

Había una vez un pequeño niño llamado Daniel. A Daniel le encantaba jugar. Jugaba con su mamá a inventarse historias antes de irse a dormir; con sus primos con la bicicleta; con sus abuelos a dibujar; y con todos sus amigos, al escondite, al pilla-pilla, con la arena del parque...


Tanto le gustaba jugar que su mamá, por su cumpleaños, decidió hacerle un juego y esconderle su regalo por toda la casa.
—Preparado, listo… ¡Ya! ¡A jugar! —gritó su mamá.
¡Daniel estaba supercontento! No paraba de buscar. Buscó por la cocina, por la habitación, debajo de la cama, de la mesa, del sillón...
—¡Aquí está! ¡Lo encontré! —gritó Daniel al ver el regalo detrás de las cortinas del salón.
Nervioso, comenzó a abrir el regalo. «¿Qué será?» pensaba.


A Daniel de su mamá, y ahora ya tenía uno para siempre con el que empezó a jugar cada día, dejando así de jugar con sus amigos, familia, primos, abuelos... Con el móvil, unos días veía vídeos de risa y otros de caídas. Otros días veía a gente bailar y otros cocinar. Y otros días jugaba con coches o con tiburones. ¡No hay día que no jugase con el móvil! le encan taba jugar co n elmóvil

Hay días que juega en casa cuando es la hora de comer o dormir. También cuando va en el coche, cuando está en casa de sus abuelos, con sus primos... Por la mañana, por la tarde y por la noche. Los lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingos. ¡A todas horas! ¡Todos los días de la semana! ¡y hasta cuando está e n elparque!
