

La gallina Bertina no creía que las gallinas no pudiesen volar, por eso se subía todos los días a lo más alto del gallinero y se lanzaba desde allí hasta el suelo.

Movía sus pequeñas alas muy, muy fuerte mientras las demás gallinas se burlaban de ella porque una y otra vez la veían caerse y rodar.

Todas le cantaban: «Bertina, loquina, eres una gallina. Nosotras no volamos, solo comemos grano».

Pero ella seguía y seguía subiéndose a lo más alto y lanzándose.

Antes de saltar, alzaba su pico y dejaba que el aire le entrase en los pulmones y por entre las alas. Entonces se preguntaba:

«¿Quieres caer o volar?» La respuesta era siempre la misma: «¡Volar!» Y con un aleteo ruidoso, voluntarioso y hermoso, lo volvía a intentar.
