Las aventuras de Perruco y el gato Mati en Andalucía

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Las aventuras de Perruco y el gato Mati en Sevilla

Este es Perruco. Es sevillano.

Se levanta por la mañana bajo el puente de Triana.

Ni se lava, ni se peina.

«Soy un rey sin reina», piensa mientras se desmelena.

Y este es su colega Mati, que vino desde Argentina, con la amiga de una vecina.

«Soy un artista sin musa», piensa mientras el lomo se atusa.

Los dos viven en Sevilla,

comen, de lo que pillan, ni fuman ni beben ni se maquillan.

A Perruco le gustan los trucos, y a Mati, le gusta la fiesta y también dormir la siesta.

«¿Perruco?», pregunta Mati.

«Si los de Huelva son onubenses, y los de Cádiz, gaditanos, nosotros, ¿qué somos?, ¿sevillanos?».

Perruco contesta: «¿nosotros?, nosotros somos hermanos».

«¿Y adónde vamos ahora, mi hermano sevillano?».

«Vente conmigo pal centro», le invita Perruco, contento. ¡Vámonos a merendar a un sitio que te va a gustar!

Y tranquilamente hablando, junto al Guadalquivir caminando, van sin prisa, partiéndose de risa, cuando llegan al parque María Luisa.

Y es que a Perruco le encanta contar chistes, chistes de pedos, chistes de monos, chistes de niños, divertidos todos.

«¿Es que tú sabes, Mati, por qué los elefantes tienen trompa?», pregunta Perruco a su compa. «Porque les sale de las narices».

«Pero qué tonterías me dices», responde Mati, riendo. «¿Sabes una cosa, hermano? Que yo, a veces, no te entiendo».

… Es abril en Sevilla y sigue siendo una maravilla, siempre hay gente por la calle, aunque el calor desmaye.

A nosotros no nos va mal, vivimos para disfrutar, comemos, jugamos y dormimos, y como ahora nos sentimos con ganas de caminar,

nos vamos para la Torre del Oro, que una historia os voy a contar.

Vamos, Mati, escucha tú también, «cuenta de esta torre el que sabe que fue defensora del Alcázar, por orden del gobernador almohade, ¿y has visto cómo brilla?, es que también fue capilla, de San Isidoro de Sevilla».

«Oye, Perruco», pregunta Mati muy serio, «y lo del “oro”, ¿por qué es?».

«Porque según dicen los licenciados, estaba cubierta de azulejos dorados», le contesta Perruco todo sobrado.

«Ya no me hagas más preguntas, y vamos a comer, a ponernos morados, de boquerones, de jibia, de pescaíto adobado.

Después de comer, de chuparse las garras y de la siesta de marras, se dan otro paseíto pal centro, muy despacito. …

«Amigo, te va a gustar lo que ahora te voy a enseñar, y es que posiblemente sea, lo que todo el mundo desea tener en su ciudad. Es la Giralda, sin más, un antiguo alminar de la mezquita almohade, de la que te acabo de hablar, transformada en campanario de la santa catedral.

Rematada con veleta, que se llama el Giraldillo, y que cuando el viento sopla le empieza a salir brillo». …

La noche empieza a caer y los chicos, al puente han de volver.

Han pasado un gran día, en grata compañía.

«¿A que es guay esto de aprender?», preguntan los dos a la vez.

Y se parten de risa, y no tienen prisa, disfrutando de la brisa que sopla en el Guadalquivir a la hora en que los chicos ya se empiezan a dormir.

Bajo el cielo estrellado y ya bastante cansados llegan a su hogar, su puente.

«Quiero soñar con viajar», le susurra Mati a Perruco.

Y este feliz le contesta:

«Cierra los ojos y piensa dónde te gustaría estar.

Quizá mañana tu sueño se haya hecho realidad».

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