


En una pequeña granja a las afueras de la gran ciudad vivía una anciana rodeada de muchos animales y tranquilidad. Su nieta Aluna, que estudiaba y vivía en la ciudad, quería ser veterinaria. Entonces, cuando llegaban las vacaciones, ella preparaba sus cosas y se iba a pasar tiempo con su abuela. Un día, su abuela enfermó y debió ser trasladada al hospital. Aluna quedó en la granja cuidando de los animales mientras esperaba noticias de su abuela. Por la tarde, su mamá la llamó para contarle que la abuela estaba bien, pero
debía quedarse unos días en observación. Contenta con la noticia, se puso a hacer las tareas de la granja. Dio de comer a las gallinas, recogió sus huevos, alimentó a los cerditos, y dio leche a los gatos. Jugó un rato con los perros y las ovejas, ofreció pasto a los caballos y vacas, puso agua a los patos y repartió pan a las cabras. Feliz, terminó su día así que decidió comer algo e irse a dormir, pues al día siguiente debía levantarse temprano para alimentar de nuevo a todos los animales.
Por la mañana, Aluna se sienta a tomar un vaso de agua en las escaleras de la entrada, acompañada de sus amigos. De pronto, llega un auto grande y negro del cual baja un hombre de traje con unos papeles en su mano. Este se presenta y le informa que venía de parte del banco. Su abuela había pedido un préstamo y no había cumplido con las últimas cuotas. Ella le explica lo sucedido y el hombre le da unos días más para juntar el dinero; de lo contrario, deberían desalojar la granja.
—¡Oh no, y ahora qué hago? —dice Aluna mientras se vuelve a sentar y todos los animales la miran con cara de preocupación, como si hubieran entendido todo.
—No puedo llamar a mamá, está cuidando de la abuela... piensa.
—¡Esto debemos resolverlo nosotros! —dijo con seguridad y los miró a todos.
De repente, Luis el pato comienza a escarbar el suelo con su pata, como queriendo decir algo...
—¿Qué quieres, Luis? —le dice e intenta volver a concentrarse en el asunto. Pero Coco, el perro, comienza a hacer lo mismo porque había entendido lo que quería decirle.
Hasta que Aluna se da cuenta y recuerda la historia que siempre contaba su abuelo sobre un tesoro que había escondido en la granja pero nunca dijo dónde.
Abraza con emoción a Luis y Coco.
—Así que todos buscaremos ese tesoro —dice en voz alta—. Estoy segura de que es verdad y en alguna parte tiene que estar.
Comenzaron a buscar. Todos revisaban con cuidado y mucha atención cada rincón de la casa. No dejaron muebles sin mover ni cuadros que sacar. Como allí no encontraron nada, decidieron seguir buscando afuera hasta que la noche llegó cansados, se fueron a dormir para retomar la búsqueda al día siguiente.
Al amanecer, ya habían comenzado a buscar nuevamente. Hicieron pozos en el terreno y revisaron el granero, pero nada se parecía a un tesoro. Los días comenzaron a pasar y su preocupación aumentaba; ya habían buscado en todos lados, hasta la última piedra la habían levantado. Cansada y frustrada, Aluna se sienta en las escaleras, sus amigos se acercan para acompañarla y consolarla, mientras ve a lo lejos que se aproxima el auto negro.
Aluna se esfuerza por salvar la granja de su abuela mientras descubre el valor de la responsabilidad y encuentra un tesoro escondido con la ayuda de sus animales.