
Había una vez, en la cálida sabana, una avestruz llamada Vela. Vela tenía un gran sueño: ¡quería ser piloto y volar por el cielo!

Imaginaba cómo sería volar alto en el cielo, ver el mundo desde arriba y viajar a lugares lejanos.
Sin embargo, había un pequeño problema: los avestruces no pueden volar. Aun así, Vela no dejaba que eso la desanimara.
Un día, Vela escuchó que había una famosa academia de pilotos donde entrenaban a los pájaros para ser pilotos de avión y que allí iban a hacer unas pruebas para aceptar a nuevos estudiantes. ¡Esta era su oportunidad!

Sin pensarlo dos veces, decidió buscar esa escuela de pilotos para poder presentarse a las pruebas de selección. Aunque sabía que los avestruces no podían volar y solo podían ser pilotos las aves que volaban.

Cuando Vela llegó a la academia, los otros pájaros la miraron con curiosidad. «¿Qué hace un avestruz aquí?», se preguntaban.
El director de la academia, un águila majestuosa llamada Altair, la recibió con una mirada de asombro.
—Buenas tardes, señorita. Aquí solo aceptamos a pájaros que pueden volar —dijo Altair—. No creo que puedas pasar las pruebas.

Pero Vela respondió con valentía:
—Por favor, déjenme intentarlo. Estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para cumplir mi sueño.
Altair, impresionado por su determinación, decidió darle una oportunidad. Con una sonrisa, le entregó un antiguo manuscrito cubierto de símbolos misteriosos.
—Muy bien, Vela. Si estás decidida, deberás superar cuatro pruebas —dijo con voz solemne, mientras desplegaba el pergamino—. Solo si consigues todo lo que se pide podrás entrar a formar parte de la escuela, lo cual es bastante difícil para un avestruz.

Vela, a pesar del comentario de Altair, no se desanimó y decidió intentarlo. Con el manuscrito en sus manos, se sumergió en pensamientos profundos.
Sabía que, para superar esas pruebas, necesitaría más que valor; necesitaría la sabiduría y las destrezas que ella no poseía, pero que algunos de sus amigos sí tenían. Así que, con determinación, empezó a considerar quiénes serían sus aliados ideales para acompañarla en esta nueva aventura.
Para la primera prueba, necesitaría la guía de su sabio amigo Boho, el búho, quien, con sus grandes ojos y su conocimiento del cielo, la ayudaría a orientarse. Para la segunda prueba, contaría con su ágil amigo Pico, el colibrí, que con su rapidez

y precisión le enseñaría a ser más ligera y coordinada. Más tarde, en la tercera prueba, buscaría el apoyo de su paciente amiga Tuga, la tortuga, que con su calma y tranquilidad le mostraría cómo esperar el momento perfecto. Finalmente, para la última prueba, necesitaría a su valiente amigo Uri, el suricato, que con su astucia le ayudaría a resolver todos los problemas que surgieran. Apenas lo pensó, Vela fue directa a buscar a sus amigos.
