


Había una vez, en un pueblo no muy lejano de aquí, una mujer y un hombre que se amaban incondicionalmente. De su amor nació un niño a quien llamaron Vicente.

Cuando él era un bebe, no tenía ningún diente.
Sin embargo, al pasar el tiempo, le aparecieron sorprendentemente,

dándole a Vicente una sonrisa reluciente.

Una noche, mientras dormía, algo inesperado le sucedió: el Espíritu de los Dientes se le apareció.
—Vicente, Vicente —el Espíritu susurró.
—Mmmm… —el niño adormecido murmuró.
—Vicente, despierta, por favor.

—¿Quién anda ahí? —el pequeño comentó.
Luego, su mirada en el visitante fijó y, con todo el aire en sus pulmones, gritó: —¡Aaaah! ¿Quién eres tú?
—Soy el Espíritu de los Dientes, y he venido a contarte sobre la amistad que queremos tener contigo desde ahora y para siempre.
