Cecilia tenía mucho trabajo, era compositora de cantos para pájaros.
Observaba frecuentemente que cada uno de ellos tenía un estilo muy diferente.
Miraba y requetemiraba sus partituras.
—¡Ay, no estoy contenta, me salgo de tesitura! ¡Esto tiene pocas florituras!
Piando y con gran alegría, llegaban los pájaros a clase cada día.
Pero a la hora de cantar, nada, nada de entonar:
« DOMI- FA, DO -MI