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Aguas bravas en el Pocico de Iturrizar Este enclave fue, durante años, la piscina natural de varias generaciones de ciraucarras Vecinas de Cirauqui contemplan la crecida del regacho de Iguste. Fotos: Oriol Conesa
ICÍAR IRURTIA
El agua vuelve a bajar con fuerza por el Pocico de Iturrizar. Por eso, seguro que este año la poza alcanzará una profundidad ya casi olvidada. Ideal para practicar saltos, aprender a nadar, compartir tardes estivales y refrescar el verano de los ciraucarras. Las lluvias de este invierno han devuelto la vida al regacho de Iguste, el manantial que nace en el Alto de Guirguillano y desemboca en el río Salado. Hace años, los veranos de Cirauqui eran el Pocico Iturrizar. Eran naturaleza, sol, agua limpia y juventud. Ese rincón, en la parte baja del pueblo, a cinco minutos de la bodega, era el lugar más frecuentado del verano. Donde niños y jóvenes se libraban del calor estival, aprendían a nadar, probaban suerte con los saltos y comenzaban a intimar. Tomaban el sol en las rocas, los más pequeños chapoteaban en la poza de roca y los más osados se lanzaban hasta otra poza, la que de un año a otro veía modificada su profundidad, dependiendo del caudal que arrastraba en el invierno. Allí pasaban los días de verano, entre chapuzones y juegos. Por eso, no era difícil perderse en Cirauqui. Cuando se echaba en falta a un niño ya sabían dónde estaba: en el Pocico Iturrizar. Años más tarde, la puesta en marcha de las piscinas, en la década de los setenta, arrebató la vida a este enclave natural. Los
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Abastecimiento
Abrevadero Hace unos años, de las aguas de este regacho también se servía la antigua alcoholera. Mediante una presa, el agua se conducía hasta la planta, que se derribó con la primera ampliación de la carretera y de la que sólo se conserva el depósito de agua. Enterrada bajo el lodo aún se conserva un asca donde las ciraucarras lavaban la ropa y donde abrevaban los animales. Y sus aguas, también, se conducían hasta el lavadero de la localidad, que fue rehabilitado recientemente. Actualmente, la maleza oculta parte de este rincón natural y emblemático de Cirauqui, cuyas aguas aún sirven para regar los huertos de alrededor. Una vez que atraviesa Cirauqui, el regacho Iguste continúa camino hasta encontrarse con el río Salado. Y, juntos, desembocan en el Arga, en el término de Mendigorría.
baños de verano pasaron a la historia. Y el agua siguió fluyendo por el Pocico, unos años más y otros menos. Estos últimos, apenas un hilo de agua descendía
por las rocas de Iturrizar. Pero, las lluvias de este invierno han devuelto al Pocico todo su esplendor. Las aguas de Iguste vuelven a fluir con toda su fuerza.
Pero Iturrizar, no era solo eso. Espacio de baño y juegos. El Pocico era además agua para el pueblo. Para uso doméstico y también para boca. Durante años, los vecinos se abastecían con el agua del Regacho de Igusta. Hasta los ochenta, cuando llegó el agua de Riezu. En 1979, incluso, un vecino propuso construir una presa que sirviera para embalsar el agua del regacho y, así mejorar el sistema de abastecimiento de la localidad. Ese año, se celebró un referéndum y los vecinos acordaron descartar el proyecto y traer las aguas de Riezu. No solo nuestros coetáneos se aprovecharon del agua Iguste. Desde el nacimiento del manantial, en el Alto de Guirguillano, quedan restos de conducciones de agua de la época romana, de cerámica y de hierro fundido. Prueba de que en otra época, el regacho también sirvió para dar de beber a otros pueblos.