Este relato es el comienzo de una bella historia. Y lo es porque nos adentrará en una pequeña aventura a través de la naturaleza, repleta de curiosidad y secretos indescriptibles, que solo nuestro protagonista nos podrá revelar.
Pero, queridos pequeños lectores, ¡no os contaré más!
Disfrutad del viaje a través de las letras, que nos conducirán a las palabras que tomarán forma en la voz de vuestra
mamá y vuestro papá, para llegar a lo más profundo de cada uno de vosotros.
¡Adelante, inquietos de los cuentos y leyendas!
¡Allá vamos!
¡Ika ika bu!
En un pueblecito bañado por diminutas olas espumosas, a las que sobrevolaban divertidas gaviotas y flamencos, entre los amaneceres y los crepúsculos crecía un niño llamado Leonardo.
Tal era la fascinación que Leonardo sentía por el reino de los animales que empezó a comunicarse con ellos mucho antes de que siquiera pudiera hablar. Mientras su papá y su mamá se preguntaban por qué Leonardo apenas decía alguna palabra, el niño estaba ocupado en otras cosas mucho más importantes.
Leonardo escuchaba el aleteo de las mariposas; aprendía las direcciones a través del peregrinaje vespertino de las aves; comenzó a deslizarse dentro del agua imitando el movimiento torpe de los mamíferos marinos; descubrió los colores: el rojo acaramelado de los flamencos, el amarillo de las fresias, el marrón suave de los ojos mansos de su mascota.