

En lo más profundo del valle, tras las frías y altas montañas, rodeada de bosques espesos, y de finas cumbres quebradas, en un suave claro del bosque, donde el río discurre a sus anchas, protegida de vientos traidores se alza, por fin, la Granja Naranja.

Y a quienes allí habitan, con respeto debo citar, y no hay distinta manera que por sapo Concho empezar. El anfibio es el alcalde, y con mucha ciencia manda. Entiende tanto de arte que a sus vecinos retrata.

En toda granja hay un colegio, y en esta hay uno muy serio.
La vaca Muju impone su sello, y con firmeza hace sonar su cencerro.
A sus alumnos tiene muy contentos y entrenados: deben entrar muy aprisa, beber leche y comer sobaos.


Y cuando tras la montaña, perezoso sale el sol, en casa de mamá Mina, juntos duermen Pío y Pon. Los pollitos son hermanos y nacieron el mismo día. Por eso están tan unidos que no se separan… ¡ni para comer judías!
Juntos van a la escuela, al parque, y a saltar a la comba. Juntos también hacen galletas, cantan, y se tiran al río en bomba.
Y si alguien a alguno le hace una broma, los pollitos muy serios le advierten: «¡A mi hermano no se toca!».
