Tessa y el árbol de la vida

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CAPÍTULO 1

En un lugar no muy lejano, había un bosque que rodeaba un pequeño camping donde una niña pasaba sus vacaciones de verano con sus padres. En el bosque había muchos árboles y uno de ellos era muy especial.

Nuestra protagonista tenía mucha imaginación, muchas veces se inventaba historias increíbles y pasaba largas horas jugando con sus muñecas.

Tenía siete años, le encantaba correr, saltar y escalar. Le gustaba subirse a los árboles y desde arriba contemplaba las vistas y todo lo que sucedía.

Su pelo era ondulado y rubio. Tenía una cara pecosa y llevaba una pinza a un lado de la cabeza en forma de mariposa, era realmente presumida.

Como de costumbre un día jugando al escondite en el camping con sus amigos, vio un árbol de hojas suaves de diferentes tamaños y colores. Decidió subirse a él para esconderse.

«Esta vez no me van a encontrar», pensó la niña. De repente, escuchó un susurro…

—Deja de estrujar mis ramas, que son muy delicadas y no me puedo mover al ritmo de la brisa.

—No sabía que los árboles podían hablar —dijo Tessa.

—¡Pues claro que podemos hablar! —exclamó el árbol—. Puedo escuchar lo que piensas.

—¡Ohhhh! —quedó sorprendida la bella niña.

—Te voy a contar un secreto: siempre que quieras hablar conmigo abrázame fuertemente y pega tu oreja sobre mi tronco, es la parte más fuerte. No te he dicho mi nombre, soy El Árbol de la Vida.

Tessa quedó sorprendida con el nombre del árbol, le parecía un nombre precioso. Abrazó fuertemente el tronco y pegó su oreja como le había indicado su nuevo amigo, y este le dijo que se llamaba de esta forma porque sabía muchas cosas de la vida.

Le contó que en diferentes lugares del árbol se encontraban luces de aprendizaje y para conocerlas tenía que escalar por él.

Muy ilusionada y emocionada, se acercó a la parte más baja del árbol cerca de las raíces y observó que sus pies se iluminaban de color azul oscuro.

—¿Eres reina en tu vida? —le preguntó el árbol—. En esta dimensión aprendemos a hacer las cosas lo antes posible cuando tenemos la oportunidad de hacerlas, de lo contrario es posible que no las hagamos. ¿No es mejor arreglar tu habitación o hacer los deberes cuanto antes? Es una norma fundamental de esta dimensión: «pasar rápido a la acción» para lograr todo aquello que quieras conseguir en la vida, recuérdalo, Tessa.

La niña le contó que el pasado cumpleaños le habían regalado muchos juguetes, tenía demasiados y prefería jugar con sus preferidos.

—¿Qué podrías hacer con el resto de los juguetes que no estás utilizando? —le preguntó el árbol.

Con una gran sonrisa, abrazó a su estimado amigo.

—¡Ya sé qué hacer con el resto de los regalos! Los voy a llevar al colegio para mis amigos.

—¡Excelente! —exclamó el árbol.

Tessa se sentía muy contenta al compartirlos con sus amigos. Además, sabía que algunos compañeros de su clase no tenían muchos juguetes.

Estar agradecidos por las cosas que tenemos y pasar rápido a la acción eran consejos que el sabio árbol le había dado a la niña en la luz de Maljut.

Una última enseñanza del árbol no menos importante que las anteriormente contadas…

—Deberíamos observar si somos capaces de recoger todo aquello que tiramos al suelo para mantener limpios los espacios que todos compartimos —dijo su amigo.

¿Eres capaz de recoger los papeles que hay en el patio de tu escuela?

¿Puedes contarme por qué cosas estás agradecida?

¿Eres rey/reina en tu vida?

2

A la mañana siguiente se despertó muy pronto. Mientras desayunaba, recordaba todo lo que le había sucedido el día anterior. Seguidamente, salió corriendo de la parcela con una gran sonrisa y fue al bosque.

Al llegar frente al árbol, lo abrazó, pegó su oreja al tronco y le susurró a su amigo que estaba lista para seguir aprendiendo una nueva luz.

El árbol se puso muy contento y agitó sus ramas. Escaló hacia la parte baja del tronco quedando sorprendida de ver que su ombligo brillaba con una luz naranja.

Mientras escalaba, le contó que le gustaba jugar con María. Era la niña más popular de su escuela, todo el mundo la quería e incluso todos querían ser como ella.

El árbol, sorprendido, le preguntó:

—¿Por qué quieres ser como María?

La bella niña jugaba con María porque tenía ideas geniales, le gustaba mucho la ropa que llevaba, le parecía muy guapa. Era muy buena deportista y simpática. Pretendía ser como María.

El Árbol de la Vida le explicó que cuando intentaba ser como su amiga María, era como si jugara a esconderse y a ponerse una máscara fingiendo ser alguien que no era y el resto de sus amigos no podían conocerla.

—¡Es muy triste! —exclamó el árbol—. Querida amiga, lo importante es ser tú misma, todos somos únicos. Debemos permitir que nos conozcan tal y como somos. Las diferencias nos hacen especiales y debemos aceptarlas. Es cuando aprendemos la luz de Yesod.

¿Has pensado alguna vez qué cualidades te hacen única/o?

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