Los Límites de la Fundación

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Bliss hizo un sonido burlón con los labios. Trevize se mantuvo firme. - Cuando estaba tomando la decisión, la mujer que acompañaba al orador... - El la llamó Novi. - Pues bien, esa Novi dijo que Gaia fue encauzado por unos robots que ya no existen y que Gaia fue aleccionado para observar una versión de las Tres Leyes de la Robótica. - Es totalmente cierto. - ¿Y los robots ya no existen? - Es lo que Novi dijo. - No es lo que Novi dijo. Recuerdo sus palabras exactas. Dijo: «Gaia fue formado hace miles de años con la ayuda de robots que, durante un corto período de tiempo, sirvieron a la especie humana y ahora ya no la sirven.» - Y bien, Trev, ¿significa eso que ya no existen? - No, significa que ya no sirven. ¿No es posible que, en cambio, gobiernen? - ¡Ridículo!, - ¿O supervisen? ¿Por qué estaba usted allí en el momento de la decisión? usted no parecía ser esencial. Era Novi quien llevaba el asunto y ella es Gaia. ¿Qué necesidad teníamos de usted? A menos que... - ¿Bueno? A menos que ¿qué? - A menos que usted sea la supervisora cuyo papel consista en asegurarse de que Gaia no olvide las Tres Leyes. A menos que sea un robot, tan bien hecho que no puede distinguirse de un ser humano. - Si no se me puede distinguir de un ser humano, ¿cómo es que usted cree poder hacerlo? – inquirió Bliss con una sombra de sarcasmo. Trevize se echó hacia atrás. - ¿No me aseguran todos ustedes que tengo la facultad de estar seguro; de tomar decisiones, ver soluciones, llegar a las conclusiones correctas? No soy yo quien lo afirmo; es lo que ustedes dicen de mí. Pues bien, desde el momento en que la vi me sentí inquieto. Usted tenía algo raro. Sin duda soy tan susceptible al encanto femenino como el mismo Pelorat, o incluso más, y usted tiene el aspecto de una mujer atractiva. Sin embargo, ni por un momento sentí la más ligera atracción. - No sabe cuánto me apena oír eso. Trevize pasó por alto el comentario y dijo: - Cuando entró en nuestra nave, Janov y yo habíamos estado debatiendo la posibilidad de una civilización no humana en Gaia, y cuando Janov la vio, preguntó, en su inocencia: «¿ Es usted humana?» Quizás un robot deba contestar la verdad, pero supongo que puede ser evasivo. Usted se limitó a decir: «¿No parezco humana?» Sí, parece humana, Bliss, pero permítame volver a preguntárselo. ¿ Es usted humana? Bliss no contestó y Trevize continuó: - Creo que incluso en aquel primer momento, intuí que no era una mujer. Es un robot y yo lo supe de algún modo. Y a causa de mi intuición, todos los acontecimientos que siguieron tuvieron sentido para mí, en particular su ausencia de la comida. - ¿Cree que no puedo comer, Trev? ¿Ha olvidado que tomé un plato de gambas en su nave? Le aseguro que soy capaz de comer y de realizar cualquier otra función biológica. Incluido, antes de que me lo pregunte, el sexo. Y, sin embargo, admito que eso sólo no demuestra que no sea un robot. Los robots habían alcanzado un grado de perfección, incluso miles de 262


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