Emiliano Scaricaciottoli/ Fundidor

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F U N D I DOR

de Emiliano Scaricaciottoli fue impreso en la nobilĂ­sima ciudad de Buenos Aires, aĂąo veinte del siglo. TOLLE, LEGE.






Scaricaciottoli, Emiliano Fundidor/ Emiliano Scaricaciottoli - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Barnacle, 2020. 110 p.; 21 x 15 cm. ISBN 978-987-4044-54-9 1. Novela. 2. Narrativa Argentina Contemporánea. I. Título. CDD A863

Editora General: Verónica Vega Diseño de tapa: Azúcar Ramón y Merlina H. Cisnero

Primera edición: Octubre de 2020 (c) 2020, Emiliano Scaricaciottoli Buenos Aires- Argentina ISBN 978-987-4044-54-9

BARNACLE

Libros homogéneos y comerciales barnacle.cia @gmail.com www.barnacle.com.ar

Impreso en la Argentina Printed in Argentina Queda hecho el depósito que previene la ley 11723


I. Cabeza de cobra (en el subte del hipopótamo)

S

alvia Divinorum. Qué difícil que se está haciendo ahora que un puñado de sanguijuelas trabaja allí abajo. Mordiendo como si no. Mordiendo como si no escuches. Mordiendo como si seguí durmiendo. Qué difícil que se me hace no escuchar toda esa guerra. Todo lo que ocurre y me mira. Lo que pasa está documentado y archivado para ser usado cuando el volcán se active. Y así, mil millones de estrellas en esta galaxia se desconocen, y pasan por el mismo fragmento mágico de “cosa oscura”. La “cosa oscura” tenía nombres muy diversos, hasta que él me agarró de la mano y apagó las luces para llamarla, como se invoca a una presencia que lastima. Nunca me dejé llevar por las invocaciones o las presencias buscadas: ir hacia la “cosa oscura”. “Dos pasos hacia adelante”, me recordaba mi padre la máxima de Lenin. Sin dudar. Llegamos a la cocina y ahí pronunció la proposición: “Acá están, ganales o sabrán de vos”. “Vencer”, Horcas. Esa canción vino después, aunque el sentimiento sea el mismo: vencerlos en su territorio, en sus hoyos vietnamitas. En aquel entonces éramos dos tipos (un adulto y esa ameba insoportable en que nos convertimos cuando tomamos forma, en la niñez) en calzoncillos, en la cocina de Larrea 857, esperando que alguien sangrara y prevaleciera desde la oscuridad plena. Más bien, él me observaba en ese proceso de ir amigándome con los malos. Ahora, en este 147 miserable, en el rincón, en la guarida, escuchando esa mierda fabricada para un momento Kodak de cumpleaños de 15 (tipo Enia, más bien para reikistas o salas de espera odontológicas), dolorido (por arriba y por detrás), calculo cuánto hay entre la “cosa oscura” y el bidet. Ni ganas de FUNDIDOR

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mover un pie. Ni ganas de trasladarme. Además, ellos siguen allí, como lo había señalado mi viejo hace más de 30 años —en calzoncillos, claro— y no van a darme más tregua. Ya conocen mis amagues. Todavía hay algo de luz afuera, dañina. Habrá que esperar. Paciencia: acción espiralada de mi historia clínica. Hace 3 días que duermo en el auto. Algo de lo que hace Burdu por las noches me está perturbando y no puedo quedarme quieto en mi habitación. Ella tampoco. Respondí un mail antes de salir a las escuelas. Le escribí a Mariana, la de la juguetería que tocaba “Escalera al cielo” en una criolla, Antigua Casa Núñez. Puse esto: “Te pienso. Leerás? Si respondés, gracias y si no…” Y si no pegate un tiro, forra. Mentira. El hecho supurante es que Mariana dejó de responderme. Mi relación con Eli, las fabulaciones de que mi tía Libertad estuvo dos meses en coma inducido, de que me echaron de la Media 6, de que me cortaron el gas y demás estupideces que la convencieron, me llevaron a otra “cosa oscura”: el tajo. Me cortó el chorro de esa podredumbre trastornada, obsesiva y compulsiva de querer que me quieran, aún cuando no hay a quién querer porque me borro, no me interesa, o logro que me tengan ahí en la mesita de luz, contenido en un marco (mejor sería en un conteiner como en el disco de Riff… ahí sí querría salir, liberarme y liberarlos). Liberarlos. Yo, el supremo. Mariana me responde que me soñó en un bondi, de pelo cortito, un maletín, yo bajaba. ¿Por qué no me gritaste? No hacía falta. Ya logré eso: saber. Saber que me tenés en cuenta. ¿Cómo sería eso? Sería algo así como una (otra) espera. Esperar a que yo pregunte, y a que ella responda. Una vez que logro su signo vital me retuerzo en mi interior como si se me estuvieran prendiendo fuego los riñones, pero me río. No, no me río, gozo, me meo encima, me meto el dedo en la nariz y me saco todos los mocos secos, frenético, uno por uno. Respondí un mail antes de salir de casa. Le respondí. Mariana me leerá. Tengo que comprar esa libretita. Shanis (apostaría 8

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a que sus padres son bolivianos, solo ello justifica el sacrilegio gráfico de su nombre) me pide que escriba. Arrancaría así. Querida libreta de terapia cognitiva: Soñé con mi mamá, con mi mamá durmiendo. Luego, quien suscribe: me levanto, aún en duermevela, y me confundo. Tengo ganas de desnudarme y de meterle la pija a alguien que está en el living. Me voy desnudando cuando en la tracción cobro conciencia y velozmente logro vestirme. Todo sucede en mi habitación. ¿Está mal? No. Pero deberíamos arrancar con un patrón, una serie, la del hipopótamo, por ejemplo. Algo que me ayude a reconstruir. Nunca comprendí cómo alguien tan convencional, tan domesticado como yo, pueda sentir ganas de presenciar la desfiguración de un ser querido (no, siniestro es comprar un microondas porque uno llega tarde del trabajo y no quiere prender el horno; no lo que viene). Menos aún, nunca entendí por qué me llevaba virtualmente un impulso de ser yo el ejecutante. Jamás dije “muerte”, no hablo de muerte, hablo de desfiguraciones. Un vaso de Rigolleau, de esos gruesos de 5 milímetros, estallando contra la frente de mi padre, y él mirándome como se mira a Dios después de que el agua haya arrasado con todo. Sorprendido es sutil. Desfigurado, no por su frente digo, por el tajo gravitatorio en su frente; no por la sangre decorando su pecho, por los soldaditos del cristal penetrando su retina, no. Sino por una reacción inesperada. No. Inesperada es sutil. Una reacción de un enfermo mental. No. Sí. Pero no es un enfermo mental, es el profesor de música, el referente sindical, el buen padrino, el amoroso, el mimoso, el atento, el compañero. Un trotsko fundido sacando un cuchillo y quitándole un riñón a su madre mientras esta prepara la lasaña, un domingo antes de que Quilmes pierda, con los sobrinos, los primos, los abuelos, etc. La faz, knockeada. Arrancada, y sus gritos identificándola. Aquello que emerge de repente desde la “cosa oscura”; punción, nada de pulsión, punción. ¿Es la “cosa oscura” o soy yo? Amalgama (y desde ahora, sin comillas). Algo de esto sentía cuando Eli me metía los encordados prolijamente en el buche de las fundas de las guitarras, o cuando se reía con mis FUNDIDOR

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de Emiliano Scaricaciottoli fue impreso en la nobilĂ­sima ciudad de Buenos Aires, aĂąo veinte del siglo. TOLLE, LEGE.



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