca moral ha traído angustia existencial y soledad. ¿Eran más felices sus abuelas? Tampoco lo sé, pero al Las estadísticas señalan que el 45% de los hogares españoles menos era admirable el respeto de éstas por sus cuerpos, su está compuesto por una o dos personas. Engendrar críos dignidad y su orgullo. Conozco mujeres que, cuando deformaba sus cuerpos, además de ser un obstáculo para enviudaron o se divorciaron, dedicaron el resto de sus vidas sus profesiones. Una población hedonista y un tanto a la educación y al cuidado de sus hijos. Luchadoras neurótica envejece en la soledad. En 1998 se llegó a un sonrientes, invencibles, que irradiaban la belleza interna de mínimo de 1,16 hijos por mujer. A la mayoría les preocupaba sus almas. Hoy son aún el centro nivelador, el ancla espiritual más su orgasmo que ser madres. de sus hijos mayores y sus nietos. Hace décadas leí El segundo sexo, de Simone de Recientemente murió una de estas admirables Beauvoir (la famosa compañera de J. P. Sartre), un libro cubanas en el exilio; yo le rindo un silencioso homenaje. terrible que entre otras cosas aborda la violación, la discrimiElla prefería la discreción y la poesía. nación y el drama de la prostitución, sin tapujos. Los Yo me confieso un nostálgico de aquellos tiempos testimonios confirmaban lo que sospechábamos: la mayoría románticos y gentiles en que les cedíamos el asiento a las de las rameras no sienten placer sexual, se limitan a montar mujeres en el ómnibus. Y que le cedíamos el paso como si el teatro. En la Cuba de Castro, jineteras jóvenes se fueran reinas. ¿Pegarle a una mujer? El que lo hacía era “enamoran” de extranjeros viejos y feos. Son acróbatas de despreciado por cobarde. ¿Igualdad de sexos? Por favor, la la maroma erótica en la cama, por una visa de salida. maternidad no es una maldición bíblica, sino un acto “¿Por qué son tan bellas las cubanas?”, le preguntó un sagrado y misterioso, un destino que marca la periodista (Jorge Codrescu) a una esbelta doctora. Ella le excepcionalidad única de la mujer. contestó con coquetería: “Comemos malamente y carecemos En una ocasión festiva el filósofo Ortega y Gasset negó de vitaminas. Somos hermosas porque nos estamos la existencia de los seres humanos. “Existen el hombre y la muriendo”. mujer, que son dos seres diferentes”, dijo sonriente. “¡Y Pero olvidemos el dolor de Cuba. Mi intención no es bendita sea la diferencia!” oponer la conducta sexual de la abuela a la de su nieta (ellas son sólo actrices del tiempo que les ha tocado vivir), sino intentar un balance de lo perdido o lo ganado. El trabajo, la

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En ese cerro vivía Mario, el malandro que enterraron ayer, entre tragos de ron y cervezas, con música de salsa y disparos al aire. Los malandros se aparecieron al velorio en más de una docena de motos. “Nadie es eterno en esta vida”, cantaban mientras bebían cerveza y lanzaban chorros espumosos al ataúd. “Tráiganme bebida… no me traigan flores”. Los parientes de Mario miraban perplejos el extraño espectáculo, pero ¿qué podían hacer? Eran los amigos del difunto, y estaban armados. En la mañana, embriagados por la cerveza y el ron, sacaron el ataúd sobre sus hombros y lo llevaron bailando, tres pasos a un lado, tres pasos al otro, hasta la carroza fúnebre, mientras cantaban: “Nadie es eterno en el mundo..., ni teniendo un corazón, que tanto siente y suspira… por la vida y el amor”. Algunos tenían los ojos aguados. Dispararon al aire y más chorros de cerveza al ataúd: “No me lloren, toquen salsa, es mi última voluntad”. Haciendo rugir sus motos escoltaron el pequeño cortejo fúnebre. En el cementerio cantaron otra vez: “Tráiganme bebida… a la tumba fría, no me traigan flores”.

Emilio Mozo

“Así entierran a los malandros”, me explicó Eva, su tía. “Ya el padre no puede decir que todo era mentira”. Y añadió: “Mario era un malandro… un chavista motorizado”, dijo la tía, y se enjugó una lágrima. Su cara ancha y digna, resignada a la tragedia. “Iba a los desfiles en su moto con una franela roja”.

A la tumba fría no me traigan flores (Funeral de un malandro)

Toda la familia padece el dolor de su muerte. La moto de Mario la devolvieron intacta, sin un rasguño. “No fue un accidente, de eso estamos seguros. Lo mataron por la espalda. Tenía el cráneo aplastado por un golpe, iba en la moto y lo sorprendieron por detrás”. Mario era amante de la esposa de un policía chavista celoso y matón. Droga o mujeres, ¡qué más da, ahora! ¿Qué puede hacer una familia de inmigrantes ecuatorianos? Da igual que haya sido el policía chavista, o la gente de la droga. “Es mejor no averiguar”, añadió Eva, resignada. Cerro adentro impera la ley del silencio. Y también la de la venganza.

Benigno Nieto

Mario fue un niño tímido, de ojos dulces negrísimos, flacucho, esmirriado para su

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“Qué Dios te proteja”, le desee. edad. Entraba en mi apartamento metido entre las faldas de Rita, su madre. Era difícil robarle una sonrisa. Padecía glicemia, la nariz le sangraba, cuando lo operaron de apendicitis casi se muere. Mi mujer y yo le teníamos lástima. Luego dejó de venir. Por su tía Eva supe que crecía rebelde y violento. Yo no podía imaginar aquel niñito enfermizo y tímido convertido en un adolescente peligroso. En los últimos meses Mario bajaba al Aeropuerto en la moto y volvía con paquetes raros que ocultaba. Y manejaba mucho dinero. Su madre, que sospechaba la droga, le advirtió al padre que Marito andaba por mal camino; pero éste no quiso actuar. Adoraba a su hijo, y negaba que fuese un malandro. Entonces, su tía le aconsejó al muchacho: “Mira que te van a matar”. Él contestó con arrogante desdén: “A mi entierro vendrán montones de amigos.”

En las escarpadas laderas, los pobres improvisan ranchos de cartón y techos de zinc; pero adonde las ecuatorianas casi todas son casas de ladrillo y concreto, de una, dos y hasta tres plantas empotradas en los cerros, y sus dueños las pintan de blanco y otros colores. Bondad y maldad coexisten en esos barrios. Allí la vida es dura. “Hay envidias, peleas y puñaladas, pero hay gente buena también”, me contaba Eva. Gobiernos corruptos y capitalistas inconscientes despreciaron estos barrios por medio siglo. Hoy (2004) los

Emilio Mozo

Eva no lo creyó, hasta que se aparecieron esos malandros con sus motos. Eran más de veinticinco. Uno o dos por cada moto. A esos cerros de Caracas no suben los autobuses, sólo los jeeps de pasajeros todo terreno que montan y suben pasajeros a los pies de los escarpados callejones. Cerro adentro la vida es dura, pero no todo es alcohol, droga y miseria. El padre de Mario es constructor, dueño de dos camionetas y un edificio de tres plantas fabricado por él. Un hombre de trabajo, pero cuando se emborrachaba con sus amigos, le pegaba a su mujer. Rita le devolvía los golpes, según nos contaba su hermana. Las hermanas son un par de indias ecuatorianas fuertes, cuadradas, y no les temen a sus maridos. Juro que son mujeres afectuosas, honestas y de principios morales, incansables trabajadoras y madres abnegadas. Ahora las dos hermanas viven en diferentes cerros, y son propietarias aquí, y en el Ecuador. Yo he subido esos callejones de una sola vía, con cuneta de aguas albañales en el centro, las casas de paredes rústicas apretadas unas a otras. La primera vez subí al anochecer, manejé alerta y con las puertas trancadas. Grupitos de hombres que bebían cerveza miraron hacia mi auto al pasar cerro arriba. Paré más adelante, y pregunté a uno la dirección, y me dio las instrucciones. ¿Por dónde regreso?, pregunté. Bajando por el otro lado, me explicó. Mientras yo continuaba escalando la empinada y estrecha calle, sentía que el peligro flotaba en la noche oscura como un asaltante súbito. Arriba el terreno se niveló un poco. “No vuelva más de noche, y mucho menos solo”, me aconsejaron Rita y sus familiares. Cuando salí del cerró respiré aliviado. Entonces vi a la chica alta y delgada apearse del Jeep, que acababa de bajar el cerro delante de mí. La chica alta se dobló para quitarse las sandalias, y calzarse los zapatos de tacones con gracia femenina, ladeando sobre su hombro una cascada de pelo negro metálico. La belleza florece silvestre en los cerros, como esa espléndida muchacha que se aventura sola en la noche pecaminosa.

compra el chavismo con migajas de los petrodólares, y sus discursos del odio encuentran eco en muchachos como Mario. Que esos malandros hayan asumido la salsa de Tito Rojas: “Nadie es eterno”, como una ética trágica de la vida, refleja el desgarramiento existencial de esa juventud marginal. La hija de Eva, quien fuera novia de Mario en su adolescencia, eligió el destino difícil. De niña fue discreta y estudiosa, y rompió con su primo Mario, por violento e irresponsable. Ella había crecido en parte en nuestro apartamento. Nosotros le teníamos cariño. Este año se graduó de la Universidad, después de grandes sacrificios, con buenas notas. Ahora es una mujer inteligente, de serena belleza. Ahora llevaba un tiempo de novia con un muchacho serio, igual que ella. Su novio montó un “mini-ciber-café” (con doce computadoras rentadas), donde trabaja setenta horas semanales. Ellos saben que “nadie es eterno en esta vida”, pero no cultivan el desgarramiento estéril. Construyen juntos su futuro trabajando duro. En este país acorralado por la corrupción, la demagogia militarista y el hampa chavista, todo es difícil. Pero ella y él enfrentan las adversidades juntos, con amor, valentía y esperanzas. “Qué Dios los bendiga a los dos”, les dijo mi esposa.

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¿La Tercera Guerra Mundial? Benigno Nieto “Es la tercera guerra mundial”, así describió el escritor español Arturo Pérez-Reverte la invasión de inmigrantes y refugiados musulmanes que cruzan a diario las fronteras y se dispersan por Europa. Quizá solo sea eso, una frase truculenta para captar los titulares de los medios. Pero no hay duda de que esa invasión de musulmanes, y su difícil y costosa integración representan un desafío a la cultura y la estabilidad de Occidente, y en especial de Europa. Mientras que los continuos ataques de los terroristas causan muertes, masacres y daños propios de una guerra asimétrica, la inmigración masiva de musulmanes representa otro tipo de conflicto, más sutil pero no menos preocupante. Ya sean los refugiados de la guerra de Siria, o inmigrantes que huyen de la miseria, el flujo es constante, y no se detendrá en años. Existen, pues, razones válidas para preocuparse. Unas de carácter económico, y otras por la confrontación entre la moderna cultura occidental y la cultura islámica medieval. Si se derrota una organización terrorista islámica no se elimina el terror (si una declina, otra ocupa su lugar: el decaer de Al Qaeda renació en Isis). Para eliminar el terror debe lidiarse con sus raíces: la mentalidad religiosa medieval que lo promueve y lo justifica. Y esa sí es una misión casi imposible. Además de una paradoja incómoda, porque si identificamos a unas naciones por la religión que practican, nos colocamos al borde del racismo. El dilema es cómo neutralizarla, sin provocar un cisma. Años atrás (2001), la periodista italiana Oriana Fallaci denunció los peligros de esa inmigración masiva. Decía que “Europa no sería más Europa, sino Eurabia”. A la Fallaci la juzgaron en tribunales de Francia e Italia, por xenófoba e incitación al odio racial. “Los musulmanes no pueden entender la democracia”, afirmaba, “y dado que se reproducen como ratas, pronto dominarán la sociedad y suprimirán las libertades occidentales”. Si el primer postulado era aceptable, el segundo utilizaba un lenguaje insultante inaceptable. A su vez, un musulmán podría responder: “Los europeos son inmorales y decadentes, hay demasiados homosexuales, su población envejece y declina, sus mujeres son frívolas y no quieren parir hijos.” Aunque no compartía la pasión de la Fallaci, consideré censurable la persecución pública y judicial a las que fue sometida. Finalmente ella fue condenada en ausencia por un tribunal suizo. ¿Cómo podían, después de siglos de lucha por la libertad de prensa y abolidos prácticamente en Occidente los “juicios de opinión, o por

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indecencia”, condenar ahora a una periodista por sus opiniones, a instancia de la demanda de una Asociación Islamita? –No tocar a los musulmanes, no burlarse, no ofenderlos, merecen el respeto– aconsejan. En contraste, con los cristianos en general, y contra los católicos en particular, sí podemos hacerlos objeto de odio, de burlas y de sarcasmos, entre sonrisas de indulgencia, y hasta de aplausos. ¿Cuál es el mensaje? El chantaje del terrorismo sí funciona. Cuando la masacre (2015) cometida en París por Yihadistas contra la revista satírica Charlie Hebdo, hubo una reacción mundial de horror e indignación, y la condena fue unánime. Pero incluso entonces volvieron a deslizar la sugerencia de que deberíamos respetar la sensibilidad devota de los musulmanes, ya que así se evitarían tragedias como aquella. Al igual que en el 2006, cuando los presidentes de Francia y España, Chirac y Zapatero, criticaron las caricaturas por “provocación” manifiesta e innecesaria, ahora añadían que ridiculizando su religión solo se lograría legitimar la Guerra Santa (la Yihad). Razonamiento que se constituye en un chantaje. Ese mismo año (2015) se produjo en París otro ataque, en la sala de conciertos Bataclan, aun el más sangriento en Francia hasta el día de hoy (130 muertos y centenares de heridos), por no mencionar los miles de muertos del 9-11 en EEUU, y los de Londres o de Madrid. Pero destacamos Hebdo como símbolo porque estuvo dirigido contra el humor y la libertad de expresión. Es decir,

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los musulmanes quieren imponernos una mordaza. Y con razón, nada más peligroso que una carcajada contra la solemnidad del fanatismo. Desde años atrás, ya proferían amenazas contra Hebdo, y contra cuanto caricaturista europeo que se atreviera

Isabella Weissvert Maggi a satirizar su religión, y realizaron decenas de manifestaciones de protesta en el mundo árabe. En 2006, en Damasco, centenares de iracundos musulmanes penetraron e incendiaron las embajadas de Dinamarca y Noruega. Las caricaturas sirvieron también de excusa para secuestros y asesinatos de europeos en varios países musulmanes.

Las protestas y amenazas terroristas contra los caricaturistas y periodistas terminaron por surtir su efecto: despidieron al director de France Soir (2006), quien había mandado a publicarlas por solidaridad, y la mayoría de los medios, incluso los propios periodistas, se impusieron una discreta autocensura. Funcionó aquello de: a la prensa se le pega o se le paga. Es cierto que algunas caricaturas eran de mal gusto (como dibujar a Mahoma con cara de loco y una bomba en el turbante), pero otras eran hilarantes. ¿Satirizar y ridiculizar, acaso no es ése el oficio del caricaturista? Yo me reí con el dibujo del Yihadista que, ya en el paraíso, indaga por las 70 vírgenes que le tocaban, y Alá con gesto de pesadumbre le responde: –Lo siento, hijo mío, pero ya se me acabaron las vírgenes–. Para qué contarles la furia que desató el chiste, y la persecución de que fue víctima su autor. En Irán, a un nivel de fanatismo institucional, el Ayatollah Ruhollah Khomeini había decretado una Fatwa (edicto religioso, 1989) contra el escritor Salman Rushdie, donde lo condenaban a muerte. La fatwa en cuestión fue por blasfemia contra el Islam en su novela Los Versos Satánicos. Como recompensa al musulmán que lo asesinara, prometían 2 millones de euros y un pasaje directo al Paraíso (de hecho fracasó un intento de homicidio). Salman Rushdie, escritor hindú-británico, ha vivido años bajo amenaza, y al principio bajo protección policial. Han pasado 27 años y todavía la Fatwa y la recompensa siguen vigentes, a pesar de las gestiones diplomáticas de Inglaterra. Otro escritor hindú británico, Kenan Malik, observó que la Fatwa contra Rushdie, y la disputa sobre Los Versos Satánicos, provocaron un repliegue de la libertad de expresión en el Reino Unido. “Creo que con la Fatwa… ahora existe un nivel de autocensura, que se preocupa por no ofender a una sociedad multicultural.” Por mi parte, opino que la autocensura es más maligna, humillante y cobarde que la propia censura.

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HEDY HABRA Cine al aire libre en Heliópolis Solías decirme, madre: “Déjame mirarte la cara bajo el creciente de luna: cada día del mes me sonreirá igual que tú.” Veíamos películas en los cines al aire libre con doble función. La brisa nos acariciaba el pelo, la nuca, nos levantaba las faldas, meciéndonos en una alfombra mágica. Nos dejábamos tentar por vendedores pregonando quesos griegos y panecillos de sésamo, absortas hasta muy tarde, degustando granitas de lima heladas mientras se sucedían las escenas bajo una cascada de luces y sombras. Los personajes penetraban nuestra camera obscura. Nunca recordábamos sus edades: tú siempre les añadías unos años, yo los acercaba a la mía. Recuerdo una escena recurrente, esfumándose ahora en un camafeo de tonos sepia, en que una mujer—siempre la misma aunque distinta—abofetea a un hombre antes de desplomarse en sus brazos. Te contemplaba entonces bajo el cielo estrellado, los labios apenas entreabiertos, la sonrisa elegante de la Joconda que te permitías, y se armonizaba al sfumato del atardecer Volvíamos a casa paseando, los brazos entrelazados, siguiendo el rastro de la luna.

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Hedy Habra: Lotuseses


El or

El amor

El tiempo I

I Un eterno vaivén entre sentir el cuerpo de la idea y verla desvanecerse en oscuros remolinos un anhelo de vivir a su antojo del otro lado del espejo ser uno con su sombra remendar reflejos de espejos rotos Creer en lo que no puede ser la unión del sol y de la luna

Siempre fugaz con el ser amado eterno lejos de él una manera de poner nuestros relojes al compás de nuestros corazones artificio para intentar conquistar al mundo visible buscamos el tiempo sucesivo para luego borrarlo una gota de inmortalidad para el sediento

un frente a frente que presencié una vez en los altos cerros de Kafra efímero instante cuando los amantes estelares se miran fijamente desde cada lado de la colina

más vale mirar la vida con la mirada del gato como presente perpetuo

el coche parado en el camino nosotros tan diminutos una cámara inútil

Como niños construimos castillos de arena para mejor destruirlos los llenamos de pasados y futuros aún sabiendo que no resistirán los caprichos de la marea ni el roce de una ola

II

Añoramos esta pausa el final del flujo es el mismo amor un ansia de muerte la petite mort instantánea que señala la pérdida del momento y qué es la vida sino un flujo continuo y no es el deseo un afán de poseer repetir asegurar

II

El tiempo sucesivo nos limita y al enfilar cuentas una tendrá que ser la última una manera de decir que nuestros momentos están contados una razón más para hundirse en sueños sin principio ni fin La manera mas segura de congelar el tiempo es a través del erotismo un afán de explorar al otro sin colonialismo un deseo que surge desde el fondo de la memoria como el vuelo de una llama en la maleza

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Silencio estanque que quiere ser océano lleno de palabras muertas al nacer espejo de agua reflejando ecos sílabas rotas incapaces de formar versos que aran la tierra con sangre derramada fragmentos perdidos en sus propios reflejos sobre las cicatrices de la tierra anegada en sus recuerdos.

Tierra de nadie Estaba recogiendo tomillo en las sinuosas colinas del Sur del Líbano Dos balas la clavaron en un arbusto espinoso

Isabella Weissvert Maggi

En lugar de alas llevaba su cosecha de tomillo.

Hedy Habra se doctoró en literatura hispanoamericana por la Western Michigan University, donde dicta cursos de literatura. Ha escrito un libro de crítica sobre la novelística vargasllosiana, Mundos alternos y artísticos en Vargas Llosa (Iberoamericana, 2012). Es autora de dos poemarios, Tea in Heliopolis, ganador del 2014 USA Best Book Award y finalista del International Poetry Book Award, y Under Brushstrokes, finalista del USA Best Book Award y del International Poetry Book Award. Su libro de cuentos, Flying Carpets, fue finalista del 2014 Eric Hoffer Book Award y del USA Best Book Award, habiendo recibido Mención Honorable del Arab American National Book Award el año anterior. Ha sido ganadora del premio de poesía Nazim Hikmet y del premio Victoria Urbano de poesía y cuentos y ha sido nominada seis veces para el Pushcart Prize y Best of the Net. Sus poemas en inglés y en español han aparecido en numerosas revistas, entre otras, Cimarron Review, Poet Lore, Gargoyle, Nimrod, Alba de América, Letras Femeninas, Explicación de Textos Literarios. Linden Lane Magazine y Verse Daily. Su página web es HedyHabra.com

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Erián Peña Pupo Purple Traffic: Emily Dickinson y los misterios del vacío A Ricardo A Rafael de Jesús Ramírez

Nadie imaginó que aquella mujer solterona puritana,“silenciosa y seca como una rama que no recibe savia en su tronco”, al decir de Gastón Baquero en un texto dedicado a su obra, se convertiría en uno de los pilares fundamentales de la literatura norteamericana. 0Nadie imaginó que esa mujer caprichosa y llena de rarezas, que a través del cristal de la ventana de su habitación en Amherst, Massachusetts, o entre los embrados de una huerta reverdecida, observaba el mundo sin abandonar el asombro, sería junto a Edgar Allen Poe, Ralph Waldo Ardenson y Walt Whitman, núcleo fundacional del corpus lírico estadounidense del siglo XIX.. Nadie, mucho menos ella, isla completa en sí misma –como ecos del inglés John Donne, quien fuera, junto con Shakespeare, posible influencia en la escritora–, rodeada de la rígida moral puritana de la Nueva Inglaterra protestante de su época, en los años en que el país se enervaba y renacía luego de la Guerra de Secesión, podría entonces imaginar

tal destino: ¡Pues el cielo es diferente a como/ Lo conjeturamos, y despertar súbitamente allí, / Podría sobrecogernos también! (IV, Rouge Gagne, p. 24). Emily Dickinson (1830-1886) vivió en el anonimato poético, una especie de antropofagia creativa donde el poeta se alimenta en lo oscuro de sus miedos, sus pasiones y sus sueños. Y en ese lento devorar se va matando así mismo, entre la timidez y el sobresalto, lenta e irremediablemente junto al paso de los días... Pues no hay persona más masoquista que un poeta: nadie teme más a la muerte y a la soledad que el creador de versos, y quizá por ello, por ese miedo a encontrar la muerte o el dolor, insiste en buscarlos: Esta es mi carta al mundo, / Que nunca me escribió, –/ Las simples nuevas que la Naturaleza dijo, / Con tierna majestad. / Su mensaje es confiado / A manos que no puedo ver; / Por amor a ella, dulce paisano, ¡Júzgame con ternura! – (JT, p. 17). Emily Dickinson publicó en vida solo cinco poemas, Sergio Chávez: Mujer y mariposa

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versos que sin su firma o autorización aparecieron en revistas de su pueblo natal, Amherst, del que salió en muy pocas ocasiones (se conoce que visitó esporádicamente Filadelfia y Boston). Al morir, dejó cerca de 800 poemas inéditos, sombras que persiguieron su monótona existencia repetida en imágenes poéticas, luces que llegan hasta nuestros días como el reflejo de la luna clara en un sureño campo de algodón: la claridad deja ver las motas blancas y el campo abierto al cielo, ilumina. Estos poemas fueron sacados a la luz por su cuñada Susan Huntington, para varios investigadores, la verdadera inspiración de muchos de los poemas de la Dickinson, influenciados en parte por diversas lecturas: R. W. Emerson, Washington Irving, E. A. Poe, Nathaniel Hawthorne, Harriet Beecher Stowe, S. T. Coleridge, John Keats, Robert Browning, Lord Byron, Shakespeare y, entre otras, la Biblia en la traducción del hereje William Tyndale –la Biblia de los Padres Peregrinos que influiría primeramente en Shakespeare, Donne y John Bunyan para luego cruzar el Atlántico e influir decisivamente en la consolidación de la literatura y el pensamiento norteamericano–. Esta Biblia es “la más vigorosa traducción del hebreo a las lenguas occidentales. Y esta versión, junto a la King James, determina inexorable las formas que se otorga al vacío en la más significativa literatura norteamericana del siglo XIX” (p. 10). Ediciones La Luz, sello editorial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Holguín, en su colección Rosetta, nos entregó la voz de Emily Dickinson y los vacíos que la conforman y circundan, y que a la vez va poblando de versos y obsesiones, en una magnífica edición bilingüe bajo el título de Purple Traffic, traducida y prologada por el músico y narrador Rafael de Jesús Ramírez, según la primera versión de 1890, y que le valiera en 2015 el Premio La Puerta de Papel. Purple Traffic es un libro que constituye rareza y exquisitez editorial, por regalar al lector cubano a una autora necesaria y para muchos casi desconocida: la poesía de Emily –que nos llegaba en libros que pasábamos de mano en mano, en ecos de traducciones españolas o argentinas, como aquella traducción de Silvina Ocampo con prólogo de Borges que publicara Tusquest en 1985– es ahora excelentemente traducida por un cubano; y por ser un texto precioso en su estética y concepción, en el trabajo de diseño y edición, a cargo de Frank Alejandro Cuesta e Irela Casañas, respectivamente; además de la guía certera de Luis Yuseff Reyes. En esta selección, compuesta por las secciones Life, Love y Nature, que evidencian las motivaciones principales en la obra de la poeta, los versos de Emily se tornan sencillos y limpios, familiares e íntimos, casi minimalistas y melancólicos, como un blues sureño de Bessie Smith o la manipulación de la foto en portada de Robert Michael Mapplethorpe: unas flores rojo vino descansan en un sobrio y elegante jarrón azul, y ninguno de los dos necesita ostentar más que su elegancia natural para mostrar belleza, en

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contraste con el equilibrio perfecto de la composición: Me escondo en mi flor, / Cuando luciéndola en el pecho, / Tú, sin sospecharlo, me luces también – / Y los ángeles saben el resto. / Me escondo en mi flor, / Cuando, desfalleciendo en el vaso, / Tú, sin sospecharlo, sientes por mí, / Casi una soledad (Con una flor, p. 58). La voz de Emily se inserta en el vacío, se compone de él, y en la cotidianidad. En la poesía de la Dickinson, el vacío se torna lenguaje: vacío que su traductor insiste en recordarnos más allá de los espacios, mayúsculas, guiones, comas y otros signos propios que componen la materia fantasma, eso que llama “lo intraducible” y que está además en la frontera de lo incomunicable; aquello que Gastón Baquero nombrara en los “poemas crípticos, reticentes, extraños...” de Dickinson: “lenguaje del balbuceo, un lenguaje de entredecir”, que para el poeta cubano “corresponde exactamente al lenguaje de las imágenes y las figuraciones de Emily”. Según su traductor Rafael de Jesús Ramírez: “Los espacios en Dickinson están asociados a la respiración. La velocidad de la lectura tradicional tiene que ralentizarse y aproximarse a su estructura como a un mandala. Hay una figura gráfica interna, inseparable, que la impresión de los poemas visibiliza. Pocas veces suceden estas cosas. (…) El libre uso de los metros (separándose del tradicional pentámetro yámbico), sus rimas (eyes rhymes, oblique rhymes), las asonancias, el uso del encabalgamiento, etcétera, son las apoyaturas que impiden al cuerpo de estos poemas deshacerse. Sobre aquellos externos formales, E. D. configura una naturaleza anterior a la Caída” (p. 13). Pero ese vacío rebasa el sustento que encierra en sus límites, los trasciende y aquilata, más allá de lo espacial y temporal de cada verso: Algunos guardan el Sabbath yendo a la iglesia; / Yo lo guardo en casa, / Con un tordo de corista/ Y un vergel por cúpula. // Algunos pasan el Sabbath en túnicas; / Yo solo luzco mis alas, / Y en lugar de agitar la campana, / Canta nuestro menudo capellán. // Dios predica, –un clérigo notable, –/ Y el sermón nunca se extiende; / Así que en lugar de ir al cielo, una vez, / ¡Voy siempre! (Un culto de canción, p. 82). Emily Dickinson fue una escritora a la luz del silencio, pero del silencio que, de tanto acompañarse y repetirse, acaba siendo una fiesta de la imaginación, poblándose de los sonidos que forman los versos: musicales y rítmicas formas de la nada que componen su ambiente, su vida, su todo y su realidad: “las maravillas de las cosas pequeñas” de las que hablara Gastón Baquero y que en Emily forman la esencia de la poesía.

Erián Peña Pupo (Holguín, Cuba, 1992).Periodista, ensayista y escritor. Graduado de licenciatura en Periodismo en la Universidad de Holguín. Trabaja como periodista en Comunicación Cultural. Reside en la ciudad de Holguín, desde nos envió su colaboración. QupeMujer b


Humberto Arenal Occitania • L a H a b a n a P r o e m i o ¿De dónde vengo, quién soy, a dónde voy, qué hacer, cuándo, por qué...? Después de todas estas preguntas y muchas más, tú, Jaime Santiago Himely Brunett, has venido en este día del año 1863 hasta la ciudad cubana ese pasado, al contrario, piensas que te ayudará mucho ahora que estás comenzando a nutrirte de este justo instante de tu propia historia que te ha tocado vivir. Tú sabes, Jaime Santiago, que en Cuba hace algún tiempo hay hombres inteligentes, cultos y honorables que están tratando de forjar un futuro digno. Ahora los conoces bien. El obispo de La Habana Juan José Díaz de Espada Landa; un profundo renovador durante treinta años de

instituciones y normas cubanas. El educador y filósofo Félix Varela, que ha proclamado desde su cátedra en el Seminario de San Carlos: Por la naturaleza todos los hombres tienen iguales derechos y libertad, pero reunidos en grandes sociedades, necesitan una dirección, una autoridad que los conserve en sus mutuos derechos. Tu maestro el educador José de la Luz Caballero, cuyo pensamiento consiste en propugnar el ejercicio pleno del pensar, mientras que el de sus rivales se basa en el repetitismo embalsamado en erudición. El escritor y pensador José Antonio Saco, que ha afirmado: La nacionalidad es la inmortalidad de los pueblos y el origen más puro del patriotismo. Por ahí, por ese camino, va tu propio pensamiento ahora. Pero apenas estás en el comienzo. Quieres ser uno de ellos, en el pensar y en el actuar. Estos y otros son los hombres ilustres que te hacen vislumbrar un futuro distinto para Cuba. Ellos te están clarificando muchas cosas. Y también Juan Jacobo Rousseau, ese gran pensador suizo que tú consideras imprescindible; el que manifiesta que dolido de tanto mal, estudia la causa y nos la muestra para que la modifiquemos; y el francés Voltaire, que a veces te resulta difícil, pero útil cuando afirma que la moral debe tener un carácter universal y transparente. Tú sabes que apenas estás penetrando en sus ideas. No

Sergio Chavez: Martí

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importa que te sientas perplejo y confuso. Tal vez de ese todo intrincado, contradictorio y complejo surja la repuesta que buscas. La verdad siempre resulta difícil y cuesta trabajo alcanzarla. Pero como quieres saber de primera mano las ideas de tu propia familia, acosas a preguntas a tu abuela Marie: “Por favor abuela, quiero que me digas todo lo que tú sabes sobre los cátaros, dónde y cuándo surgieron, cuáles fueron sus ideas, sus métodos y enseñanzas. ¿Es cierto que eran una desviación de las doctrinas de Cristo, como proclaman algunos? O por el contrario sus prácticas respondían a un propósito limpio y sano. Dime abuela, dímelo todo, por favor. Estoy muy confundido”. Y ella, aunque duda, por fin te dice muy misteriosa, en su francés provenzal, sorteado con frases en inglés y español, tomándote con fuerza una mano: —Ecoutes, mon cher petit-fiils, esto que quede entre nosotros mi querido nieto, que no se entere tu padre, je ne veux pas des problemes avec lui, no quiero tener problemas con él ¿eh? Mira, los comentarios más remotos sobre nuestros ancestros, según yo sé, reflejan que los primitivos cátaros eran miembros de un movimiento religioso cristiano que aceptaba influencias recibidas nada menos que del Oriente a través de los bogomilos, los que surgieron a finales del siglo X por allá por un país llamado Bulgaria promovido por un pope nombrado Bogomil. Parece que ese fue el comienzo, el que abrió el camino. Después pasaron muchas cosas, que ya te iré diciendo poco a poco según las recuerde. Do you understand? —Sí, te comprendo, te comprendo. Pero dime, ¿quién fue el tal Bogomil? ¿Sus ideas y sus métodos aportaron algo significativo en su tiempo? Dite moi, s’il vous plait. ¿Me comprendes?

Emilio Mozo

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—Oui, je comprend —dice ella y se ajusta los lentes—. Este movimiento dicen que creó una secta llamada Catarismo, de ahí viene la palabra cátaro que hoy usamos, que desafiaba la supremacía y el dominio de Roma, pues llegó a tener su propio clero, y hasta su propia jerarquía y liturgia. Como tú comprenderás, este era un reto que no podía permitir de ninguna manera la dominante iglesia católica, apostólica y romana. Qué osadía, Dios mío, por eso durante mucho tiempo sufrieron su repudio y persecución. ¿Me comprendes? —y se queda mirándote con mucho interés, quizás esperando un comentario, algo que le permita continuar. Porque por primera vez están hablando así, con tanta claridad y detalle. Aunque en verdad ella no pretende saberlo todo. Es una mujer sencilla y parca. —Te comprendo, te comprendo abuela —dices con alguna convicción. Es verdad que tú aprecias algo esta información, pero preferirías que pudieras vincular ese pasado a este presente confuso en que vives. Por eso ahora te preguntas, ¿qué significado tiene esto para mí hoy? ¿Puede ayudarme a pensar con claridad, a vivir en armonía con mi mundo actual, a tomar decisiones importantes? No estás seguro, por eso prefieres permanecer callado, algo ausente, aunque ella sigue hablando y dándote información sobre el pasado de los cátaros. Te dice que su propia familia vivía entonces en el País de Oc, en el condado de Toulouse, en Francia, que fue donde los cátaros lograron mayor predominio en Europa, favorecidos por el nacimiento de los trovadores provenzales. Ellos eran los Perfectos y las Perfectas. Los herederos de un Jesús espiritual… Pero mientras habla te cuestionas de nuevo. ¿Hasta dónde esto me ayuda


a comprender mi presente? Necesito una respuesta clara y convincente y ella no me la puede dar aunque quiera. Por eso te preguntas, sin atreverte a interrumpirla. ¿Acaso mi familia vive acorde con esos preceptos religiosos tan perfectos? ¿Sobre todo mi padre, que es la cabeza visible de la familia, está de acuerdo con estas prácticas? La respuesta, francamente, es muy contradictoria y difusa para ti. Ese es tu dilema. No logras clarificar tu pasado, que comienza a ser algo importante en tu vida. Te planteas el mismo dilema que el príncipe Hamlet: To be, or not to be: that is the question. Ser o no ser: he ahí el dilema./ ¿Cuál es más digna acción del ánimo:/ Sufrir los estallidos penetrantes de la fortuna injusta,/ u oponer los brazos a este torrente de calamidades/ y darles fin con atrevida resistencia?/ Morir es dormir. No más. Argumentos no le faltan a tu abuela, que te convencen o no, pero te hace recordar otras cosas y a otras personas para ti importantes. A tu querida hermana Enriette que también ha tratado de ayudarte a conciliar el presente con el pasado, y te ha dicho preocupada: —Las ideas justas nunca mueren, mi hermano. Hay que tener fe en las ideas nobles y esperar el momento oportuno para revivirlas, no te precipites, no te angusties. Ten paciencia con nuestro padre, con su manera de pensar y de vivir. Espera eres muy joven, tienes que madurar, que reflexionar. Quizá nuestro padre y tú logren entenderse algún día, o no. ¿Quién sabe? Y te recuerda lo que les han contado tu madre

Catalina y sobre todo tu abuelo Francois que es un hombre inteligente, justo y bondadoso; ellos les han relatado, como dice tu abuela Marie, que ustedes son descendientes directos de franceses practicantes del Catarismo, que estuvieron asentados en Occitanie, una región al sur de lo que conocemos por la actual Francia, que al oeste se extendía hacia Cataluña, en España; y al este con Italia, corriendo a lo largo del mar Mediterráneo. Dicen que también se le conoce con el nombre de Languedoc, la Lengua de Oc, que así llaman a la que hablan los occitanos, que esos miembros de tu familia aseguran que hasta hoy permanece viva en algunas comunidades de esa región. Parece que la de Occitanie ha sido la historia de un clan que se negó a desaparecer por completo. Eso sí tiene cierto sentido para ti hoy, Jaime Santiago. En algún momento los ancestros de los Himely-Simone y los Brunett-Chantal fueron parte activa de esos pueblos. Siempre confiaban que al final algo quedaría. Eso es precisamente lo que estás buscando. Tal vez pensaban que la historia es un círculo recurrente que ahora se estaba completando. ¿Será eso lo que tú piensas y sientes, Jaime Santiago, lo que tú anhelas? Ojalá, porque no estás dispuesto a engañarte. Lo cierto es que no te conformas. Quieres saber más, no tienes tiempo que perder. Ahora sabes por tu abuelo Francois que el Papa Inocencio III sintió tal temor de perder influencia ante el avance acelerado del catarismo que convocó una Cruzada

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contra los practicantes cátaros, los que fueron perseguidos por la Primera Inquisición. Asegura que los acosaron y los exterminaron sin piedad. Así se consumó en apariencia la desaparición de los cátaros. ¿Se parece esto a lo que está pasando ahora aquí en Cuba? En parte crees que sí. —Pero a pesar de todo —según les ha dicho tu abuelo Francois—, hay muestras que algo ha quedado; no todo se ha perdido, mon petit-fils. Siempre queda algo. Bastó que un Himely surgiera en la vida de nosotros los Brunett, para que rememoráramos algo del pasado. Tú lo sabes, mi nieto, tú eres inteligente, muy inquieto, muy impaciente. Tú eres un buen cátaro, no lo dudes.Tal vez fuera cierto. Parecía que en parte la llama había sido reanimada por ti, Jaime Santiago y por tu hermana Enriette. Pero para ti eso no bastaba. Tú aspirabas a mucho más. Querías revivir toda la verdad que contenía el pasado para que te iluminara el presente. Una tarea intrincada y difícil, pero no ibas a renunciar fácilmente en tu empeño. Te iba la vida en esto. Así fue como estos descendientes de los Himely-Brunett, trataron de convertirse en naturales y esotéricos seguidores de aquellos cristianos que se atrevieron a disentir del catolicismo romano, y que en secreto mantuvieron la esencia de su fe. Ellos trataron de ser fieles a sus creencias, que como siempre argumentaban, no era una herejía, era la forma más pura y leal a las doctrinas cristianas. Creían que quizás por eso perduraron, por la limpieza y transparencia de su credo, aunque en algún momento pareciera que traicionaran su evangelio de paz y de amor. Algunos cátaros para defenderse han recurrido a veces a las palabras de Jesús cuando profetizó en el Sermón de la Montaña: Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. . Biena-venturados sois cu-ando por mi causa os vituperan y os persigan, y digan toda clase de males contra vosotros, mintiendo. Ellos afirmaban que este mensaje de fe, paz y amor los acompañaba, aunque las circunstancias obligaban a veces al ostracismo y al encubrimiento. Pero mejor era conocerlos por sus actos que por simples referencias ajenas. Quizás no todo se había perdido. Había que rastrear más. Tal vez por eso tu padre

alarmado siempre repetía lo mismo: —Please, don’t talk about that with anybody. Forget it. No hablen con nadie estas cosas, por favor, olvídenlas; aquí la iglesia es muy poderosa, y las autoridades españolas no van a entrar en contradicción con los católicos. Como me dice siempre mi amigo Jim Brown: Be quiet my boy. Work hard and never get in troubles. Por eso trabajo mucho y no me busco problemas. Yo he venido a Cuba a ganar dinero, hijos míos, a ser una persona importante. No me busquen problemas, por favor. ¿Me están oyendo los dos? —y sus hijos asentían aunque no estaban de acuerdo. Tú, Jaime Santiago Himely Brunett, no te atrevías a responderle, pero sentías una fuerte repulsa a sus palabras. Quizás algún día te determinarías y le darías una justa respuesta. Y si tenías que enfrentarte solo a tu padre y a los que pensaban igual que él, lo harías. Ya verían de lo que eras capaz.

Capítulo I ¿Quiénes eran los Himely-Simone? Ellos y unos pocos más vivieron en zozobra durante años en las cercanías de la ciudad francesa de Labastille, en la provincia de Languedoc, como descendientes de aquellos cristianos que se atrevieron a disentir del catolicismo romano. ¿Cómo lo lograron? Como sucede casi siempre en estos casos de persecución y exterminio: secretamente se trasmitieron de generación en generación sus creencias, basados en el principio digno y universal de que los seres humanos tienen derecho a profesar cualquier idea o credo si la creen justa y legítima. Por eso recurrieron al silencio y la elipsis. Algo quedó en Isabella Weissvert Maggi

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Filatelia Cubana e


la mente y en la conducta de algunos, que son zonas muy poderosas de los seres humanos, y así el caterismo parecía que renacería en algún inesperado momento. Solo había que callar y esperar. El silencio puede ser muy elocuente algunas veces, el silencio también resuela y se hace sentir, Es el turno de los caracoles. Pero tú, Jaime Santiago y tu hermana Enriette no se engañan, supieron que algunos cátaros vivieron no sólo para esto. Fueron seres humanos, con todas las virtudes y defectos de la especie. Hubo de todo, por supuesto. No faltaron traidores, arrepentidos, suplicantes, penitentes. Hubo bochornosos actos de contrición y otros que a golpes de pecho abjuraron del catarismo en público y lo traicionaron. En la historia de la humanidad no han faltado casos muy parecidos de arrepentidos y eremitas. Todavía los tenemos a diario. Pero ustedes se decían que las ideas cuando son justas sobreviven y renacen a pesar de la conducta equívoca de algunos seres humanos. Tú, Jaime Santiago Himely Brunett, ahora has tenido la posibilidad de ir a tus propias fuentes para informarte de la historia de los tuyos y del catarismo en particular y le has revelado la verdad a tu hermana Enriette que es tu gran aliada. Ahora sabes parte de la historia de tu propia famia a través de tu abuela Marie. La verdad es que a comienzos del siglo XIX la familia Himely.Simone --tu abuelo Jean Josep, tu abuela Marie, y tu padre Jean Daniel-- en busca de un medio más liberal y mejores posibilidades decidieron irse a trabajar a los campos de viñedos y de manzanares cercanos a la ciudad suiza de Lausanne. Eran pueblos eminentementeagrícolas que se nombraban Sion, Sierre, Valois. Después de la caída de Napoleón Bonaparte, en 1815, el Tratado de París consagró definitivamente la independencia, la inviolabilidad perpetua de la Confederación Helvética compuesta por 22 cantones. Suiza sería entonces para tu familia el país de las

Emilio Mozo oportunidades, de la tolerancia religiosa y social. Allí vivieron consagrados al trabajo, la paz y la concordia durante años. Pensaban que esta también era la posibilidad de vivir de acuerdo a sus credos religiosos, no olvidaban entonces que eran buenos y verdaderos cátaros. “Hay que ser pacientes, hay que ser humildes, hay que confiar en la justicia divina” , se repetían ellos con frecuencia. Aunque en realidad no eran otra cosa que campesinos pobres que labraban la tierra con tesón para alguien ajeno, o si acaso jornaleros mal pagados., Durante años trabajaron sin descanso para que otros se enriquecieran y fueran gentes importantes. Por eso un día Jean Josep se rebeló y llegó a esta definitiva conclusión: Así no iban a lograr romper nunca el estrecho cerco de la pobreza y la sumisión. Y todos estuvieron de acuerdo. Había que cambiar de vida, buscar otro lugar. Pero se preguntaron. Oú est-ce que on allons? Qu’est-ce que

on va faire? ¿A dónde ir, qué hacer? Era sabido que durante siglos algunos españoles provenientes de Cuba y La Española y algunos aventureros franceses e ingleses asentados en el Caribe, trataron de establecerse en la costa sur de los nacientes Estados Unidos de América de lo que después se llamarían Las Carolinas; más tarde divididas como del Norte y del Sur. Los ingleses fueron los que tuvieron más éxito y lograron en 1680 fundar Charles Town, que después se llamaría Charleston. Lo que le dio un mayor impulso a ese territorio fue la agricultura con la introducción desde 1670 de negros esclavos, provenientes de Barbados, hasta llegar a 12, 000. Al conocer todas estas noticias y otras más, avanzando el siglo XIX, tu familia, los Himely-Simone, viajaron a esas tierras que estaban surgiendo con pujanza como nación. Se asentaron en Carolina del Sur, cerca de la ciudad de Greenville, para trabajar en las granjas

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que necesitaban mano de obra diestra y esforzada en algo que ellos desconocían pero que pronto aprendieron: el cultivo del algodón. Y también laboraron en los campos de cereales y frutales. Trabajaban mucho pero por primera vez lograban ahorrar. Ese fue el comienzo de una nueva vida. Durante años guardaron con gran sacrificio todo el dinero que pudieron y cuando tuvieron un pequeño capital compraron cinco acres de tierra y cambiaron de condición: ya no eran asalariados, eran dueños, amos. Y con el tiempo aceptaron comprar negros esclavos igual que los demás. Aunque se dijeran compungidos y llorosos que traicionaban sus principios cristianoscátaros, pero tenían que hacerlo para progresar si bien lo repudiaran. El que mejor lo aceptó fue su joven hijo Jean Daniel con el argumento dudoso de que así, por primera vez, vivirían de otro modo. —Ahora podremos por fin vivir como seres humanos, padre — decía con un nuevo humor— y seremos gente respetable y nos considerarán de otra manera, y seremos ricos, muy ricos. Después de todo nosotros no

inventamos la esclavitud ni la codicia. ¿No creen? Piénsenlo bien. De alguna manera sus padres aceptaron el argumento. Y les nació otro hijo que le pusieron por nombre Louis, que creció saludable y recibió la mejor instrucción posible. La familia crecía, se asentaba y mejoraba su condición. Y pensaron que sus hijos debían estudiar una profesión seria y productiva. Jean Josep y Marie llegaron a la decisión que Jean Daniel debía ser un experimentado agrónomo y lo lograron,así sus propias tierras fueron más generosas y ellos vivieron mejor. Louis sería un buen profesional, tal vez un médico como él quería. Ahora estaban valorando la vida de otra manera más optimista. Parecía que Jean Daniel tenía razón.Pero el peor trabajo, por supuesto, lo hacían siempre los negros esclavos que los HimelySimone vieron con cierta compasión cristiana, pero se dijeron que no estaba en sus manos redimir esta injusticia. Esa fue su mejor excusa. Tenían que mejorar primero que nada su propia condición, y lo estaban logrando, después pensarían en los demás. Empezaron a actuar como propietarios, como amos,

Puerta de Golpe. Heberto Padilla

como esclavistas, aunque se lo negaran. negaran. Su religión les pedía moderación y humanidad, pero no podían cambiar radicalmente esta perversa situación social aunque quisieran. Otros hombres poderosos eran los que regían los destinos de todos. A ellos había que aceptarlos y seguirlos.—No hay nada que hacer — opinaba decidido Jean Daniel—, hay que comprar más esclavos si fuera necesario. Así progresaremos y seremos ricos, poderosos, respetados. Father, I want to be rich, to be somebody, to be respected —y su padre y sobre todo su madre Marie lo miraban con cierta preocupación pues no tenían ambiciones tan desmesuradas y le pedían moderación. Le recordaban que ellos eran cátaros; pero él tenía sus propias razones. Aunque esa fue una realidad que los siguió sin remedio años después cuando emigraron a Cuba. Ese país tan cerca y tan lejos. De allí venía el café y el azúcar que compraban los americanos del norte para consumo de ellos y para revenderlo con grandes ganancias, en otros lugares de América y hasta de Europa. Quizás había que

Mi antología personal de

Una selección de los poemas de Heberto Padilla, con algunas fotos personales y entrevista realizada a Padilla en 1987 por el poeta y escritor peruano Miguel Angel Zapata.

https://www.createspace.com/4154294 22


común, aunque por distintas vías.

Isabella Weissvert Maggi imitarlos para lograr todo lo que ambicionaban, y el que más luchó para emularlos fue Jean Daniel. Ahí empezó en verdad la historia de tu familia. Jaime Santiago, tenías que seguir de cerca sus huellas para entenderlos a ellos y entenderte a ti mismo. ¿Y tu hermana Enriette? Ella trataba, igual que tú, de conciliar cristianamente el pasado con el presente. ¿Lo lograrían? Por lo menos se preciaban de ser honestos. Esto los unía y los confortaba. Pensaban que ellos tenían ahora un propósito limpio y honesto de vida y una aparente meta

Humberto Arenal (La Habana, Cuba,15 de enero de 1926 ) novelista, guioni sta, cronista, periodista y dramaturgo cubano de reconocido mérito. Exiliado en Estados Unidos desde 1948 durante la dictadura de Batista, fue redactor en El Diario de Nueva York y la revista Visión. Regresó desde Nueva York a Cuba en 1959 a petición de Fidel Castro. Durante los primeros años, escribió con frecuencia en el semanario Lunes de Revolución, dirigido en aquellos momentos por Guillermo Cabrera Infante. Junto a Tomás Gutiérrez Alea y José Hernández, elaboró el guión de la película “Historias de la Revolución”; publicó la novela El sol a plomo, dirigió el Teatro Lírico Nacional de Cuba y fue uno de los fundadores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Al margen del oficialismo de la época, no obstante, Arenal no quiso abandonar Cuba, y posteriormente trabajó en el Instituto Superior de Arte de La Habana, donde volcó sus conocimientos en la enseñanza. Aunque vetado para publicar, siguió escribiendo. En 2007, le concedieron el Premio Nacional de Literatura de Cuba. Falleció en La Habana en el 2012. Dejó una novela inédita, Occitania., de la cual publicamos ahora un fragmento..

ILUSTRAN ESTE NÚMERO Hedy Habra, poeta, narradora

y pintora, tiene

varios libros publicados, y enseña en la Universidad de Michigan, en Kalamazoo.

Isabella Weissvert Maggi, con apenas 12 años, ha trabajado ya como actriz infantil y ama pintar. Reside en Houston. Sergio Chávez, pintor cubano residente en Miami que ha participado en varias exposiciones colectivas, y la más reciente tuvo lugar en Hialeah, Florida, en homenaje a José Martí. Emilio Mozo, poeta, escritor y pintor cubano, ha publicado varios libros y participado en exposiciones. Reside en la actualidad en Toronto, Canada, después de varias décadas enseñando en Vermon. 23


Felipe Lázaro Poema errante

Trasplantado

Moriré con la palabra angustia entre las manos entrelazada en labios mortecinos pegada a mi piel como una lapa

trasplantado vivir cotidianamente como agonizando mantenido por savia propia raspando paredes para encontrar verdades caminar sin leer los rótulos de las calles ni anuncios ni nombres de ciudades -para hacerlo todo aún más ficticioasí darnos cuenta de lo irreal presente construyendo ese ideal más humano del futuro que nos ha tocado soñar…

haciéndome soñar verdades inconclusas pendiente de un mañana innombrable que resucitará las cenizas de mis ojos y hará que mi voz palpe el destino.

Emilio Mozo

Nostalgia Tan fría es la ausencia que hasta el silencio se hiela

Felipe Lázaro (Güines, Cuba, 1948). Poeta y editor cubano. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología. Graduado de la Escuela Diplomática de España. Fundó la editorial Betania en Madrid (1987). Sus últimos libros publicados son: Indómitas al sol. Cinco poetas cubanas de Nueva York (2011), Conversaciones con Gastón Baquero (2013 y 2014) y Tiempo de exilio, 1974-2014 (2014). Antología poética (1974-2014) La primera edición (2014) de este libro corrió a cargo de la casa editora francesa Editions Hoy no he visto el Paraíso, que dirige la poeta y pintora cubana Margarita García Alonso en Le Havre. No obstante, Tiempo de exilio es la tercera antología poética de Lázaro, precedida por Data de Scadenza (Trieste, 2003) traducción al italiano del poeta Gaetano Longo y Fecha de caducidad (Madrid, 2004) con prólogo del poeta cubano Efraín Rodríguez Santana. Tomamos estos poemas de la 2º edición de Tiempo de exilio.

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The young gentleman Impecable vestido con un clásico Príncipe de Gales su bigote –no ya finamente fascista sino de progre absurdo– hace de este nuevo jurisconsulto un personaje televisivo como en una interminable función de magia deshace a placer es un artista del desequilibrio Ajusticia como bebe los incesantes Martini’s del aperitivo ni siquiera le interesa conocer al inocente aún siendo benévolo destruye siempre una vida Toda sentencia es en sí injusta (incluso ésta).

Memoria compartida (Poema a Gastón Baquero) Emilio Mozo

Para José Olivio Jiménez, Alfredo Pérez Alencart, Pío E. Serrano y León de la Hoz. “En lo inseguro encuentra el goce su cualidad más firme”. Emily Dickinson

La incertidumbre de toda ausencia se transforma en memoria compartida con la firmeza de nuestros deseos, último resquicio de la amistad. Más visible que nunca antes divagas alegre en silente viaje, repiensas versos como recuerdos ante el asombro de las estrellas con tu corazón elegante convertido en Isla. Cuán extraño el misterio de esta suerte, si el vivir o el morir es un mismo instante que a la vez nos separa y acaricia, si todos hemos muerto con tu muerte: rutinario anverso y reverso de ese espejo casi imaginario que murmura quedo su reclamo, nos tienta y espera impaciente en la alucinante inocencia del universo. 25


Robert Lima THE LEGEND OF S A N T I A G O MATAMOROS, APOSTLE It was in the era of the Reconquest, that lengthy struggle from 718 to 1492 to regain the territories lost to Islam in 711 and thereafter, that Galicia emerged as a leading factor in peninsular life. On the one hand, it successfully resisted the Moors’s attempts at conquering its lands thanks to a miraculous intervention, although in 997 C.E. the great Moorish general Almanzor entered Santiago de Compostela, sacked the city, and removed the bells and main doors of the Cathedral as a souvenir of his “visit” but left intact its holiest relic, and on the other, it became a center of religious pilgrimage second only to Rome, and as such became the focal point of a Christian Europe threatened by Moslem power. The reason behind the rise of Galicia’s influence was a simple and yet important one. Early in the ninth century (813 C.E.) the body of Saint James the Greater, an Apostle of Christ, was held to have been discovered entombed near the ancient Roman city of Iria Flavia. The Saint’s bones had been placed therein upon their

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recovery from a capsized boat that had brought them from Jerusalem, where James had been martyred in 44 C.E. at the order of King Herod Agrippa I. As in the Christmas story, an unusual star had led the way to the burial site, thereafter named Compostela, Field of the Star, from the Latin Campus stellae, although other etymologies have been put forward. Through this purported miracle, Galicia was transformed from an isolated kingdom, whose claim to importance lay in a beautiful language that gave rise to the peninsula’s lyric poetry, into the bastion of European Christianity. The church built to venerate the remains of the saint Spaniards call Emilio Mozo


Santiago (from Sant Iago) and the bones placed in a coffer were visited by numberless pilgrims, who sailed into Galician ports or trekked across Europe and over the Pyrenees on the road to the holy city named Santiago de Compostela. In time, the earlier structures, which were burned or otherwise razed, were replaced by the great Cathedral of Santiago de Compostela and the sacred relics of the Apostle were installed in a bejeweled silver coffer under the High Altar. Rivaling Rome’s St. Peter’s in grandeur and prestige, Santiago de Compostela became the seat of Western hopes in the face of the Islamic hegemony. The belief in Santiago held that it was the Apostle who had brought Christianity to Roman Hispania upon the death of Christ. It was also said that he had first preached on the island of Sardinia, whose Bronze Age Nuragic culture and megalithic antecedents had thrived, as in areas of the Iberian Peninsula. In Galicia, metal veins occur in hills that have been strongly folded and faulted; in the Bronze and Iron Ages, when metal began to be known in the west, Mediterranean peoples traveled along the coasts of western Europe, especially that of Galicia, to trade for metals. In a way, the pre-Roman cultures thriving in Galicia from Neolithic times had many similarities to others throughout

the Mediterranean and the fact that Galicia had long traded with that area of the world, especially Sardinia, may have Iluys provided the opportunity for St. James to attempt to spread Christianity there, as popular tradition has it. No doubt a trading vessel headed for the western coast of the Iberian Peninsula, where Galicia in the Bronze Age had produced ingots and, in the Celtic period, iron for smelting in Sardinia, offered the Apostle the means to reach the Galician coast of Hispania. Thus, the belief in Santiago existed prior to the Moorish invasion of the Iberian Peninsula in 711, even if limited to those early Christians who had been converted by the Apostle. But the presence of Islam on Christian lands fanned the flames of the cult. Galicia, rooted in pagan tradition out of its Celtic and Suevian cultures and prone to superstition, gave fertile soil to the legend of Santiago. In the minds of the populace, the venerated figure was not merely the Apostle whose corpse had been transported miraculously to Spanish soil on a stone boat (probably a conflation of a stone sarcophagus) after his beheading in Palestine but also the other St. James, the one known as the Lesser (or the Just), who was described often as the brother of Christ. To the masses, the two Apostles became one. Santiago,

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Estatuas frente al muro Carmen Karin Aldrey 27


therefore, was a fictional saint in whom were synthesized two of Christ’s followers; this composite was espoused by a populace used to mixing Christian and pagan concepts in strange metaphors. PreChristian sidereal belief in twin deities, such as the Dioscuri (Castor and Pollux), was translated to the cult of Santiago; this was reinforced when the name Matamoros was added to the titles of the saint and statues began to depict the miraculous aid given Christians in battle by Santiago, just as the Dioscuri had aided Postumius Albinus in 449 B.C.E. Similarly mounted on a white steed, whose hoofs trampled the severed heads and body parts of Moors he had slain with his sword, the Saint epitomized celestial aid in Christian terms, as the white banner with the red cross that he held aloft made evident. It was an incongruous but effective amalgam. One of the first bishops of the Church, Santiago became a model for a medieval type—the soldier-priest, whose presence in the front lines enhanced the idea of “holy war.” So much for the often-touted Christian charity and practice of turning the other cheek.

the plethora of stars termed The Milky Way came to be known popularly as “El Camino de Santiago.”

The flowering of Galicia in the early Middle Ages was due to the growth of the cult of Santiago. Her religious importance led to the establishment of many sea and land routes to the city of the Saint; these brought Santiago de Compostela into contact not only with other parts of the peninsula but, extending as they did throughout Europe, also with the rest of the continent and the British Isles. Some pilgrims came from as far as the Middle East and northern Africa as well. So great was the traffic to the Holy City that

With the opening of the New World by the epic voyages of Christopher Columbus, the cult of Santiago traveled with friar and conquistador alike, ultimately reaching even the Philippine Islands. In the Americas, the cities of Santiago de Cuba, Santiago de Chile, Santiago de los Caballeros (Dominican Republic), and Santiago del Estero (Argentina) were named in honor of the patron saint of Spain. Today, in the states of New Mexico and Arizona can be found figurines of Santiago, mostly on horseback as Santiago Matamoros,

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Upon reaching the holy cathedral of the saint, pilgrims would ascend the exterior steps that lead to the triple-arched Pórtico de la Gloria, with its numerous statues, and at the base of the column bearing the image of Santiago place their hand on it and knock their heads three times as acknowledgement of arrival. They would then process down the central aisle over which swung the massive brazier called Botafumeiro, whose perfumed smoke would overcome the body odor of the pilgrim horde. The faithful would attend Mass, be welcomed by the celebrant, and finally be invited to climb the steps behind the altar to touch the statue of Santiago, then to descend to the crypt beneath the altar platform where a silver coffer studded with precious stones contained the remains of the saint they had journeyed so long to venerate. The vieira, the large scallop shell they received as a mark of having attained their goal became the symbol of the pilgrimage.


which continue to be carved by santeros in a centuries-old tradition. Santiago is always shown wearing the pilgrim’s cape and hat, both adorned with a conch, and, when represented on foot, the pilgrim’s staff and gourd. This far-flung influence of the Galician saint was celebrated in Santiago, an album of music by the Irish group The Chieftans, along with musicians from Galicia and other nations. The Enxebre Orden da Vieira celebrates this worldwide impact by inducting into its ranks notable Gallegos from all walks of life in Spain and abroad who have honored Galicia through their achievements; during the ceremony each initiate is vested with the coarse brown cape, broad-brimmed hat and cockle shell, symbols of the pilgrimage to Santiago de Compostela.

ROBERT LIMA, nacido en La Habana, Cuba, es Profesor Emérito y Becario Emérito de la Universidad Estatal de Pensilvania. Crítico literario, poeta, biógrafo, dramaturgo, traductor, bibliógrafo. Ha publicado más de ciento cincuenta artículos profesionales y numerosos libros sobre García Lorca, Valle-Inclán y el teatro español. Por todo ello, el Rey Juan Carlos I de España le otorgó la Encomienda de Número de la Orden de Isabel la Católica. En el campo de la poesía, ha publicado diez libros, uno, Por caminos errantes, en español. Ha sido becario de la Fundacion Cintas, de la Comision Fulbright y otras entidades. Es Numerario de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y Correspondiente de la Real Academia Española. Celestials es su nuevo libro de poemas.

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FrancisSánchez Assef, :

Acaba de marcharse un poeta raro y exquisito. Como suele ocurrir con los mejores, no era muy conocido, ni siquiera en Cuba antes de partir al exilio. Nunca perteneció a las capillas ni los cenáculos. Falta en la mayoría de las antologías cubanas (por habanocentristas, facilistas, etcétera). Fue mi amigo, y los recuerdos que conservo de él, todos, me hacen pensar en un poeta muy auténtico. Pedro Alberto Assef, nacido en Ciego de Ávila (1966), falleció en un hospital de El Paso, en los Estados Unidos, en este febrero de 2017. La última trampa: un cáncer de hígado. Parecía vivir presionado por el deber de sentir y comportarse poéticamente, siempre al límite. Creo que solo Francis Sánchez,Reinaldo Hernández Soto, y Pedro A. Assef. Ciego de Ävila, 1998.

un poeta raro

ayudaba a reponerse de un incendio que lo dejara sin casa, y casi sin libros, por largo tiempo, en los años de hambruna del llamado Periodo Especial. Me consta que en su visita a la Isla, hace un par de años, intentó quedarse, y no encontró cómo. Desde que empezara a escribir siendo un niño, eran motivo de admiración sus sonetos dotados de fineza, entre clásicos y vanguardistas, con la violencia, el dolor y las rupturas vitales. (Edciones Hoy no he visto el Paraíso) Publicó pocos libros. Nunca escribió de más. El ritmo de sus versos llamó la atención incluso de trovadores que los musicalizaron. Algunos de sus poemas deben situarse con los mejores escritos jamás en Cuba. Yo suelo repetir de memoria un soneto que, debido a su propia fuerza, el olvido nunca me lo ha podido arrancar: Esta casa que tiene su pradera interior, sus animales impuros, sepultará mi voz y sus conjuros bajo el derrumbamiento de la espera.

Fra Hombre, qué fuiste, qué menuda fiera supo vivir como un niño acorralado entre la oscuridad y la tristeza. Y de esa angustia, con el asombro depurado ante los milagros naturales de la vida, extraía sus versos de manera esmerada. Estudió filología. Disfrutaba un conocimiento lírico exhaustivo. No la inútil sabiduría que acarrean los doctores, sino la de alguien urgido de alimento espiritual. Sabía, especialmente sobre la historia de la poesía cubana, dónde estaba el verso más original o digno de cada autor. Y se defendía de la vida citando esos versos. Un sentido trágico lo persiguió más allá de las Linden Lane Press páginas. Fue marcado por el deceso prematuro de su padre, mientras la pérdida de un hijo que no nació devino otro tema de sus cantos (al nonato “Cristo Assef” dedicó un texto). Nos hicimos más amigos precisamente mientras yo lo

Belkis Cuza Malé

adentro habita de tus soledades, cómo te escaparás de las verdades que regresan tullidas desde afuera.

Me cago hasta en la madre de los dioses si no pueden sacarme de este enredo. Mira, padre, si acaso yo no puedo salir todo lo limpio que quisiste, recuerda, tú también te me moriste y yo no pude, padre, y yo no puedo.

Francis Sánchez (Ciego de Ávila, Cuba, 1970). Francis Sánchez (Ciego de Ävila, Cuba, 1970). Escritor, poeta visual y periodista. Dirige la revista cultural independiente Árbol Invertido (www.arbolinvertido.com). Tiene varios libros publicados de poesía, prosa y ensayos. Este texto suyo fue publicado en su blog “Hombre en las nubes”, a raíz de la muerte del poeta Pedro A. Assef.

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Jorge Menéndez Abuela en Galiano Después de la ruptura con Antonio, abuela se fue a vivir a un principal de Galiano con sus dos hijas casadas, las tías Piedad o (Nena) y Olga Feo, y como siempre en su amor compasivo me llevó con ella imponiéndole mi presencia a sus hijas y a sus maridos. Yo no tenía la más mínima idea de su sacrificio como lo supe más tarde, pero en verdad después de la salida de la Casa Cuna, su actitud de no separarme de ella fue una suerte grande para mi vida. Allí pasé gran parte de mi infancia, con algunos intervalos en los que, al parecer, las crisis estallaban y ella tenía que ceder y dejarme ir un tiempo con alguno de mis padres. Era desesperante no tener una niñez normal aun en medio de la pobreza, pero no existía para nosotros un verdadero hogar, ni para mí ni para mi hermano. Pero ya era tarde, Jesús fue a vivir su azorosa vida con nuestra madre y el padrastro que nos impuso, y yo estaba en la Plaza, primero en el entresuelo con Antonio Feo y más tarde en el Principal de Galiano, iba a una escuela pública, la #21, que estaba en la calle Rayo e Indio, casi llegando a

San Nicolás, y por las mañanas salía con la maleta, cruzaba la calle y entraba por Rayo hasta la calle Indio donde se encontraba la escuela. Recuerdo que iba apurando el paso para llegar a tiempo al desayuno escolar y hacía la cola para tomar mi jarro de chocolate con galleticas de soda que repartía el viejo conserje. Me gustaba llegar a tiempo para este desaryuno aunque muchas veces lo suspendían porque faltaba el presupuesto y decían que los malos políticos se lo robaban. ¿Cómo era posible esto —me preguntaba—, robarle un poco de chocolate a los muchachos pobres?. Luego entrábamos a las aulas hasta el mediodía que salíamos al compás de la marcha turca de Mozart que tocaba la maestra de los niños del tercer grado. Cuando abuela no estaba en la cocina se sentaba en su sillón frente al gran radio alemán de ojo mágico y allí escuchaba sus juegos de pelota o sus novelas. Tenía la costumbre de poner los pies es un banquillo y llamarme para que se los rascara con un ganchito de pelo. Esto fue un ritual por el que pasó toda la familia, siendo yo el último de la cadena y desde luego, tenía que escuchar también sus novelas preferidas o el juego completo de la pelota. Ella era Almendarista y sufría mucho cuando su equipo estaba perdiendo, lo mismo que sufría con los grandes conflictos Isabella Weissvert Maggi

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de “El derecho de nacer” o de “El collar de lágrimas” en la voz perfecta de aquella artista que se llamó María Valero y que una noche trágica fue atropellada por un auto en el Malecón de La Habana. Cuando al fin terminaba mis deberes con los pies de ella y se acababan las novelas o la pelota, abuela cogía sus libretas y se ponía a escribir y yo salía volando para jugar pelota en la Plaza. Abuela también era espiritista y cuando escribía con su letra grande en sus libretas empastadas, creía de buena fe que un ser espiritual la guiaba en sus inspiraciones, y así dejó varios de estos tomos, entre los cuales hay muchos dedicados a sus hijos, poemas y prosas con distintos temas, pero en todos se traslucía su preocupación y su amor por toda la familia y por todos los problemas que cada uno tenía. Cada cierto tiempo iba a las sesiones espirituales , al gran salón llamado “Amalia Domingo y Soler”, que era como la gran guía espiritual de ellos y me llevaba a mí con gran dolor de mi alma, porque casi siempre me quedaba dormido en medio de aquellas conferencias y sesiones. Ya cuando se retiraban los seres o entidades del otro mundo, abuela me despertaba y se despedía de todos con la pena que le causaba el que yo no prestara atención y aún estuviera medio embobecido del sueño. En otras ocasiones me llevaba al cine Reina donde siempre ponían películas en español, por lo regular mexicanas y de la famosa actriz Sara García, que era un mar de lágrimas en la pantalla, y que le gustaban tanto, porque al cabo ella también terminaba llorando , y yo a su lado sufriendo las penas de las películas y las de ella que era tan sensible a estas cosas. Y luego, para desquitarme de

tantos malos momentos le pedía una peseta y me iba al cine Lira, que estaba en la calle Industria frente al antiguo teatro Campoamor, y allí me daba una verdadera tanda de episodios de Tarzán, Superman, Fantasma, Capitán Maravilla, etc, y entraba de nuevo en el mundo mágico de los niños. Como yo era el mandadero de la familia, abuela me llamaba desde el balcón de Galiano cada vez que me necesitaba. Era imposible ocultarse de su voz que estremecía la Plaza entera y yo no tenía más remedio que dejar mis juegos e ir corriendo para hacer el mandado. Y como era tan selectiva tenía que ir a un lugar específico cada vez que había que comprar algo. Así es que me echaba el dinero por el balcón y me decía lo que tenía que comprar y a dónde tenía que ir. Como la Plaza era un emporio de comercios todo estaba cerca y yo volaba para terminar pronto y seguir jugando. El pan en La Francesa, que estaba en la calle Äguila; el café, de El Bombero, y si era algún helado tenía que ser de La Josefina, la famosa heladería de la calle Ängeles. Y así era todo y todo tenía que ser de primera, porque Abuela no aceptaba mercancías de segunda clase. Luego, a la tarde, volvía al balcón para llamar con su potente voz a Gerónimo, un negro viejo que vivía de las limosnas de las personas caritativas, y cuando abuela lo llamaba ya ella había recogido su comida en una de esas latas grandes de chorizo, y el pobre negro venía con su lentitud y su triste sonrisa habitual, y subía renqueando las viejas escaleras de caracol hasta llegar a la puerta donde abuela lo esperaba para darle su pan de cada día.

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En realidad yo no era un niño manso, como no comprendía mi situación y me crié sin mis padres. Era en verdad algo rebelde, y muchas veces abuela tenía que disciplinarme a base de duros chancletazos, y yo sabía disparado y me escondía detrás del escaparate. Pero lo que más me disgustaba eran los castigos de no salir y dejarme en la casa porque para mí la vida eran las películas de acción y los juegos de pelota. Ya ahora que soy mayor y que como siempre en la vida llega muy tarde, la comprendo y me apiado de ella y le pido a Dios que me perdone por todo lo que la hice sufrir, apenas sin saberlo ni entenderlo. Ella había sido profesora de piano en su juventud, pero no recuerdo que tuviera ninguno en esa triste época de su vida, aunque una vez la oí tocar un día que nuestro vecino la invitó para que se sentara en su piano, y ella tocó algunas piezas clásicas, mientras mis ojos se humedecían con los recuerdos y la memoria de Beethoven. Abuela se deterioraba a ojos vistas en sus últimos años; se puso obesa, y se caía con frecuencia. Ya no era la muchacha de las fotos con el abuelo asturiano ni con Antonio Feo. Vivía pegada a su radio o escribiendo como podía en sus viejos cuadernos de pasta, Un día se fracturó un brazo en una de sus caídas, y el tío Mario la llevó al médico. Luego vino llorando, con una serie de placas de rayos x en sus brazos. Abuela tenía cáncer en sus huesos y el mal ya estaba bastante avanzado. No la llevaron al hospital; mi tío le

compró una cama muy especial y allí en el Principal de Galiano murió cuando tenía 59 años. A mi tío Mario lo afectó mucho la muerte de su madre, porque él también la había hecho sufrir en su juventud algo desenfrenada, por su afición al juego, pero ya tenía un taller de corbatas y una situación económica buena, por lo cual se ocupó de todo, de su enfermedad y de su sepelio. Cuando murió le hizo una hermosa lápida que fue colocada en el panteón de la familia y que decía escuétamente: “Piedad, te recordamos siempre como tú querías, con cariño y amor sincero, Tus hijos. 10 de junio de 1948”. Extrañamente, esa lápida que ya tiene casi 60 años está allí todavía; los miserables ladrones del cementerio de Colón, que se llevan todo, hasta los floreros de las tumbas, han respetado la hermosa lápida en forma de cruz que el tío Mario le hizo, y aún se conserva con la breve y cariñosa dedicatoria, ya casi borrada por la lluvia y el paso implacable del tiempo.

Jorge Menéndez

(La Habana, Cuba, 1935), poeta y escritor, que ha colaborado con poemas (1957) en la revista Ciclón, (fundada por José Rodríguez Feo, y Virgilio Piñera), y “Relato de la Sierra” (1959), donde narra su experiencia en la Sierra Maestra, como enfermero en el hospital rebelde de La Plata, traas haber sido herido en combate, pues perfenecía al cuerpo del ejército constitucional. Artìculos suyos han aparecido en periódicos y revistas de Miami, donde reside desde 1991.

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Notas de Libros Juan Cueto-Roig. Palabras en la tarde. Madrid: Editorial Verbum, 2017

Cuando escucho o leo, “la tarde”, lo primero que me viene a la mente es el bolero de Sindo Garay, una melodía que marcó pautas, y, por lo demás, una de las piezas más enigmáticas, más hermosas y con más carga poética, del cancionero cubano. Un tema donde la luz que arde – imaginen una “luz” que “arde”– en unos ojos amados provoca el alba o que muera la tarde. No dice que caiga la tarde sino que muera. La tarde posee, más allá del simbolismo que se le pueda atribuir como preámbulo del fin –acabamiento o muerte–, una marcada influencia –al igual que la luna– sobre los seres vivos. En el plano físico, está comprobado que la temperatura corporal sube al atardecer. Los científicos, por su parte, plantean que durante el ciclo circadiano de 24 horas, nuestras capacidades sensoriales se agudizan y alcanzan un máximo precisamente al atardecer. “Al atardecer es cuando más se aprecia el hogar”, decía Goethe. Y el gran Bulgákov pone en voz de Voland esta sentencia: “¡Dioses, dioses míos! ¡Qué triste es la tierra al atardecer! ¡Qué misteriosa la niebla sobre los pantanos!” Podríamos pensar que mi amigo Juan Cueto Roig con su antología personal Palabras en la tarde (Verbum,

2017), donde incluye, muy acertadamente, una selección de sus poemas traducidos, al utilizar la expresión “la tarde”, se planteara advertir al lector que se trata de un resumen de lo que él estima significativo o lo que más le satisface de lo que ha hecho hasta ahora, en un momento propicio para mirar atrás. Nada más lejos de la realidad. Aunque sin duda hay muestras de lo anterior, a pesar de la fina ironía y el humor elegante que derrocha el poeta, parte de la carga de “la tarde” se filtra en las páginas de esta antología, que para complicar el asunto del título resulta que lo que hay en “la tarde” es “palabras”. Así que de la misma manera que “tarde” nos remite, quizás hasta sin proponérnoslo, a un fin próximo de algo, “palabras” nos vuelve al principio de los tiempos, al logos primigenio, cuando lo que prevalecía al decir de otro Juan, el evangelista, era el Verbo, la palabra. “El Verbo que era con Dios, el Verbo que era Dios”. Entonces el fin se transforma en un nuevo comienzo. Termina un ciclo y comienza otro. Sin embargo, todo no es tan sencillo. “La tarde”, su sonoriad y lo que ella conlleva, y por partida doble, está ya en el primer libro publicado por Cueto Roig, En la tarde, tarde, en 1996, hace 21 años. Y el título de su segundo libro, Palabras en fila, en clase y en recreo, publicado en el 2000, comienza precisamente con el vocablo “palabras”. Lo que tal vez ponga de manifiesto la afinidad del poeta con ciertos términos –“tarde” y “palabras”, en este caso–, algo que no es nada raro en el mundo literario. A mí mismo, y perdónenme que asuma la primera persona, me obsesiona el paso del tiempo y esa palabra, “tiempo”, aparece en varios títulos de mis libros. En resumen, como insinué antes, estimo que CuetoRoig, más que otra cosa, lo que hace es que saca a relucir el niño que lleva dentro y lo estimula para que juegue con el lector. Con nosotros. Y para ello nos ofrece, por ejemplo, peligrosas frutas: mamey, sandía, mamoncillo, anón, níspero, piña, coco –para terminar, antes de presentarnos a la pobre picuala y la “desafiante y altiva” palma real–, con una combinación de obvias connotaciones místicas, pero realmente problemática, la papaya y el plátano. La papaya, sensual, pero decente, trata en vano de cubrirse con las hojas sus enormes ubres verdes. Mientras el plátano a su lado descarado exhibe sin recato su racimo enhiesto. Me gusta mucho de la primera entrega de Cueto la “Receta para un poema triste”, sus Sátiras, y sobre todo sus “Adivinanzas de la UNEAC”, vitriólicas pero divertidas. Y, desde luego, acompañado de una cita del padre Gaztelu, el poema que le da título al libro, que siempre que lo leo me recuerda otro de Gutiérrez Nájera, no porque se parezcan, que en nada se parecen, sino porque ambos coinciden en la preferencia sobre la última hora. El del mexicano comienza así: “Quiero morir cuando decline el día…” El segundo libro –fresco, juvenil– es un tríptico

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que agrupa doce “haikus para un día lluvioso”; composiciones de diferente hechura, entre ellas Cada noche Rufina y Destierro, dos de mis textos preferidos; para terminar, quiero protestar enérgicamente porque dos de los poemas que más me entusiasmaban Papa y Yuca, el poeta los excluyó sin misericordia. En la siguiente sección, Últimos poemas, Cueto reúne 6 textos. A mí los seis me parecen excelentes, pero no quiero dejar de mencionar Viaje a un antiguo recorte de periódico, que me impresionó por el horror contenido, un horror que no está en las palabras sino detrás y que no admite adjetivos. Un poema desolador. Pienso que La voz de las ruinas y sobre todo, Su mirada, su sonrisa, son dos grandes poemas atemporales. Palabras en la tarde cierra con un muestrario bastante representativo de la labor de Cueto Roig como traductor. Una labor que no se ha estudiado como se merece y aunque se han realizado algunos comentarios muy elogiosos, tampoco ha obtenido la repercusión que requiere tan encomiable y meritorio trabajo. Porque si hay algo que identifica la mirada del poeta como traductor es su conexión, me atrevería a utilizar la palabra comunión, con el poeta traducido. Es una cualidad rara que va más allá del dominio del idioma y que entra dentro del campo de la sensibilidad. Cummings, por ejemplo, era un poeta que a mí me resultaba frío, artificioso, alambicado. Cueto lo despojó de andariveles

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y me mostró otro Cummings que yo no veía. De Kavafis, uno de mis poetas preferidos, hizo espléndidas traducciones, mucho mejores que algunas muy famosas. Y se los dice alguien que ha leído mucho a Kavafis. Sería prolijo nombrar a todos los poetas traducidos por Cueto. Si no lo han hecho aún, los invito a acercarse a ellos a través de nuestro amigo. Les aseguro que no se arrepentirán. Palabras en la tarde, más allá de doctas o torpes elucubraciones que no llevan a ninguna parte, lo que hace es brindarnos un banquete de buena poesía. Sí, sé que es difícil definir lo que es buena poesía porque muchas veces ese criterio está en función de los tiempos y los gustos personales. No obstante, cuando el lector coge un libro y no lo puede soltar, he ahí un buen indicador. Este es el caso. Cueto, tal vez con excesivo rigor, ya que ha eliminado de sus dos primeros libros más de 30 poemas, ha construido una base sólida donde echarse a descansar sin reparos. Está hecho el trabajo y muy bien hecho. Él nos invita a adentrarnos en su mundo. Un mundo donde yo sigo viendo a ese niño travieso que nos hace guiños. Un mundo que es este nuestro pero también otro que fue y que ya no existe. Un mundo único y personal que sólo permanecerá en las palabras, en estas palabras filtradas en la tarde.

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JOSÉ ABREU FELIPPE

VISIÓN 21 /21 Baltasar Santiago Martín Tomos I y II

Este libro escrito en español e ilustrado con fotos a todo color incluye las entrevistas realizadas por el autor a bailarines de ballet, cantantes de ópera, actores y actrices, pintores, escritores y poetas, tanto cubanos como latinoamericanos, desde finales del 2013 hasta agosto del 2016, así como reseñas de libros y espectáculos artísticos de ballet, ópera, zarzuela y teatro presentados en Miami, Londres y Praga en ese mismo período.

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I dont i

Felipe Lázaro. Tiempo de exilio. Madrid, Betania. Colección Antologías, 2016

Unos 50 poemas, pertenecientes a seis libros publicados, sintetizan la obra de Felipe Lázaro (Güines, Cuba, 1948) seleccionada en Tiempo de exilio. Antología poética 1974-2014, retazos de una vida arrojada fuera de la patria. Así el poeta ensarta su dilatado exilio en la aguja de un verso adaptado al exacto existir, a la experiencia emocional y cultural más perceptible, sin que le tiemble el pulso al guiarse siempre por la rajadura del desprendimiento, la condición de exiliado como hilo conductor que lo perdió y al mismo tiempo le ha permitido encontrarse para la poesía. Llama la atención precisamente, en sus versos y en declaraciones concedidas que, a pesar de salir de Cuba con solo 12 años (1960), Felipe Lázaro reclame el término “exilio”, cargado de connotaciones políticas, lo que imprime un nivel de coherencia muy consciente a la problemática de su visión literaria desde su primer libro hasta esta selección personal que no ha podido recibir mejor título. “Emigración” y “diáspora”, nombres más desideologizados, se reparten a veces entre los poetas cubanos y sus orbes construidos lejos de la tierra natal a través de diferentes ciclos del éxodo extraordinario iniciado

en 1959. Felipe Lázaro, quien se graduaría de Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, empezó a escribir ya fuera de su isla, durante lo que llama “mi destierro puertorriqueño”, un período que duró hasta 1967, cuando se trasladó a Madrid. Su despertar a la literatura, por tanto, unido a su alcance de la adultez, significó chocar con la ausencia, asimilar la pérdida del suelo nacional y el otro, el de la infancia: “Detrás de cada estancia evaporada/ encuentro recuerdos” (“Nostalgias arrebatadas del naufragio”). Luego, su discurso lírico parte del punto de reconocer una condena recibida, una muerte impuesta a diario, el destierro, pero no se limita a enunciar razones deducibles de un foro civil, sino que transita, ya de niño, ya de joven, por evocaciones y sensaciones propias de una forma de vida inocente, usada, acorralada contra el fondo de la historia, con el “abismo de la extrañeza/ el estar fuera” (“Despedida del asombro”). Desde ese fondo doloroso y confuso, emergen solo contados datos que ubican al poeta entre aquellos acontecimientos derivados de la revolución de 1959, aunque resultan suficientes, como el poema-inventario que dedicara a Jorge Valls, alguien entonces casi inexistente en Cuba, preso político “plantado” o negado a la reeducación, y donde se subraya la importancia de un espacio vital mínimo: “Lugar: La Cabaña-cárcel,/ un camastro,/ una mesita,/ unos libros,/ poca luz”. Paralelamente, en “Trasplantado”, otro texto de su primer libro (Despedida del asombro, 1974), al hacerse un autorretrato, describe cómo pasa el tiempo para él, el exiliado, en un mundo demasiado inasible, o más bien cómo no pasa, pues aquí el deambular ordinario adquiere la densidad del cuerpo moribundo: “Trasplantado,/ vivir cotidianamente/ como agonizando/ mantenido por savia propia/ raspando paredes...”. Destacan tres cuerdas esenciales en el laúd de este desterrado. La primera, la vena del exilio, se pone sobre el tapete una y otra vez, desde el poema que abre esta selección, “La partida”, y domina ampliamente el conjunto. La segunda, aparece después que el dolor se tensa demasiado, como solución parcial al vértigo, refrena los sentimientos dramáticos y trae una poesía de aliento festivo, distanciada, burlona, especialmente apreciable dentro del libro Los muertos están cada vez más indóciles (1987), en que predomina el tono menor, el juego, la ironía, la parodia, junto con un tipo de anacreónticas que por razones más cubanas loan también al vino, los placeres pasajeros, la búsqueda de la felicidad sin el plomo de la política y habiendo renunciado a todo afán para cruzar, como el mulo de Lezama Lima, el vacío de la historia: “los días pasan mejor contando botellas”, dice. No obstante, incluso dentro de esa zona aparentemente disoluta, el náufrago en tierra descubre y celebra auténticos asideros: la amistad (“La intolerancia se disipa con un buen jerez”), el carpe diem, la estética, el hedonismo, y el amor. Por último, una poesía de temática amorosa completa la tríada, siendo exclusiva en el cuaderno Ditirambos amorosos (1981) y sobresaliente dentro de Un sueño muy ebrio sobre la arena (2003). Se trata de tres campos semánticos que se

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entrecruzan y, a veces, contrastan con toda intención. Así la intimidad del amor carnal se prueba y cobra significado, por ejemplo, según “Nosotros en un cuarto trinchera cambiamos el mundo (...) Allí reside la esperanza humana,/ allí con una sinceridad de luz hermanada/ construimos nuestro mundo verdadero”. Sin embargo, el testimonio que más conmueve dentro de la poesía de Felipe Lázaro, y por mucho, porque le pertenece de nacimiento y lo ha asumido además como un mandato de la historia a su sensibilidad, la historia suya y la de los suyos, es el de perseguir la meta del exilio. Se sobrepone al papel de mero receptor y aúna todo su ser, un ser hecho de dudas, dolores, rebeldías y delirios, pero también de la experiencia de otros poetas como los cubanos José Mario y Gastón Baquero, junto con Cernuda y Saint John Perse, la tragedia impuesta por “la histeria patria” se ve arrojado contra su voluntad sobre la última playa de la infancia, “su verdadero país”, porque “solo le queda

rememorar”. En el libro Las aguas (1979), el texto “Árbol extraño” ofrece un arquetipo del exiliado, símbolo que resurge de una fisura ontológica por más de un motivo, porque el poeta habla con su hijo, quien constituye su imagen biológica, y porque describe algo que existe o trata de permanecer independiente, fuera de ambos: “Contemplo un árbol ceniciento/ cuyas raíces/ –pálidas de frío– / se succionan entre sí [...] hambrientas de suelo”. | Esta planta, la identidad construida del poeta, muere de extrañeza, de parecer irreconocible lejos de su cuna natural, y el hablante da por hecho que debe regresar a su Ítaca más tarde o más temprano y remontará el cauce primigenio, pero sin que esto tampoco lo salve, porque entonces va a consumarse la pérdida definitiva, cuando sea el hijo quien no se reconozca en él: “Porque después de todo este constante emigrar,/ a lo mejor hasta para ti,/ llegue a ser un desconocido más”. Un pequeño texto, aquel con menos palabras de

ANA KIKA LÓPEZ

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cuantos se reúnen en la antología de Tiempo de exilio, como balbuceado apenas por unos labios con frío, resulta quizás el más significativo, pues sugiere de forma total esa impotencia que aplasta a alguien convertido en un completo extraño en tierra ajena. La brevedad y el efecto sensorial de este poema, por medio de la sinestesia, remiten al primer impacto del exilio sobre el ser humano, un trauma aún sin racionalizar, estamos por debajo del “grado cero” del destierro, en términos naturales o climáticos, pero sobre todo en el orden de la comunicación humana: Tan fría es la ausencia que hasta el silencio se hiela. (“Nostalgia”) Aquí el título no quedó meramente colgado como un guante, establece contrapunteo tembloroso con los tres versos (¿o son solo dos líneas, con la paridad al final quebrada, reflejando formalmente el desasosiego, el instante en que se rompe el equilibrio?), porque si el cuerpo del poema está helado, si consiste en la descripción de un invierno absoluto, el título, por el contrario, sugiere sobrevivencia, ansia, temblor de una llama espiritual que intenta alumbrar el tiempo ido.

Sentimos que, por debajo del gran costo humano, de la capa de hielo, sigue latiendo algo, ese algo de una identidad con ganas de encontrar o encontrarse, impidiendo la imposición del silencio. Este texto, por imprimir una imagen macro del exilio, pudiera haberse titulado así mismo, Exilio, aunque entonces quizás sería menos sugestivo, derrocharía la energía de su apretado mecanismo verbal rindiendo apenas un informe del estado del tiempo epocal, mientras el título Nostalgia desplaza su eje imaginario hacia la misma voluntad individual que produce un poco del calor humano que busca sin éxito. Sentirse exiliado proviene de la base de la condición humana, y todo poeta verdadero, esté donde esté, cumple una parte de ese cometido que lo expulsa de un primer jardín, vivir siempre de tránsito, como el peregrino de las Soledades de Góngora. “Sigue, sigue adelante y no regreses,/ [...] no eches de menos un destino más fácil”, susurra Cernuda en un soplo por lo bajo, y las velas se llenan.

FRANCIS SÁNCHEZ

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