BALCEI, nº 135

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mayo 2011

colaboraciones

una hierba fascinante: bryonia dioica

Brote de Bryonia dioica.

Estaba paseando por la Val de San Juan a finales de marzo cuando observé varios ejemplares de una planta que me ha atraído desde siempre. Decidí hacer algo que tenía en mente desde hacía tiempo: comentar públicamente esta atracción. Se trata de una planta herbácea y trepadora que siente predilección por zonas húmedas sean de bosque o matorral, por zonas cercanas a arroyos y ríos, por zonas cultivadas de regadío y por ribazos más bien de umbría que de solana. Pertenece a la familia cucurbitácea al igual que la calabaza y es relativamente frecuente en Europa central, Sur de Inglaterra y en toda el área mediterránea, sea europea o africana. Esta hierba tiene por raíz un tubérculo parecido al nabo o al boniato, de color claro y puede alcanzar tamaños considerables. La raíz es lo único perenne de esta planta y de ella brotan en primavera varios tallos trepadores, delgados y fibrosos que crecen rapidísimamente; los tallos se adhieren a cualquier cosa mediante zarcillos simples con forma de espiral que favorecen su carácter trepador y su avance en altura, hasta 3 metros como límite máximo. Las hojas son alternas, relativamente espaciadas y bastante amplias; casi siempre tienen cinco lóbulos de los que el central es el más grande. Las hojas son verdes, aunque con distinto tono según se trate del haz o del envés; también tienen tacto áspero por la presencia de pequeños pelos en cuya parte inferior se forman diminutos depósitos de calcio. La hierba a la que me refiero, que florece entre abril y septiembre, tiene flores masculinas y femeninas en la misma planta ya que es dioica; las femeninas son blanquecinas, muy pequeñas y se reúnen en grupos de alrededor de ocho; las masculinas son algo más grandes y se reúnen en racimos más numerosos, de unas diecisiete flores. Los frutos son esféricos y llegan hasta diez mm. de diámetro; son unas bayas verdes que después pasan a rojizas o anaranjadas cuando maduran. Están llenas de un líquido de olor fétido desagradable y contienen entre tres y seis semillas relativamente grandes, de color entre grisáceo y amarillento con motas negras. Esta interesantísima planta es tóxica en su totalidad: la raíz, las hojas, los zarcillos, las flores, los frutos y las semillas; aunque lo realmente fascinante es que a pesar de su elevada toxicidad en algunas áreas geográficas esta planta es muy apreciada por su valor culinario. Alcorisa es uno de esos lugares; aquí las llamamos tucas, las comemos habitualmente y… no ocurre nada, salvo que están deliciosas. La cuestión es que los brotes tiernos, eliminados los zarcillos o «hilos», son lo único no venenoso. Las fotografías se tomaron en la umbría de la Torre Montaña a primera hora de la mañana del día 15 de abril.

La referida planta se llama Bryonia dioica. El nombre genérico Bryonia procede de la raíz griega bryo que significa empujar, germinar o crecer, en alusión a su rapidez de crecimiento; el nombre específico dioica alude al hecho de que las flores masculinas y femeninas se encuentran en la misma planta. Bryonia dioica, en Alcorisa tuca, es una de las plantas con más denominaciones populares diferentes; yo debo confesar que conocía alrededor de once o doce, pero al ampliar documentación para este escrito, he encontrado más de cien nombres populares. De ellos, treinta y tres hacen referencia a esparragueras o espárragos (borde, culebrero, de cruz, de burro, de zorra, de culebra, lagarterano…), al menos seis acepciones se refieren a nuez o nueza (blanca, negra, morisca…), otras ocho acepciones hacen referencia a nabo (del diablo…) y dieciséis más a parra, uva o vid (de perro, de culebra, de lagarto, de sapo…). También términos próximos a tuca, como truca, túcar o turca; así como otras denominaciones bastante gráficas como revientabueyes o revientalbuey. La tuca es un purgante muy virulento conocido y utilizado desde la antigüedad. Ya fue citada por Pedanio Dioscórides, médico griego del siglo I, autor de la obra De Materia Medica que fue la referencia básica y fundamental de la farmacología aplicada hasta finales del siglo XV. Su uso como purgante se suprimió por peligroso. También se utilizó para el tratamiento de la lepra en la Edad Media; así como para tratar trastornos cardiacos, malaria; y como cataplasma para ciática, reúma, lumbalgia… Además de como fármaco veterinario. Por otra parte, también tiene su faceta mágica al igual que la mayoría de las plantas tóxicas y, a modo de ejemplo, parece ser que el emperador romano Augusto César usaba una corona hecha con tucas para protegerse de los rayos durante las tormentas. La raíz es tremendamente irritante para la piel, incluso vesicante, puede producir desde ulceraciones cutáneas hasta necrosis. El caldo resultante de cocer la raíz es un purgante drástico que produce diarreas muy violentas. Las bayas rojizas son muy tóxicas, llegando a ser mortales por colapso cardio-respiratorio. Su ingestión produce irritación gastrointestinal, vómitos, diarreas parecidas a las del cólera, hemorragias intestinales y nefritis; aunque la intoxicación por este motivo es remota pues los frutos resultan prácticamente incomestibles por la irritación rápida que producen y por su sabor muy amargo. El tallo, las hojas y los zarcillos o «hilos» igualmente son tóxicos. En homeopatía las plantas de Bryonia, o algunas de sus partes, se usan para el tratamiento de artritis, dolores articulares, cólicos hepáticos, sarampión, reumatismo, sinovitis, etc., etc., etc. En cualquier caso, los preparados y soluciones homeopáticos tienen una concentración tan débil que, según los cálculos de Juan Paricio (geólogo, divulgador científico y amigo mío), podría resultar equivalente a disolver el contenido de un frasco en toda el agua del océano. ¡¡Jesús, qué barbaridad!! Consecuentemente, con estas concentraciones el veneno o el tóxico más potente no tendrá más eficacia que un placebo: ni matará ni rescatará. Los brotes tiernos son lo único comestible si se quitan los «hilos» y las «bolas» si las hubiese, como bien sabemos todos los alcorisanos; resultan deliciosos si una vez fritos se hacen con huevos revueltos o en tortilla, y pueden acompañarse de ajos tiernos y/o espárragos silvestres.

Flor de Bryonia dioica1.

No me olvido de todos aquellos antepasados nuestros que debieron aplicar de forma repetitiva el tradicional método científico de ensayo-error hasta conocer qué puede comerse, cuándo recolectarlo, cómo prepararlo… En una visión un tanto romántica del asunto, me imagino al paisano de turno descubriendo que el jugo de la raíz le ulcera las manos y que su ingestión le provoca unas diarreas que lo aproximan a la vida eterna, y finalmente, concluir al menos dos cosas: (i) mejor probar con otra parte de la planta y (ii) que corra el turno y que lo pruebe otro. Y así sucesivamente con el tallo y las hojas, imagino que en ensalada; otro probando los zarcillos de aperitivo, con resultados parecidos; hasta que con el paso del tiempo, de unas cuantas generaciones, un montón de problemas y alguna que otra muerte, en unas zonas se concluyese que mejor no probar esa planta y en otras que los brotes tiernos primaverales son suculentos e inertes. En otra visión más prosaica y probablemente más real, me imagino a los sanadores de las tribus prerromanas investigando propiedades de éstas y otras plantas (y también de animales y minerales) sobre enfermos y heridos desahuciados, o a los prisioneros de guerra o delincuentes de la época utilizados como cobayas. Una tercera posibilidad es que lo recién expuesto hubiese ocurrido en otro lugar y que por medio de un viajero, autóctono o alóctono, se llegase a conocer en Alcorisa el aprovechamiento culinario de esta planta. En fin, que el camino seguido hasta poder disfrutar de un manjar como las tucas ha tenido que ser duro, sobre todo para aquéllos sobre los que se experimentó. Para los aficionados a la botánica os indico un par de referencias en las que se citan las tucas: (i) la primera es un libro de los de siempre, con papel y tapas, titulado Introducción a la flora del Parque Cultural del Río Martín de O. Estrada, J. C. Gordillo y M. B. Alquézar; editado en 2009 por PRAMES y la Asociación Cultural Parque Río Martín. (ii) la segunda, es una referencia virtual, la versión en castellano del Herbario Virtual del Mediterráneo occidental de la Universitat de les Illes Balears, cuya última actualización data de 2007. Por mi parte nada más, que ya espero la próxima primavera y sus tucas para comerlas con fruición después de tantos meses de abstinencia bryónica, aunque en mi casa siempre congelamos tucas refritas suficientes para un par de tortillas en el invierno. Alcorisa, a 15 de abril de 2011, festividad de San Damián y otros Luis M. Oliveros


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