Mamá exploradora

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Tim tenía mucha sed aquella tarde, y es que la aventura con los estegosaurios le había dejado sin aliento. Podía pasarse horas y horas jugando sin darse cuenta. Tantas horas dedicaba a estos animales extintos que se había convertido en el niño de 6 años que más sabía de dinosaurios del mundo. Cuando en el cole investigaron sobre ellos, fue él quien enseñó al maestro y al resto de compañeras y compañeros los tipos, las características... ¡Era todo un experto! Pero nunca hubiera esperado aquella sorpresa.

De camino a la cocina para beber agua, en mitad del salón descubrió un bulto enorme que parecía una maleta gigante, dentro cabría toda su ropa, hasta él mismo si lo intentase. Se acercó y descubrió a ZIA, su mamá, algo nerviosa de un lado al otro, y observó desde detrás del sofá.

«

¿Qué ocurre aquí?», pensó.

Tim era un niño muy inquieto que siempre hacía muchas preguntas.

«¿Nos iremos de vacaciones? ¡Yuju, podré estar todo el día en los toboganes de la piscina!», pensó. «Pero... si el cole aún no ha acabado... No, no, no, eso no puede ser. ¡Ya lo tengo! Oh, oh... Mami le ha pasado la lista de cosas malas al maestro y me manda a vivir al colegio», rápidamente razonó.

«Pero eso no puede ser, prometí no volver a hacerlo más, nunca más diría esa palabra tan fea. Quizá la abuela Chisca se viene a vivir con nosotros. Pero no puedo traer tanto bártulo...», continuó pensando.

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