Mi hermana Tatiana

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Nico está desanimado.

¡Mamá, mamá, mamááá…! Ayúdame a atarme las zapatillas, que no lo consigo —se queja, mientras lucha con los cordones.

Pero hoy sus cordones están rebeldes, se le escurren entre los dedos como si fueran gusanos pegajosos. No hay forma de hacer un nudo.

—¡Mamááá…! —vuelve a gritar Nico, ya desesperado. Están a punto de salir para ir al colegio, y si no se atan las zapatillas pronto, será un desastre.

No puedo ir ahora, cariño se oye la voz de mamá desde el fondo del pasillo . Estoy ayudando a Tatiana a buscar a Lili.

—Ese estúpido peluche… —gruñe Nico en voz baja, mientras se aparta los rizos de la cara.

Ya sabes que para tu hermana es muy importante llevarla al colegio dice mamá, como si hubiera leído los pensamientos de Nico . No puede ir a clase sin su Lili.

¡Y yo no puedo ir a clase con los cordones desatados! ¿Qué quieres? ¿Que me caiga y me rompa un diente? —grita enfadado Nico.

Pero justo en ese momento los cordonesgusano empiezan a comportarse bien, y el niño consigue atarlos. Menos mal, que eso de quedarse sin dientes no mola nada…

Al fin la vaquita Lili aparece sana y salva detrás del sofá, y mamá, Tatiana y Nico salen de casa camino hacia la parada del autobús.

Nico, bostezando como un león, espera impaciente en la parada del autobús a que llegue el número 3. ¡Por fin!

Sube corriendo el primero y pasa tres veces el bono por la maquinita. «¡Bip, bip, bip!». Acto seguido, va hacia el sitio favorito de su hermana, tercera fila, a la derecha, ventanilla. ¡Oh, no! Hoy el sitio de Tati está ocupado por una señora con gafas.

Perdone, si no le importa, ¿podría cambiarse de sitio? Es que este es el sitio favorito de mi hermana dice Nico con una sonrisa.

La señora le fulmina con la mirada, y a Nico le parece ver llamas anaranjadas a través de sus gafas. Pero no se desanima, el autobús va casi vacío, la señora podría cambiarse de sitio sin problema. Hay uno libre justo enfrente.

Por favor le dice Nico, poniendo la misma sonrisa con la que siempre consigue que su abuela le sirva un trozo más de pastel . Es muy importante para mi hermana sentarse siempre en el mismo sitio.

Otra vez salen llamas de detrás de las gafas y suena una horrible voz:

—¡Ya está bien, niñato maleducado! Los niños de hoy en día están demasiado consentidos.

Tati, que ya está al lado de Nico, se empieza a poner nerviosa. Mamá intenta hablar con la señora de las gafas, pero esta gira la cabeza y gruñe:

—¡No me molesten, no pienso moverme por el capricho de una mocosa!

Tati ya está demasiado nerviosa y empieza a gritar. Mamá le coge la mano, suspira hondo y le pide al conductor que les deje bajar antes de que el autobús arranque. Nico nota cómo la gente los mira y cuchichea cuando están saliendo por la puerta.

Tranquilo, cariño, cogeremos el siguiente autobús… —dice mamá, intentando sonreír.

Furioso, Nico le saca la lengua a la señora de las gafas, que vuelve a dirigirle relámpagos a través de las ventanillas del autobús.

—¡Menuda borde! —susurra alguien al lado de Nico.

El niño se sobresalta y se gira extrañado.

A su lado un chico joven le guiña un ojo. Es otro de los pasajeros del autobús, que también se ha bajado con ellos.

¡La maleducada es ella, no le hagas ni caso! —continúa el joven—. Yo también cogeré el siguiente autobús. Oye, ¿te gusta este juego que tengo en el móvil? Si tu mamá te deja, podemos jugar un rato hasta que llegue el siguiente número 3.

Mamá sonríe, asiente con la cabeza y, mientras sigue tranquilizando a Tati, le susurra «gracias» al joven pasajero.

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