Los Límites de la Fundación

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esta mañana se ha desarrollado ahí adentro me ha abierto los ojos y pretendo, a mi vez, abrir los ojos al Consejo. Compor exclamó: - ¡Estás loco! - De acuerdo. Ven conmigo y escucha. Los dos bajaron las escaleras. Eran los únicos que quedaban, los últimos en completar el descenso. Y mientras Trevize se adelantaba ligeramente, los labios de Compor se movieron en silencio, lanzando una muda palabra en dirección a la espalda del otro: «¡Tonto!» 2 La alcaldesa Harla Branno declaró abierta la sesión del Consejo Ejecutivo. Sus ojos habían mirado a los reunidos sin muestras visibles de interés; no obstante, ninguno dudó de que había advertido quiénes estaban presentes y quiénes no habían llegado todavía. Su cabello gris estaba peinado en un estilo que no era marcadamente femenino ni imitación del masculino. Era el modo en que ella lo llevaba, nada más. Su rostro desapasionado no destacaba por su belleza, pero no era precisamente belleza lo que uno esperaba ver en él. Era el administrador más capaz del planeta. Nadie podía acusarla de poseer la brillantez de los Salvor Hardin y los Hober Mallow, cuyas historias animaron los primeros dos siglos de existencia de la Fundación, pero tampoco nadie podía asociarla con las locuras de los hereditarios Indbur que habían gobernado la Fundación antes de la aparición del Mulo. Sus discursos no excitaban la mente de los hombres, ni tenía el don del dramatismo, pero poseía la capacidad de tomar decisiones sensatas y defenderlas mientras estuviese convencida de que eran acertadas. Sin un carisma evidente, tenía la habilidad de persuadir a los votantes de que esas decisiones serían acertadas. Puesto que, según la doctrina de Seldon, el cambio histórico es muy difícil de alterar (siempre salvando lo imprevisible, cosa que la mayoría de seldonistas suele olvidar, pese al incidente del Mulo), la Fundación podía haber mantenido su capital en Términus bajo cualquier circunstancia. Pero esto es un imponderable. Seldon, en su reciente aparición como un simulacro de quinientos años de edad, había fijado tranquilamente la probabilidad de continuar en Términus en un 87,2 por 100. No obstante, incluso para los seldonistas, ello significaba que había un 12,8 por 100 de posibilidades de que se hubiese realizado el traslado a algún punto más cercano al centro de la Confederación de la Fundación, con todas las fatales consecuencias que Seldon había esbozado. El hecho de que esta posibilidad de uno entre ocho no hubiese tenido lugar se debía a la alcaldesa Branno. Era indudable que ella no lo hubiese permitido. Incluso en períodos de considerable impopularidad, se había aferrado a la decisión de que Términus era la sede tradicional de la Fundación y continuaría siéndolo. Sus enemigos políticos habían caricaturizado su pronunciada mandíbula (con cierta efectividad, había que admitirlo) como un bloque colgante de granito. Y ahora Seldon había respaldado su punto de vista y, al menos por el momento, eso le proporcionaba una considerable ventaja política Al parecer había dicho un año antes que si Seldon la respaldaba en su próxima aparición, consideraría su labor felizmente concluida.

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