

Alicia y Adela eran muy amigas desde que eran pequeñitas.
Les gustaba jugar a las mamás e imaginarse juntas con sus bebés.


Cuando crecieron y se hicieron mayores, las dos se iban a convertir en mamás y estaban muy contentas.
—Cuando Margarita esté en mis brazos, la comeré a besos —decía Adela pensando en su niña.
—¡Yo haré reír a Valentín sin parar! —soñaba Alicia con alegría.


Las barriguitas iban creciendo, notaban las pataditas de los bebés, cómo daban volteretas en la barriga cuando sus mamás comían cosas ricas, y los saltos que metían cuando les daba hipo.

