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Las espías

Raimunda de Amandarain fue conocida en los ambientes noctámbulos de Bilbao, con los sobrenombres de “Aurora de Bilbao” y la “Sultana”, porque se ganaba la vida como artista de variedades en los establecimientos que proliferaban en el lugar que comenzaba a conocerse como “La Palanca”. Desde allí se fue en 1916 con Adolfo Guerrero a Inglaterra y fue agente doble durante la I Guerra Mundial. Raimunda es la protagonista de una novela recientemente publicada con el título “La Sultana”, que nos cuenta su vida y nos lleva por el barrio de San Francisco en el primer tercio del siglo XX.

Precisamente en ese barrio vivió también otra espía, Ramona de Arregui Olavarrieta, que nació en Okondo, el 24 de julio de 1823 y falleció en Bilbao el 27 de febrero de 1901. Tal y como se recoge en la reproducción de su partida de matrimonio, se casó con Julián de Areilza Hurtado de Saracho, el 26 de noviembre de 1852 en la parroquia de San Vicente Mártir, de Abando. De este matrimonio nacieron 4 hijos, entre ellos el doctor Enrique de Areilza, que da nombre a una céntrica calle de Bilbao.

Además de regentar, junto a su marido, una ferretería en Bilbao la Vieja, Ramona fue una mujer de religiosidad severa y durante la segunda guerra carlista (1872-1876) dirigió un núcleo de información y de espionaje entre la ciudad de Bilbao, sitiada en ese momento, y el cuartel general del aspirante al trono Carlos VII.

María Teresa Verdes Elorriaga, nació en Bilbao, concretamente en la casa de su familia en la calle Jardines, el 23 de abril de 1907 y fue bautizada en la parroquia del Señor Santiago. Desde joven trabajó en la librería Verdes, librería-imprenta familiar de la Calle

Correo en Bilbao. Perteneció al PNV y fue miembro de Emakume Abertzale Batza. Junto a Bitxori Etxeberria, Delia Lauroba e Itziar Mujica formó la Red Alava, y fueron las encargadas de mantener los canales de comunicación entre las cárceles y el Gobierno Vasco en el exilio. Teresa Verdes, cuyo hermano José Verdes estuvo preso en las cárceles de Larrinaga y Burgos, fue una pieza fundamental para trasladar información sobre la situación procesal de los y las detenidas y logró los contactos necesarios para acceder a documentos de la Auditoría y la Capitanía General de Burgos.

Gracias a ella, y al resto de mujeres, se consiguieron revocar numerosas penas de muerte. Fue apresada junto con el resto de la red en 1940 es condenada a muerte en 1941. Gracias a la intervención de la Santa Sede, su pena fue conmutada y su condena se redujo a 25 años en la cárcel de mujeres de las Ventas en Madrid. Obtuvo la libertad en abril de 1942, y desde entonces, compatibilizó su trabajo en la librería familiar con la ayuda a los presos vascos. Falleció en Bilbao el 16 de marzo de 1956 •