En tu mente

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EN TU MENTE

Ana acaba de llegar a la casa después del trabajo y al parecer no está muy contenta de nuevo esta noche. Ha entrado casi sin saludar a su esposo Mateo, yéndose directo a la habitación. Mateo se queda parado en medio del salón un poco confundido, dirigiéndose luego a la cocina en donde continúa preparando la cena. Regresa al salón dando pequeñas vueltas en el mismo lugar esperando a que Ana salga de la habitación. Ana sale de repente de la habitación con pasos rápidos y pesados yendo al salón y del salón al

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baño, y luego de regreso al salón como queriendo algo, como queriendo decir algo o provocar algo. Mateo da unos pasos hacia Ana que ahora está parada en la cocina con las manos puestas sobre la meseta como pensando.

—¿No vas a cenar? —le pregunta Mateo a Ana de forma atenta.

—No, no tengo hambre —responde Ana bruscamente.

—¿Qué pasa?

—¿Que qué pasa? ¡Que estoy cansada y ya no puedo más!

—¿Así cómo? Vamos, Ana. Deja eso ya.

—Lo que digo, Mateo. Estoy cansada, cansada de ti, de nosotros juntos y quiero que te vayas. Tú y yo ya no damos para más —le dice Ana yéndose de la cocina hacia el salón.

Mateo va caminando detrás de ella.

—Pero ¿cómo me dices eso, mujer? Si estamos bien.

—¿Eso es lo que crees? Pues no. Ya me cansé, me cansé de ti, de que tú y yo no hacemos nada juntos y quiero que te vayas.

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—Pero, carajo, Ana. ¿Qué dices? ¿Por qué me haces esto?

—Mira, Mateo, no quiero decir nada más. Tú aquí ya no te quedas. Además, no haces nada. Estás todo el día tumbado ahí en el sofá, y tú y yo ya no tenemos nada que ver —le dice Ana afirmativamente y muy segura de lo que quiere.

Ana se queda parada en medio del salón mientras Mateo se dirige a una ventana que da a la calle mirando luego hacia afuera como queriendo entender lo que está pasando esa noche. Mateo se sienta en el sillón que tienen al pie de la ventana. Ana continúa hablando, pero él no la escucha.

Mateo se sumerge en él, choqueado por todo lo que Ana le ha dicho. Ana se acerca a él, que sigue sentado en el sillón.

—Mateo, tienes que irte. Recoge tus cosas, aquí ya no te quedas más —le dice Ana de forma irrevocable. Mateo recoge su ropa y pertenencias en bolsas y maletas y se va a la calle.

Mateo está desconcertado. Llora con mucha rabia parado en una esquina de la calle. Está solo

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por primera vez en mucho tiempo. Se sienta en el canto de la acera. Sigue llorando infeliz, derrotado y sin saber qué hacer o qué dirección tomar. De repente se para y rebusca en su chaqueta alcanzando su teléfono como recordando que no está solo y que puede llamar a alguien para recibir ayuda.

—Jaime, soy yo, Mateo. Necesito de tu ayuda.

—¿Qué pasa, Mateo?

—Es Ana. Me ha echado a la calle y no sé qué hacer. No tengo a dónde ir.

—Mateo, hombre. Está muy mal lo que Ana ha hecho. No te puede echar así.

—Pues lo ha hecho. Estoy muy choqueado y dolido con todo esto.

—Vente, Mateo. Vente para mi casa. Aquí te puedes quedar un tiempo hasta que resuelvas esta situación. Meses después está Mateo andando por una de las calles del centro de la ciudad. Mientras va andando escucha música. De repente se detiene en un semáforo y mientras cambia la señal se asusta,

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quitándose bruscamente los auriculares y cruzando la calle luego algo rápido y nervioso.

Después de cruzar la calle, se detiene mirando a su alrededor algo confundido como si hubiese pasado algo. Está obviamente muy asustado y se lleva ambas manos a la cara comentando para sí mismo.

—Algo me está pasando. Creo haber escuchado a alguien hablarme. Tengo voces en mi cabeza y las escucho muy alto.

Mateo se reincorpora y sigue andando por la calle que ha cruzado, pero anda más rápido esta vez y sigue hablando consigo mismo.

—¡Que sí! Que alguien me está hablando. Lo estoy escuchando muy bien. —Mateo se para bruscamente en medio de la calle y da vueltas en el mismo lugar.

—¡Espera ahí! Pero ¿quién eres y qué haces hablándome? —le pregunta Mateo a las voces que ha empezado a escuchar.

—¿Qué es lo que estás diciendo? ¡¿Que sabes quién soy?! ¡¿Y cómo es que sabes quién soy yo?! ¡¿Y quién soy yo para ti?!

Mateo sigue andando rápido por toda la calle muy asustado como si hubiese hablado con el mis-

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