

PARTE I


Kumanosuke. Despertar
Estoy soñando. Sueño con recuerdos de una infancia que no recuerdo. Veo a mis padres. Y a mi hermano. Mi madre dice que ya es hora de demostrar quién soy, de dejar salir lo que llevo ocultando toda la vida. Entonces su voz cambia. Se vuelve gutural. Mi padre y mi hermano también se acercan y sus rostros comienzan a deformarse. Sus cuerpos sufren unas metamorfosis horrendas. Me dicen que despierte. Estoy sobresaltado, sudando y por un segundo puedo verlos a los tres a los pies de mi cama. Miro la foto de la mesita de noche del motel y sus rostros no se parecen a los de mis sueños. Me doy una ducha y decido ir a la comisaría. Mi primer día en la comisaría. Mi primer día en Tokio. Mi primer día fuera de Nemuro, mi tierra natal. Ha comenzado a llover.

Kumanosuke. Bienvenido. 12,50 h
Me encuentro en el distrito de Chiyoda, en pleno centro de Tokio, una ciudad con casi 13 millones de habitantes. Un volcán a punto de estallar. No acabo de entrar por la puerta de la comisaría cuando ya tengo pegada en mi espalda la típica nota de bienvenida para novatos. En ella se puede leer «Patea mi culo».
El jefe de la comisaría, el señor Kazuo, me dice que no preste atención a los muchachos, que esa es la manera de dar la bienvenida a los nuevos. A mí no me hace gracia (no saben de lo que soy capaz). Tienen suerte de que mi naturaleza no sea violenta.
Kazuo —haciendo honor al significado de su nombre— parece un hombre de paz, con la mirada serena y el rostro cruzado por mil y una marcas del paso del tiempo. Tiene el pelo cano y su complexión es robusta a pesar de su edad, que no creo que baje de los cincuenta y seis.
—Bueno, te sentarás aquí, junto a Usagi. —dice apretando mi hombro y sentándome en mi silla.
—Cuando le conozcas bien, verás que es un gran tipo. —El que habla ahora es Usagi refiriéndose a Kazuo.
—Mi nombre ya lo conoces, ¿cuál es el tuyo?
—Me llamo Kumanosuke Noda, pero puedes llamarme Noda.
—Así que te llamas Noda, ¿eh?, si quieres saber algo sólo tienes que preguntar.
—Sí que tengo una pregunta.
Le señalo un despacho oscuro situado en un rincón de la sala central de la comisaría. En él hay un tipo sombrío que limpia un antiguo modelo de revólver, de manera minuciosa encima de un montón de papeles desordenados. De edad algo avanzada, tiene aspecto de haber combatido en más de una batalla.
—Oh, él —dice Usagi con el rostro algo serio—, le llamamos William Munny y… vas a ser su nuevo compañero. Lo siento.
Kumanosuke. Comienza una historia
En 1992, Clint Eastwood dirigió y protagonizó una película sobre un asesino retirado que, tras perder a su mujer, decide aceptar un último trabajo. Se llamaba William Munny.
—Buenos días, me llamo Kumanosuke Noda, me han dicho que vamos a ser compañeros.
—Siéntate y escucha.—El tal William ni siquiera levanta la vista. Aparta una Ruger Redhawk y suelta encima de la mesa una carpeta llena de informes.
—De nuestro asesino sólo sabemos que de vez en cuando secuestra a una chica, una niña de entre 11 y 13 años y la somete a todo tipo de vejaciones. Cuando el hijo de puta se cansa, la mata y nos la «regala».
Las manos de William aprietan con odio la fotografía de una de las chicas asesinadas.
—Uno por cada día de secuestro sometida a tortura.
—¿Cómo?
—Por cada día que pasan bajo su poder les hace un tatuaje. Una vez encontramos a una cría con siete tatuajes. Tenía 13 años.
—¿Y qué significan esos tatuajes?
—Nadie lo sabe. Hemos consultado con todo tipo de expertos pictográficos y no se ponen de acuerdo.
—Parece algún tipo de lenguaje—le digo mirando una de las fotografías.
—¿Eres un experto en este tipo de mierdas? —me pregunta de forma despectiva.
—Estudié mitología japonesa durante años y vi cosas parecidas, eso es todo —(no es momento de contarle de dónde provengo).
—Genial —refunfuña—. Un experto en perder el tiempo.
—¿Y cuál es nuestro siguiente paso, señor experto en el caso? —le pregunto con sarcasmo.
—Munny, tenemos otro aviso —Antes de que William pueda decirme nada, Kazuo nos interrumpe—: han encontrado otro cuerpo.
—Bien —dice William—. Aquí está el siguiente paso. Si quieres puedes ayudarme.
William se levanta sin recoger los informes, enfunda su arma y se marcha. Empiezo a comprender por qué Usagi dijo que lo sentía cuando me lo asignaron como compañero. Creo que es la persona con menos educación que he conocido en mi humilde vida.
El Señor del Filo Agudo
Nos bajamos del coche a pocos minutos de allí. La intensa lluvia se mezcla con una extraña sensación de calor. En el escenario del crimen vemos el cuerpo de una niña.
—De acuerdo Noda, es hora de evaluar la situación— me dice William señalándome el cadáver.
—Veamos.
Los ojos están abiertos y miran al cielo. No reflejan dolor, sólo una mezcla de confusión y desconcierto. La lluvia se encharca allí. Por alguna razón, eso me molesta más que la sangre. Se supone que los ojos parpadean con el agua. Estos ya no pueden.
—El cadáver está frío y empapado por la lluvia —digo al proseguir con mi análisis—. Con cada minuto que pasa se hace más difícil determinar la hora de la muerte, por la rigidez y la temperatura. La lluvia ha lavado las heridas y se ha llevado la sangre; se han eliminado la mayoría de las pruebas físicas. Sólo quedan los tatuajes.
—Como en los anteriores cuerpos —me dice William— ni una maldita huella.
En ese momento su móvil comienza a sonar. Atiende la llamada, se sube a su coche y se va.
—¿A dónde se dirige? —le pregunto a Usagi, uno de los agentes que nos acompañan. Creo que tenía un soplo de un tipo del Matsuri sushi bar.
—Bien, pues vamos allá.
