

Mercedes Bulnes
Selva Ilustración

El conejo Federico salió de casa muy temprano. Era el médico del barrio y aquel día tenía que hacer muchas visitas. La señora Tortuga lo esperaba muy nerviosa porque su pequeña tenía dolor de tripa y mucha fiebre.

Por fin, apareció Federico.
—Buenos días, doctor —saludó la mamá tortuga.
—Buenos días, señora Tortuga. ¿Qué le pasa a su bebé?
—¡Ay, doctor! No come nada desde ayer y tiene tanta fiebre…
—No se preocupe. Ahora le doy un jarabe y dentro de tres horas estará como nueva.

—¿Es ese jarabe azul del mes pasado? —preguntó la señora Tortuga.
—Sí, es un jarabe riquísimo y para el dolor de tripa va fenomenal.
—¡Qué bien, doctor Federico! Hágame ya la receta, porque no puedo esperar.


Federico abrió su gran maletín y sacó todas sus cosas.
—¡Pero no es posible! —exclamó asustado.
—¿Qué le ocurre, doctor? —preguntó la Tortuga.
—No encuentro mis gafas. Sin ellas no puedo escribir y, sin receta, usted no puede conseguir el jarabe.
—¡Dios mío! —dijo la mamá Tortuga— . ¡Mi bebé! Sin el jarabe jamás se pondrá bien.